19/11/13

Economía y filosofía en El Capital de Marx | La Teoría Laboral del Valor

Karl Marx ✆ Nirvana
Diego Guerrero  |  Decía su amigo Engels que Marx (1818-1883) fue ante todo un revolucionario. Y es cierto. Pero hay que añadir: un revolucionario muy especial. Por una parte, el socialismo y el comunismo son hoy y para siempre ideas inseparables del pensamiento de Marx, para quien “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los propios trabajadores”. Pero, por otra, Marx es un revolucionario muy especial porque, aunque su figura es incomprensible sin su conexión práctica con el movimiento obrero y la I Internacional, además filosofó y analizó teóricamente las condiciones sociales de la revolución presente y, a nuestro juicio, lo hizo con más profundidad y visión que ningún otro pensador, obrero o no. Desde Marx sabemos por qué el capitalismo no puede ser eterno, por qué es el propio desarrollo de este sistema social lo que engendra el comunismo y por qué este cambiante estado de cosas no altera una verdad esencial: que mientras haya capitalismo surgirán, surgiremos, continuamente nuevos comunistas.

Como filósofo y estudioso de la sociedad Marx llegó pronto a construir un sistema teórico revolucionario, al mismo tiempo que en su vida práctica tomaba el camino de la revolución. Es sabido que tuvo vocación de carrera universita­ria,  pero, dado el ambiente ideológico reinante, no pudo ingresar en ella y tuvo que ganarse la vida como periodista y escritor en las difíciles
condiciones sociales de lo que siempre fue: un exiliado apátrida que fue expulsado sucesiva­mente de varios países por la actividad política anticapitalista que combinó durante toda su vida con su trabajo de estudioso de la sociedad. El enfoque materialista que dio a su filosofía ya desde la juventud –es decir, la idea de que es la realidad social la que engendra y explica la conciencia social, y no a la inversa– lo llevó a preocuparse por la «base real» del mundo de las ideas, y ese principio analítico que siempre llevó a la práctica terminó convirtiéndolo, casi a su pesar, en un «economista». Pero economista, no en el sentido de esos estrechos «sicofantes del capital» que él mismo denunciara largamente en su obra –esos científicos chatamente positivistas que desprecian la metafísica, esa metafísica que ignoran–, sino en el sentido de un buen metafísi­co necesitado y capaz de una radical concreción de las ideas especulativas y su conversión en un sistema coherente y unitario de categorías des­tinadas a revelar lo más profundo de la realidad social contemporánea (contemporánea suya pero también contemporánea nuestra, como veremos), mediante la crítica del pensamiento to existente. Y ello, mediante los métodos de la mejor elaboración científica, expuesta siempre por tanto a las mejores y habituales formas de contrastación teórica, crítica y empírica.

Aunque pensó al principio que el dominio de las cuestiones económicas apenas le llevaría un corto espacio de tiempo, la verdad fue que la lectura de tantos hechos y autores en este campo (que siempre remitían a nuevos autores y hechos) y la creciente conciencia de la necesidad de lidiar con la base material de la vida social para entender esta realmente, terminaron ha­ciéndolo bregar la mayor parte de su vida con la economía (su «economía») y los economistas. Esto no le hizo olvidar nunca las otras esferas que estudió, pues siempre fue consciente de que el económico no es ningún ámbito aislado sino una parte de la realidad social y a la vez de la ciencia y el pensamiento en general. Las discu­siones sobre si Marx fue más economista que historiador o filósofo…, y otras contraposiciones por el estilo (como la omnipresente cuestión de si fue más un revolucionario que un científico, o la inversa), pierden tanto más sentido cuanto más se profundiza en su obra. Si uno la estudia a fondo, comprende finalmente que todo lo unificó en el terreno de las ideas, a todo le dio coherencia con su pensamiento y, también, que todos los hechos importantes de su vida sólo pueden entenderse una vez puestos en íntima conexión con su pensamiento, del que nacían y al que daban vida ellos mismos.

Como otros autores, Marx escribió muchísimo pero sólo publicó una parte de lo escrito. Su obra fundamental es sin ninguna duda la que aquí nos ocupa, El capital: Crítica de la Economía política, de la que sólo vio publicada en vida el primero de los 3 ó 4 volúmenes de que constaba. El primero (1867) se publicó antes de su muerte, mientras que el II y III los editó y publicó Engels en 1885 y 1894, respectivamente, y el IV (conocido como Teorías sobre la plusvalía) Kautsky en 1905-10, todos a partir de manuscritos inacabados. Y esto es un motivo más que suficiente para prestar una especial atención al volumen I4, que él mismo pudo revisar, corregir y pulir para la imprenta (sobre todo su 2ª ed. alemana, de 1873, que fue la última que nos dejó), y del que pudo ver varias ediciones publicadas (la francesa de 1872-75) tenía un valor científico «independiente», según su propia opinión). Pero también es cierto que el lector tendrá una idea más completa del sig­nificado de la obra de Marx si profundiza en la multitud de borradores inacabados que se pu­blicaron posteriormente en los siglos XIX y XX (¡y hasta XXI!: véase el Anexo I), empezando por los libros II y III de El capital. Esta es la razón de que presentemos aquí un resumen completo de esta obra, lo cual es, que nosotros conozca­mos, una novedad absoluta en lengua española (y probablemente en cualquier lengua).

Pero, antes de dar paso al «puro» resumen de lo que Marx dejó escrito, haremos en esta In­troducción un «resumen interesado» de nuestro propio resumen, en el que expondremos libre­mente la particular lectura que proponemos de esta obra. Como dice Marzoa, hay muchas lecturas posibles de cualquier obra de pensa­miento, como también ocurre con El capital de Marx, interpretaciones potencialmente infinitas…; pero debe quedar claro que también hay lecturas que son sencillamente imposibles. Esperamos que el lector, tras leer la nuestra, piense que no sólo es una lectura posible sino además útil y sugerente.




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