Juan María
Alponte | Escribo este texto cuando la prensa francesa
anuncia que la ultraderecha fanática de los Le Pen, el padre y su hija, el otro
bastión del líder nazi, pueden contar con una notable cosecha electoral. La
crisis, una vez más, contrariamente a la leyenda, favorece a la derecha. Es una
huida, alzada, iracunda, sobre el desaliento político y la corrupción de los
políticos que se creen banqueros. En 1855 era el séptimo año que Karl Marx
vivía en Inglaterra. Rechazado por la Revolución de 1848 no tuvo otra opción
que asumir que el único poder liberal de Europa le admitiría sin problema
alguno. Le iban a esperar años, alineados y alineantes, años de miseria y el
socorro económico de Engels. Los hijos de Karl Marx y de Jenny von Westphalen,
con derecho al título de baronesa, morían casi de hambre. Un momento de esperanza
llegó a la familia Marx cuando el diario ‘New York Tribune’ (200,000 mil
ejemplares en aquellos días) de Nueva York le hizo una proposición para
colaborar en el gran diario de Horace Greeley.
Marx no escribía en inglés y trasladó a Engels la
encomienda. Durante un año, nos dice Francois Giroud en una notable biografía
de Jenny Marx, Engels escribió dos artículos semanales que envía a Marx y que
éste transmitía al diario estadounidense. Engels fatigado de un año obliga a
Marx a que escribiera, él mismo, en inglés los artículos. Le pagaban, primero,
una libra por artículo y después dos libras. El dilema era serio. Ese trabajo
periodístico, ayudaba a los Marx […] a salir
de agudos problemas económicos, pero paralizaba el trabajo fundamental de Marx. Las dificultades económicas eran graves. Yo he comprado en Londres, en una librería de viejos textos, un libro muy curioso. En efecto, es una especie del periplo marxiano en Londres. Cuando recibían una pequeña herencia abandonaban los apartamentos miserables de la capital inglesa y elegían sitios honorables hasta que el dinero se acababa.
de agudos problemas económicos, pero paralizaba el trabajo fundamental de Marx. Las dificultades económicas eran graves. Yo he comprado en Londres, en una librería de viejos textos, un libro muy curioso. En efecto, es una especie del periplo marxiano en Londres. Cuando recibían una pequeña herencia abandonaban los apartamentos miserables de la capital inglesa y elegían sitios honorables hasta que el dinero se acababa.
De un tío de su esposa, Heinrich Georg von Westphalen
recibieron 100 libras esterlinas (250,000 francos de la época). Unos meses de
esplendor. El capital no engaña, pero hay que vivir en estado de alerta. La
situación traumática no impedía a Marx tener un hijo cada año. En el séptimo
embarazo de su esposa, en condiciones económicas precarias, podía haber hecho
suya una de sus profecías sociales: “El
lecho de la miseria es el lecho de la procreación”. Pequeñas herencias,
momentos felices y mejores viviendas. Finalmente el empresario textil que era
el oficio, próspero, de Engels en Inglaterra le permitió pasar una pensión a la
familia Marx.
El ingreso del diario “Tribune” se interrumpió. Marx había
entregado al diario estadounidense 321 artículos; 104 escritos por Engels. Las
dos hijas de Marx eran brillantes y bellas, hablaban varias lenguas y querían
trabajar a toda costa. No era fácil convencer al padre. El padre, a su vez,
entregó el manuscrito “El Capital” a un editor alemán. A los 67 años, en 1881,
moría Jenny, la esposa de Marx. El día de su entierro, nos dice, lúcido y
grave, Francoise Giroud, Karl Marx de 63 años “estaba ya perdido”. Muy enfermo,
el médico le prohibió abandonar la cama para acompañar los restos mortales de
su esposa al cementerio. Es una aventura humana que corta el aliento. Dos años
después moría Karl Marx.
En 1910 Lenin y su esposa, Nadia Kruspkaya, visitan en
Francia a la hija de Marx, Laura, casada con el socialista Paul Lafargue que
viven gracias a la generosidad del empresario textil, Engels. Al año siguiente
Paul Lafargue y Laura Marx se suicidan. En la ceremonia mortuoria es Lenin
quien hace el elogio funerario de la pareja. Vivía, entonces, su exilio en
París. Yo he estado en su piso. Lumbre y pasos en la nieve. En mi libro ‘Lenin
Vida y Verdad. Esclarecimiento de una Época’, Editorial Grijalbo-Mondadori,
México 2002, dedico el capítulo 6° al suicidio de Paul Lafargue y su esposa
Laura Marx. Lenin para redactar su “Materialismo y Empirioriticismo” había
leído, entre otros libros, un texto de Lafargue titulado “El Materialismo de
Marx y el Idealismo de Kant”. Lenin y su esposa, al saber la impresionante
noticia del suicidio de los Lafargue (vivían a unos 25 kilómetros de París) se
presentaron inmediatamente (pasaba su exilio en París) en la casa de los
suicidas. En París vivía otra hija de Marx, Jenny. Se había casado con Charles
Longuet. El cuerpo de Lafargue, con Lenin presente. Fue velado en la sede del
Partido Socialista francés. Lenin acompañó el doble féretro de Lafargue y la
hija de Marx entre las banderas rojas de la Internacional en un día lluvioso y
helado de diciembre. Lenin hizo un discurso de homenaje a Lafargue y a su
esposa. En el duelo Lenin, digo en mi libro, fue acompañado por su esposa Nadia
Krupskaya e Inessa Armand que fue un amor claro y revelador de Lenin. La
existencia juega a las esquinitas con los seres humanos. La vida, nada
complaciente, convirtió el año de 1911 en el año, por tanto, del suicidio,
doble, de Lafargue y Laura Marx.
Otra hija de Marx, Eleanor, también se suicidó. Se casó,
contra el criterio de Marx con un miembro de la Comuna de París. Catástrofe de
contradicciones que implicaban, al tiempo, la esperanza y el delirio, la muerte
inequívoca y la vida misteriosa. Cruzadas, ambas, entre sí, como una madeja de
viento y de sangre que, a veces, no siempre, nos permite parlamentar, en el
silencio sobrecogedor de la memoria, con la certidumbre del amor anhelante y
siempre aleccionador. En la tumba, con una misma piedra tumbal, se inscribieron
las últimas líneas del nunca jamás: “Jenny von Westphalen, la amada esposa de
Karl Marx, nacida el 12 de febrero de 1814, muerta el 2 de diciembre de 1881”.
En la piedra ardiente del amor se inscribía un epitafio paralelo. “Y Karl Marx,
nacido el 5 de mayo de 1818 y muerto el 14 de marzo de 1883”. Un soplo de aire
ardiente, como la brasa de los desiertos de arena y sangre, se depositaba en
unas palabras que permitían adivinar lo infinito. Se decidió que Helena Demuth,
“regalo” patriarcal de los von Westphalen a la pareja Jenny von Westphalen y
Marx cuando se casaron y que los sobrevivió hasta el 4 de noviembre de 1890 fue
enterrada con la pareja. Helena Demuth también fue parte, como el fuego y la
nieve, de la inverosímil potencia de la existencia. En efecto, Helena Demuth
quedó embarazada en la casa de los Marx. Engels declaró, sin más, que el hijo
de Helena Demuth era suyo. Ya muerto, Marx, Engels confesó a las hijas de Marx
que el hijo de Helena Demuth era hijo de Karl Marx. En el círculo concéntrico y
apasionante del vivir sólo cabe registrar la potencia de la vida y el poder,
asombroso, de cada existencia humana. El autor de “El Capital” vivió no para
ser ejemplar, sino para revelar que todo es posible, hasta lo imposible.