Jorge Beinstein | La
“crisis global” (todavía se la sigue
llamando así) sigue su curso, se va profundizando con el correr de los años,
deteriora las instituciones de las potencias centrales, quiebra las tramas
económicas y culturales que cohesionaban a esas sociedades, queda al
descubierto como decadencia es decir como proceso de deterioro general
irreversible. También va llegando a los denominados “países emergentes”
derrumbando el mito del rejuvenecimiento capitalista desde la periferia, de la
superación burguesa del neoliberalismo occidental gracias a la intervención del
estado.
decir de acontecimientos “maravillosos” que alientan la esperanza en la posible conquista de un mundo mejor.
El 15 de septiembre de 2008 en los Estados Unidos el gigante
financiero Lehman Brothers se declaró en quiebra y American International Group
(AIG) considerado el líder mundial de seguros y servicios financieros necesito
ser rescatado por la Reserva Federal. La crisis provocada por el desinfle de la
burbuja inmobiliaria norteamericana se propagó rápidamente, estallaron otras
burbujas inmobiliarias y bursátiles en Europa y Asia y los gobiernos de las
grandes potencias inyectaron en los años siguientes varios millones de millones
de dólares con el fin de impedir el hundimiento del sistema financiero
internacional pilar decisivo de la economía mundial. No consiguieron recomponer
su dinámica anterior ni mucho menos la de las estructuras productivas pero si
lograron evitar (postergar) el derrumbe.
Así es como a partir de 2008 la masa financiera global que
se venía expandiendo de manera exponencial dejó de crecer, en realidad
experimentó un decrecimiento suave, es lo que constatamos cuando comparamos a
la especulación en “productos financieros derivados” (corazón del parasitismo
financiero global) con el Producto Bruto Mundial. A mediados de 1998 esos
negocios equivalían a cerca de 2,4 veces el valor nominal de la economía
planetaria, llegaron a 4,3 veces hacia fines de 2002, a 8,5 veces a fines de
2006 y a 11,7 veces a mediados de 2008 en pleno delirio especulativo, bajando
lentamente desde entonces: 10,5 a fines de 2009, 10,6 a mediados de 2011,
cayendo a 8,9 a fines de 2012 y a 8,6 a mediados de 2013 (1).
El estancamiento de la masa financiera, peor aún su
desinfle, marca el fin del largo crecimiento drogado del capitalismo global
durante la financierización neoliberal. Desde los años 1970 se produjo
la reconversión financiera del capitalismo que permitió la reproducción
ampliada del área imperial del sistema: los estados centrales se endeudaban y
subsidiaban a la industria (gastos militares, reducciones fiscales de todo
tipo, etc.) y frenaban la desaceleración del consumo (subsidios a los desempleados),
las empresas se endeudaban para seguir invirtiendo y los consumidores se
endeudaban sosteniendo a esos grandes mercados, por otra parte las caídas
tendenciales en las tasa de ganancias productivos de grandes grupos económicos
eran más que compensadas por la expansión de los negocios financieros.
Pero finalmente la burbuja estalló en el año 2008, lo
ocurrido a partir de entonces fue una degradación financiera-productiva
“controlada”, las deudas públicas y privadas de las potencias centrales tradicionales
siguieron creciendo, la Unión Europea se estancó para entrar finalmente en
recesión, Japón transitó un camino aún más dramático (Fukushima mediante)
y los Estados Unidos tuvieron un crecimiento anémico que a lo largo de
2012-2013 amenazaba convertirse en estancamiento o directamente en recesión. El
sistema había ingresado en una nueva etapa.
Guerra y petrodólares
La crisis de 2008 no terminó con la ola militarista de los
Estados Unidos por el contrario la potenció, mucho antes de esa crisis frente a
su debilitamiento financiero y productivo la elite imperial estaba convencida
de que solo la utilización de su superioridad militar podía revertir los
retrocesos económicos o al menos frenar su desarrollo. La victoria occidental
en la Guerra Fría parecía confirmar esa hipótesis, la avalancha militarista de
la era Reagan durante los años 1980 continuada por la presidencia de George
Bush (padre) le había dado la estocada final a la Unión Soviética obligándola a
competir en una carrera armamentista que desbordó su capacidad económica y
burocrática declinante. Liquidada la URSS los Estados Unidos aparecían como la
única superpotencia militar, el planeta quedaba a su
disposición.
Ahora, desde hace algo más de una década, asistimos a una
suerte de mega Vietnam diversificado en varios espacios geográficos con
diferentes intensidades y modalidades, la mirada del Imperio hacia el resto del
mundo es principalmente militar, la periferia aparece ante los ojos de su elite
dominante como un vasto campo de batalla.
Los golpes de estado en Honduras (2009) y Paraguay (2012),
la acentuación de las intervenciones sobre Colombia y Venezuela y las
actividades de desestabilización en otros países latinoamericanos señalan que
el Imperio ha lanzado una ofensiva de gran alcance sobre la región, a esto
debemos sumar el desarrollo de un segundo frente de guerra en África cuyo
momento más dramático ha sido la destrucción de Libia pero apuntando al mismo
tiempo hacia el mundo árabe, ambas ofensivas convergen con la prosecución de la
guerra larga en Medio Oriente y Asia Central: el tercer frente, y el despliegue
de un cuarto frente de fuerzas militares cada vez más extendido e intenso en
Asia-Pacífico apuntando contra China.
Hacia comienzos de la década actual los Estados Unidos
desplegaban cuatro megafrentes simultáneos, toda la periferia no controlada por
Occidente se encontraba atacada o amenazada, de ese modo la agresividad de los
halcones de la era Bush (cuando su Secretario de Defensa Ronald Runsfeld
afirmaba que los Estados Unidos podían desarrollar exitosamente dos guerras al
mismos tiempo) fue luego ampliada en la era Obama.
El doble rostro del Imperio (decadencia económica y social
por un lado y militarismo por el otro) sugiere el interrogante acerca de
si la ola militar es sustentable en el mediano-largo plazo, en realidad no es
seguro que pueda ser respaldada ni siquiera en el corto plazo, basta con
comprobar que los gastos militares reales de los Estados Unidos se aproximan a
los 1,3 billones (millones de millones) de dólares si a los gastos del
Departamento de Defensa sumamos aquellos con finalidad militar de otras áreas
de la administración pública (Departamento de Estado, Departamento de Energía,
NASA, etc.) y los intereses pagados por el endeudamiento necesario para su
realización. Esa cifra equivale en el Presupuesto 2013 a la casi totalidad de
la recaudación prevista de impuestos personales directos o al 140 % del déficit
fiscal proyectado.
Entonces si la militarización no es económicamente
sustentable debemos interrogarnos acerca de si existe alguna lógica, alguna
racionalidad superior que explique el fenómeno.
Wallerstein respondió al interrogante hace algunos años de
manera contundente: los Estados Unidos se encontrarían ante la alternativa de
aceptar una declinación honorable (opción “racional”) o bien tirar la casa por
la ventana. En resumen: las elites imperiales al seguir el segundo camino
demostrarían que se han vuelto “locas”, que la decadencia ha quebrado su
racionalidad. La explicación es sencilla, directa, pero en última instancia
superficial, ignora sobre todo la conexión necesaria entre racionalidad y
realidad, entre lo teóricamente viable y la viabilidad práctica de la teoría lo
que condiciona a la racionalidad, le hace poner los pies sobre la tierra. Nos
encontramos ante la dinámica histórica concreta de la racionalidad instrumental
(de la racionalidad burguesa) tal como se presenta a comienzos del siglo XXI,
en tanto expresión de la evolución, las contradicciones, los dramas, las necesidades,
las posibilidades de las fuerzas imperialistas dominantes que la desarrollan,
en este caso las elites occidentales. Se trata de una racionalidad solo
interesada en la eficacia de los mecanismos de preservación y expansión del
poder, cada vez más empantanada en el corto plazo, absolutamente desinteresada
de las consecuencias en el largo plazo. En ese sentido el encadenamiento de
“soluciones racionales” de problemas concretos puede llegar a ser un seguro
camino hacia el desastre, hacia el estallido del sistema, el esfuerzo racional
(y amoral) de recomposición, de preservación del capitalismo decadente, deviene
autodestrucción.
Occidente se encuentra embarcado en una guerra planetaria
uno de cuyos objetivos es el saqueo de los recursos naturales de la periferia,
en primer lugar los energéticos, el éxito de la empresa le permitiría realizar
una drástica contención de costos productivos asegurando niveles aceptables en
las tasas de ganancias de los grandes grupos industriales y en consecuencia
amplios beneficios y expansiones de negocios de las redes financieras... y del
parasitismo consumista de las clases medias y altas de los Estados Unidos y
Europa.
La “guerra del petróleo” esta asociada a otra guerra: la
financiera focalizada en la desgastada hegemonía del dólar que gira en torno de
un factor decisivo: los petrodólares.
En 2012 la exportaciones globales de petróleo alcanzaron
aproximadamente los 2 billones (millones de millones) de dólares, pero este
comercio “físico” generó negocios especulativos en los mercados de productos
financieros derivados del orden de los 30 billones de dólares (2) equivalentes
a cerca del 42 % de Producto Bruto Mundial de ese año o bien a unas 2 veces el
Producto Bruto de los Estados Unidos o a unas 13 veces el valor de sus
importaciones. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial los negocios
petroleros (tanto comerciales como financieros) fueron realizados en dólares y
desde comienzos de los años 1970 en “petrodólares” sin respaldo oro, pero
la declinación de la moneda norteamericana y del peso económico relativo de la
superpotencia causaron la paulatina reducción de la hegemonía del dólar. No se
trató solo del desplazamiento de los Estados Unidos en el mercado petrolero
global sino del conjunto de los países del Primer Mundo cuyo consumo petrolero
relativo viene declinando. Controlar las principales áreas productivas y redes
de comercialización es para los Estados Unidos y sus socios europeos más Japón
no solo una prioridad “energética” agravada por la entrada en la era del
estancamiento de las extracción global de petróleo sino también un gravísimo
tema financiero. Si la demanda de dólares llegara a declinar de manera
decisiva, y en consecuencia su precio relativo respecto de las otras monedas
internacionales importantes (en especial las emergentes como el yuan o el
rublo) y también del oro, entonces se podría derrumbar todo el edificio
parasitario norteamericano arrastrando al conjunto del primer mundo, los
Estados Unidos ya no serían capaces de sostener su consumo civil ni sus gastos
militares alimentados por un déficit comercial y fiscal pagados con papeles
(dólares y títulos del Tesoro).
En 1970 el primer mundo consumía el 70 % de la producción
petrolera global, cuando estalló la “Primera Guerra del Golfo” en 1991 esa
cifra había descendido al 54 %, en el 2005 caía al 49,6 % y en 2012 al 41,2 %
(3). La “guerra de eurasia” iniciada en 1991 y acelerada una década después buscaba
el control occidental sobre un área que abarcando a las cuencas del Mar Caspio
y del Golfo Pérsico albergan cerca de dos tercios de las reservas mundiales de
petróleo. La victoria militar habría acorralado a Rusia (segundo productor
mundial de petróleo en 2012) obligándola someterse a Occidente.
Pero los Estados Unidos no pudieron ganar esa guerra y
cuando intentaron sancionar a Irán dejándole de comprar su petróleo y obligando
a la Unión Europea a hacer lo mismo lo iraníes pudieron vender el producto a
China remplazando al dólar por el yuan o a India a cambio de oro. El primer
mundo ya no es el mercado mayoritario del petróleo y tampoco consigue controlar
su producción en consecuencia su dominación financiera declina
rápidamente.
La ruptura de 2013
En el año 2013 se produjeron tres hechos decisivos.
En primer lugar la ofensiva militar-planetaria de los
Estados Unidos iniciada a comienzos de los años 1990 (posguerra fría) encontró
por primera vez una barrera que no pudo atravesar, su intervención en Siria no
pudo pasar (como había ocurrido en el caso libio o antes en Yugoslavia, Irak o
Afganistan) a la etapa de la acción directa, en este caso realizando bombardeos
masivos sobre ese país. Su confrontación con Rusia hizo fracasar la operación en
septiembre de 2013, no faltaron los comunicadores occidentales para calificar
al hecho como el comienzo de una nueva guerra fría, en realidad se trató del
fin de la posguerra fría y el ingreso a una nueva era marcada por el
debilitamiento militar estratégico de los Estados Unidos. Solo en la zona de
Medio Oriente y Asia central quedan en difícil posición sus vasallos
tradicionales como Arabia Saudita, Israel o Turquía y aumenta la influencia de
Rusia que por ejemplo firmó en noviembre un acuerdo de integración militar con
Armenia, Bielorusia y Kazajistán que proyecta ser rápidamente ampliado a
Tayikistán al mismo tiempo que se estrechan las relaciones militares
ruso-egipcias.
No se trata de un simple desplazamiento de influencias en
esas regiones sino también de un duro golpe a la imagen de omnipotencia de su
maquinaria militar y al conjunto de intereses económicos y políticos
directamente vinculados a la misma. Y lo que es mucho más grave: se ha
producido una brutal pérdida de eficacia del principal instrumento de disuasión
global de los Estados Unidos, esto no significa el fin de sus agresiones pero
causa un notable desconcierto estratégico que agrava la crisis de percepción en
su más alto círculo de poder.
Un segundo acontecimiento significativo fue el amago de
cesación de pagos del estado norteamericano en Octubre de 2013. Por segunda vez
en esta década los Estados Unidos estuvieron al borde del default con una deuda
pública federal que en ese momento alcanzaba los 16,7 billones (millones de
millones) de dólares equivalentes al 105 % de su Producto Bruto Interno del año
2012 (hacia fines de noviembre de 2013 superaba los 17,2 billones de
dólares) pero sumadas todas las deudas públicas y privadas se llega a algo más
del 360 % del PBI. No se produjo el default pero si la evidencia de un
grave deterioro político-institucional, durante días las cúpulas políticas
jugaban al default, intercambiaban chicanas y golpes bajos hasta llegar a la
fecha límite del 17 de Octubre tratando de sacarse ventajas con una bomba
financiera que si hubiera estallado habría producido una catástrofe financiera
global sin precedentes y seguramente hundido a la economía estadounidense en la
hiper recesión. Ahora todo esperan el próximo juego del default sin que se sepa
en que puede llegar a terminar.
El telón de fondo es el deterioro financiero de una economía
aplastada por las deudas cuyos crujidos cada vez más fuertes ponen al
descubierto a una clase política que juega a la cesación de pagos y a la
explosión del capitalismo global como si estaría disputando el resultado de un
partido de béisbol o de alguna elección municipal. La tragedia es asumida con
absoluta frivolidad, la decadencia anestesia a las elites dirigentes.
Estos dos hechos: el fracaso político-militar en Siria más
el escándalo político-institucional del default (y el pantano económico en el
que se apoya) alientan un tercer fenómeno desestructurante: el agotamiento de
la unipolaridad imperial, la rápida pérdida de poder relativo mundial de los
Estados Unidos. Eso impulsa el avance de potencias regionales y de por lo menos
dos que aspiran a un rol global destacado: Rusia y China, sin embargo esos
movimientos no imponen la construcción de un mundo multipolar es decir el
reparto completo del planeta entre un grupo reducido de imperios, lo que se
viene produciendo (y ahora se acelera) es un proceso de despolarización (y no
de multiporalización) donde ni una ni tres superpotencias pueden controlar al
sistema global. Es la jerarquía imperial del capitalismo como tal manipulada
por un amo o varios, que recorre toda la historia del sistema, la que se
encuentra en decadencia. Ello involucra en primer lugar a los viejos polos como
los Estados Unidos, las grandes potencias europeas occidentales (Alemania,
Inglaterra, Francia) y Japón. Pero también a las nuevas o renovadas potencias,
la economía china se viene desinflando siguiendo así la ruta que a su sistema
industrial exportador le marcan sus grandes clientes declinantes: los Estados
Unidos, Japón y la Unión Europea. La economía rusa se estanca en 2013 y las
previsiones para 2014 son peores, la recesión en Europa afecta a sus
exportaciones energéticas. India y Brasil no se encuentran en mejor situación,
en ambos casos la economía se estanca y amenaza entrar en recesión. Todas las
grandes economías se encuentran atrapadas por la crisis, las tradicionales y
las emergentes, las aferradas al neoliberalismo y las que practican el
capitalismo de estado. El motor de la decadencia es el G7 mientras que el BRICS
va ingresando gradualmente (por ahora) en el proceso común.
La despolarización global aparece como un fenómeno
complejo, con imágenes contradictorias donde algunas potencias retroceden y
otras avanzan, donde algunas aparentan recuperarse para luego volver a
declinar, otras parecen zafar de la ola depresiva para más adelante sufrir los
impactos de las fuerzas entrópicas globales. Es necesario entender los
detalles, las especificidades pero sin perder de vista el panorama más amplio:
la decadencia sistémica global.
La despolarización no instaura una suerte de capitalismo
global democratizado, con menos imperialismo, con más autonomías nacionales o
regionales articuladas expandiendo sus fuerzas productivas, la ilusión de la
despolarización progresista no es menos irreal que la de la multipolaridad
ordenada. La realidad presenta al sistema marchando hacia convulsiones cada vez
mayores, hacia la generalización del desorden, la autodestrucción ambiental, la
reproducción ampliada de la economía tendiendo a cero y anunciando convertirse
en negativa. Es el capitalismo en vía de agotamiento que al despolarizarse se
desarticula presentando horizontes futuros de barbarie pero también de
insurgencias portadoras de utopías liberadoras.
Notas
(2), Gati
Al-Jebouri, CEO Lukoil International Trading and Suply Company, Litasco SA,
“International Oil Market and Oil Trading”, Haute Ecole de Gestion, Geneva,
September 19, 2008 & BP Statistical Review of World Energy, 2013
http://alainet.org/ |