Foto: Clara Zetkin |
Jean-François Cabral | 8
de marzo 1911: el primer día internacional por los derechos de las mujeres es
un éxito, sobre todo en Alemania, donde solo en Berlín tienen lugar más de
cuarenta reuniones y eventos. Según Clara Zetkin, que fue la instigadora y
quien hizo adoptar la celebración a la Segunda Internacional un año antes,
aquella jornada fue "el movimiento de protesta más masivo que se ha
conocido a favor de la emancipación de la mujer" [1]. Sin embargo, la
tarea no fue fácil. Militante del Partido Socialdemócrata de Alemania en 1881, Clara
Zetkin dirige la revista de las mujeres socialistas Gleichheit ("Igualdad"), que alcanzó con dificultad los
4.000 ejemplares a principios de siglo XX, desde 1891 hasta 1916. Sin embargo, la
circulación creció hasta los 28.000 ejemplares en 1905 y a 125.000 en 1914.
Secretaria Internacional de las Mujeres Socialistas de la
Segunda Internacional, Clara Zetkin participa en todos los combates de su ala
izquierda, junto a Rosa Luxemburgo. Miembro fundadora del Partido Comunista de
Alemania (KPD) en enero de 1919, escapó a la masacre y continúa la lucha desde
el sur de Alemania antes de ponerse al frente en Moscú de la secretaría de la
mujer de la Tercera Internacional. Elegida diputada del
Reichstag como comunista sin interrupción hasta 1933, asistió a la toma del
poder
nazi antes de morir un par de semanas más tarde. Esta es la historia que
queremos trazar aquí, en la que se mezclan íntimamente la lucha por la emancipación
de la mujer con la del proletariado.
El auge del
movimiento obrero
La juventud de Clara Eissner es una expresión más de todas
las transformaciones que conoce Europa durante este período. Nacido en 1857 en
el seno de una familia de artesanos en Sajonia, una región entonces pobre y
remota, se familiarizará muy pronto con las ideas de la Revolución Francesa que
se prolongan de alguna manera con las de 1848 en Alemania. Su madre, a pesar de
su origen modesto, es una ávida lectora de George Sand, que mantenía correspondencia
con las pioneras del movimiento feminista. Una comunidad de inmigrantes rusos
sembró las primeras semillas del socialismo en la región.
Clara, que convive con uno de estos inmigrantes llamado
Zetkin, aspira conocer el amplio mundo. Se encuentra en París con todas las
corrientes de un movimiento obrero renacido en la década de 1880, después de la
masacre de los Comuneros. Mientras que Alemania, nace en 1875 el primer partido
obrero importante de la historia: la socialdemocracia, producto de la fusión
entre la corriente lassalliana y la
minoría que se reclama de Marx. Clara escribe cada vez más para el periódico de
Kautsky: Die Neue Zeit ("Tiempos
nuevos").
En el punto de encuentro de estas diferentes influencias,
Clara juega un papel activo en el nacimiento de la Segunda Internacional en
París en 1889, donde presentó por primera vez un informe sobre el papel de las
mujeres en la clase obrera y el movimiento socialista, haciendo del trabajo una
herramienta a sus ojos fundamental de su emancipación. Sin dejar de lado tampoco
la trampa de la "doble jornada", como dice en una de sus cartas a
Karl Kautsky: "Apenas había comenzado a meterme de lleno en el estudio de
Louise Michel [para un artículo] cuando tuve que sonarle los mocos al N º 1, y
apenas me había sentado a escribir, cuando me tocó darle de comer al N º 2. A
lo que hay que añadir la miseria de una vida bohemia". [2]
Clara Zetkin regresó a Alemania en 1890 en un momento decisivo:
las leyes que prohibían la Socialdemocracia son derogadas. Comienza una nueva
etapa. Su prioridad es dirigirse a las mujeres que se acercan al socialismo con
un material especialmente adaptado, al mismo tiempo que participa activamente
en la vida de la Internacional y su partido alemán. En 1895 se convierte en la
primera mujer miembro de un órgano de dirección del SPD, elegida para su comisión
de control.
Oprimidas como
mujeres, explotadas como trabajadoras
Esta lucha no es una sinecura. La legislación es
profundamente retrógrada en un país que todavía en el siglo 20 es una curiosa
mezcla de feudalismo conservador (el de los "Junkers",
los grandes propietarios de tierras) y de difusión de las ideas más
progresistas por parte de algunos círculos liberales y del movimiento obrero. No
sólo se trata de la cuestión del derecho al voto. Especialmente en el Reino de
Prusia (el Imperio alemán ha conservado una gran autonomía después de la unidad
alcanzada en 1871), las mujeres simplemente no tienen el derecho a afiliarse a una
organización política hasta 1908. ¡Ni siquiera tienen derecho a asistir a una
reunión política!
Es cierto que, hasta ese momento, a las mujeres no se les
permite pasar el Abitur (equivalente a
la reválida de bachillerato) o ir a la universidad. Hasta 1918 las maestras no
tendrán derecho a casarse sin tener que abandonar su profesión, ya que el
ejercicio de la enseñanza – a menudo el único trabajo posible para las mujeres
que han estudiado - es fácilmente confundido con un verdadero sacerdocio.
El propio Kaiser Guillermo II declara que: "La misión
principal de las mujeres no es participar en esas reuniones ni conquistar los
derechos que le permitan ser iguales a los hombres, sino cumplir en silencio
sus labores domésticas, cuidar a su familia y educar a las generaciones más
jóvenes, inculcándolas ante todo el deber de obediencia y el respeto a los
mayores" [3]. En esta Alemania guillermina, que pretende regenerar un
mundo considerado "enfermo", dando ejemplo de disciplina y orden, el
lugar asignado a las mujeres tiene una función política e ideológica clara.
Ponerla en cuestión lleva lógicamente a cuestionar el orden patriarcal que se entrelaza
a la perfección con el orden social dominante.
Pero dirigirse a las mujeres más explotadas representa una
dificultad añadida. A diferencia del proletariado masculino concentrado cada
vez más en las grandes fábricas, el proletariado femenino está mucho más
disperso, y no tiene, generalmente, ninguna formación profesional. La mayoría
de las trabajadoras están empleadas en pequeñas unidades de producción artesanales
y sobre todo en el trabajo en el hogar o en ocupaciones tales como el servicio doméstico,
camareras en cafeterías o restaurantes (a veces equiparadas a prostitutas). El
proletariado femenino es mucho más difícil de organizar. La tasa de
sindicalización es superior al 50% en los hombres, pero es sólo el 9% en las
mujeres empleadas.
Las mujeres y el
socialismo
La referencia para Clara Zetkin, como para todos los
activistas de la época, es el libro que publicó en agosto de 1891 August Bebel,
La mujer y el socialismo. Siendo él
mismo uno de los principales líderes del partido, se inspiró en gran medida en la
obra de Engels, publicada en 1884 [4], El
origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
Para este último, la cuestión de la emancipación está
estrechamente vinculada al trabajo: "Para que la emancipación de la mujer
sea factible, debe primero la mujer participar en la producción a gran escala y
que el trabajo doméstico no le ocupe más que un tiempo insignificante. Y ello no
ha sido posible más que con la fábrica moderna que no sólo admite a gran escala
el trabajo de las mujeres, sino que también lo exige formalmente y tiende cada
vez más a hacer del trabajo doméstico privado una industria pública”. Por
tanto, la cuestión se plantea a dos niveles: gracias a la evolución general
introducida por el capitalismo con la generalización del trabajo asalariado,
las mujeres pueden empezar a escapar de las garras de la familia para
conquistar el comienzo de una autonomía financiera y participar en las luchas
del proletariado por el socialismo; también gracias a estos avances podemos
imaginar en otra sociedad la extinción gradual de la frontera entre la esfera
pública y la esfera privada, lo que puede reducir significativamente el peso de
las tareas domésticas y permitir una participación efectiva en los asuntos
cívicos.
Este enfoque se acompaña con una consideración más amplia y
fundamental, que es la estrecha relación entre el patriarcado y el tema de la
herencia –en particular, su transmisión– asunto básico en la mayoría de las
sociedades de clases. Pero, al mismo tiempo, ignora otros aspectos: las muy
variadas formas de opresión, que pueden persistir incluso en una sociedad sin
clases. Basta con volver al ejemplo citado por Engels: la gran industria -
desarrollada de una manera racional y planificada por el proletariado -
probablemente pueda reducir significativamente la carga del trabajo doméstico,
sin que ello signifique automáticamente una mejor distribución de su gestión
diaria entre hombres y mujeres.
Después de un largo período de ensayo y error, la
contribución de Clara Zetkin es doble: dar a la lucha feminista su dimensión
completa, al incluir en su reflexión las distintas dimensiones de la opresión
de la mujer, mientras se mantiene firmemente en una perspectiva de clase.
Por la conquista de
los derechos democráticos y sociales
Significativamente, su primer folleto sobre el tema se
titula Las trabajadoras y la cuestión de la
mujer en nuestro tiempo. Aborda la dimensión específica de la cuestión de
la mujer, pero la lucha feminista de
las militantes socialistas no es la misma que la de corrientes, incluso las más progresistas del "feminismo
burgués".
Porque todo es diferente, según Clara Zetkin: el medio al
que se dirigen, las preocupaciones, los objetivos, los medios de acción. Como
dice al Congreso de 1896: "Comprometido con la lucha de clases, el
proletariado necesita tanto como la mujer de la pequeña y mediana burguesía y
las intelectuales la igualdad jurídica (...) Pero a pesar de todos estos puntos
de encuentro (...) el proletariado no tiene nada en común en cuanto a sus
intereses económicos esenciales con las mujeres de otras clases. La
emancipación de la proletaria no será obra de las mujeres de todas las clases,
sólo del esfuerzo de todo el proletariado, sin distinción de sexo".
El centro de gravedad es la lucha por el socialismo. Y la
primera reivindicación es mejorar las vidas de las trabajadoras, exigiendo la
igualdad de remuneración, pero también disposiciones específicas, tales como la
licencia de maternidad, o la abolición del trabajo nocturno. Los argumentos
utilizados es cierto que no siempre son inequívocos. Porque esta última reivindicación,
por ejemplo, se apoya en la necesidad de preservar la salud de la mujer como madre.
Pero en el mundo del trabajo, esta campaña se encuentra con una respuesta
favorable que abre muchas otras oportunidades para discutir de todo.
Clara Zetkin está profundamente comprometida a mantener una
total independencia vis-à-vis lo que
llama el "feminismo burgués", que es muy hostil a los
socialdemócratas, con la excepción de una pequeña franja que se considera más
"progresista" al llamar a votar por los liberales, que sin embargo no
incorporan prácticamente ninguna de sus reivindicaciones. Esto no impide que
Clara Zetkin plantee una política particularmente ofensiva, especialmente en el
campo de los derechos democráticos.
La lucha por el derecho de las mujeres a votar es un
ejemplo. Esta reivindicación es defendida por Clara Zetkin en colaboración con
otros movimientos feministas. Sin embargo, debe luchar en dos frentes. Dentro
de la socialdemocracia debe sobre todo hacer que las palabras se correspondan
con los hechos. A los movimientos feministas debe convencerles de que se debe conceder
el sufragio a todas las mujeres - incluso las pobres – lo que está lejos de
conseguirse (a sabiendas de que el sufragio universal masculino no existía en
algunos estados como Prusia).
En una conferencia de mujeres en Stuttgart en 1907, Clara
Zetkin aprobó una resolución en la que se especifica que "los partidos
socialistas de todos los países tienen el deber de luchar vigorosamente por la
introducción del sufragio universal para las mujeres". En la conferencia
de Copenhague en 1910, se decidió organizar cada año en marzo, un día
internacional de la mujer: será el 8 de marzo. La reivindicación inmediata es
obtener el derecho al voto.
Hecho notable: gracias a esta reivindicación democrática, el
movimiento obrero es capaz de arrastrar a la mayor parte del movimiento feminista
que está todavía en la estela de los partidos liberales. Pero también podemos
observar que esta reivindicación se obtuvo en Alemania como resultado de una
revolución, tras el derrocamiento del Emperador, el 9 de noviembre 1918, y la proclamación
de la República. Mucho antes que en Francia.
En el partido también
Clara Zetkin repite sin cesar que "la emancipación de la proletaria no puede ser obra de las mujeres
de todas las clases, sólo el esfuerzo de todo el proletariado, sin distinción
de sexo", lo que implica que esta preocupación es realmente tomada en
serio en el partido. Por desgracia, su labor parte con una gran desventaja que
es la influencia de Lasalle y su posiciones muy próximas a las de Proudhon, que
consideraba que el lugar “natural” de las mujeres es el hogar. Marx y Engels
defendieron una posición diferente, pero a principios de 1870, no es raro ver
todavía como los sindicatos votan por la abolición del trabajo femenino. Así
que después de una larga batalla los marxistas, con August Bebel, imponen un
punto de vista completamente diferente, siendo al mismo tiempo el Partido
Socialdemócrata realmente la única vanguardia en este tema.
Pero del programa a la acción cotidiana de sus militantes, a
veces hay un gran margen. Clara Zetkin está convencida: para convertirla en una
verdadera preocupación, hay que dar una mayor visibilidad y una mayor
responsabilidad a las mujeres en el partido. En particular, sus estatutos
prevén la posibilidad de que en los Congresos las mujeres puedan designar directamente
un número de delegadas si las mujeres no son elegidas en las asambleas de las secciones
locales. Clara Zetkin luchó activamente por la aplicación efectiva de la
susodicha cláusula, no sin éxito: hay sólo 25 mujeres delegadas en 1901, pero
son 407 en 1907.
Clara Zetkin organiza con ocasión de cada Congreso una
conferencia a una conferencia de mujeres previa, que reúne a las mujeres para
que puedan discutir una serie de temas que a continuación se puedan defender de
una manera más coordinada en la conferencia. La práctica también se extiende en
la Segunda Internacional con las "conferencias internacionales de
mujeres". Así, en una de ellas, en Copenhague en 1910, se adopta la
celebración del 8 de marzo.
La batalla se libra a dos niveles: se trata de alentar a las
mujeres a participar en todas las tareas del partido, al mismo tiempo que se
realiza un trabajo específico hacia las mujeres proletarias. Sobre el primer
punto, Clara impone el término "Vertauenspersonnen"
(personas de confianza) para designar a los propagandistas del partido, en
lugar de "Vertrauensmänner"
(hombres de confianza), con el fin de demostrar que esta tarea también está
abierta a las mujeres. Al mismo tiempo, los estatutos establecen en 1905 que "la propaganda sistemática en el
proletariado femenino es llevada a cabo por las delegadas electas, si es
posible en todas las áreas, de acuerdo con las direcciones del partido". Al
mismo tiempo, las ventas de Gleichheit
literalmente se disparan, una señal de que algo está cambiando en el alma del
partido.
Soñar la emancipación
completa
Contrariamente a algunos prejuicios, el movimiento obrero de
la época es consciente de los problemas que, es cierto, se convertirán más
adelante en una prioridad, especialmente en 1960-1970.
En una Alemania todavía profundamente imbuida de la moral
religiosa, la revista de Clara Zetkin trata ampliamente sobre las cuestiones
del matrimonio y el divorcio. Defiende – aunque con menos fuerza que Alexandra
Kollontai – el "amor libre", sin hacer de la libertad sexual un estandarte
de la lucha feminista. Pero por repetir aquí la opinión expresada por el
historiador Gilbert Badia, "su vida, tal vez más que sus teorías sobre el
tema, muestra sus concepciones más profundas. Vivió hasta su muerte con un
hombre, con el que tuvo dos hijos, sin que creyera necesario casarse (...) A
los treinta y nueve años, no dudo en vivir en unión libre con un joven
dieciocho años más joven".
En cuanto a su curiosidad, es insaciable: es uno de los
pocos dirigentes que se interesó por el psicoanálisis, entonces una nueva
disciplina.
Sobre la cuestión de la "naturaleza femenina", su
posición está claramente muy por delante de su tiempo, incluso yendo tan lejos
como cuestionar la idea de que en la mujer existe naturalmente un
"instinto maternal". Al mismo tiempo, sería inútil tratar de
encontrar en ella una "teoría de género". Pero su profundo compromiso
con el marxismo como filosofía materialista le proporciona, sin embargo,
algunos indicios para evitar cualquier forma de naturalización de las relaciones
humanas...
Probablemente se la puede culpar de cierto optimismo sobre
la resolución de los conflictos entre los géneros en la sociedad socialista
futura. Pero no es peor, o mejor, que el optimismo de la época sobre la
sociedad del futuro, antes de la experiencia del estalinismo.
Ciertas discusiones deben, sin duda, situarse en el
contexto. Se trata, en particular, de la cuestión del control de la natalidad.
Dentro de la burguesía, las ideas de Malthus - que quería reducir la pobreza al
limitar el número de pobres - todavía es muy influyente. Lo que probablemente
explica en gran parte que la misma idea de la planificación familiar sea combatida
en el movimiento obrero. Clara Zetkin, sin embargo, luchará vigorosamente por
la legalización del aborto en nombre de la libertad de decisión de las mujeres
a disponer de su cuerpo. En 1913, los socialdemócratas se oponen al Centro
Católico (uno de los principales partidos con representación en el Reichstag)
que quiere prohibir la venta de preservativos, con el argumento de que el
legislador no debe regular su uso.
Sobre el futuro comunista, incluso si las ideas son vagas,
surgen algunos proyectos en el contexto de un movimiento cooperativo mucho más
desarrollado que en Francia: las cooperativas de consumo, las cocinas y los
lavaderos comunales, los restaurantes cooperativos, la ciudad jardín... muchos
experimentos que sugieren la posibilidad de una reorganización de toda la
sociedad. Del mismo modo, en el campo de la educación, muchas ideas innovadoras
comienzan a surgir, incluso si no están tan desarrolladas como posteriormente
lo serían por Montessori o Freynet. A veces son cosas sencillas, como las escuelas
mixtas, mientras que la alternativa en los ambientes populares era o bien
trabajar por una miseria sin ninguna formación o escapar de esa miseria entre
los ricos como ama de casa.
Pero después de la revolución rusa, la lucha feminista
cambia de naturaleza. Porque el comunismo ya no es una utopía: es una forma de
realización práctica, para bien y a veces para mal. Pero esa es historia... [5]
Notas
[1] Todas las citas, a menos que se indique lo contrario,
son del libro de Gilbert Badia, publicado en 1993 por Editions de l'Atelier, Clara
Zetkin, féministe sans frontières.
[2] A partir de un discurso público en 1910.
[4] Para una visión general de la investigación actual, el
libro publicado por Christophe Darmangeat, Conversation
sur la naissance des inégalités, en Ed. Agone, y un libro del mismo autor,
más apasionado, Le communisme primitif n’est
plus ce qu’il était, publicado por Ed. Smolny.
[5] Para los primeros
años, ver la obra de Trotsky, escrita sobre la base de numerosas
investigaciones, El nuevo curso y las cuestiones de
la vida cotidiana
Jean-François Cabral es miembro
de la dirección del NPA de Francia
Traducción del francés por Enrique García
Traducción del francés por Enrique García
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