“Liberty cannot be provided for in a general sense If
property be preserved” | Thomas Ireton (Winstanley 1983:16-17)
“And because I am happy and dance
and sing, They think they have done me no injury, And are gone to praise God
and His priest and king, Who make up a heaven of our misery” | William Blake (2002:71)
Miguel Ángel Sanz Loroño
& Francisco Coma Vives | Este
artículo se ocupa de uno de los principales temas desarrollados por Thompson en
La formación de la clase obrera en Inglaterra, frecuentemente ignorado por la
historiografía: el del fallido proyecto de revolución democrática en Inglaterra
a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El evocar nuevamente los
proyectos populares que fueron aniquilados por el liberalismo, supone no sólo
revalorizar esas luchas dentro de su propio contexto histórico. Constituye
también un intento por poner en cuestión las teorías liberales de la
modernización que minimizan el papel del conflicto social y de la clase
trabajadora en la historia. Por otra parte, para entender el contenido de la
obra de Thompson desde esta perspectiva, y siguiendo en buena medida a Walter
Benjamin y a la teoría literaria marxista y postestructuralista, creemos
imprescindible atender también a la forma en la que Thompson concebía la
historia, así como a alguna de las exclusiones y contradicciones más evidentes
que conformaron la producción y recepción de su obra.
“El significado no se encuentra allí, en el proceso; el significado está en cómo lo entendemos nosotros” | E. P. Thompson (1989:298)
Cincuenta años después de su publicación, La formación de la clase obrera en
Inglaterra (La formación en adelante) sigue siendo un libro fascinante. A
pesar de su canonización como clásico de la historiografía contemporánea, su
lectura aun puede excitar la imaginación y, como pedía Walter Benjamin,
indignar al lector. El pinchazo moral experimentado al leer las injusticias
infligidas a nuestros abuelos, apuntaba el escritor alemán, movería más a la
acción que la visión de un futuro dorado para los nietos (Benjamin 1989:186;
Eagleton 1998:126). Sin embargo, es dudoso pensar en una acción política que no
tenga en cuenta ambas variables. 1968, el espectacular desafío que el Deseo
lanzó contra la Autoridad, se saldó con una sonora carcajada del Poder
(Guattari y Negri 2010:33-47; Rodríguez García 1997:329).
Un libro no se hace clásico por sí mismo, sino porque una
generación así lo ha decidido. Del mismo modo, puede llegar el momento en que
pierda esa condición. Cuando las preguntas que una generación plantea a su
acerbo cultural en su relación con el mundo son respondidas con el silencio, es
muy probable que esa tradición sufra un cambio de contenidos, que se modifique
o, incluso, que se destruya (White 1970:180). Cuando tal cosa sucede, la
permanencia de un clásico mudo solo puede deberse a la disciplina cultural y a
la hegemonía ideológica. De hecho, la constitución y el mantenimiento de un
canon, como ha sugerido la crítica literaria poscolonial, no es una labor
neutra ni automática. Es un proceso histórico vertebrado por la disciplina
cultural y la exclusión de sujetos, puntos de vista, autores, o partes que
pudieran resultar insoportables para los representantes de ese grupo social que
elige a sus clásicos. La inclusión de Edward Thompson en el canon
historiográfico no fue una excepción, ni tampoco estuvo exenta de una larga
batalla ideológica (Palmer 1994:17-21).
Efectivamente, La
formación se convirtió en un clásico al mismo tiempo que se purgaron sus
aspectos más inasimilables. De otra manera no hubiese podido acceder a la
categoría de clásico académico. La consolidación de Thompson como un autor de
referencia académica fue también un enfrentamiento político de primer orden en
el contexto de las décadas de 1960 y 1970. Posteriormente, la lectura de su
obra no se mostró inmune a los efectos corrosivos de la ofensiva neoliberal de
la década de 1980. En este periodo, en el que Thompson abandonó temporalmente
la historiografía, o bien se diluyó su capacidad de magisterio etiquetándolo
como un autor retirado y caduco, o bien se fabricó una lectura mucho más suave
y contemporizadora de su obra. Y es que una cierta “nueva historia”, forjada en
la década de 1980, se legitimó en la figura "culturalista" de
Thompson para desactivar todo aquello –conflicto, explotación capitalista,
acción popular, alternativas democráticas al sendero de la modernización- que
La formación parecía haber afirmado con especial contundencia. La apertura de
un exitoso nicho académico en el mundo intelectual del nuevo orden mundial
exigía, a modo de acto de contrición, una serie de represiones textuales que
muchos historiadores no tuvieron problema en aceptar.
En este contexto, cuando las voces más intratables de La formación parecían haber enmudecido y
sus críticos se aprestaban a despedir a un historiador verdaderamente incómodo,
Thompson volvió a la carga con una contundente reafirmación de sus puntos de
vista en su monumental Costumbres en
común (Fontana 2001:253). Un libro de este estilo solo podía irritar a
quienes habían aprovechado su ausencia del debate historiográfico para
legitimar sus propias aventuras acomodaticias. Por suerte para éstas, la
intervención atronadora de Thompson no arruinó la fiesta de la “modernización”
liberal, celebrada con desatado furor desde, al menos, 1989. La gran narrativa
marxista parecía haber pasado a mejor vida. Y el bicentenario de la Revolución
Francesa así lo atestiguaba.
Ciertamente la clase obrera, como sujeto del gran relato
marxista, había sufrido un retroceso importante en la política posterior a
1968. Una menos definida multitud, o el “inglés libre por nacimiento”, parecían
desempeñar el papel protagonista en la obra de Thompson. No obstante, la
fiereza de su estilo y la insoslayable visión de los brutales y contestados
orígenes del capitalismo inglés no parecían mostrar un E. P. Thompson contrito.
Salvo para aquellos que sí prosiguieron escribiendo sobre las voces irredentas
que se oían en La formación, tales
como Peter Linebaugh, este libro fue visto como un desagradable y extemporáneo
recordatorio de que el “reino de la Bestia” no había desaparecido en 1989. Para
Thompson, de hecho, nada parecía haber cambiado (Palmer 1994:175). Si bien
carecía del musculoso y problemático esquema narrativo de La formación, Costumbres en
común fue –y puede ser todavía- un libro escandaloso para toda aquella
historiografía que se aprestó a enterrar la lucha de clases en la escombrera de
una historia que caminaba hacia el fin de toda alternativa.
Miguel Ángel Sanz Loroño está
preparando su tesis doctoral en la Universidad de Zaragoza. Ha sido becario
FPU. Su investigación gira en torno al postmodernismo y las recientes
corrientes del pensamiento histórico, en particular Hayden White y Fredric
Jameson. En 2010 y 2011 desarrolló sendas estancias de investigación en
Groningen (Holanda) y Berkeley (EEUU).
Francisco Coma Vives se
encuentra realizando su tesis doctoral en la Universidad de Zaragoza a través
de una beca FPU. Su investigación es sobre elecciones y liberalismo político en
la España contemporánea. En 2013 ha desarrollado una estancia de investigación
en Sciences Po Paris (Francia).
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