Viviendas de protección oficial en Brixton, Londres |
"No es que la solución de la cuestión de la vivienda
resuelva simultáneamente la cuestión social sino que sólo mediante la solución
de la cuestión social, es decir, mediante la abolición del modo capitalista de
producción, se hace posible la solución de la cuestión de la vivienda”. |
Engels
Owen
Hatherley | En
opinión del ministro británico de la Vivienda, Kris Hopkins, el informe de las
Naciones Unidas sobre vivienda en el Reino Unido, que pedía la suspensión del
impuesto de habitaciones (bedroom tax),
es una “diatriba marxista”.[1] No hay que hacer mucho para que te describan
como “marxista”, “comunista” o “trotskista”. En lugar de abogar, pongamos por
caso, por la dictadura del proletariado en el periodo de transición, todo lo
que se precisa estriba en sugerir que echar a la gente de su casa porque tienen
una habitación libre es cruel e injusto. Por un lado, se trata de una inquietante señal de la
americanización del debate público en el Reino Unido: de forma semejante a cómo
la seguridad
social se ha rebautizado como "bienestar", pasando a
transformarse por consiguiente de derecho a caridad, nos encontramos con una
definición grotescamente ampliada de "comunismo". Pero, ¿a qué se
parecería una verdadera diatriba marxista en cuestiones como ésta?
Si se adopta el punto de vista según el cual la actual
crisis de vivienda es producto de las contradicciones de la economía británica
en lugar de cierta concentración de accidentes, se hace fácil entonces escribir
una diatriba marxista. La economía del Reino Unido está dominada por burbujas
inmobiliarias porque los capitalistas británicos disponen de muy pocas otras
formas de conseguir beneficios fiables, diezmada como está la industria y
cuando los “servicios” han fracasado en el intento de cubrir esa brecha; esto,
podría argüir un marxista ortodoxo, es una consecuencia de la ley de
rendimientos decrecientes, que lleva a buscar inversiones seguras.
En la vivienda los riesgos los corren solamente los
arrendados o los hipotecados – los beneficios de constructores, caseros y
promotores inmobiliarios quedan garantizados gracias a los rescates del Estado
(el programa Kickstart de 2010 [de ayudas al sector de la construcción]), la
generosidad pública (Help to Buy [programa con el respaldo del Estado que hace
posible comprar viviendas de nueva construcción o ya existentes con un deposito
de un solo 5%], Build to Rent [programa de 1.000 millones de libras para que se
invierta en vivienda de alquiler en el sector privado], la oferta de
apartamentos municipales a la venta con enormes descuentos) y multitud de
ayudas extra a la mano invisible.
Y si crees que la lucha de clases es la fuerza impulsora de
la sociedad capitalista, no es difícil discurrir exactamente en intereses de
quién va la crisis de vivienda. A la clase capitalista le va muy bien así,
razón por la cual nombres como McAlpine, Wimpey y Barratt [gestores
inmobiliarios] aparecen tan a menudo entre los donantes conservadores; pero lo
que es más interesante, también compra el consentimiento de una buena parte de
la “pequeña burguesía” que tiene interés en que se eleve el valor de su único
activo, su única propiedad –su casa– , por muy mucho que pudiera ir en contra
de sus intereses en otros respectos.
En resumen, la crisis de la vivienda tiene la ventaja de
desposeer a un proletariado sin propiedades, obligándole a mudarse de una
vivienda potencialmente lucrativa, de dar a la pequeña burguesía propietaria
justo lo suficiente para comprar sus lealtades, y de canalizar ingentes
cantidades de dinero a los bolsillos de los capitalistas.
Eso por lo que toca a la diatriba, pero ¿cuál sería la
solución? Friedrich Engels debatió la vivienda con más extensión en La cuestión
de la vivienda, de 1872. Ponderando una era de “reforma” y “mejora”, hizo notar
de qué manera los programas de eliminación de barriadas – el París de
Georges-Eugène Haussmann o la reconstrucción de Saint Giles en Londres o del
centro de Manchester – significaban que “no se han abolido los infames agujeros
y sótanos en los que el modo capitalista de producción confina a nuestros
trabajadores; simplemente, se les desplaza a otro lugar“, y en el que los
proyectos para animar a los trabajadores a convertirse en propietarios de
viviendas son una tapadera para contener los salarios. En lo que Engels difería
hasta del mejor de los bienintencionados de los ponentes de las Naciones Unidas
es en su insistencia de que el capitalismo nunca puede resolver la crisis de la
vivienda.
Podría parecer que el boom de postguerra, con sus ingentes
programas de vivienda pública hubiera demostrado otra cosa, pero hoy en día, la
escasez de vivienda y los precios y alquileres de escándalo son tan intrínsecos
al funcionamiento del capitalismo, al menos en el Reino Unido, que resulta
difícil imaginar cualquier solución que no entrañara un cambio social sísmico.
O, tal como dijo Engels: "No
es que la solución de la cuestión de la vivienda resuelva simultáneamente la
cuestión social sino que sólo mediante la solución de la cuestión social, es
decir, mediante la abolición del modo capitalista de producción, se hace
posible la solución de la cuestión de la vivienda”.
Nota del traductor
[1] El informe de las Naciones Unidas sobre la situación de
la vivienda en el Reino Unido fue elaborado por la prestigiosa investigadora
brasileña Raquel Rolnik, profesora de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo
de Sâo Paulo y uno de los 72 expertos independientes del Consejo de
Derechos Humanos de la ONU, que visitó el país entre agosto y septiembre de
2013 “por invitación del gobierno británico, en su calidad de relatora sobre la
vivienda adecuada como parte del derecho a un nivel de vida adecuado y el
derecho a no ser discriminado en este contexto”.
Owen Hatherley,
afilado crítico de arquitectura y urbanismo, es autor de Militant Modernism (Zero Books, 2009); A Guide to the New Ruins of Great Britain
(Verso, Londres, 2010) y Uncommon
(Zero Books, 2011) sobre el grupo "pop" británico Pulp.
Traducción del inglés por Lucas
Antón