Fidel Castro ✆ David Levine |
Camilo Rodríguez
Noriega | El artículo se centra en una exposición
acerca de las funciones del discurso político del líder de la Revolución Cubana
en relación con el desarrollo político-cultural revolucionario del pueblo
cubano, en la que se hace explícita la correlación entre el político y el
filósofo-político que coinciden en su persona. Dicha exposición ha sido
construida por su autor como resultado del estudio de más de 700 de los
discursos pronunciados por Fidel Castro entre 1959 y 2006, en aras de develar
su concepción filosófico-política acerca del desarrollo cultural necesario en
el pueblo para comportarse como sujeto político de la Revolución y en cuyo
curso identificó a dicha oratoria como importante medio del referido
desarrollo. Se sustenta que la misma instituye una vía fundamental de
interrelación con el pueblo en la que se codifican símbolos, propuestas,
encargos, valoraciones, etc. entre los involucrados, respecto a los asuntos
públicos, al tiempo que permite apreciar estados de ánimos y disposiciones
políticas del líder y las masas, a partir de articular el proceso de toma de
decisiones con la valoración de los estados de realidad, la marcha de las
políticas vigentes y su propia continuidad y cambios. En consecuencia, el
trabajo subraya el aporte de tal discurso a los estados de la identidad
psicosocial del pueblo con el proyecto revolucionario, a la potenciación
ideológica de su relación con la realidad y a los comportamientos políticos
revolucionarios, tributando a la conformación de hegemonía político-cultural de
igual
naturaleza.
El discurso político de Fidel Castro se manifiesta como un
conjunto de mensajes específicos, de reflexiones y sistematizaciones políticas
e ideológicas que trasmite sobre -y en torno a- problemáticas que afectan, de
uno u otro modo, la vida de la sociedad, las que se integran como referentes de
la comunicación y educación política e ideológica dentro de la actividad
política nacional.
Mensajes, reflexiones y sistematizaciones que discurren como
recreaciones-valoraciones del estado de la práctica y aportan pautas
ideo-políticas, orientaciones, preceptivas y proyecciones políticas
programáticas, etc., en atención a necesidades políticas histórico-concretas y
a su posible curso. Su contenido contiene formulaciones de alto valor
cosmovisivo con una fuerte apreciación del devenir histórico e las que se
articulan lo estratégico con lo táctico, sin agotarse en eso, y donde la
inmediatez empírica se constituye en reto para nuevas intelecciones políticas
dialécticamente críticas de la realidad.
Con sus ideas, trasmitidas con un lenguaje de alcance
popular masivo, Fidel Castro procura a la vez educar, educarse y contribuir a
estructurar la participación protagónica del pueblo en el proceso
revolucionario. Asunto este favorecido por la capacidad y la posibilidad real
de ese discurso para implementar societalmente objetivos, objetos y medios de
práctica social. Al respecto él mismo precisa: “La Revolución ha ido ocurriendo
conforme a las ideas revolucionarias de los que hemos jugado un rol importante
en esta lucha, y ha ido avanzando en la misma medida en que hemos ido avanzando
todos, y ha ido desarrollándose en la misma medida en que nuestras ideas
revolucionarias y las ideas revolucionarias del pueblo han ido desarrollándose”[1].
Se vale para ello de contactos directos con determinados
sectores, grupos sociales, representaciones masivas, etc. que funcionan como
auditorio, en actos públicos más o menos masivos con prevalencia en unos de la
agitación o en otros del razonamiento más sosegado, aunque muchas veces
articulando ambas cosas[2]. También se comunica en
reuniones, eventos, o indirectamente, con un universo potencialmente más
amplio, a través de programas radiales y televisivos y de la expansión del
discurso por todos los medios de difusión masiva, incluidas hoy las nuevas
tecnologías informáticas.
En los asuntos abordados en su oratoria pública se
manifiesta enfático en los esfuerzos de formación de conciencia y cultura
política revolucionaria popular a través de la información que se brinda y las
fundamentaciones ideo-políticas –y no pocas veces técnicas- que enriquecen su
análisis. Al mismo tiempo se constata la delimitación de ciertas pautas
culturales de la mentalidad y comportamiento político-social a superar con el
subrayado de las que son afines a la cultura revolucionaria necesaria. Y ello
sucede desde el comienzo, en momentos donde la nueva cultura es solo una
posibilidad en ciernes, incluso para no pocos de quienes dirigen.
La difusión inicial de la mayoría de sus discursos no se
concibe, ni obedece a límites restringidos y controlables y su receptor
efectivo resulta irreductible al destinatario inmediato. Por lo tanto, también
en el orden de la recepción no procura control de límite, aunque el propio
orador o los difusores puedan establecer prioridades de audiencia. No obstante,
también suceden intervenciones de carácter más privado, por su contenido y
destinatario, pero que se difunden parcialmente para su consumo masivo.
Como norma, su destinatario lo constituye el pueblo en
general, pero también subyace la intención de interpelar grupos sociales
específicos, trascendiendo no pocas veces, por su interés, la frontera nacional
facilitada. No obstante, puede denotarse una segmentación analítica del
auditorio que conduce a considerar la polaridad de: a) un destinatario que
participa de las mismas ideas, o cuando menos de los mismos ideales básicos,
comparte los mismos valores y persigue iguales objetivos que el discursante y
con el cual este procura reforzar razonada y críticamente un “nosotros” y b) un
destinatario básicamente adversario con el que se polemiza; aunque existen
posiciones intermedias.
El examen del discurso público de Fidel Castro a lo extenso
del período enmarcado permite deslindar las funciones del mismo a partir de su
propia conciencia de que: “…antes la
tribuna se utilizaba para estar haciendo demagogia y politiquería, y hoy se usa
para“ Divulgar los conceptos de la revolución…” [3] y
discutir los problemas del país”[4].
Desde los comienzos, ese discurso interactivo delineó como
su función general integradora la de ayudar a delinear la fisonomía
político-cultural del pueblo revolucionario cubano. Responsabilidad esta que
resulta palpable a través del resto integrado de las funciones que el conjunto
del discurso cumple, las que han sido inferidas como generalizaciones desde el
estudio de su oratoria en el período 1959-2006, todas englobables en su
carácter educativo, orientador y organizador de naturaleza ideológica y
política, descifrable desde el comienzo y sostenida en el tiempo.
En consecuencia, se trata de funciones generadoras de
voluntad política colectiva, en el sentido leninista y gramsciano así como de
una espiritualidad política emancipada, la que implica no sólo la conciencia de
posesión de poder sino además la capacidad para utilizarlo bien, de acuerdo a
su misión histórica, para avanzar, en el campo de la política, en la
construcción continua de hegemonía y en consecuencia trascender progresivamente
a cuotas superiores de emancipación nacional y humana.
Entre las funciones restantes del discurso público de Fidel
Castro que aportan al desarrollo cultural del pueblo como sujeto político de la
Revolución se destacan:
a) la función emotivo-racional, pues él es consciente de que: “…hay que salvar la esperanza con el corazón y con la inteligencia marchando parejas…”[5] y desde y hacia la articulación de ambas aporta su discurso.
b) la función legitimadora del pueblo como sujeto político en tanto, como Fidel Castro afirma: “…Una empresa revolucionaria no es obra de dirigentes revolucionarios, es obra de todo un pueblo, es obra y es tarea de las masas del pueblo” [6], cuyo ascenso cultural considera un derecho que hereda de la humanidad. Asevera: “…hay algo que vale mucho, hay una gran herencia que la humanidad ha recibido, y es la cultura, son los conocimientos…Y esa es la gran riqueza que todos los hombres recibimos como herencia, de las generaciones humanas que nos han precedido…Cualquier hombre humilde, cualquier trabajador, cualquier hijo de cualquier familia humilde, es dueño de esa herencia. Solo necesita una cosa, para tener en sus manos lo que ha recibido del trabajo de millones de hombres durante miles de años: lo único que necesita es saber leer; lo único que necesita es saber leer…” [7], lo que ha de ser garantizado por la Revolución . Desde esa perspectiva considera al pueblo el pilar más sólido de la obra de la Revolución como muestra de una actitud de confianza en el mismo y en su inmensa capacidad de lucha, de trabajo y de creación, mostrándolo como características propias del verdadero revolucionario [8].
Lo hace lejos de toda lisonja al pueblo, combinando las
críticas a las insuficiencias con la elevación constante de la autoestima como
pueblo-nación inteligente, heroico, solidario, entre otras cualidades que de
continuo se resaltan con coherencia discursiva. En ese orden el discurso de
Fidel Castro posee una alta fuerza estimuladora al saber aprovechar el valor
humano y político de la unidad entre la crítica constructiva y el
reconocimiento justo como fuerza legitimadora.
Dentro del pueblo resalta la función social de los jóvenes
pues está convencido de que el triunfo en la gran tarea histórica que es la
Revolución ocurrirá en la misma medida en que se logre involucrar a las nuevas
generaciones, alimentando una gran confianza hacia su capacidad de ser
revolucionarios
c) la función informativa y descriptivo-fundamentadora del porqué y para qué de la política y de las políticas revolucionarias -a nivel nacional e internacional- a partir de datos de realidad objetiva, favoreciendo su interpretación desde los nexos pasado-presente y situación existente-situación aspirada, sin agotarse en ellos. Clarificación orientada a develar lo que es posible y necesario en cada momento, en el marco de principios a respetar, ajustables históricamente. Informa de modo fundamentado sobre lo que interesa, de la mano de la verdad, para crear estados de opinión pública y colocar asideros a la movilización necesaria, pues considera a esa opinión como reguladora corriente principal del estado del ejercicio de poder revolucionario, a partir de la reacción popular. De ahí que diga todo lo que piensa siempre que lo considere conveniente para que las masas tengan clara tanto la idea táctica como la idea estratégica de la lucha.
En consecuencia, Fidel Castro examina con nivel de detalle
el proceso revolucionario y las condiciones en que se desenvuelve. Cuestión que
considera también significativa para influir en la opinión pública
internacional y de los pueblos, para lo que cree importante desarrollar capacidades
en ese sentido y realizar todos los esfuerzos posibles.
d) la función pragmático-movilizativa, asociada a nutrir el poder hacer a partir del saber, procurando la movilización específica para la acción específica y revelando su conveniencia política y al mismo tiempo la alerta permanente. Para ello el discurso aprovecha el conocimiento de la psicología e idiosincrasia del pueblo cubano de cuya autoconciencia da cuentas al pueblo, mostrando a las masas cómo regular el temperamento impaciente que las caracteriza[9].
Esta función de su discurso ocurre todo el tiempo, aún
cuando se manifiesta un relativo desbalance en ese ‘nutrir el poder hacer’
entre lo asociado a lo heroico y lo referido a las tareas corrientes, como
consecuencia de las circunstancias históricas y el modo de resolver la
contradicción desde la que se desenvuelve la cultura política del pueblo
cubano.
Asociada a esta función Fidel Castro revela el significado
político de las consignas revolucionarias cuyo valor asocia a su sentido
histórico real en la medida que contengan un poderoso componente ético, moral,
político, histórico.
e) la función desarrolladora programática, en tanto el contenido del discurso tiende a no agotarse con las urgencias del presente. Se aportan razonamientos políticos que rebasan los marcos histórico-concretos, aunque nazcan de ellos y desde esos análisis se interpela al pueblo para crecer como sujeto político de la Revolución. Lo hace al convocarlo a entender críticamente el proceso desde la perspectiva ideo-política que expone para asegurar su reproducción en la medida que el pueblo se auto-reconozca en ese discurso y se identifique con él. A esos fines se plantean las contradicciones particulares a superar en la práctica con la participación y apoyo de todo el pueblo y la perspectiva desde las cuales hacerlo. No solo de aquellas contradicciones derivadas de la herencia pre-revolucionaria sino las que surgen del propio proceso, aportando un modelo desarrollador al pensamiento político popular[10] acompañada de una convocatoria a la reflexión a través de preguntas y problemáticas que generalmente inducen los cauces desde los que el líder piensa el desarrollo de políticas que a la vez funciona como los ofrecimientos ideológicos y políticos que hace al pueblo, adquiriendo para este valor doctrinal en su propio desarrollo. Proceso que funciona por el legítimo liderazgo construido en la actividad comunicativa entre líder y masas.
En ese orden aporta la propia evolución -sobre una sostenida
base principista esencial- del pensamiento de Fidel Castro sobre determinados
asuntos, cuya visibilidad se facilita relativamente al interlocutor atento a
partir del carácter recursivo desarrollador de su oratoria.
Desde esa perspectiva se manifiesta una preocupación
permanente por el devenir y porvenir del proceso político, porque el presente
viabilice el futuro a través de una orientación hacia la transformación
constructiva del estado de cosas existentes, dirigida a la vez a fomentar una
actitud proactiva ante los grandes objetivos a lograr. De ahí que Fidel Castro
subraye la importancia de armarse de ideas, de conceptos revolucionarios claros
sobre el porvenir; levantar trincheras ideológicas, trincheras de conceptos,
sin desestimar, a la par, las trincheras de piedras, haciendo a los jóvenes
abanderados de estas ideas.
Es decir, el sentido práctico que demanda el momento y que
el discurso acoge no se subyuga con pragmatismo. Se legitima el valor de la
elaboración de estrategias revolucionarias de mediano y largo plazo como
recurso político e ideológico.
f) la función didáctica y teórico-doctrinal, pues Fidel Castro se esfuerza por razonar los comportamientos político-morales que le son afines a las posiciones políticas que se asumen, en relación con principios generales a los cuales atenerse. Y lo hace con la particularidad de presentar ese contenido como propuestas histórico-concretas que acogen en sí a la doctrina revolucionaria que participa de la tradición nacional, sin clausuras. Tributa así a la transmisión y precisión de conceptos de la política revolucionaria en aras de la conformación de la opinión pública revolucionaria, a la mejor disposición de ánimo y, muy ligado a esto, al delineamiento de autoconciencia sobre la naturaleza distintiva del proceso revolucionario a partir del análisis histórico, hechológico-ilustrativo y político-moral del curso de los acontecimientos y de situaciones de conflictos que se presentan y las formas debidas de su abordaje revolucionario[11].
En relación con esos análisis se procura una postura
receptiva activa y crítica del pueblo, a tono con las condiciones existentes,
pero haciendo todos los esfuerzos discursivos posibles para que la misma sea
comprendida, compartida y, en consecuencia, practicada. El propio discurso se
perfila así como recurso para la influencia ideológica político-moral inmediata
-que corre a cuenta del intercambio directo con el pueblo- y que se orienta a
pautar la cultura política necesaria. En atención a todo lo anterior el
discurso se constituye como el reservorio teórico de la singular práctica
política de la Revolución Cubana[12];
g) una función filosófico-política, orientada a comprender y repensar la realidad política existente desde el prisma del deber ser y a tono con lo cual Fidel Castro revela: “…su condición de principal crítico y opositor de lo mal hecho”[13]. Función esta muy estrechamente ligada al hecho de que el compromiso con el porvenir siempre está en la mirada del discursante y en la calidad de sus ideas[14].
Desde este ángulo se perfila la contribución educativa y
orientadora de su discurso, al remarcar el ahínco por fomentar una
aptitud-actitud cultural política proactiva en el pueblo. Ello obedece a la
necesidad de multiplicar la capacidad de pensar continuamente el proceso para
ser actuado conscientemente desde posiciones principistas y evitar tanto los
pasadísimos y presentismos políticos en las acciones y en los programas como
las confusiones y manipulaciones que atenten contra el presente y futuro de la
Revolución. Tal función, sin dejar de tener efectos de recepción
contradictorios con su propio sentido[15], le da una
coherencia de acentos al contenido ideo-político principista del discurso que,
si bien se enriquece con la especificidad de las situaciones
histórico-concretas, le asegura mantener una extraordinaria continuidad. Sucede
al punto que cuando el devenir histórico rebasa el sentido de determinadas
prácticas y consideraciones políticas -impulsadas o expresadas desde su
discurso- parte importante de la plataforma de ideas que le sirvieron de base
se preservan vigentes en su valor ideológico heurístico y programático.
Es decir, sin una nueva cultura no se asegura con coherencia
la reproducción social específica de la sociedad, ni en lo material ni en lo
espiritual ni en el comportamiento, ya que el modo de pensar, de hacer y de
estar se casualiza, se muestra caótico y hasta errático. Comprende que sin el
desarrollo ideológico necesario falta la brújula, el impulso, la
intencionalidad del desarrollo cultural. En consecuencia, como parte de la
lucha política cotidiana pero más allá se esfuerza todo el tiempo en contribuir
desde su discurso a ese desarrollo. De ahí que sea posible encontrar en su
oratoria -más allá del contenido descriptivo-analítico y valorativo del
discurrir político del proceso revolucionario- los fundamentos ideológicos
explicativos de ese discurrir político que conectan en su evolución histórica
el contenido de su discurso como una totalidad ideológica. Y es por ese motivo
que resulta factible encontrar en las determinaciones generales de esa
producción ideológica la filosofía política de la cultura que se necesita para
que el proceso revolucionario se reproduzca como fenómeno asociado a la
identidad cultural del pueblo.
Tal singularidad es consustancial a su sensibilidad política
y humana, a su esmerada intuición y a esa racionalidad creadora y profundamente
dialéctica de su pensamiento, que no cesa de cultivar, porque es consciente de
que: “…el peor de los sacrilegios es el estancamiento del pensamiento:
pensamiento que se estanca, pensamiento que se pudre…” [16]
Facultades que se sintetizan en una profusa concatenación de
ideas analíticas y propositivas, de profunda raíz histórico político cultural,
empeñadas permanentemente en habilitar la posibilidad de la continuidad del
cambio revolucionario de la realidad. Ideas que despliega a través de un
visible nexo inter-retroactivo permanente entre ellas, para conformar un
proceso, que ajeno a todo determinismo lineal, puede ocurrir desde la constante
de un diálogo, intensamente principista, con las necesidades y contingencias
que derivan de las circunstancias nacionales e internacionales
histórico-concretas.
En ese orden su oratoria resume, asidos, tres preceptos
culturales políticos que sientan enseñanzas al pueblo como sujeto político del
proceso: a) el sentido histórico de las políticas y b) el carácter principista
de la política revolucionaria, entendidos en su unidad dialéctica como el modo
político moral de ser revolucionariamente consecuente y c) la asimilación de la
crítica a sí misma colocándola como brújula de su ejercicio constructivo. No es
casual que la definición de Revolución ofrecida en 1ro. de mayo de 2000 revele,
como continuidad de su visión al respecto[17], no solo
un enfoque que sostiene desde el comienzo[18] sino
una exposición sintética de la autoconciencia de su propia cultura política.
De la interacción dialéctica del conjunto de funciones
referidas del discurso público de Fidel Castro en relación con el desarrollo
político-cultural del pueblo se deduce en buena medida la legitimidad de la
necesidad sentida por él de fomentar un desarrollo cultural popular propio para
una sociedad en inobjetable proceso de búsquedas. Nótese que no se piensa solo
en educar un buen ciudadano, si no de hacerlo y al mismo tiempo generar un
trasgresor comprometido de preceptos y prácticas histórico-concretas convenidas
, las que, aún pudiendo responder a la estatalidad instituida, requieren ser
históricamente trasformadas para imponer el nuevo orden revolucionario que
emana de las necesidades inscriptas en un nuevo estado histórico de la práctica
y la fisonomía político-cultural de los hombres y mujeres que hacen sociedad en
Cuba y para lo que requieren ser repensadas esas prácticas y re-educados esos
hombres y mujeres. El sujeto necesario no es simplemente el hombre y la mujer
que están, ni siquiera el buen ciudadano que se necesita. Es aquél en capacidad
de cambiar-conservar lo que debe ser cambiado y conservado, con sentido del
momento histórico y a tono con una plataforma de principios a actualizar
permanentemente en su funcionamiento histórico[19]. Por
eso se trata del desarrollo cultural del pueblo como sujeto político de la
Revolución.
Si no se nota esta peculiaridad en la intencionalidad con
que Fidel Castro procura, desde el principio, para las condiciones de Cuba y
las características de su pueblo, la producción de hegemonía político cultural
popular se desatiende la esencia de su pensamiento al respecto y la cuasi
natural contradicción dialéctica entre el filósofo y el político que se
amalgama dialécticamente en ese pensamiento y que, lejos de abandonar, se
explicitará cada vez con los realces de una y otra condición o ambas a la vez,
según lo que cada situación histórica le aconsejen.
Las potencialidades educativas, orientadoras y organizadoras
del discurso, sintetizadas en las funciones más arriba referidas, se entretejen
con la autoconciencia de que al ejercicio de su liderazgo popular le resulta
consustancial el esmero por el desarrollo cultural del pueblo y que a dicho
desarrollo aporta su propio estilo y línea de pensamiento en el tratamiento de
los asuntos políticos y las cualidades y valores que a través de su palabra se
transparentan. Por eso también no es casual que se denoten con tanta claridad
la constancia, la dignidad, la serenidad, la firmeza de principios, el
optimismo revolucionario y los valores consustanciales a la tradición de
pensamiento revolucionaria que acoge, lo que le permite establecer un estrecho
haz histórico-concreto entre patria, revolución y socialismo, cuyo cemento
resultan la independencia, la soberanía nacional -pues donde no hay nación, no
se puede hablar de la independencia- y el antiimperialismo[20].
Con ello marca también referentes axiológicos esenciales a estimar en el
desarrollo cultural del pueblo como sujeto político cubano.
Valores y cualidades asimilados popularmente con niveles
diferenciados entre grupos sociales e individuos, cuya apropiación ha
transcurrido tanto desde una perspectiva estrictamente reactiva ante los
fenómenos cotidianos como de un modo más consecuente con el estilo y línea de
pensamiento de Fidel Castro empeñado en una permanente puja por fomentar una
actitud cultural proactiva en el pueblo –que acoja lo reactivo sin agostarse en
ello-, aún en proceso de educación[21]. Por eso también
socializa en su discurso las bases constitutivas de ese comportamiento, con
marcada ausencia de personalismos, y con fines estrictamente educativos.
Asuntos estos cuya legitimidad teórica y práctica, para el objeto de interés de
este estudio, solo es presumible en estrecha relación con el análisis del segundo
los dos referidos ejes generales.
[1] Castro Fidel. Discurso
pronunciado resumiendo los actos del Día Internacional del Trabajo. Disponible
en URL: http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1961/,
1º de mayo de 1961.p.36. El compendio principal de esas ideas se encuentra ya
en la Primera Declaración de La Habana (1960)
[2] El propio Fidel Castro reconoce
diferenciaciones en las posibilidades que brindan para el discurso diferentes
calidades de actos públicos: “…Estos
actos no se prestan mucho para el razonamiento sereno, es muy difícil, no
siempre se logra; esta tribuna multitudinaria se presta mejor para agitar que
para razonar. Se razona mejor en un teatro, se razona mejor en un acto
como el de la escalinata universitaria; no es fácil razonar, crear las
condiciones que se requieren para ir al análisis profundo en un acto de esta
magnitud…” (Discurso pronunciado en el Desfile militar y Concentración con
motivo del VIII Aniversario de la Revolución. Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1967/ , 2 de enero de 1967.p.18).
[3] Castro Fidel. Discurso en el
acto de clausura del Primer Forum Nacional de la Reforma Agraria. Disponible en
URL: http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1969/,12 de julio de
1959.p.16.
[4] __________. Discurso
pronunciado en el resumen del acto celebrado en el Estadio Latinoamericano con
relación a la Batalla por el Sexto Grado. Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1964/, 20 de noviembre de
1964.p.13.
[5] Castro, Fidel. Discurso
pronunciado en el Parque Central de New York, Estados Unidos. Disponible en
URL: http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1959/, 24 de abril
de 1959.p.7.
[6] __________.Discurso pronunciado
en la conmemoración del VIII aniversario del Ataque al Cuartel Moncada.
Disponible en URL: http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1961 26 de
julio de 196i.p.10. La referida idea constituye una constante en el discurso
público de Fidel Castro. En sus conocidas Palabras a los intelectuales afirma:
“…Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del
pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo. El prisma
a través del cual nosotros lo miramos todo es ese: para nosotros será bueno lo
que sea bueno para ellos; para nosotros será noble, será bello y será útil todo
lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos...” (Discurso pronunciado
como conclusión de las reuniones con los intelectuales cubanos. Disponible en
URL: http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1961/, 16, 23 y 30
de junio de 1961.p. 5-6. )
[7] __________.Discurso pronunciado
resumiendo los actos del Día Internacional del Trabajo. Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1961/, 1º de mayo de 1961k
.p.4.
[8] Sobre el valor de la confianza
en el hombre insistiría Fidel Castro: “Si no se confía en el hombre, lo mejor
es dejar el cartelito de revolucionario a un lado y olvidarse, dedicarse a
cualquier otra actividad. Si no se confía en el hombre, lo mejor es olvidarse
del cartelito del socialismo, dejarlo a un lado e inventar cualquier otra cosa,
que no hay que inventarla porque está inventada hace mucho rato” (Discurso
pronunciado en el acto central por el XXX aniversario del Triunfo de la
Revolución, efectuado en la Exposición Permanente del Desarrollo Económico y
Social de la República de Cuba (EXPOCUBA). Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1989/, 4 de enero de
1989.p.16.)
[9] La conciencia de este asunto
se muestra a lo largo de su discurso pero los pronunciados en los primeros años
evidencian fehacientemente su conocimiento de la psicología e idiosincrasia del
pueblo cubano.
[10] Ejemplo de esas
contradicciones y su tratamiento histórico se rebela en las siguientes ideas de
Fidel Castro: “…Digamos que son tres las contradicciones: las enormes
necesidades del desarrollo, las enormes necesidades de la defensa del país en
las condiciones en que se desenvuelve nuestra Revolución y las enormes
necesidades del estudio. Y esas contradicciones hay que superarlas, esas
contradicciones hay que resolverlas.
“La contradicción entre las necesidades del
subdesarrollo y la del estudio se va resolviendo en la misma medida en que se
va introduciendo el trabajo combinado con el estudio. Y el trabajo
combinado con el estudio se desarrolla hoy día en las secundarias, se
desarrolla en los preuniversitarios y se desarrolla en la universidad.
Sin embargo, se desarrolla en la medida de las posibilidades (Discurso
pronunciado en la concentración efectuada como culminación de los actos
organizados para honrar a los Mártires del 13 de marzo de 1957. Disponible en
URL: http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1969/, 13 de
marzo1969.p.4.)
Y más adelante plantea: “… será necesario conciliar el
problema de la defensa con el problema del estudio, con el problema de la
producción.
“Ese problema lo
resolveremos haciendo coincidir la fase de la enseñanza preuniversitaria o
tecnológica, como la llamaremos, y en el futuro ya no habrá la diferencia entre
tecnológico y preuniversitario, y todos los centros serán de enseñanza
tecnológica. Solo que algunos serán de una tecnología, otros de otra, y
los que hoy hacen preuniversitario pues serán tecnológicos de ciencias, y de
las enseñanzas correspondientes a los estudios ulteriores” (Discurso
pronunciado en la concentración efectuada como culminación de los actos
organizados para honrar a los Mártires del 13 de marzo de 1957. Disponible en
URL: http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1969/, 13 de
marzo1969.p.5.)
[11] Los razonamientos de Fidel
Castro al respecto, van al detalle, consciente de la necesidad de que el
proceso se ajuste a nuestras peculiaridades y funde desde ellas. Por ejemplo
afirma: “…nosotros debemos tener nuestra propia terminología para conceptuar
las cosas. Por ejemplo, usamos el término de orientador revolucionario,
como un término más nuestro, y que en otros sitios lo califican de “agitador”.
“La palabra “agitador” había sido una palabra que pasa un
poco como con las cooperativas. Hay ciertas palabras contra las cuales el
enemigo se ha ensañado de mala manera, y ha llegado a crear ciertos complejos…
ciertos complejos no, ciertos reflejos condicionados. Y nosotros, como no
estamos obligados a usar términos… Nosotros, por ejemplo, a una granja del
pueblo, que es una granja del pueblo, pues en la Unión Soviética le llaman
“sovjós”. Pero si nosotros le hubiéramos puesto a la granja del pueblo
“sovjós”, habrían armado un escándalo tremendo los enemigos de la
Revolución. Y además, porque no tenemos por qué llamarle “sovjós”; lo de
nosotros es granja del pueblo, que es un nombre cubano a un tipo de granja de
producción colectiva.
“Y pega muy bien,
porque, entre otras cosas, el concepto va expresado en la palabra” (Discurso
pronunciado en la Reunión celebrada por los Directores de las Escuelas de
Instrucción Revolucionaria. Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1961/,20 de diciembre de
1961.p.1.)
Refiriéndose a las escuelas e instrucción revolucionaria
dice:”…si cuando se fundaron las escuelas se hubiera dicho van a ser escuelas
de marxismo-leninismo, pues alguna gente hubiera sentido todavía reflejos
condicionados contra el marxismo-leninismo, reflejos que se les van quitando
con el tiempo. Y, por eso, las palabras instrucción revolucionaria podían
ser una denominación más correcta para lo que son las escuelas…” (Discurso
pronunciado en la Reunión celebrada por los Directores de las Escuelas de
Instrucción Revolucionaria. Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1961/,20 de diciembre de
1961.p.4.).
[12] Tal particularidad obedece a
varias necesidades pero tiene en comportamientos políticos corrientes,
particularmente de los primeros años -aunque no solo- razones que la explican.
Fidel Castro las asimila al cuestionarse: “…Cómo es posible estar tan ciegos
que no veamos el gran objetivo político que hoy tiene delante la clase, junto a
todo el pueblo, de cambiar la estructura económica y social de la nación…. Cómo
vamos a comportarnos como si nuestras aspiraciones fuesen meras aspiraciones de
demandas económicas, como antes, y no la gran aspiración revolucionaria de
transformar radicalmente a Cuba…La justicia no puede ser justicia por
sectores…” (Discurso pronunciado en la inauguración del X congreso de la FNTA,
en el Palacio de los Trabajadores. Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1959/, 22 de mayo de
1959.p.8-9.) 8-9.). Situación que confirma que también en el caso cubano la
construcción de hegemonía político cultural popular tuvo que trascender el
primario camino de romper las dicotomías entre economía y política y enseñar
para qué se necesita y sirve el poder revolucionario.
[13] Conversaciones con Ignacio
Ramonet: Cien horas con Fidel. La Habana, Cuba: Oficina de Publicaciones del
Consejo de Estado, tercera edición; noviembre de 2006.p.23.
[14] Precisamente en esta función del
discurso se devela la singular unidad dialéctica entre el político y el
filósofo político que es Fidel Castro. El análisis de su discurso muestra una
construcción política en diálogo inquebrantable entre las ideas y la realidad,
entre las aspiraciones y las demandas presentes, entre los apegos doctrinales y
los problemas específicos de la nación y del pueblo. Pero al mismo tiempo se
observa un permanente pensar la situación nacional e internacional y el repasar
la historia desde las perspectivas doctrinales que le caracterizan creando un
reservorio de ideas con valor para explicársela y comprenderla así como para
orientar la práctica. Y eso le acompaña en todas sus construcciones políticas
en las que, sin embargo, se ve compelido a realizar jerarquizaciones operativas
que resultan imprescindibles para transformar el estado de cosas objetivas y no
siempre guardan igual grado de coherencia con las matrices de su pensamiento,
aunque nunca traicionen sus determinaciones esenciales. No obstante, Fidel
Castro no deja de esforzarse por empujar el curso de la historia en el sentido
que le marcan aquellas matrices ideológicas y doctrinales, razón por la cual no
clausura su esfuerzo político en pensar lo inmediato cualquiera que sea la
fuerza que porte, pues tiende a hacerlo en conexión con lo futuro cercano y
lejano que está en el horizonte del ideal; lo que le hace ser profundamente
consecuente en lo ideológico y políticamente responsable. Por lo que su
interpelación al pueblo ocurre como político y filósofo de la política que
abraza, procurando hacerlo receptor y productor en ambas direcciones.
[15] Esta función del discurso de
Fidel Castro resultó decisiva para el desarrollo ideológico principista del
pueblo. Más, cuando no se le analiza debidamente como tal función en unidad con
las demás, suele entenderse como la exageración de un tono futurista en su
oratoria que coloca el mañana sobre el presente. Consideración fijada por
varios factores, entre ellos, la propia manera distintiva con que la Revolución
hace política en relación con la tradición de política oficial que le precede,
la profunda comprensión de la naturaleza del proceso revolucionario que tiene
el líder y el compromiso con una radical emancipación de la nación y el pueblo
cubano, entre otros factores. No en balde, durante el año 1959, aunque no solo,
Fidel Castro resulta enfático en precisar lo que distingue al ejercicio
político del gobierno revolucionario y de sus dirigentes respecto a la
politiquería que le antecede. No obstante, esa función del discurso contribuyó
a condicionar ciertos efectos contradictorios al propio sentido de la
misma, sin que por ello estos resulten adjudicables de modo inmediato a
dicha función. El caso es que favorecido por dicha función del discurso se
fomentó en la práctica la necesidad de enunciar, vez por vez, los ideales y las
bases doctrinales constitutivas de las filiaciones ideológicas que se
comparten, donde deseo y realidad presente solían trastocarse y envolver a esta
última en un halo del deber ser. Asuntos que si bien se han transformado con el
tiempo, no han dejado de manifestarse, colocándose en uno de los retos
fundamentales que el actual proceso de actualización del modelo económico y de
desarrollo social cubano sitúa a la ideología revolucionaria. Esa práctica
aportó un tinte confesional al comportamiento ideológico corriente, que de
alguna manera lastimó su legitimidad al mostrarlo, con el tiempo, ramplón y
fatigoso. Ello se explica históricamente en parte porque la
orientación-valoración del comportamiento cotidiano relacionadas con las
diversas esferas de actividad del pueblo no estrictamente políticas resultaban,
con relativa frecuencia, solapadas por las orientaciones -valoraciones
relacionadas con el comportamiento político como consecuencia de las propias
jerarquías del proceso. Pero también por la incubación de una actitud política
e ideológica defensiva-ofensiva a causa del ambiente de hostilidad que el
enemigo creó todo el tiempo a la Revolución y a la participación protagónica
del pueblo revolucionario. De ahí que no pocas veces la noción habitual de
revolucionario y de buen ciudadano resultasen no coincidentes y hasta
recelosas. Las condiciones en que se desenvuelve la Revolución, el protagonismo
político que exige del pueblo y la noción de desarrollo ideológico
corrientemente adjudicable al revolucionario no siempre lograron los acomodos
suficientes para alcanzar las coherencias de esa relación, sobre todo en los
inicios, aunque no solo, lo que trascendió a otros ámbitos. Y ello ocurre a
despecho de la propia visión de Fidel Castro, tan tempranamente expresada de
modo implícito en La historia me absolverá, ya explícitamente en 1959 y
suficientemente consolidada hacia 1961 cuando expresa: “ La Revolución debe
tratar de ganar para sus ideas la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca
debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no sólo con los
revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que aunque no sean
revolucionarios, es decir, que aunque no tengan una actitud revolucionaria ante
la vida, estén con ella. La Revolución sólo debe renunciar a aquellos que sean
incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente
contrarrevolucionarios.” (CASTRO, 1961o:7).
[16] Castro, Fidel. Discurso
pronunciado en la conmemoración del Primero de Mayo, Día Internacional del
Trabajo. Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1966/, 1ro de mayo de 1966.p.9.
[17] Ver el discurso pronunciado por
Fidel Castro en el acto de celebración del Día del Jurista, en el Hotel
Habana-Hilton, http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1959, p2.
[18] Afirma Fidel Castro: “…un proceso revolucionario es un cambio,
pero no es solamente un cambio de las instituciones; el proceso revolucionario
también es un cambio de la mentalidad. En una revolución no solo se hace
sino que se enseña, se enseña haciendo y se hace enseñando” (Discurso
pronunciado en la Reunión celebrada por los Directores de las Escuelas de
Instrucción Revolucionaria. Disponible en URL:
http//www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1961/,20 de diciembre de
196.p.5).
[19] Aún cuando es en el discurso de
primero de mayo de 2000 cuando Fidel Castro utiliza estos términos para definir
Revolución se ha de notar que tal definición es una suerte de epílogo de su
visión histórica al respecto. Es decir existe una historia en el pensamiento
político de Fidel Castro al respecto que es coherente con esas formulaciones.
[20] Aunque es a razón del IV Congreso
del PCC (1991) que se formula literalmente esta trilogía ideológica, el proceso
de su subjetivación recorre todo el período que aquí se enmarca en el presente
artículo.
[21] Es preciso reconocer que, mirada
desde un posicionamiento empírico, dicha asimilación no ha transcurrido
absolutamente en términos siempre valiosos para la propia práctica política del
proceso revolucionario. La frecuencia con que se manifiesta la improcedencia
política de una actitud cultural reactiva y no proactiva frente a fenómenos
anómalos de la sociedad no solo contradice la actitud y enseñanzas de Fidel
Castro sino que resulta contraproducente para la propia práctica política
revolucionaria. A ello se añade cierta propensión a la imitación,
particularmente entre dirigentes intermedios y de base, que desconocen las
mediaciones entre lo que al respecto aporta Fidel Castro desde su posición y
funciones políticas y la singularidad de cada quién. Sin embargo estos fenómenos
no dejan de resultar parte de la lógica evolutiva de ese desarrollo cultural
en un proceso inconcluso y muy accidentado en términos de condiciones de
desarrollo, las que han generado prácticas que favorecen aquellas actitudes
como la sostenida centralización de las decisiones políticas, entre otras.
Camilo Rodríguez Noriega es
Máster en Estudios Sociales y Profesor Auxiliar de Filosofía de la Escuela
Superior del PCC Ñico López. Estudia el pensamiento filosófico-político de
Fidel Castro