21/11/13

Capitalismo tardío, modernización y desarrollo sustentable

Capitalismo tardío ✆ Bonet 
Guillermo Torres Carral  |  La aparición del desarrollo sustentable en el curso del pensamiento y de la acción humana contemporánea, busca superar el estado de cosas caracterizado por la degradación ambiental (y su bio-socio-acumulación) y ha pretendido ser la solución a esta problemática; sin embargo, es difícil que sea éste sin más, la alternativa adecuada. En dicho sentido, es necesario distinguir dos contextos íntimamente interrelacionados entre sí; correspondiendo a dos situaciones diversas y que tienen que ver tanto con los  países que se adelantaron y los que llegaron tarde al show de la trama capitalista.

Un primer nivel de análisis del “capitalismo tardío”, es caracterizarlo a partir del periodo en que aparece como un resultado inmediato del fin de la guerra fría y el concomitante surgimiento de un enorme campo de acumulación de capitales. A ello hay que agregar la emergencia de aquellos países “en desarrollo”, los cuales privatizaron también en gran escala su sector estatal (sin ser socialismo de
estado); todo ello como producto de la crisis del capitalismo (monopolista) de estado, así como del mismo Estado moderno.

El desenlace de lo anterior derivó en un capitalismo global, que con el sello del american way of life, redobló  (en sus fines y medios) su estructura económica y social y perfiló su misión que es la de apoderarse del mundo de manera unívoca y trasnacional (aunque aparentemente multipolar, pero desde luego no multilateral), incluyendo las esferas no económicas (desde la educación y salud hasta el arte la ciencia, la historia, arquitectura y arqueología, etc.), y no sólo por la colusión de lo económico con lo político (oligarquía financiera), sino por la pretensión de reducirlo todo a lo económico, haciendo así tabla rasa de los distintos planos de la realidad social, banalizando la complejidad de la vida en torno a la razón costo/beneficio y la tasa de retorno del capital invertido; supeditándose formal y realmente al movimiento del capital global y su autovalorización, y no sólo como una mera analogía.

Se trata pues del apoderamiento de la naturaleza, en primer lugar. La sumisión   brutal de la naturaleza al capital, que se ha logrado gracias a los “avances” de la “ciencia” al servicio de sus amos, arrasando el planeta-tierra; se trata ahora así, de someter las leyes de la evolución[1] al interés de la crematística (quinta esencia del neoliberalismo), siendo ésta la expresión ideológica más nítida de este capitalismo tardío; tardío, pues debió  haber sido sustituido por un sistema superior; mas ello no ocurrió[2], y de ahí la “obsolescencia del marxismo”[3].

El capitalismo en esta (tercera) fase,[4] puede representarse como una hoguera cuyo fuego alimenta el espíritu de la codicia universal; y el enriquecimiento desmedido que se traduce en el consumismo configurado como la perversión del hedonismo postmoderno inoculado en todas las clases y estratos de la sociedad. Y con él, el  extensionismo del mercado a las esferas que anteriormente se hallaban fuera: lo sagrado se profana (Heidegger). El capital en su función meta-semántica se impone a la realidad material.[5]

Aparecen así los 7 (pecados) capitales de la Bestia neoliberal: el capital natural, técnico, económico (que incluye el mercado de dinero, de trabajo y de mercancías), político, social, cultural y humano.
Un segundo nivel de análisis del capitalismo tardío, puede destacarse en el ámbito de los países llamados emergentes, donde la fuerza catalizadora del Estado para el advenimiento de la sociedad moderna-postmoderna, aparece ahora como mera subsidiaria del comando privado transnacional.

De esa forma, no funciona la curva de J. Boyce[6] ya que, en vez de que con el crecimiento económico el incremento de la contaminación se vaya aminorando a la larga, lo contrario ocurre en los países subdesarrollados pues, habitualmente,  el incremento de la contaminación se encuentra asociado a un incremento del impacto ambiental negativo sustantivado mediante las empresas trasnacionales en estos países, dadas las normas más laxas (en comparación con sus países de origen) en materia de contaminación que ahí existen; lo que convierte en una ventaja competitiva.

Y es que el “derecho a contaminar” no puede ser un pretexto para renunciar a las obligaciones de cubrir y prevenir el daño ambiental, mediante un impuesto único y a la vez diferenciado (en proporción al daño). Menos aun, en la actual fase post-kyoto, donde la desregulación y el despiporre prevalecen.

La modernización tardía

Para el análisis de una modernización (que involucra la estructura social de los pueblos) tardía se precisa ubicar “el análisis concreto de una situación concreta” (Lenin) o, más elegantemente, ubicar el crontopo[7] del sujeto (comunidad histórico-natural) de habla y del acto; éste debe verse en el contexto espacio-temporal, incluyendo los anacronismos, acronismos y la crónica de los nuevos hechos eco-sociales.
De entrada, hay que señalar que el nivel espacial debe distinguirse cualitativamente del temporal, así como de la sociabilidad y de la relación con el ambiente (entendido como una realidad compleja, multidimensional) que involucran. En este contexto, por ejemplo, la lucha contra el cambio climático se hace en beneficio  básicamente de los países avanzados.

Por lo tanto, en un mismo espacio se tienen tiempos distintos (intertemporalidad); lo que se traduce en la diversidad de tipos de producción (Lenin). Pero también, en un mismo tiempo, espacios distintos (que incluye la desterritorialización y reterritorialización).[8]

Y a lo anterior pueden añadirse algunas variaciones determinadas por otros  factores, que son desde luego indispensables para el análisis de las sociedades dinámicas y cambiantes.

En suma habrán de considerarse 4 elementos para el análisis de la modernización tardía: 1. Lo tardío (significando lo temporal) hace referencia a un acontecer en un mismo espacio y en un tiempo diferente 2. Pero a la vez, en un mismo tiempo y en un distinto espacio (espacialidad); 3. Además, hay que adicionar la sociabilidad, la cual  implica que en un mismo tiempo y en un mismo espacio varían las formas de relacionarse entre los seres humanos, que en el neoliberalismo se sustentan en la destrucción del tejido social; 4. Finalmente, un cuarto punto, incluye la forma de la naturalidad (relación humano-naturaleza, la cual puede ser biocéntrica, antropocéntrica o ecocéntrica).

En relación a lo primer punto (intertemporalidad) hay que reconocer que se ha llegado tarde al desarrollo; en el segundo (interespacialidad)  no sólo llegamos tarde, lo que ocurre fue que el espacio construido constituyó un territorio dominado por otros (extraterritorialidad); o bien que no se ha logrado romper dicho dominio como ocurrió con USA y China, India, etc.

En el tercero, se manifiesta la  reiteración de una modernización fallida. Y, en el cuarto punto, se impone el fortalecimiento del modelo depredador en relación con natura.

Lo anterior no es más que un resultado de la dialéctica que se dibuja a través de las coordenadas: Naturaleza, Especie humana, Sociedad, Cultura (y como resultado, el centro: la persona humana).

Atraso y progreso frente a la modernización

Entonces lo tarde en el tiempo, implica un espacio redoblamiento succionado y la prevalencia de sociedades y mentalidades tradicionales. Por lo tanto, en el capitalismo tardío, se vive otro tiempo: México encapsulado en un estado larvario, aunque germen de una nueva civilización y crisol multi e intercultural.

Simultáneamente, en un mismo espacio se vive el desenvolvimiento de las leyes del atraso junto a las del progreso, y su desenlace que es una triple crisis que incluye: la del atraso, del progreso y la de la transición (tanto a la vieja como a la nueva civilización).

Resolver el trilema descrito implica pasar de la dependencia a la autodeterminación y a la soberanía; implica el diálogo ininterrumpido y la liberación de las fuerzas humano-naturales,[9] hoy bloqueadas por el doble dominio sobre el hombre y la naturaleza que ejerce el capital.

En realidad, la coincidencia con los países del capitalismo tardío (al este del río Elba), es consecuencia de la “segunda servidumbre”[10] en la Europa oriental, cuya semejanza con lo ocurrido en Latinoamérica y México es asombrosa.[11]

Por lo tanto, no es tanto una modernidad tardía puesto que los aconteceres presentes del neoliberalismo, no son más que una continuación de los mecanismos de la acumulación primitiva[12] que están presentes, desde los orígenes, hasta el final del capitalismo y de la misma civilización occidental que los sustenta. De ahí que la expresión de R. Luxemburgo[13] de una “acumulación primitiva permanente”, siga más que vigente. En ese sentido, no hay nada nuevo bajo el mar del capitalismo. Empero, lo nuevo es que ya no es el socialismo convencional la única alternativa sino que la opción, aunque se funda en la propiedad social como hegemónica, implica la presunción de una coproducción con la naturaleza[14] y una diversidad de posibilidades enmarcadas en el contexto de una sociedad alternativa; ya no moderna o postmoderna.

La modernización y el desarrollo sustentable

Por ello hay que ubicar el desarrollo sustentable en cuatro escenarios:
1. La sociedad tradicional (modernización alternativa);
 2. La sociedad Moderna;
3. La posmoderna y
4. La alternativa
Hay que agregar que, en los cuatro, las políticas públicas de modernización tardía, debieran tener el propósito de cubrir el daño socioambiental.

El resultado a que se llega, es una amalgama entre lo moderno de los países dominadores, y el atraso de los dominados (y al interior de ambos), que deriva de los obstáculos a la modernización, como es la presencia de las sociedades tradicionales, que en el marco de un modelo y sociedad alternativa no tiene por qué sucumbir ante los embates de las corporaciones, ya que ambos procesos están gobernados por fenómenos distintos, aunque al fin y al cabo, integrados al afán de involucrar el planeta entero y su evolución bajo un régimen basado en la voracidad  pura del capital o bien en la liberación de éste.

Más bien, lo “tardío” es darse cuenta demasiado tarde de que el sistema mundial engendra una trampa[15] para los países que se afanan andar por un  sendero que responda a sus respectivos pueblos.

Políticas públicas de modernización

Es necesario distinguir los rasgos del atraso de los del progreso, en el proceso de modernización económica y política de nuestras sociedades. Esto es fundamental para el establecimiento y orientación de las políticas públicas enfocadas a la sustentabilidad.

Los rasgos del atraso exigen: absorber los excedentes de fuerza de trabajo, mediante una política de empleo factible y remunerada adecuadamente (ya que sin ello es imposible edificar una industria que sea competitiva), principalmente mediante un incremento de la productividad social del trabajo, y no como ocurre en los tratados de libre comercio (TLCAN), fincados en la pobreza de los trabajadores industriales y agrícolas, así como de los productores rurales tradicionales; generar una industrialización eco-apropiada, lo cual afincarse en actividades que conecten el ciclo del capital industrial con  los ciclos de la naturaleza.

Los rasgos del progreso implican: implantar una nueva tecnología, pero que sea capaz de aumentar y no restar empleo a su gente. Y es que, si bien el cambio tecnológico reduce el empleo, a la vez lo puede aumentar en términos absolutos y siempre que existan las políticas públicas ad hoc. Sólo que ahora en el modelo  vigente en nuestros países, el empleo se reduce en términos relativos pero también absolutos (aun con maquiladoras y agroindustrias subsidiarias de las trasnacionales). Ello implica la necesidad de una nueva industrialización, que reduzca los desechos, los recicle y coadyuve a su más rápida degradación (biológica, física o química); y permita efectivamente ahorrar los “recursos naturales” (tendencialmente más devastados que  en los países del Norte), al tiempo que posibilite incrementa el “capital natural”, o mejor dicho, que se creen condiciones para la regeneración de los ecosistemas planetarios.

Modernización alternativa o alternativa a la  modernización

Como se ve, son contradictorias ambas situaciones (superar el atraso y acelerar el progreso); las cuales generan políticas públicas contrapuestas pero que pueden complementarse siempre y cuando se tenga una visión de un desarrollo que sea alterno, mas no fincado en los límites de una “economía descalza”[16]; y que simultáneamente pretenda resolver las deficiencias de políticas que no corresponden a la realidad sino a un modelo ideal. Todo lo cual tiene como aspecto central el generar o bien adaptar la tecnología a la realidad y no a la inversa. Y asimismo, consolidar los mercados regionales con América Latina y reestructurando nuestra relación con el vecino del norte.

El problema de fondo es entonces (tanto en el largo como en el corto plazo): ¿Cómo resolver el atraso y el acceso a la modernización (económica y política) simultáneamente; y con los menores costos infligidos a la población y al ambiente natural; y, al mismo tiempo, en una ruta caracterizada por la sustentabilidad?
La respuesta está en entender que las políticas de choque son indispensables para el gran capital y la sociedad a la vez; pero ¿podrá la sociedad dirigir la gran transformación allanando el camino hacia la solución de sus propias demandas, que no deben confundirse con el mero interés empresarial de mejorar sus entradas a despecho de las pérdidas que ocasionan a la sociedad?

Así pues, la opción aquí es: impulsar una modernización alterna o bien avanzar hacia una transición civilizatoria en la que se retome la convergencia entre países A y B; construyendo de esa forma una sociedad alternativa y no meramente posmoderna.

Empero, es evidente que plantear modernización cuando el mundo está más allá de ésta, constituye un equívoco producto de la obsecuencia a los dictados de quienes generan las ideas que consume la periferia de los centros trasnacionales, expresadas en los modelos basados en la hiperurbanización e hiperconsumismo (rodeados éstos de un mar de pobreza y marginación).

Por lo tanto, el modelo dicotómico el de los países como México, supone responder a la siguiente interrogante:
¿Como combatir la pobreza (y la extrema riqueza) y a la vez la destrucción de los recursos naturales? Y, simultáneamente, con un suficiente y apropiado crecimiento económico que resuelva problemas tanto ancestrales como los que permitirían una mayor desarrollo, fincado en tasas de inversión mayores, lo que requiere restructuración no sólo de las políticas públicas sino de las empresas privadas que deberían suscribirse al esquema de la responsabilidad eco-social.
El problema no es por tanto sólo el de la pobreza (que en gran medida es un problema de percepción pues ésta tiene que ver con la envidia más que con la satisfacción de las necesidades) sino de la forma de la generación de la riqueza. Por tanto, debieran aplicarse políticas que no sean incompatibles entre sí. Como por ejemplo, reducir la pobreza, aumentando la pobreza a la vez; reforestar pero aumentando la depredación en otras áreas, etc. Ello supone abandonar el enfoque unidireccional (ahora fortalecido por la teoría de sistemas) por uno de tipo orgánico, es decir multidireccional pero bifacético: en pocas palabras, basado en el principio de compatibilidad: reducir  la pobreza pero a la vez la extrema concentración de la riqueza; restaurando ecosistemas, pero aumentando su conservación y reduciendo la tala, etcétera.
Pero otra pregunta puede aquí formularse: ¿cómo romper el círculo de la modernización tardía donde la forma de generar riqueza  (basada en la extrema pobreza y en los salarios de hambre que compiten con países antes pobres, y ahora no tanto, como China y la India; mientras que México no ha sabido aprovechar su principal ventaja que es la cercanía con USA, lo cual implicaría el impulso mucho mayor en términos absolutos de la composición orgánica de capital y no con el esquema de maquiladoras) genera  a la vez más pobreza, tanto humana como natural?

La solución para estos países es atacar simultáneamente la pobreza con la destrucción de los recursos naturales; para ello debe abandonarse la idea de que ello sólo es posible con una mayor adicción a los fines y metas de la empresa privada frente a cualquier regulación económica y social.[17]

En consecuencia, se requiere de más empleo, siempre que ello implique mejor retribución y mejor apropiación de la naturaleza; mejores tecnologías para generar empleos (lo que supone una composición orgánica del trabajo mayor, basada en lo que los postmodernos llaman “sociedad del conocimiento”). E incluye además: La administración y generación del cambio tecnológico propio frente al cambio climático, el impulso a los mercados locales y regionales; propiciar sistemas de financiamiento apropiados a distintas escalas.

Conclusión

En suma: el pensar local actuar global, y a la inversa, debe permitir elevar el bienestar y  reducir a la vez el atraso de las sociedades pero en el marco de un desarrollo no depredador. En este terreno, es evidente que no sirve de nada la retórica negativa de la sustentabilidad, cuando se funda en un ambientalismo que no desmonta la depredación. Entonces, la única solución posible es  aquélla que se funda en un desarrollo compatible puesto que una sustentabilidad sustantiva, para serlo, debe anclarse en la sustentabilidad (perdurabilidad) planetaria y alimentaria: alimentar al planeta antes de que sea demasiado tarde; invertir el término recibir para dar, por su contrario: dar para recibir. Y lo anterior implica convertir las incompatibilidades  fundantes de la sociedad moderna y posmoderna en compatibilidades tanto en la relación con la naturaleza como, desde luego, en la sociabilidad espacio-temporal concreta.

Al mismo tiempo, deberá aplicarse un enfoque transcivilizatorio, policéntrico, multi-racional y basado en el pluralismo conceptual y metodológico; esto permitirá avanzar hacia una sociedad alternativa, temprana o embrionaria, mediante un desarrollo compatible hombre/Natura/Sociedad/Cultura.

En este sentido, las principales problemáticas de un país en el marco descrito, y en el contexto de la transición civilizatoria, serían las siguientes:

La condición sine qua non es parar el modelo depredador y al mismo tiempo  impulsar un modelo alterno basado en la salud planetaria y en la calidad, no en el incremento del nivel vida,[18] para construir la nueva civilización.

La pobreza es un obstáculo pero también puede ser un resultado de la sustentabilidad, por ello  es necesario optar por la expansión de las estrategias de supervivencia  y discutir si el  desarrollo sustentable se convierte en un instrumento de la depredación y del Imperio.

Destacar las limitaciones de un desarrollo sustentable que no coincide con las necesidades y visos de  solución desde los pueblos. Por ello la extrema pobreza y extrema riqueza son un obstáculo para ello en países atrasados y avanzados.

La segunda servidumbre representó un carácter regresivo de los modelos de desarrollo capitalista.[19] Entonces la causa de fondo del atraso, específicamente  en nuestro país, se encuentra en la falta de un modelo nacional propio.

Reconocer la importancia de la agricultura; negada por los neoliberales que sólo ven las leyes del progreso y no del atraso (menos de la transición)

Terciarización orgánica e inorgánica. Aquí debe distinguirse en un sector servicios integrado a la reproducción eco-social y no como un ente aislado; ello implica reconocer el papel prioritario del sector primario y secundario, obviamente no desde el punto de vista sólo cuantitativo sino cualitativo.
Combatir ambas pobrezas, rompiendo la atadura de un desarrollo sustentable, basado en niveles crecientes de pobreza, lo cual a su vez refuerza evidentemente la depredación (tanto humana como natural) y la generación de una riqueza que no cubre el daño ambiental.

Conjuntar economía con la conservación de los ecosistemas y no a la inversa: es decir, conservar la economía rentabilizando la ecología.

Producir-distribuir es la clave y simultáneamente: recuperando a los pequeños productores, la asociación de todo tipo de productores y la revaloración del trabajo; educar al trabajo empresarial con una visión de respondibilidad transcivilizatoria; democratizar bajo los consejos verdes, basados en la democracia indígena no sólo en materia de consensos sino de alternancia.

Por lo dicho, suele ocurrir que el desarrollo sustentable se traduzca como una como fase  actual del capitalismo, un nuevo imperialismo (interno y externo). Y fincado en la absoluta fetichización y mercantilización de la naturaleza, todo ello como producto del hechizo de la tecnología.

Finalmente, las opciones se encuentran entre: modernidad tardía, posmodernidad o bien sociedad transcivilizatoria y alterna. El capitalismo tardío bien puede hundirse en el subdesarrollo (Luxemburgo) o salir de él (Lenin): ambas situaciones son ciertas y reflejan los hechos reales, aun en el contexto presente.

Para México, es necesario partir de la constatación de que el monopolio económico determina al político y a la inversa; por ello, suprimir este doble monopolio es una precondición para avanzar hacia la superación de una modernidad tardía y también de una posmodernidad temprana; y encauzarse así hacia un modelo  económico y político alterno basado en la autodeterminación y autonomía de los pueblos.


Notas

[1] Jungk, en Passmore, 1997
[2] Ya que no se supo aplicar el método de Marx al capitalismo, limitándose a repetir la doctrina sea de manera oficial u oficiosa
[3] Marcuse, 1969
[4] Mandel, 1979
[5] O’Connor, 1993
[6] 2003
[7] Bajtin, 2000
[8] Biagni, 2006
[9] “desarrollo de las fuerzas productivas”
[10] Marx, 1974
[11] además de  contemplar las particularidades que hacen referencia a la unión primer/tercer mundo; y a la unión este/oeste, presentes en nuestro país
[12] Marx, 1974
[13] 1969
[14] Bookchim, 1979
[15] Goldsmith, 2000
[16] Mc. Neef, 1982
[17] Acot, 2006
[18] Naess, 1998
[19] en México principalmente, pero también en Latinoamérica, mediante el binomio hacienda-peón; agroindustria-peón

Bibliografía

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Manfred Mc-Neef, El desarrollo a escala humana: una opción hacia el futuro, Fundación Dag Hamarksjold, Costa Rica, 1982.
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John Passmore, “El hombre como déspota”, en T. Kwiatkowska y Jorge Issa, Los caminos de la ética ambiental, UAM/Plaza y Valdés, México, 1997.
http://www.pacarinadelsur.com/