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Del caso Bajtín al caso Vigotsky | Marx pensador de la individualidad humana

  • Con el regreso, en este texto sobre el “caso Bajtín” y la obra largo tiempo ignorada de Vigotsky, el filósofo Lucien Sève recuerda la riqueza del marxismo soviético de los años 1920. Al componer una rica herencia intelectual, olvidada o deformada bajo los efectos de la estalinización del movimiento comunista, muestra el aporte decisivo de Marx a la comprensión de la individualidad y de la subjetividad. Este texto fue inicialmente publicado en otoño de 2012 en el número 15 de la revista ‘Contretemps’ [y posteriormente en ‘Ñángara Marx’ ]
Karl Marx ✆ Julio Ibarra
Lucien Sève  |  ¿Quién no ha oído hablar de ese monumento ruso del pensamiento de vanguardia contemporáneo que es Mijaíl Bajtín? Aún muy joven (nació en 1895), publicó trabajos que han marcado la historia naciente del pensamiento marxista del siglo XX: un libro importante sobre El freudismo (1927), un ensayo que hizo época El método formal en los estudios literarios (1928) y, en rápida sucesión en 1929, un notable Dostoievski, así como una obra fundamentalmente innovadora, Marxismo y filosofía del lenguaje –cuatro obras mayores en tres años, productividad de excepción–.

Detalle curioso: tres de estos libros aparecieron bajo la firma no de Bajtín, sino de Valentin Volóshinov en El freudismo y Marxismo y filosofía del lenguaje, y de Pavel Medvédev en El método formal en los estudios literarios. Los bajtianos nos han explicado este misterio de diversos modos. Extremadamente generoso, Bajtín habría ofrecido un regalo a sus dos amigos necesitados de publicaciones, asociándolos a obras en cuya confección sus roles habrían sido como mucho marginales. O bien, rechazando las modificaciones de los textos que imponía el editor, en una Unión Soviética en vías de estalinización, Bajtín habría pedido prestado el nombre a sus amigos… Algo por todos aceptado: la paternidad de estas obras pertenece sin duda a Bajtín1.

Afirmación algo inquietante, que ha sido desde décadas objeto de exámenes, hipótesis y polémicas, sin afectar, a pesar de todo, la gloria de Bajtín. Ha sido desconcertante para muchos –éste fue mi caso– el descubrimiento en 2003 del primer trabajo de Bajtín: unos fragmentos de una “disertación filosófica” escrita, dicen, en 1924, bajo el título de Por una filosofía del acto2. La sorpresa viene rápidamente de la orientación del pensamiento de esta disertación, que está en fundamental discordancia con lo que muestran los libros sobre freudismo, el método formal en literatura y la filosofía marxista del lenguaje, y por una parte incluso con el Dostoievski en su versión original de 1929. En estas cuatro obras publicadas entre 1927 y 1929 –sorprendente creatividad, hay que reconocer–, Bajtín aparece como un pensador no sólo de viva inspiración marxista sino también de auténtica inventiva en esa dirección. Ahora bien, la “filosofía del acto” que profesó pocos años antes es espectacularmente diferente: vemos al autor meditar en un registro ético-religioso sobre la conciencia culpable en un mundo marcado para siempre por la muerte de Cristo –un texto, muestran Bronckart y Bota, donde se revela más o menos lo opuesto de un marxista: un eslavófilo… La misma reflexión se podría acordar con el proyecto del libro sobre Dostoievski –sin embargo, mucho menos con la forma en que se hizo en este caso–, pero ciertamente en absoluto con la orientación materialista-histórica de las obras sobre el freudismo, la teoría literaria o la concepción marxista del lenguaje, cada vez desde decenios si dos universitarios ginebrinos, Jean Paul Bronckart y Christian Bota, no hubieran finalmente aclarado definitivamente el asunto. El resultado –un libro extremadamente informado de seiscientas páginas3– es asombroso. No nos gustaría desvelar aquí las peripecias y revelaciones de esta palpitante investigación llevada a cabo a escala internacional –y que se leerá como una novela negra teniendo como telón de fondo el ámbito de las ciencias humanas y unas grandes maniobras ideológicas. Sin embargo, sí que daremos alguna pista sobre esta obra. En el paso de los años 1960 y 1970, en la URSS de la degeneración brezhneviana, los manipuladores rusos interesados, con la complicidad inicial del viejo Bajtín (muerto en 1975), redactaron su panegírico dando por totalmente probado, y apoyado por el testimonio mentiroso de Bajtín, que las obras disputadas eran suyas. La operación fue facilitada por el hecho que Pavel Medvédev y Valentin Volóshinov tuvieron la buena idea de morir jóvenes (ambos en los años 1930): Volóshinov de tuberculosis y Medvédev fusilado en el curso de una “purga” estalinista –así se les despojaba sin riesgo alguno de su obra… La operación se transmite rápidamente al más alto nivel en Occidente, particularmente en Francia (por parte de Tzvetan Todorov) y en Estados Unidos (por parte de M. Holquist): los nombres de Medvédev y Volóshinov pierden toda consistencia, y Bajtín es promocionado como el mayor teórico de la lingüística y la literatura del siglo XX. Se desarrolla a partir de ahí una gratificante y crecientemente rentable “Bakhtin Industry” –la Universidad participa en la empresa, los libros y artículos tienen éxito, se cobra por los derechos de autor… Lo que el lector descubre leyendo este apasionante libro, puede presentarse sencillamente como la mayor estafa intelectual del siglo XX.

¿Qué esconde el caso Bajtín?

Foto: Mijaíl Bajtín
Merece un comentario el papel de los grandes medios de comunicación. Los mismos que han contribuido de forma voluntariosa a la glorificación de Bajtín, de momento han sido discretos sobre el estallido de la burbuja cultural especulativa: más de un año después de la salida de imprenta del libro-revelación de Jean Paul Bronckart y Christian Bota no ha recibido atención. Por el lado de los bajtianos en cambio, sí se ha procedido a su examen minucioso. Un largo artículo erudito de Serge Zinkine en Cahiers du monde russe, a modo de recensión rigurosa, argumenta que “queriendo demostrar demasiado J. P. Bronckart y C. Bota no han demostrado nada“4. Dejaremos a los autores del libro y de su crítica cuidarse de argumentar y contraargumentar en tanto que especialistas. Nos limitaremos aquí al meollo del problema: ¿es Bajtín el autor de las obras mayúsculas firmadas por Medvédev y Volóshinov, tal como ha afirmado la leyenda bajtiana? Serge Zenkine debe estar de acuerdo, aunque en unos términos que admirarían el arte del eufemismo: “Después de haber sido casi dominante durante un cierto periodo, hoy esta opinión, por un retorno del péndulo, ve disminuir su número de defensores: los “textos disputados” son reeditados y comentados como obras de sus respectivos firmantes y no figuran entre las obras completas de Bajtín“. Por tanto, no tendríamos nada que discutir sobre la revelación de una falsificación más allá de tratarse de una simple mecánica de “retorno del péndulo”… En todo caso el resultado está ahí, incluso para un bajtiano militante: Bajtín, quien personalmente tomó partido de esta enorme estafa literaria, no es el autor de El método formal en los estudios literarios –este libro es de Pavel Medvédev–, ni de El freudismo y Marxismo y filosofía del lenguaje –estos dos libros son incontestablemente de Valentín Volóshinov– e incluso el Dostoievski les debe, al parecer, a estos jóvenes investigadores marxistas, una apreciable parte de su orientación teórica5 que posteriormente Bajtín, bien alejado del marxismo, negará. ¿Jean Paul Bronckart y Christian Bota no habrían verdaderamente “demostrado nada”? Como mínimo han establecido que nos encontrábamos frente a una extraordinaria malversación.

Por lo tanto, no se trata únicamente de una simple manipulación de unos estafadores literarios rusos; el affaire ha tomado proporciones considerables, ha afectado incluso en grandes países occidentales como Francia o Estados Unidos, como muestran Jean Paul Bronckart y Christian Bota, en proporciones de un “delirio colectivo”. ¿Cómo comprender esta transmutación de herencia sórdidamente sobornada a gran fenómeno ideológico-cultural internacional? Es aquí, sin duda, que la cuestión se vuelve apasionante. Veamos las cosas más de cerca. Las obras de Pavel Medvédev y Valentín Volóshinov son muy características del marxismo soviético de los años 1920; un marxismo juvenil, exploratorio, inventivo, a veces avanzado en décadas a movimientos ulteriores de las ideas y, al mismo tiempo, un marxismo radicalmente no libresco, fundamentalmente no estaliniano. Éste es el caso del libro de Volóshinov sobre el Marxismo y la filosofía del lenguaje. En su prefacio a la edición francesa de 1977, Roman Jakobson no escatima en elogios a este Bajtín a quién se atribuye el texto sin problema alguno. Alabando la “novedad” y la “originalidad” de esta “obra maestra“, escribe que “consigue superar las investigaciones semióticas actuales y asignarles nuevas tareas de gran envergadura“6. Sin embargo, estos trabajos de primer orden, en lugar de ser exhibidos en la Unión Soviética como tantas otras eminentes contribuciones marxistas a las ciencias humanas, desaparecen pura y simplemente de la escena en los años 1930, y no han reaparecido sino demasiado tiempo después; el estalinismo ha pasado por encima con su ortodoxia mortífera. Desde entonces, traducirlo y publicarlo a partir de los años 1970 en los países occidentales bajo el nombre de Bajtín no constituye únicamente una gratificante empresa intelectual y un buen negocio comercial, es también, hablando en general, la más eficaz de las críticas silenciosas del marxismo oficial, tanto el de París como el de Moscú. Así, por ejemplo, a Roman Jakobson, en su corto prefacio al volumen sobre la filosofía del lenguaje, le basta con evocar la palabra “oscurantismo“, del cual ha sido blanco el “investigador eminente“, para provocar un gran efecto en el lector cultivado occidental7. El caso Bajtín queda totalmente al margen del conjunto de las profundas descalificaciones culturales, cuyo culmen será la implosión de la URSS.

Sin embargo, es a partir del momento en el que los bajtianos pretenden ir más lejos y mostrar el verdadero pensamiento religioso de su hombre, en particular con la publicación de Por una filosofía del acto, cuando la leyenda se disuelve imparablemente. Una vez descubierto que Bajtín es fundamentalmente un pensador religioso y que continuó siéndolo hasta el final, que sentía incluso alergia y hostilidad hacia el marxismo como lo muestran, entre otras cosas, las correcciones que hizo en la segunda versión del Dostoievski en 1963. Con todo ello la tesis según la cual Bajtín habría sido el verdadero autor de los trabajos de Medvédev y Volóshinov, pierde ciertamente toda credibilidad. A pesar del reconocimiento de que estos textos no pueden pertenecer a las obras completas de Bajtín, Serge Zenkine intenta, sin embargo, una última maniobra de salvación de la leyenda invocando el “prodigio“. “Es cierto, escribe, que [...] Bajtín debió hacer una evolución prodigiosamente rápida –de una filosofía fenomenológica y religiosa a unas ciencias humanas objetivas y sociologizantes…“. Este último término muestra la manera en que el autor presenta el marxismo… Pero en nombre del “prodigio” –eslavófilo convencido en 1924, Bajtín se convertiría en un marxista original a partir de 1927– es poco probable convencer a los espíritus críticos.

La actitud de los bajtianos se invierte frente a las obras que defienden restituir la paternidad de Medvedev y Volóshinov. Cuando se las atribuía a Bajtín, eran obras maestras; desde que no es el autor descubrimos que no hay razón para subestimarlas, y, además no se trata de un marxismo tan bueno como se ha dicho. Serge Zenkine cita en este sentido un reciente texto de Patrick Sériot sobre Marxismo y filosofía del lenguaje. Al releerlo sin prejuicio, este autor estima que, “ese marxismo sigue siendo rudimentario“, es un marxismo reducido a un “principio sumario de monismo materialista“, un marxismo “sin dialéctica” ni “ideología” (“en el sentido de La ideología alemana“), “sin lucha de clases ni revolución“8… Un giro de 180 grados en relación al entusiasmo de Roman Jakobson… No nos implicaremos aquí en una polémica de segundo orden sobre esta evaluación inédita de Marxismo y filosofía del lenguaje. Digamos simplemente que en 1929, el joven Volóshinov comienza una exploración del territorio lingüístico tan audaz en tanto que la emprende sin mapa; como indica desde las primeras líneas en su prólogo: “en el campo de la filosofía del lenguaje, no existe hasta el momento ni un solo análisis marxista“. Y las cuestiones que pretende dilucidar como pionero, de manera tan apasionante como titubeante, a las antípodas del esfuerzo escolástico de introducir el lenguaje en el marco de una doctrina preestablecida, son tan novedosas en tanto que plantea las relaciones dialécticas –no ver aquí la dialéctica sería asombroso– entre signo y significado, lenguaje y palabra, discurso directo e indirecto, etc. A través de estas cuestiones socio y psicolingüísticas, plantea relaciones más generales entre actividad psíquica, ideología y base social, las cuales van a demostrar el papel –su mención es explícita– de la lucha de clases. Si tenemos alguna idea del punto en el que se encontraban las investigaciones marxistas en Occidente –casi cero–, por ejemplo en Francia en 1929, podemos poner en consideración el carácter notable y pionero, ejemplo del marxismo vivo que constituye tal trabajo.

Sin embargo, el “caso Bajtín” servirá hoy precisamente para desvirtuar y devaluar este pensamiento. Pues la conclusión que, directamente o no, ha destilado durante décadas la “Bakhtin Industry” es que esos trabajos rusos de los años 1920 no serían invocados por los marxistas para ilustrar la riqueza de lo que aporta una orientación marxiana al pensamiento de las ciencias humanas, por la doble razón: puesto que han estado largamente ignorados en la Unión Soviética y que además se deben a un autor cuyo pensamiento no es ni mucho menos el que se imaginaba. A partir del momento en que nos vemos obligados a desacreditar la autoría de Bajtín, también parecen deteriorarse estos textos largamente reconocidos. Y que todo el caso se haya basado, como han plenamente demostrado Jean Paul Bonckart y Christian Bota, al mismo tiempo, en la estafa de los que han elevado a Bajtín y al delirio colectivo de los que han tomado partido, revela claramente por qué sería tan profundamente inoportuno hacerle publicidad del “caso Bajtín”.

Del caso Bajtín al caso Vigotsky

Foto: Lev Vigotsky
Para los que no conozcan la obra del gran psicólogo soviético Lev Vigotsky (1896-1934), debe apuntarse que la relación con el Volóshinov de Marxismo y filosofía del lenguaje es evidente. Es posible tener la sensación de que se trata de dos gemelos intelectuales. De edad parecida (Volóshinov nació en 1895 y Vigotsky en 1896) y un mismo destino trágico (los dos fallecieron de tuberculosis en su treintena), trabajan en el mismo campo de estudios –el de la dialéctica de las relaciones entre realidades socio-culturales y la actividad psíquica individual– con una misma forma de comprender las lecciones de Marx, en las antípodas de la doctrina libresca, comparten la misma receptividad hacia las ciencias humanas más fecundas del momento, incluido Freud, y una misma inventiva en la exploración de continentes aún largamente desconocidos. Nos preguntamos cómo es posible que no se hayan, por lo que parece, conocido personalmente dado que se citaron recíprocamente: Volóshinov cita el artículo de Vigotsky “La conciencia como problema de la psicología del comportamiento” en su libro sobre freudismo; y en su largo texto de 1930 “Psique, conciencia, inconsciente“9, Vigotsky se refiere favorablemente al Marxismo y filosofía del lenguaje de Volóshinov, aunque de ello el lector no sabe nada porque el editor soviético suprimió sin comentario alguno la referencia en la reedición de los años 1980. Medio siglo después, Volóshinov-”Bajtín” no existían más… Este pequeño detalle nos muestra un hecho importante. De forma distinta al caso Bajtín, el caso Vigotsky nos lleva a establecer las mismas conclusiones generales: la notable fecundidad inventiva del marxismo soviético de los años 1920, la masacre de esta inventiva por parte del estalinismo de los años 1930, seguido de su desaparición más o menos sofisticada en la segunda mitad de siglo por el antimarxismo occidental. Una triple constatación que ilustra de manera inmejorable el destino de la obra vigotskyana.

Vigotsky percibió mejor que nadie en los años de 1920 la profunda crisis en la que se hundía la psicología, incluso en el momento de sus más notables avances. Vigotsky anticipa un análisis novedoso10: se estaba produciendo una ruptura dramática entre una psicología que se afirma materialista pero únicamente puede explicar comportamientos elementales, y una psicología de fondo idealista que renuncia a hacer algo más que una fenomenología de las conductas complejas. La salida de la crisis pasa por desembocar en una explicación materialista de las funciones psicológicas superiores. En el instituto de psicología de Moscú donde trabaja Vigotsky, la tarea se entiende como el intento de crear una “psicología marxista“, formulación fuertemente criticada por Vigotsky. No puede haber una psicología marxista como no puede haber, por ejemplo, una mineralogía marxista. Lo que necesitamos es una psicología científica, simplemente, y si imaginamos que la podemos obtener pegando citas de Marx sobre una psicología no científica, nos encontramos en un burdo engaño. No puede encontrarse en El capital de Marx una psicología hecha a medida como la que buscamos. En ningún lugar se encuentra ciencia antes de la ciencia. Lo que puede encontrar la psicología en El capital es infinitamente apreciado: de entrada un muy sugerente ejemplo de crítica de una ciencia en crisis, la economía política; y la superación de esa crisis mediante una novedosa elaboración conceptual apropiada –y justamente eso es de lo que se trata en psicología. Y más directamente aún, con el análisis de la mecanización del trabajo, El capital nos sugiere una muy fecunda pista de investigación para comprender de un modo materialista lo que es una función psicológica superior: una actividad mediada no sólo mediante la herramienta sino también mediante el signo. A través del estudio del signo llegamos a entender el control de la conducta, el acto voluntario, la motivación reflexiva y la personalidad misma. Vigotsky ha hecho algo más que fundar una “psicología marxista” de cartón piedra, ha fundado una vía altamente productiva para una psicología inteligente, tal y como Volóshinov hizo para una lingüística perspicaz o Medvédev para una crítica literaria penetrante, y es justamente esto lo que ha dado cuerpo a un marxismo vivo.

Y es justamente eso lo que no podía tolerar el sistema estalinista, fundado en la entera concentración de poder en una estática élite autocrática que decía a los investigadores marxistas: tú no estás aquí para pensar por ti mismo, confórmate con poner en las formas prescritas el saber que detentas, bajo pena de algo peor. Vigotsky, marxista altamente creativo, de origen judío, pero también tuberculoso, muy probablemente se libró del campo estalinista por su muerte prematura en 1934; como Volóshinov, muerto de la misma enfermedad en 1936; mientras que el primo de Vigotsky, David, también intelectual judío y activo marxista, así como Pavel Medvédev, fueron víctimas de las grandes purgas. Todo ha sido dicho, tanto sobre los crímenes del estalinismo como sobre la miseria teórica del marxismo estalinista, pero, sin duda, no hemos vuelto a la abundante riqueza del marxismo soviético de los años 1920, riqueza que se anunciaba ya en los hervideros intelectuales de principios de siglo, en la época de la Revolución de 1905. En mi opinión, sigue subestimándose el extraordinario florecimiento de nuevas ideas que suscitó la Revolución de Octubre de 1917, de la cual pronto se celebrará su centenario. Si intentamos hacer un balance aproximativo de todo lo que ha germinado en el primer tercio del siglo XX en Rusia, desde las ciencias humanas a la creación poética, literaria, teatral, pictórica, musical o cinematográfica, desde las bases de la cosmonáutica y de las teorías de la no linealidad en las ciencias de la educación11, no podemos dejar de impresionarnos. A través de una conmoción social inaudita y la más sangrienta de las guerras civiles, la formidable dinámica de “transformación del mundo” levanta muchos espíritus por encima de ellos mismos y los empuja hasta puntos extremos de la invención. Es con este rasero con el que se tiene que medir lo que el estalinismo destruyó: una de las más extraordinarias épocas de creación cultural de la historia moderna. Y en el hogar de toda esa creatividad encontramos la inspiración marxiana. Leamos o releamos el magnífico capítulo final de la última obra de Vigotsky, Pensamiento y lenguaje12, resultado inacabado de una vasta reflexión sobre el signo y el sentido, dictado en su lecho de muerte. Esta obra de palpitante fertilidad fue guardada en un cajón a penas su autor fue enterrado y permaneció allí durante décadas. Pensamos en Lautremont: todo el agua del mar no llegaría para lavar una mancha de sangre intelectual.

El caso Vigotsky es tristemente ejemplar de los perjuicios del estalinismo y de las grandes tonterías legadas a sus sucesores, Gorbachov a parte, hasta la Rusia actual de Putin. Habrán hecho falta cincuenta años para que finalmente aparezca en Moscú ya no una edición completa pero al menos una selección de las obras significativas de Vigotsky en seis volúmenes. Pero todavía hace falta más para que esta edición tan esperada no sea de una calidad deshonrosa, privada de todo aparato crítico, abarrotada de faltas, aún con las viejas censuras… Entre tanto, convirtiéndose Vigotsky en una gloria mundial de la psicología, el heredero actual de los archivos familiares ha entendido qué tesoro poseía y han cerrado un contrato de exclusividad con un editor canadiense que no ha procedido aún a ninguna publicación nueva, pero que provechosamente ha cerrado bajo llave privada una herencia literaria aún muy incompletamente explorada. Consternante y amargante resultado de una enorme obra intelectual nacida bajo el signo de un resuelto anticapitalismo.

Pero el destino de la obra vigotskyana en los países occidentales no ha tenido en su conjunto nada de glorioso. El amigo y colaborador de Vigotsky, Alexander Luria, neuropsicólogo reputado, consiguió en los años 1960 convencer a los psicólogos norteamericanos del gran interés que representaba la original obra vigotskyana. Aunque el primer resultado fue la aparición en 1962 en Estados Unidos por parte de la gran editorial MIT Press de una lamentable traducción de Pensamiento y lenguaje, este libro de un millón de caracteres se vio reducido a dos terceras partes en una versión privada de numerosos desarrollos críticos y experimentales así como amputado, de forma escandalosa, de prácticamente todas sus referencias al marxismo… En 1978, otros investigadores americanos publicaron bajo el título Mind in society un resumen de textos vigotskyanos sometidos a un tratamiento que los mismos autores calificaron de “carnicería” (“tampering“)13, la orientación de este libro imprime sin complejos a la psicología de Vigotsky un aire cultural típicamente anglosajón que la desnaturaliza14.


El caso francés es aún peor. A mediados de los años 1980, aunque Vigotsky era ya conocido- léase reconocido, prácticamente en todo el mundo, desde Estados Unidos a Japón pasando por diversos países de Europa, no había ningún libro suyo traducido al francés cincuenta años después de su muerte… Se trataba de algo más que pura negligencia, como comprendí, desolado al respecto, hablando con el gran amigo de Vigotsky, el psicólogo soviético Alexis Leontiev, francófono y francófilo. Dirigiendo Editions sociales, la editorial comunista con medios limitados, adopté la tarea de poner fin a esta situación indignante15. Si bien es cierto que este esfuerzo editorial ha facilitado el desarrollo de una corriente francófona de investigaciones vigotskyanas de gran calidad16, ésta ha sido hasta el momento desatendida sistemáticamente por los medios de comunicación. Más de 25 años después de la aparición en francés de Pensamiento y lenguaje, seguida de la publicación de una buena quincena de volúmenes de Vigostky o sobre su obra, un periódico como Le Monde no ha pronunciado aún ni una sola vez su nombre. Elocuente ejemplo, entre otros, de una discriminación cultural obstinada, que reclama ser revisada.

Marx y la individualidad humana

Volvamos un instante al calificativo despectivo usado por Serge Zenkine. El autor caracteriza de “sociologizante” lo que a su modo de ver es la orientación del pensamiento de Medvédev y Volóshinov en sus investigaciones marxistas. Todo queda dicho sobre el pensamiento de Marx bajo este indestructible cliché. Una reducción impávida de lo humano no sólo a lo “social”, sino también a un gastado “sociologismo”, léase un colectivismo mental indiferente a la individualidad, un objetivismo ignorante en cuanto a la subjetividad, en suma una visión deshumanizante de lo humano de la cual se puede intuir la práctica política de la que deriva, frente a lo que se situaría, para nuestro honor, inseparable, el personalismo religioso. Y uno se ve obligado a estar de acuerdo, no sólo con que el estalinismo ha sido una forma particularmente salvaje de despersonalización, sino también que más allá de ese cataclismo que llamamos “el marxismo” se presentaba sin complejos como una valorización unilateral de lo “social”, una llamada impávida a la “colectivización”, una atribución del individuo al individualismo burgués y de la persona a la ideología religiosa. Ejemplar, entre otros, es el signo de igualdad puesto por Bujarin entre marxismo y “sociología general”; y si grandes marxistas se han alzado contra ese reduccionismo, tales como Gramsci, debemos en cambio reconocer que no fue sin embargo para valorizar el individuo hasta el nivel de importancia de las relaciones sociales. Que hay una evidente hostilidad en esta asimilación del marxismo como puro y simple “sociologismo” es indudable, pero nadie puede negar que los marxistas la han hecho plausible por la manera como han comprendido, presentado, practicado y materializado el materialismo histórico.

Ahora bien, no sólo esa unilateral sociologización del marxismo no se encuentra en las fuentes de la obra de Marx, sino que las traiciona manifiestamente, hasta el punto que debe hacerse una explicación histórica de ello. No intentaremos tratar aquí como merecería la inmensa cuestión del pensamiento marxiano y la individualidad humana17, simplemente señalaremos a grandes rasgos como también en ese ámbito se encuentra Marx lejos de la vulgata tanto tiempo considerara como “el marxismo”. De alguna manera todo ello empieza en 1845 con el texto de excepcional importancia que es la 6ª Tesis sobre Feuerbach, donde anuncia que “la esencia humana” –digamos, eso que hace de nosotros lo humanos que somos– “no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales”. Una lectura incomprensible de este enunciado concluye que en lugar de fijar la atención en el individuo habría que hacerlo únicamente en las relaciones sociales. El pensamiento de Marx es radicalmente otro, como muestra claramente, un años después, La ideología alemana: el secreto del individuo civilizado no reside en un imaginario “natural” en sí mismo, sino en esa humanidad objetivada que es “el conjunto de relaciones sociales”. Es justamente apropiándose del conjunto de relaciones sociales de forma siempre singular, que cada individuo hace en sí un ser humano históricamente desarrollado. Desarrollo que constituye el único “fin en sí mismo” de la historia18. El único sentido que tiene en efecto la historia para Marx, es aquél que nosotros le damos, haciendo del pleno y libre desarrollo de cada individuo un fin en sí mismo. Es por ello que La ideología alemana presenta la sociedad comunista en tanto se entienda como “la única donde el libre desarrollo de los individuos no es una frase vacía”19. Es por ello que en el Manifiesto comunista leemos, frase inconcebible por quien haga del marxismo un “sociologismo”, que en la futura sociedad sin clases “el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos“20. Y es por ello también que al final del libro I de El Capital, resumiendo una última formulación del resultado de la expropiación de los expropiadores capitalistas, se caracteriza como el restablecimiento de “la propiedad individual“21, mediante la “propiedad comunal de la tierra y de los medios de producción“, en contra de una colectivización estatal que desposea al productor directo: en el comunismo, cada uno debe devenir personalmente propietario asociado de los medios públicos.

El crucial descubrimiento, mostrado por Vigotsky, según el cual es en tanto que ser esencialmente social que el ser humano es ricamente individual, permite comprender que la obra de Marx es fecunda no sólo en el campo de las ciencias sociales –economía, sociología, política, historia…– sino igualmente en el campo del conocimiento de la persona –psicología, psiquiatría, psicoanálisis, psicolingüística, psicosociología, psicobiografía… En este sentido, no dudamos en afirmar que la lectura althuseriana de Marx, de la cual no olvidamos todo lo que le debemos, también ha propagado ampliamente una versión gravemente mutiladora del materialismo histórico, amputado de su dimensión antropológica que es importante restituir. Importancia de orden no sólo teórico, sino también, y más urgente, político. Pues conocemos bien esa política considerada como la únicamente marxista, formada en la época del proletariado de Germinal, que ve en la clase obrera una masa anónima segura de sí misma, política heteronómica que sitúa el sentido del combate fuera de sus combatientes, encerrada en una sabia doctrina, en un estado mayor autodesignado, y posteriormente, en un Estado omnipotente. Conocemos la grandeza heroica y la miseria final. Es también en esa época que “el marxismo” es reducido por muchos a “sociología general”. Contrariamente a esa posición, la genialidad de Marx reside en haber descubierto en el capitalismo de la época victoriana, mediante el profundo análisis de lo que iba a significar la irrupción de la ciencia en la producción y de lo que anunció la iniciativa de los partidarios de la Comuna de París, la tendencia dominante de la historia contemporánea al desarrollo integral del individuo trabajador, y haber pensado el comunismo en consecuencia, es decir, en términos de autonomía solidaria de sus actores: “La emancipación de los trabajadores será obra de los mismos trabajadores”. Como bien ha mostrado Isabelle Garo en un texto reciente22: “la subjetivación colectiva no se puede producir más que en la individualización creciente de los individuos, construyendo su propia conciencia crítica y participando en una lucha que nadie les impone.“23, porque en Marx “es manifiesto el rechazo a pensar cualquier colectivo como primordial en relación al individuo“24. Posición importante para la transformación en la actualidad: acabaremos con la aterradora alienación histórica actual a través de la más intensa activación de la iniciativa emancipadora en cada uno y cada una, creadora de un “todos” de calidad inédita.

Mas entendemos también por qué esta dimensión esencial del pensamiento marxiano es por excelencia aquello que no puede admitir el antimarxismo, o, para retomar el término de Ricoeur, el amarxismo. ¿Dónde iríamos a parar si pareciera evidente que Marx no es simplemente el pensador más resuelto del comunismo, sino también del personalismo más creíble? Mejor aún, Marx es el luminoso teórico de la emancipación histórico-social porque en el mismo movimiento es el pensador del libre desarrollo biográfico-personal. Desaparecería entonces la última buena razón para defender el mundo de la libre empresa… Esto explica, en el fondo, el porqué del inexplicable rechazo por parte de la ideología “inmensamente dominante“2525, en las investigaciones de inspiración marxiana, se encuentra en lo referente al individuo, a la psique, a lo subjetivo. ¿Un libro fecundo de un investigador marxista sobre la filosofía del lenguaje? Seguramente hay superchería… ¿Una novedosa aportación sobre las funciones psicológicas superiores de un psicólogo soviético? Necesariamente irrelevante… Aportes de gran valor para la comprensión de los hechos humanos han sido condenados al ostracismo que puede agravarse si no intervenimos enérgicamente con la amenaza presente de una antropología anglosajona desconocedora de la cultura marxiana. Tenemos demasiados ejemplos de prejuicios teóricos y prácticos así causados, desde las nocivas tonterías del todo es genético hasta la irresponsable eliminación de la frontera entre la psique del primate salvaje y la del humano socializado. La obra de Vigostky sigue siendo escandalosamente desconocida fuera del círculo de especialistas, ni Sartre, ni Foucault, ni Ricoeur, ni Bourdieu, se confrontaron a su pensamiento en sus reflexiones sobre la conciencia y la biografía. Nosotros hemos perdido mucho pero ellos también.

De verdad que debemos darnos prisa en popularizar el pensamiento marxiano de la individualidad y la subjetividad.

Notas

1Esta es, por ejemplo, la fórmula -ritual- que leemos bajo la pluma de Marina Yaguello, traductora y presentadora de Marxisme et philosophie du langage. Editions de minuit, 1977, p. 10.
2M. Bajtín, Pour une philosophie de l’acte, Editions L’Age d’homme, Lausana, 2003. (En una transliteración convencional del ruso este nombre se escribe “Bahtin”).
3J-P. Bronckart, C. Bota, Bakhtine démasqué – Histoire d’un menteur, d’une escroquerie et d’un délire collectif, Droz, Ginebra, 2011. En castellano en Jean Paul Bronckart y Christian Bota (2011), Bajtín desenmascarado. Historia de un mentiroso, una estafa y un delirio colectivo, Antonio Machado Libros, Madrid, 2013, 491 páginas.
4Cf. S. Zenkine, “Jean-Paul Bronckart, Cristian Bota, Bakhtine démasqué”, Cahiers du monde russe, nº 52/4, 2011.
5No sólo los libros firmados por Medvédev y Volóshinov no son “regalos” del generoso Bajtín a sus amigos, sino que parece ser que eran ellos los generosos.
6Mikhaïl Bakhtine (V. N. Volochinov) [respetando estrictamente la presentación del libro, L. S.], Le Marxisme et la philosophie du langage, op. cit., p. 8
7Subrayemos de paso que J.P. Bronckart y C. Bota no le niegan a Bajtín ningún mérito personal, aunque hay que reconocer en él a un mentiroso reincidente. Los lectores de su Rabelais (M. Bakhtine, “L’ovre de François Rabelais et la culture populaire au Moyen Age et sous la Reinassance“, Gallimard, 1970) guardan un impresionante recuerdo de una obra importante. Lo que generalmente se ignora es su enorme deuda con Erns Cassirer, pues Bajtín no es solo un mentiroso sino también un plagiario voluntario (cf. en el libro de J.P. Bronckart y C. Bota, el punto 3.3 del capítulo VI, “La indulgencia por los plagios de Bajtín“).
8Estas citas de Patrick Sériot provienen de su prefacio a V. N. Voloshinov, Marxismo y filosofía del lenguaje, Lambert-Lucas, Limonges, 2010.
9Cf. L. Vygotski, Conscience, inconscient, émotions, La Dispute, 2003, p. 95-121.
10Cf. L. Vigotski, El significado histórico de la crisis en psicología.
11Dentro de estos tres últimos campos podríamos citar, por ejemplo, grandes obras a menudo subestimadas, ver ignoradas, por el gran público de los países occidentales: las de Konstantín Tsiolkovski, teórico mayor de la astronáutica, las de Andréi Kolomogórov, uno de los matemáticos más creativos del siglo, y las de Antón Makárenko, pionero de la reeducación de niños delincuentes.
12L. Vygotski, Pensée et langage, traduction de Françoise Sève, La Dispute, 4e édition, 2012. En castellano en L. Vygotski, Pensamiento y lenguaje, Ed. Paidós Ibérica.
13L. S. Vygotsky , Mind in society, edited by Michael Cole, Vera John-Steiner, Sylvia Scribner, Ellen Souberman, Harvard University Press, Cambridge, Massachussetts, London, England, 1978. Debemos sin embargo apuntar los esfuerzos emprendidos a partir de los años 1990 en Estados Unidos en favor de una recepción más exigente de la obra vigostkyana.
14Pueden encontrar numerosas precisiones y análisis sobre la recepción occidental de la obra vigotskyana en mi larga introducción histórico-crítica al mayor libro de Vigotsky, Histoire du développement des fonctions psychiques supérieures, traducción de Françoise Sève, edición preparada por Michel Brossard y Lucien Sève, La Dispute, 2013.
15La primera traducción francesa de Pensamiento y lenguaje, realizada por mi esposa Françoise Sève, apareció en Editions sociales en 1985. Al mismo tiempo el editor suizo Delachaux et Niestlé publicaron una selección de textos de Vygotski y estudios sobre su obra, Vigotsky aujourd’hui, bajo la dirección de B. Schneuwly y J. P. Bronckart, 1985. Habiendo cesado este editor suizo su actividad, actualmente sólo La Dispute edita en francés a Vygotki (un nombre que no tiene motivo ortográfico en francés para aparecer con una y final). Con las apariciones previstas por este editor para 2013 de Histoire du développement des fonctions psychiques supérieures y de un volumen de sus escritos consagrados a la paidología, la gran parte de las obras mayores de Vigotsky serán finalmente accesibles a los lectores francófonos.
16El lector se puede hacer una idea leyendo los dos excelentes volúmenes de estudios aparecidos en La Dispute bajo la dirección del psicólogo Yves Clot, Avec Vigotsky, 1999, 2ª ed. 2002. Y Vigotsky maintenant, 2012.
17Personalmente he consagrado una gran parte de mi trabajo teórico, desde Marxismo y teoría de la personalidad (1969) hasta el segundo tomo de mi tetralogía Penser avec Marx aujourd’hui consagrada a la cuestión del “hombre” (La Dispute, 2008) y a mi reciente libro Aliénation et émancipation, précédé de Urgence de communisme, et suivi de K. Marx, 82 textes du Capital sur l’aliénation, La Dispute, 2012.
18Cf. en particular K. Marx, Manuscrits de 1857-1858 dits “Grundrisse”, Editions sociales, 2012, p. 446-447; K. Marx, Le Capital, Libro III, tomo 3, Editions sociales, 1960, p. 198-199.
19K. Marx, F. Engels, L’idéologie allemande, Editions sociales, 1976, p. 445 (Traducción revisada por mi).
20K. Marx, F. Engels, Manifest du parti communiste, Editions sociales, edición bilingüe, 1972, p. 89.
21K. Marx, Le Capital, Libro I, Editions sociales, 1983 o PUF/Quadrige, 1993, p. 857. (subrayado mío).
22“Individu, classe, parti: politique et subjectivation”, en I. Garo, Marx et l’invention historique, Syllepse, 2012, p. 47-76.
23Ibid., p. 61.
24Ibid., p. 71. Es por ello, como indicó Jean Jacques Goblot en un estudio sobre “Lénine et la genèse du stalinisme” (cf. J.J. Goblot, Essais de critique marxiste, La Dispute, 2011), Marx fue más lejos que Lenin, a quién el capitalismo ruso había mostrado la eficacia, falaz, de la “disciplina de la fábrica”.
25Recuperando una formulación del gran psiquiatra comunista Lucien Bonnafé. Cf. su estimulante libro, Dans cette nuit peuplée, 18 textes politiques de Lucien Bonnafé, psychiatre, Editions sociales, 1977.

Traducción del francés por Iván Gordillo
 


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