29/12/13

La revolución democrática en E.P. Thompson: una forma radical de escribir historia

“Liberty cannot be provided for in a general sense If property be preserved” | Thomas Ireton (Winstanley 1983:16-17)
“And because I am happy and dance and sing, They think they have done me no injury, And are gone to praise God and His priest and king, Who make up a heaven of our misery” | William Blake (2002:71)

Miguel Ángel Sanz Loroño & Francisco Coma Vives  |   Este artículo se ocupa de uno de los principales temas desarrollados por Thompson en La formación de la clase obrera en Inglaterra, frecuentemente ignorado por la historiografía: el del fallido proyecto de revolución democrática en Inglaterra a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El evocar nuevamente los proyectos populares que fueron aniquilados por el liberalismo, supone no sólo revalorizar esas luchas dentro de su propio contexto histórico. Constituye también un intento por poner en cuestión las teorías liberales de la modernización que minimizan el papel del conflicto social y de la clase trabajadora en la historia. Por otra parte, para entender el contenido de la obra de Thompson desde esta perspectiva, y siguiendo en buena medida a Walter Benjamin y a la teoría literaria marxista y postestructuralista, creemos imprescindible atender también a la forma en la que Thompson concebía la historia, así como a alguna de las exclusiones y contradicciones más evidentes que conformaron la producción y recepción de su obra.

 1. A modo de introducción: Leer a Thompson hoy
El significado no se encuentra allí, en el proceso; el significado está en cómo lo entendemos nosotros” | E. P. Thompson (1989:298)
Cincuenta años después de su publicación, La formación de la clase obrera en Inglaterra (La formación en adelante) sigue siendo un libro fascinante. A pesar de su canonización como clásico de la historiografía contemporánea, su lectura aun puede excitar la imaginación y, como pedía Walter Benjamin, indignar al lector. El pinchazo moral experimentado al leer las injusticias infligidas a nuestros abuelos, apuntaba el escritor alemán, movería más a la acción que la visión de un futuro dorado para los nietos (Benjamin 1989:186; Eagleton 1998:126). Sin embargo, es dudoso pensar en una acción política que no tenga en cuenta ambas variables. 1968, el espectacular desafío que el Deseo lanzó contra la Autoridad, se saldó con una sonora carcajada del Poder (Guattari y Negri 2010:33-47; Rodríguez García 1997:329).

Un libro no se hace clásico por sí mismo, sino porque una generación así lo ha decidido. Del mismo modo, puede llegar el momento en que pierda esa condición. Cuando las preguntas que una generación plantea a su acerbo cultural en su relación con el mundo son respondidas con el silencio, es muy probable que esa tradición sufra un cambio de contenidos, que se modifique o, incluso, que se destruya (White 1970:180). Cuando tal cosa sucede, la permanencia de un clásico mudo solo puede deberse a la disciplina cultural y a la hegemonía ideológica. De hecho, la constitución y el mantenimiento de un canon, como ha sugerido la crítica literaria poscolonial, no es una labor neutra ni automática. Es un proceso histórico vertebrado por la disciplina cultural y la exclusión de sujetos, puntos de vista, autores, o partes que pudieran resultar insoportables para los representantes de ese grupo social que elige a sus clásicos. La inclusión de Edward Thompson en el canon historiográfico no fue una excepción, ni tampoco estuvo exenta de una larga batalla ideológica (Palmer 1994:17-21).

Efectivamente, La formación se convirtió en un clásico al mismo tiempo que se purgaron sus aspectos más inasimilables. De otra manera no hubiese podido acceder a la categoría de clásico académico. La consolidación de Thompson como un autor de referencia académica fue también un enfrentamiento político de primer orden en el contexto de las décadas de 1960 y 1970. Posteriormente, la lectura de su obra no se mostró inmune a los efectos corrosivos de la ofensiva neoliberal de la década de 1980. En este periodo, en el que Thompson abandonó temporalmente la historiografía, o bien se diluyó su capacidad de magisterio etiquetándolo como un autor retirado y caduco, o bien se fabricó una lectura mucho más suave y contemporizadora de su obra. Y es que una cierta “nueva historia”, forjada en la década de 1980, se legitimó en la figura "culturalista" de Thompson para desactivar todo aquello –conflicto, explotación capitalista, acción popular, alternativas democráticas al sendero de la modernización- que La formación parecía haber afirmado con especial contundencia. La apertura de un exitoso nicho académico en el mundo intelectual del nuevo orden mundial exigía, a modo de acto de contrición, una serie de represiones textuales que muchos historiadores no tuvieron problema en aceptar.

En este contexto, cuando las voces más intratables de La formación parecían haber enmudecido y sus críticos se aprestaban a despedir a un historiador verdaderamente incómodo, Thompson volvió a la carga con una contundente reafirmación de sus puntos de vista en su monumental Costumbres en común (Fontana 2001:253). Un libro de este estilo solo podía irritar a quienes habían aprovechado su ausencia del debate historiográfico para legitimar sus propias aventuras acomodaticias. Por suerte para éstas, la intervención atronadora de Thompson no arruinó la fiesta de la “modernización” liberal, celebrada con desatado furor desde, al menos, 1989. La gran narrativa marxista parecía haber pasado a mejor vida. Y el bicentenario de la Revolución Francesa así lo atestiguaba.

Ciertamente la clase obrera, como sujeto del gran relato marxista, había sufrido un retroceso importante en la política posterior a 1968. Una menos definida multitud, o el “inglés libre por nacimiento”, parecían desempeñar el papel protagonista en la obra de Thompson. No obstante, la fiereza de su estilo y la insoslayable visión de los brutales y contestados orígenes del capitalismo inglés no parecían mostrar un E. P. Thompson contrito. Salvo para aquellos que sí prosiguieron escribiendo sobre las voces irredentas que se oían en La formación, tales como Peter Linebaugh, este libro fue visto como un desagradable y extemporáneo recordatorio de que el “reino de la Bestia” no había desaparecido en 1989. Para Thompson, de hecho, nada parecía haber cambiado (Palmer 1994:175). Si bien carecía del musculoso y problemático esquema narrativo de La formación, Costumbres en común fue –y puede ser todavía- un libro escandaloso para toda aquella historiografía que se aprestó a enterrar la lucha de clases en la escombrera de una historia que caminaba hacia el fin de toda alternativa.

Miguel Ángel Sanz Loroño está preparando su tesis doctoral en la Universidad de Zaragoza. Ha sido becario FPU. Su investigación gira en torno al postmodernismo y las recientes corrientes del pensamiento histórico, en particular Hayden White y Fredric Jameson. En 2010 y 2011 desarrolló sendas estancias de investigación en Groningen (Holanda) y Berkeley (EEUU).
Francisco Coma Vives se encuentra realizando su tesis doctoral en la Universidad de Zaragoza a través de una beca FPU. Su investigación es sobre elecciones y liberalismo político en la España contemporánea. En 2013 ha desarrollado una estancia de investigación en Sciences Po Paris (Francia).


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