Charles Darwin ✆ Hayley Gillespie |
Patrick Tort | Porque
es histórico, el materialismo de Marx exige estar enraizado, como sobre una
base o sustrato natural, en lo que naturalmente ha precedido y engendrado la
historia: la revolución biológica. El hombre histórico, sujeto de la civilización
y los valores, actor de la vida social y de la producción, es necesariamente
descendiente del ser que la evolución, a través de la selección nacida de la
lucha por la existencia, ha conducido a gobernar su medio más y mejor que
ninguna otra especie lo había hecho antes, así como a continuar su emancipación
a través de la lucha histórica de clases. A este nivel, el materialismo
histórico observa y teoriza en el seno de la historia una historia comenzada
por la evolución. Requiere homogeneidad y sucesión entre lo histórico-natural y
lo histórico-social. Es un continuismo coherente que reivindica la plena
inmanencia de los caracteres que constituyen la humanidad futura como parte integrante
de la naturaleza y resultado, a este título, de un progreso natural que nada de
trascendente podría instituir, interrumpir ni orientar.
Pero, por ser dialéctico, el materialismo de Marx exige a la
vez poder dar cuenta de lo que, en fase del devenir histórico-social humano,
parece operar una ruptura con el mecanismo de la simple evolución biológica.
Consecuentemente, será preciso explicar que el hombre, aunque producto de la
historia evolutiva –una historia natural de que Darwin parece haber
suministrado las claves– y que se
inscribe por lo mismo en la continuidad de su
desarrollo, va a sin embargo a adquirir la capacidad de gobernar a esta historia
hasta producir en ella lo contrario de lo que la gobernaba antes: sustituir la promoción
de las élites asegurada por la lucha biológica, por una igualdad a conquistar a
través de la lucha de clases histórica –a su vez ordenada en el proyecto de una
sociedad sin clases, es decir sin lucha.
Ante este problema, Marx y Engels buscarán identificar, en
el seno del futuro de la especie, lo operadores de una ruptura cualitativa
capaz de orientar la evolución humana por la vía de la civilización. Su
materialismo adoptará desde entonces la fisonomía de un discontinuismo
preocupado por unir a un acontecimiento evolutivo preciso la inversión que
parece efectuar el paso (pensado como umbral, cambio o “salto cualitativo” por
la antropología marxista) entre la historia natural (animal) del hombre y su
historia social. Este acontecimiento evolutivo será esencialmente, como se
sabe, la producción por el hombre de las condiciones de vida material –de sus “medios
de existencia”– a través de la fabricación de la herramienta. Otros propondrán
la aparición del lenguaje articulado, la existencia de la conciencia moral y del
sentimiento religioso, la prohibición del incesto o la transmisión trasgeneracional del conocimiento sobre
soportes exteriores y perennes. En todos los casos, se tratará de identificar
un principio (es decir una ruptura) a partir de la cual la ciencia del hombre
deberá cesar de ser natural para volverse humana. Hay ahí una pesada herencia,
a la vez necesaria para evitar las banalidades reduccionistas de los
sociobiólogos vulgares y sin embargo incompatible en buena medida con la
comprensión de la realidad de la evolución, que enseña con Darwin a no
suscribir nunca la metafísica de los principios absolutos.
Traducción de Chomin
Cunchillos. Publicado originalmente en la revista “Asclepio”, vol. LVI,
fascículo I, 2004.
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