25/12/13

El trabajo: Enajenación, valorización y subsunción al capital | Apuntes sobre la Teoría del Trabajo Asalariado en Marx

Karl Marx ✆ KM-Chai 
José Gil Rivero  |  En los estudios sobre la obra de Karl Marx se han diferenciado dos etapas de su pensamiento. Así, la que suele conocerse como «el joven Marx», correspondiente al período de los Manuscritos: economía y filosofía, de 18441, que traduce, según algunos autores, a un Marx filosófico, preocupado por cuestiones éticas, ideológicas y existencialistas. Y un segundo período, definido como el del «Marx maduro», o científico, que ve su manifestación en El Capital, de 1876, su obra cumbre, en la que desarrolla un análisis crítico de la Economía Política. No obstante, tal como señala Ferrater Mora, «la publicación completa de los Grundrisse, de 1857–1858, ha alterado la tesis de la escisión –así como los juicios contrapuestos fundados en ella– y, según varios intérpretes, ha restablecido la ‘continuidad’ en el pensamiento de Marx» (Ferrater Mora,1991:2120)2. 

Para el interés de nuestra labor, arrancaremos de la posición que Marx mantiene en torno al concepto de trabajo enajenado3 en Manuscritos: economía y filosofía, y posteriormente analizaremos los procesos de trabajo, valorización y subsunción del trabajo al capital que desarrolla en El Capital y en El Capital, Libro I, Sexto Capítulo (inédito).

I. El concepto de trabajo enajenado

Marx sostiene en los Manuscritos que:
El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en poten­cia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercan­cías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mer­cancía y justamente en la proporción en que produce mercancías en general. (Marx, 1984:105)
El producto, por tanto, es la objetivación del trabajo, la cosificación de éste. Lo que significa que el objeto producto del trabajo se enfrenta al trabajador como un ser extraño, es decir, como un poder independiente del productor mismo. Nos sigue diciendo Marx:
Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabaja­dor, la objetivación como pérdida del objeto y servi­dumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación [...] La apropiación del objeto aparece en tal medida como extrañamiento, que cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos alcanza a poseer y tanto más sujeto queda a la dominación de su producto, es decir, del capital. (Marx, 1984:105–106)
En El Capital, Libro I, Sexto Capítulo (inédito), en su análisis de los Factores objetivos del proceso de trabajo y del proceso de valori­zación, percibimos en Marx esta misma idea cuando afirma:
La dominación del capitalista sobre el obrero es, en consecuencia, dominación de la cosa sobre el hombre, del trabajo muerto sobre el vivo, del produc­to sobre el productor. (Marx, 1997:27)
Antes de proseguir con esta línea argumen­tal, consideramos que es interesante detenerse, siquiera un momento, en la relación naturale­za–trabajador, por cuanto la referencia que hace Marx evidencia la conflictividad de la misma, y su progresivo deterioro en un sistema de creci­miento constante. La naturaleza es la materia en que el trabajador obra, en la que y con la que produce. La misma ofrece medios de vida, u objetos sobre los que se ejerce el trabajador, a la par que medios para la subsistencia. Lo que sig­nifica que la mayor apropiación del mundo exte­rior a él por parte del trabajador, le supone más privación de víveres para la subsistencia. Este planteamiento marxista deviene una racionali­dad ecológica que integra la subsistencia física del trabajador con el respeto al medio natural.

Según Marx, el extrañamiento no se muestra únicamente en el producto, en el resultado, sino que recorre la actividad productiva, la cual se constituye en la actividad de la enajenación. El trabajador no se siente feliz en su trabajo,
no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. (Marx, 1984:109)5
Se niega, en lugar de afirmarse. Es un medio más que la satisfacción de una necesidad6. No se pertenece a sí mismo durante el proceso pro­ductivo, se ha vendido a otro, quien se apropia no sólo de su producto sino también de su acti­vidad, la cual se vuelve contra él, se le enfrenta: su capacidad de trabajo no le pertenece, ha sido despojado de su única posesión. A diferencia de lo que pueda parecer, no es el trabajador quien utiliza los medios de producción, sino que son estos, que no le pertenecen, los que utilizan al trabajador: intentan absorber la mayor cantidad posible de trabajo vivo (Marx, 1997:24)7, es decir, generar plustrabajo y plusvalía.

Marx da un giro de tuerca y expone una tercera dimensión de la enajenación. Además del extrañamiento del trabajador con relación a su producto, y de la alienación con respec­to al acto de la producción (o alienación de sí mismo), el trabajador se aliena también en re­ferencia al ser genérico del que forma parte. Lo que significa que una persona está enaje­nada con respecto a otra y cada uno en rela­ción con la especie humana8. Si el objeto y el proceso de trabajo, que se enfrentan al tra­bajador, son extraños es porque pertenecen a otra persona.

Marx afirma:
Así, pues, mediante el trabajo enajenado crea el trabajador la relación de este trabajo con una persona que está fuera del trabajo y le es extraña. La relación del trabajador con el trabajo engendra la relación de este con el del capitalista o como quiera llamarse al patrono del trabajo. La propiedad privada es, pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo. (Marx, 1984:116)
Por consiguiente, la propiedad privada es la resolución del trabajo enajenado y el medio por el cual se lleva a cabo el extra­ñamiento del trabajo. La propiedad privada (medios de producción) se convierte en una realidad abarcadora de las distintas relacio­nes que se dan en el proceso de enajenación: trabajador/trabajo, trabajador/no–trabaja­dor, no–trabajador/trabajador, no–trabaja­dor/trabajo del trabajador. En definitiva, si trabajo enajenado implica propiedad privada, la superación de aquel conllevará la desapari­ción de esta.

Leemos a Marx:
De la relación del trabajo enajenado con la pro­piedad privada se sigue, además, que la emancipa­ción de la sociedad de la propiedad privada, etc., de la servidumbre, se expresa en la forma política de la emancipación de los trabajadores, no como si se tratase sólo de la emancipación de estos, sino porque su emancipación entraña la emancipación humana general; y esto es así porque toda la servidumbre humana está encerrada en la relación del trabajador con la producción, y todas las relaciones serviles son modificaciones y consecuencias de esta relación. (Marx, 1984:117)
Encontramos aquí la afirmación de la po­sibilidad de la emancipación. De una «teoría de la desalienación», que exige, según Mandel, la existencia de una serie de requi­sitos previos:
La supresión de la producción de mercancías, la desaparición de la escasez económica, la supresión de la división social del trabajo a través de la des­aparición de la propiedad privada de los medios de producción y de la eliminación de la separación entre trabajo manual e intelectual, entre productores y ad­ministradores. (MANDEL, 1978:40)
Es decir, para el marxismo, la categoría alienación del trabajo es una noción histórica transitoria, a diferencia del planteamiento hege­liano, que sostiene que responde a una noción antropológica (todo trabajo es alienación) y, por tanto, insuperable.

II. El proceso de trabajo

Marx expresa en el Libro I de El Capital que:
El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la na­turaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporei­dad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apo­derarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia natura­leza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de fuerzas de la misma. (Marx,1978:215–216)
Para llevar a cabo esta transformación inten­cional de la naturaleza, la persona obrera necesi­ta disponer de una finalidad, de un plan previo, a la que se subordina su voluntad. Hecho que le diferencia claramente de la actividad animal, que se reduce a respuestas instintivas.

El proceso laboral está constituido por una serie de elementos simples. A saber: la actividad orientada a un fin (o trabajo mismo), su objeto y sus medios. Por lo que se refiere al objeto, éste puede ser extraído directamente de la naturale­za, o bien contener una determinada cantidad de trabajo, en cuyo caso se denomina materia prima. El medio de trabajo, que representa un producto de trabajo anterior, es una cosa o complejo de cosas que es interpuesta entre el trabajador y el objeto de trabajo y que le sirve para encauzar su actividad sobre dicho objeto. La posibilidad de elaboración de medios de trabajo, de herramientas, y su uso posterior, constituye una característica específicamente humana. Tan importantes son los medios de trabajo para el conocimiento de la historia de nuestra especie que Marx llega a afirmar que:
Lo que diferencia unas épocas de otras no es lo que se hace, sino cómo, con qué medios de trabajo se hace. Los medios de trabajo no sólo son escalas graduadas que señalan el desarrollo alcanzado por la fuerza de trabajo humana, sino también indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales se efectúa ese trabajo. (Marx, 1978:218)9
Acontece en el proceso de trabajo que la actividad humana, valiéndose del medio de trabajo, lleva a cabo una modificación del objeto de trabajo, la cual ha sido planeada previamente. Dará como resultado un producto que tiene un valor de uso, es decir, un material de la natu­raleza, que ha recibido un cambio en su forma gracias a la objetivación en él de trabajo, que pre­tende la satisfacción de necesidades humanas 10.

En el proceso de trabajo, como proceso en el que el capitalista lleva a cabo un consumo de la fuerza de trabajo, se observan dos fenómenos. Por un lado, que el obrero trabaja bajo el control del capitalista, este se apropia del trabajo de aquel; en segundo lugar, que el producto es propiedad del capitalista, en vez de serlo de su productor directo. Esta situación es posible a partir del hecho de que el capitalista ha comprado la mercancía fuerza de trabajo; que viene a unirse a otras mercancías que también ha adquirido (medios de producción), de la que hace uso libre durante el tiempo convenido, y de cuyos resultados de trabajo se adueña. Marx asevera al respecto:
Mediante la compra de la fuerza de trabajo, el ca­pitalista ha incorporado la actividad misma, como fermento vivo, a los elementos muertos que compo­nen el producto y que también le pertenecen. Desde su punto de vista el proceso laboral no es más que el consumo de la mercancía fuerza de trabajo, compra­da por él, y a la que, sin embargo, sólo puede consu­mir si le adiciona medios de producción. El proceso de trabajo es un proceso entre cosas que el capitalista ha comprado, entre cosas que le pertenecen. De ahí que también le pertenezca el producto de ese proceso (...) El producto –propiedad del capitalista– es un valor de uso. (Marx, 1978:225)
Este marco será el que permita llevar a cabo el proceso de valorización del capital, el cual se presenta, como veremos, íntimamente ligado al proceso de trabajo.

El capitalista tiene necesidad no sólo de pro­ducir valores de uso, sino también valores de cambio, o sea, productos destinados a la venta. Requiere la producción de mercancías cuyo valor sea superior al resultado de sumar los valores de las mercancías requeridas para su producción, de los medios de producción y de la fuerza de trabajo empleada; es decir, pretende producir un valor que encierre una plusvalía. Veamos, por consiguiente, de qué procedimiento se sirve.

III. El proceso de valorización

El valor de toda mercancía está determina­do por la cantidad de trabajo que encierra en su valor de uso, esto es, por el tiempo de trabajo so­cialmente necesario11.

Los valores de los medios de producción forman parte constitutiva del valor del producto final (es así siempre y cuando hayan servido para la producción de un valor de uso y se emplee el tiempo de trabajo necesario con las condiciones sociales de producción dadas). Por otro lado, la fuerza de trabajo es una mercancía, y como tal contiene un deter­minado valor (fijado por el de los medios que le aseguren su subsistencia), es decir, supone un trabajo pretérito. Sin embargo, este es distinto al trabajo vivo (valor de uso) que puede desarro­llar, hay una distancia entre uno y otro, la cual viene dada porque sus costos de mantenimiento son inferiores al rendimiento que genera. De lo que se concluye que la fuerza de trabajo, en su actividad productiva, deviene fuente de valor, crea plusvalía, que es la finalidad última del proceso de producción capitalista. Atendemos a la expresión de Marx:
La verdadera función específica del capital, en tanto que tal, es, pues, producir un plusvalor (...) esto no es nada más que producir plustrabajo y apro­piarse, en el seno del proceso de producción real, de trabajo no pagado, el cual se presenta y materializa como plusvalor. (Marx,1997:9)
Intentaremos acercarnos con mayor detalle a lo que acabamos de exponer12.

Como hemos señalado, toda mercancía tiene un valor de uso y un valor de cambio. Uno y otro generan también un efecto sobre el proceso de producción. Observamos lo que sucede. Con respecto al primero, los valores de uso, al tener entrada en el proceso de trabajo dan lugar a dos elementos distintos y opuestos: de una parte, los medios materiales de producción (condiciones objetivas de la producción); por otra, la capaci­dad de trabajo (condición subjetiva). Esta capa­cidad, o fuerza de trabajo, convierte a los medios de producción en elementos materiales de su ac­tividad, lleva a cabo una transformación del ori­ginal valor de uso en una nueva forma del pro­ducto; se produce, por tanto, una metamorfosis de los valores de uso en el proceso de trabajo. En este proceso, los medios de producción partici­pan como mercancías perfectamente determi­nadas (responden a la parte del capital definido como constante). Funcionan con las propiedades que caracterizan al valor de uso en cuestión, en tanto que la fuerza de trabajo lo hace como una magnitud fluida, en devenir (parte variable del capital).13

Por lo que respecta al efecto del valor de cambio sobre el proceso de producción, Marx señala que el valor de los medios de produc­ción que entra en el proceso no debe ir más allá del indispensable. Debe ser consumido pro­ductivamente, lo que depende, en parte, de los obreros que participan del proceso de trabajo. Este hecho da pie al control y la vigilancia del capitalista, lo que significará la búsqueda de un ritmo regular y apropiado del trabajo (continui­dad del mismo) y que los productos salgan del proceso de manera satisfactoria. Por lo que se refiere al elemento vivo del proceso de valoriza­ción, es necesario conservar el valor del capital variable; a través de su reemplazo o su repro­ducción, añadiendo a los medios de produc­ción una cantidad de trabajo igual al salario, y generar un incremento de valor, que se materia­liza en el producto en una cantidad de trabajo que excede a la contenida en el salario. Este re­sultado es debido a que el valor del capital va­riable (a diferencia del constante) no entra en el proceso de valorización, ya que ha sido sustitui­do por la actividad del factor vivo. La prolonga­ción del trabajo más allá del tiempo necesario que permita al capitalista reemplazar el salario, y una intensidad del trabajo del obrero mayor de lo normal serán mecanismos utilizados por el capitalista para la obtención de la plusvalía en cuestión.

Al estudiar los factores objetivos, obser­vamos que la participación de estos en el proceso de trabajo es distinta a la que tienen en el proceso de valorización. Si los medios de producción, que pertenecen al capitalista, son utilizados por el obrero en el proceso real de trabajo, sucederá lo contrario en el proceso de valorización: ahora el trabajo objetivado absorbe trabajo vivo, tanto como le sea posible. Atendemos a Marx:
En tanto que esfuerzo y gasto de fuerza vital, el trabajo es actividad personal del obrero, pero en tanto que crea valor, cuando está inscrito en el proceso de objetivización, el trabajo del obrero, tan pronto como ha entrado en el proceso de producción, es, él mismo, un modo de existencia del valor–capital, una parte integrante de este. Esta fuerza que conserva el valor, creando de nuevo, es, pues, la fuerza misma del capital, y su proceso aparece como proceso de auto­valorización del capital, y, más aún, como pauperiza­ción del obrero, el cual es quien crea valor, pero valor extraño a él mismo. (Marx, 1997:25)
Nos reencontramos, pues, con el proceso de alienación en el trabajo que abordamos el apar­tado anterior, es decir: el obrero generando un valor y una plusvalía que no le pertenecen; unos medios de producción que devienen fuerzas au­tónomas, que se enfrentan al productor y absor­ben trabajo vivo; la personificación del capital en el capitalista y del trabajo en el obrero y la dominación de aquel sobre este.

Los dos procesos que aludimos forman una unidad inmediata, aun cuando el proceso de trabajo no sea más que el medio del proceso de valorización, que supone, como hemos señalado, producción de plusvalía, u objeti­vación de trabajo que no ha sido pagado. Es en el proceso de trabajo, dadas determina­das condiciones, donde el trabajo objetivado (medios de producción) se manifiesta como el elemento objetivo que permite la realización de trabajo vivo, la absorción del máximo de este, es decir, su su autovalorización o metamor­fosis en capital.14

Antes de pasar al análisis de la subsun­ción del trabajo al capital, nos resta acercar­nos al conocimiento de los mecanismos de compra–venta de la fuerza de trabajo y ver cómo participa esta en el proceso de produc­ción inmediato. Partimos del hecho de que la transformación del dinero en capital, por lo que a la mercancía capacidad de trabajo se refiere, se realiza en dos esferas: una corres­ponde al mercado de trabajo, que es donde se lleva a cabo la compra–venta de la fuerza de trabajo; la otra supone el proceso de pro­ducción, donde se consume la capacidad de trabajo. El primero de estos procesos, pues, introduce al segundo, y este consuma a aquel (hay una relación de reciprocidad entre ambos). El obrero aparece despojado de toda propiedad, no dispone de los medios de producción ni de los de subsistencia, uno y otro pertenecen al capital, por lo cual se le enfrentan. A este propósito nos dice Marx:
No es el obrero quien adquiere los medios de sub­sistencia y de producción, son los medios de subsis­tencia los que compran al obrero, a fin de incorpo­rar su fuerza de trabajo a los medios de producción. (Marx, 1997:45)15
Sin embargo, dadas las características de variabilidad del factor fuerza de trabajo, el dinero invertido en la compra de esta, servirá para llevar a cabo el proceso de valorización; o lo que es lo mismo, el capitalista ha pagado por la fuerza de trabajo, por la capacidad, pero no por su uso, por su trabajo. La distinción entre fuerza de trabajo y trabajo mismo es fundamen­tal, pues, para comprender la forma de funcio­namiento de la producción capitalista.

Si nos situamos ahora en el proceso de pro­ducción inmediato, el capitalista consume la fuerza de trabajo del obrero, se apropia de trabajo vivo, y lo hace valiéndose de los medios de pro­ducción. Trabajo vivo que pretende superior al trabajo objetivado en el salario que recibe el obrero con destino a la obtención de los medios de subsistencia16. Se inicia, así, la subsunción, primero formal, después real, del trabajo en el capital. Al poseedor de los medios de produc­ción, y comprador de la fuerza de trabajo, el proceso laboral sólo le interesa en cuanto le permite la valorización, e intentará poner en práctica cuantos dispositivos y mecanismos le supongan la consecución del plusvalor17. En de­finitiva, la personificación en el capitalista del trabajo objetivado que extrae trabajo vivo y de este en el obrero, implica una división antagóni­ca de los elementos del proceso de producción, aun cuando uno y otro formen parte del mismo. Oposición que reaparece en nuevas relaciones de compra–venta de la fuerza de trabajo.

IV. La subsunción del trabajo al capital

Cuando el capitalista entra como dirigente y jefe del proceso de producción se opera un cambio muy significativo: el trabajo queda su­bordinado al capital. Ahora el capitalista intenta que el trabajo se desarrolle con un grado normal de calidad e intensidad, para lo cual prolonga, tanto como le sea posible, la duración del proceso laboral, aumentando también en proporción el plusvalor que se produce. Esta subsunción del trabajo al capital es, en un principio, formal, ya que los cambios operados no afectan inicialmen­te al contenido y al conjunto de procedimientos de orden técnico del proceso de trabajo y de producción, por lo que la plusvalía obtenida será absoluta y no relativa18. Leemos a Marx:
Llamo subsunción formal del trabajo al capital a la forma que reposa en el plusvalor absoluto, porque no se distingue más que formalmente de los modos de producción anteriores, sobre la base de los cuales surge espontáneamente (o es introducida), ya sea cuando el productor inmediato continúa siendo su propio patrono, ya sea cuando debe proporcionar plustrabajo a otros. Todo lo que cambia, es la coac­ción ejercida o método empleado para extocar el plustrabajo. (Marx, 1997:73)
En esta subsunción formal es fundamental: 1) que la relación entre la persona que propor­ciona el plustrabajo y la que se lo apropia sea pu­ramente monetaria (intercambio de salario por tiempo de trabajo); y 2) que las condiciones obje­tivas y subjetivas del trabajo se enfrentan como capital al obrero, siendo monopolizadas por el comprador de la fuerza de trabajo. Es decir, la subordinación formal será posible a partir de la existencia de un determinado volumen de medios de producción avanzados y de un alto número de obreros que están bajo las órdenes de un mismo empresario; esta ampliación de escala constituye la base a partir de la cual emerge el modo de producción capitalista.

Igualmente, como otras notas que caracte­rizan esta fase histórica del desarrollo econó­mico de la producción capitalista, señalamos: que en su inicio no se asiste a una innovación en el modo de producción, que en el proceso de producción se desarrolla una relación económi­ca de dominación y subordinación, que se da una gran continuidad e intensidad creciente del trabajo y una mayor economía en el empleo de condiciones de trabajo, y que esta naciente rela­ción de producción propicia un nuevo sistema de dominación y de subordinación, que se ma­nifiesta bajo una forma política.

La subsunción real del trabajo al capital es el modo de producción específicamente capi­talista. Ella es posible a partir de la generación de la plusvalía relativa, la cual es resultado del desarrollo de las fuerzas productivas; que se so­cializan, debido a la cooperación, la división del trabajo y el maquinismo, así como a los diversos cambios que se operan en el proceso de produc­ción a partir del uso de distintas ciencias. Este conjunto de transformaciones se presenta como fuerza productiva del capital, y no como fuerza productiva del trabajo (Marx, 1997:71–72). La subsunción real es una nueva fase del capita­lismo no sólo tecnológicamente, sino también en cuanto a la naturaleza y condiciones reales de trabajo; se desarrolla en todas las formas que producen plusvalor relativo; se acompaña de una revolución constante del modo de pro­ducción, de la productividad y de las relaciones entre capitalistas y obreros; supone la pérdida de características individuales del capital por el aumento del valor y de las dimensiones; y abre continuamente nuevas ramas de la industria, debido a la productividad del trabajo, la masa de producción, de población y de sobrepoblación. Atendiendo a las palabras de Andrés Bilbao, con la subsunción real se efectúa una transforma­ción radical en el mismo modo de producción, que se transforma en el principio que uniformiza la organi­zación de las relaciones sociales. La producción por la producción es el síntoma de esta nueva situación, en la que el proceso industrial no está circunscrito a la fábrica, sino que permea la totalidad de las relacio­nes sociales. (Bilbao, 1999:20)

V. Consideraciones finales

Las diversas formas de las relaciones de producción y de las relaciones sociales han propiciado una concreción diferente del trabajo en el devenir histórico. Así, en el modelo capitalista es el trabajo asalariado el que adquiere centralidad, quedando relegadas a un papel secundario otras formas de trabajo que se orientan a la reproducción, como es el trabajo doméstico.19

La teoría marxista sobre el trabajo es un buen marco interpretativo para entender el sig­nificado del trabajo en el modo de producción capitalista. El concepto de trabajo enajenado, desarrollado por Marx en Manuscritos: econo­mía y filosofía; el análisis del proceso de trabajo y del proceso de valorización, expuesto en El Capital; y el estudio de la subsunción del trabajo al capital, tratada en El Capital. Libro I. Sexto Capítulo (inédito), nos proporcionan claves para conocer con profundidad la realidad del trabajo en la actualidad, y no sólo del momento históri­co en el que fueron redactadas dichas obras.

Del recorrido efectuado concluimos que el capital necesita de la plusvalía para su valori­zación. El trabajo asalariado es fundamental en este proceso, sin este aquel no tiene sentido. El capital, en su dinámica acumulativa, por tanto, necesita del factor trabajo. No obstante, se produce una contradicción, ya que el capital, a su vez realiza una labor de destrucción del mismo, llevada a cabo fundamentalmente por medio de la modificación permanente de la or­ganización del trabajo y de la introducción de nuevas tecnologías.

La progresiva destrucción de puestos de trabajo ha propiciado el debate sobre la centra­lidad del trabajo en la actualidad. Por parte de una serie de autores se postula el fin del trabajo y la inauguración de una época en la que el tiempo de ocio desplaza al tiempo de activi­dad productiva asalariada. Sin embargo, como hemos visto, el trabajo es un factor imprescindi­ble en el proceso de valorización del capital, por lo que se hace insostenible aseverar el final del trabajo asalariado mientras subsista el modo de producción capitalista

Notas

1. Fueron publicados por primera vez en 1932.

2. «Sin embargo [continúa Ferrater Mora], los Grundrisse pueden interpretarse, a su vez, de varios modos, y entre ellos de dos: como lazo de unión entre los supuestos ‘dos Marx’ o como un núcleo maduro del pensamiento de Marx, que apunta a varias di­recciones, entre ellas a las del ‘primer Marx’ o ‘Marx filósofo’ y del ‘Marx posterior’ o ‘Marx científico’» (1991:2120).

3. Este concepto, que Marx elabora a partir de la crítica del sostenido por Hegel, para quien las nece­sidades humanas siempre están por delante de las posibilidades de satisfacción, y todo objeto resultado de nuestro trabajo se separa de nosotros, será una de las piezas angulares del debate sobre si existió una ruptura o no en el pensamiento de Marx. Louis Al­thusser (1973), por ejemplo, sostiene que la teoría de la alienación no aparece en un desarrollo posterior de la obra de Marx, lo que le quitaría validez como interpretación crítica de la objetividad económica. Por su parte, Ernest Mandel (1978) entiende que los Grundrisse, que fueron desconocidos hasta los años cuarenta, sí contienen numerosas referencias a dicho concepto, y que la obra de Marx supone una teoría de la alienación, aun cuando esta expresión aparezca formulada en otros términos: reificación, fetichismo. 

4. Dos obras de dimensiones más reducidas del propio Marx, Trabajo asalariado y capital, de 1847, y Salario, precio y ganancia, de 1865, nos serán de uti­lidad en este recorrido.

5. Recordamos la etimología de la palabra traba­jar, la cual proviene del latín tripaliare (torturar), y tripalium (instrumento de tortura).

6. La teoría neoclásica sobre los mercados de trabajo considera que el trabajo carece de finali­dad en sí misma para el trabajador. Esto plantea la problemática de la disyuntiva tiempo de ocio/renta derivada del tiempo de trabajo en la decisión del tra­bajador, y la resolución que se busca desde medidas restrictivas en materia de protección social.

7. En el siguiente punto, tendremos la oportuni­dad de desarrollar esta dimensión de alienación del proceso de trabajo y del proceso de producción.

8. Una lectura que hacemos, por derivación, de la teoría de la alienación de Marx: el hecho de que el obrero, en tanto que productor de medios de pro­ducción que absorberán trabajo vivo de otros tra­bajadores en futuros procesos de trabajo y, por otra parte, que a través de su actividad aumente el dinero inicial puesto en circulación con vistas al proceso de valorización mismo, que será más capital disponible para nuevos procesos, implica que el trabajo asa­lariado del presente supone la posibilidad de otros ciclos de alienación, que se materializarán en otros obreros (el propio obrero «contribuyendo» a la alie­nación de otros obreros).

9. Al considerar el proceso laboral en un sentido amplio, tenemos que señalar que dentro de los medios de trabajo hay que incluir las condiciones objetivas de trabajo, es decir, medios que han sido mediados por el trabajo, como locales, carreteras, canales, etc.

10. Los productos pueden ser, además de resulta­do de procesos de trabajo, condición de otros proce­sos laborales, con lo que se convierten en medios de producción o factores objetivados del trabajo vivo. Es decir, existe una variabilidad de aparición del valor de uso: materia prima, medio de trabajo o pro­ducto que satisface una necesidad determinada.

11. «El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquie­ra, en las condiciones normales de producción vigen­tes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad del trabajo». (Marx, 1978:48)

12. En el desarrollo de estas cuestiones nos apo­yamos especialmente en El Capital. Libro I. Sexto Ca­pítulo (inédito). Resultados del proceso de producción inmediato, de Marx.

13. En el capítulo VI: «Capital constante y capital va­riable», según la edición de Siglo XXI, Marx afirma:
La parte del capital, pues, que se transforma en medios de producción, esto es, en materia prima, materiales auxiliares y medios de trabajo, no mo­difica su magnitud de valor en el proceso de pro­ducción. Por eso la denomino parte constante del capital o, con más concisión, capital constante.
Por el contrario, la parte del capital conver­tida en fuerza de trabajo cambia su valor en el proceso de producción. Reproduce su propio equivalente y un excedente por encima del mismo, el plusvalor, que a su ve puede variar, ser mayor o menor. Esta parte del capital se con­vierte continuamente de magnitud constante en variable. Por eso la denomino parte variable del capital, o, con más brevedad, capital varia­ble. (Marx, 1978:252)
14. El proceso de producción capitalista, que como decimos es unidad del proceso de trabajo y del proceso de valorización, se inicia con la conversión de dinero en mercancía, es decir, con la compra de capacidad de trabajo y de objetos. Por consiguiente, al capitalista le pertenece el conjunto del proceso de trabajo. La materia y el medio de trabajo no son ca­pitales por naturaleza, devendrán capital en tanto en cuanto que el trabajador, factor esencial del proceso de trabajo, con su actividad, contribuya a su valori­zación.

15. Tenemos que señalar que Marx considera que los medios de subsistencia no son elementos mate­riales inherentes al proceso de producción inmedia­to del capital (Marx, 1997:45–46).

16. De ahí que Marx exprese que:
El trabajo asalariado es la condición nece­saria de la formación del capital y sigue siendo siempre la premisa necesaria de la producción capitalista» (Marx, 1997:48).
17. En este empeño, le es indiferente la rama productiva, intentará superar los obstáculos que se presenten en su propósito de movilidad del capital, y exigirá una mayor fluidez de la fuerza de trabajo:
Cuanto más desarrollada está la producción capitalista de un país, mayor es la movilidad exigida a la capacidad de trabajo. Cuanto más indiferente es el obrero, al contenido particular de su trabajo, más fluida e intensa es la inmi­gración del capital de una rama de producción a otra. (Marx, 1997:57)
Consideramos que sería de interés explorar las relaciones entre descualificación de la fuerza de trabajo y movilidad de la misma.

18. En el Capítulo X, «Concepto de plusvalía re­lativa», del Libro I de El Capital, encontramos la si­guiente distinción:
La plusvalía producida mediante la prolon­gación de la jornada de trabajo, la llamo plus­valía absoluta; en cambio, la plusvalía obteni­da de la reducción del tiempo de trabajo ne­cesario y de la correspondiente modificación en la proporción de los dos componentes de la jornada laboral, la llamo plusvalía relativa. (Marx, 2000:9)
En el mismo Libro I, pero ahora en el Capítu­lo XIV, «Plusvalía absoluta y relativa», tenemos la oportunidad de una nueva diferenciación:
La prolongación de la jornada de trabajo más allá del punto en que el obrero se limita a producir el equivalente del valor de su fuerza de trabajo y la apropiación de este plustraba­jo por el capital, eso es producción de plus­valía absoluta. Constituye la base general del sistema capitalista y el punto de partida de la producción de plusvalía relativa. En esta, la jornada de trabajo está dividida desde un principio en dos segmentos: trabajo necesario y trabajo adicional. Para prolongar el trabajo adicional hay que reducir el trabajo necesario con métodos mediante los cuales se produce en menos tiempo el equivalente del salario. La producción de la plusvalía absoluta gira tan sólo en torno a la duración de la jornada de trabajo; la producción de la plusvalía relativa revoluciona profundamente los procesos téc­nicos del trabajo y las agrupaciones sociales. (Marx, 2000:257)
19. Cristina Carrasco Bengoa ha realizado diver­sos e interesantes estudios desde la perspectiva fe­minista sobre el trabajo doméstico. Pueden consul­tarse, entre otros: Carrasco Bengoa, Cristina (1999): «Introducción: hacia una economía feminista», En Carrasco Bengoa, Cristina (ed.): Mujeres y Economía, Barcelona: Icaria, p.11–55; Carrasco Bengoa, Cristina (1999): «Trabajos y cuidados: hacia una reorganiza­ción social del tiempo y el trabajo», Revista de servi­cios sociales y política social, número 45, págs. 61–84; Carrasco Bengoa, Cristina (2003): «La sostenibilidad de la vida humana: ¿un asunto de mujeres?», Utopías, nuestra bandera: revista de debate político, número 195, págs. 151–173; Carrasco Bengoa, Cristina (2006): «La paradoja del cuidado: necesario pero invisible», Revista de Economía Crítica, número 5, págs. 39–64.

Bibliografía

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1973: Para leer El capital, México: Siglo XXI.
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Mandel, E. 1978: Alienación y emancipación del proleta­riado. Barcelona: Fontamara.
Marx, K. 1968 a: Salario, precio y ganancia, Madrid: Ricardo Aguilera.
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1970): El Capital. Crítica de la Economía Política, Madrid: EDAF.
1978: El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro Primero. El Proceso de Producción del Capital, I, Madrid: Siglo XXI.
1984 (11ª ed.): Manuscritos: economía y fi­losofía, Madrid: Alianza Editorial.
1997: El Capital. Libro I. Sexto Capítulo (inédito). Resultados del proceso de pro­ducción inmediato, Barcelona: Ediciones Curso.
2000: El Capital. Crítica de la Economía Política. Madrid: Akal.
Marx, K. y Engels, F.
            1986: Obras Escogidas, Moscú: Editorial Pro­greso, 3 Tomos.



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