Carlos Berzosa | Maurice
Dobb (1900-1976) es uno de los más relevantes economistas marxistas del siglo XX, si no el que más. De hecho, Mark
Blaug (1985) en su libro sobre los grandes economistas desde Keynes, de los
cien que tiene en cuenta, solamente hace referencia a Dobb entre los marxistas.
A su vez, Paul Sweezy (1980) lo pone de manifiesto cuando escribe la recensión
sobre el libro Teoría del valor y de la distribución desde Adam Smith (1973):
“Hay ciertos libros que podrían haber sido escritos por cualquiera de una serie de autores similarmente competentes sin que el resultado final se viera afectado en mayor medida. La obra que aquí nos ocupa no pertenece a esta categoría; sólo Maurice Dobb podría haberla escrito. Y el motivo es que no existe nadie similarmente competente. Dobb es un fenómeno único, un marxista que al mismo tiempo es un producto genuino de la Escuela de Cambridge. Si alguien me replica que ambos extremos son contradictorios, no podría más que estar de acuerdo. Pero como sabe muy bien todo marxista, las contradicciones existen en la realidad y no sólo en la mente, y Dobb es un ejemplo vivo de ello”.
Estudió en Cambridge entre 1919 y 1922 y luego
completó su formación hasta 1924 en la London School of Economics. Su tesis de
doctorado, dirigida por Edwin Cannan, se ocupaba de la teoría de la empresa
capitalista, ‘Capitalist Enterprise and Social Progress’ (1925); en ella
proponía una
conciliación entre la teoría marxista de la plusvalía y la teoría
marshalliana. Fue “lecturer” en la facultad de Economía de
Cambridge desde 1924 y desde entonces estuvo vinculado a esta universidad como
“lecturer” y “fellow” toda su vida académica.
El escrito que publicamos aquí es el capítulo “Las crisis
económicas” del libro ‘Economía Política y Capitalismo’ (1937). Antes de la
publicación de este libro ya había escrito varios otros, aparte de la tesis
doctoral. Pero entre la obra que nos ocupa y la que he mencionado anteriormente
hay 36 años. En este periodo Dobb publica numerosos libros y artículos
realmente significativos. En sus obras aborda problemas teóricos y análisis de
la realidad más concreta. La temática que aborda es muy amplia y va desde
estudios históricos sobre el desarrollo del capitalismo, teóricos sobre
marxismo y el pensamiento económico, la economía del crecimiento y la
planificación, el socialismo soviético, hasta análisis sobre las causas del
subdesarrollo. Resulta imposible hacer mención a todos ellos, pues aparte de
los dos mencionados, conviene destacar ‘Estudios sobre el desarrollo del
capitalismo’ (1946), tanto por la capacidad histórica de su análisis, como por
la polémica que se produjo sobre la transición del feudalismo al capitalismo, y
que fue muy enriquecedora. La controversia se desató a raíz de una crítica que
hizo Paul Sweezy y en ella intervinieron historiadores británicos, como
Christopher Hill y Rodney Hilton, franceses, como Albert Soboul y George
Lefevre, y un japonés, Kohachiro Takahashi.
El interés que puede tener la recuperación de este trabajo
que aquí se publica es que está elaborado en un momento en el que la Gran
Depresión de los treinta golpeaba a la economía de todos los países, pero sobre
todo a la de los países desarrollados. En consecuencia con estos hechos, se
producía dentro de la economía académica un gran debate acerca de qué es lo que
se podía hacer para combatir la crisis tan dura y tan prolongada que estaba
teniendo lugar. Por un lado, se encontraban los partidarios de la intervención
estatal para atajar el grave problema del desempleo, principalmente Keynes,
pero no solamente él, pues como ha puesto de manifiesto Gilles Dostaler (2005),
hubo otras aportaciones. Así, considera a los economistas asociados a la
corriente institucionalista en los Estados Unidos, comenzando por su fundador
Thorstein Veblen a comienzos de siglo, que han elaborado análisis muy próximos
a los de Keynes, y en los que este último sin duda se ha inspirado. Fueron
ellos los que han sido los consejeros del presidente Roosevelt, los economistas
del New Deal. Los seguidores de Knut Wicksell, otro de los inspiradores de Keynes,
los miembros de la escuela de Estocolmo, Myrdal, Lindahl y Ohlin,
propusieron, en los años veinte, tesis próximas a la teoría de la demanda
efectiva y del multiplicador. Ellos fueron los arquitectos del Estado del
bienestar sueco puesto en marcha en el comienzo de los años treinta. En 1933,
Michal Kalecki, un economista polaco, inspirado en Marx y Rosa Luxemburgo,
propone un modelo conteniendo, de manera sucinta y formalizada, lo esencial de
la Teoría General de Keynes.
Por otro lado, estaban los que consideraban que la
intervención no tendría ningún efecto, entre los que se encontraban
Chamberlain, Robbins, Schumpeter y Hayek, fundamentalmente. Hay varios libros
que dan cuenta de este debate, pero últimamente han visto la luz en castellano,
los de Sylvia Nasar (2012) y Wapshott (2013), en donde el lector interesado
puede encontrar referencias sobre la polémica, que hoy adquiere cierta
actualidad.
De todos modos, en el escrito de Dobb no hay referencias ni
a la realidad de la Gran Depresión, ni al debate que se había producido entre
los académicos, sin que se llegara a un consenso. Dobb se mueve en un plano
teórico en donde trata de rescatar el pensamiento de Marx sobre las crisis.
Para ello penetra en las contribuciones que se habían dado en sus predecesores,
así como en las diferentes posiciones que se habían producido acerca de la
crisis entre los que se consideraban seguidores de la teoría marxista. Hay
solamente una pequeña mención a Keynes y Kalecki para referirse a la tendencia
decreciente del tipo de ganancia a medida que aumenta el equipo de capital, lo
que desempeña un papel prominente en las teorías recientes de estos autores
sobre el ciclo económico. Para conocer la visión de Dobb sobre la crisis hay
que acudir a Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. El interés que tiene
la publicación de esta contribución de Dobb responde a varias razones. Una de
ellas es la importancia que tiene para entender las crisis económicas el
hacerlo desde un planteamiento teórico que trate de desvelar las causas que las
han originado. Esto resulta básico, pues no solamente sirve el describir los
efectos y las consecuencias que se derivan de un cataclismo económico de esa
naturaleza, sino que, desde la visión de los científicos sociales, se debe
profundizar en las raíces subyacentes que han provocado el declive de la
actividad económica. En este sentido, Marx es un filón importante para
comprender mejor las causas de las crisis. Este rescate de Marx que hace Dobb
es otra de las razones importantes, hecho además desde la solvencia académica.
Este planteamiento contrasta con el realizado por la ciencia económica
convencional, y sirve de contrapeso a las disputas existentes en los años
treinta.
El material que aquí se aporta sirve, por tanto, para
enriquecer la reflexión y el conocimiento de un fenómeno que resulta complejo
abordar como es el surgimiento y desarrollo de las crisis. Sin un análisis
marxista acerca de las crisis el debate de los años treinta se encuentra
mutilado. Esta contribución de Dobb es sin lugar a dudas lo mejor que se
escribió en aquellos años, desde una perspectiva marxista, pero que además
ofrece un conocimiento sobre los clásicos extraordinario.Hay que tener en
cuenta, además, que desde el marxismo apenas se hicieron contribuciones
teóricas significativas en estos años. Los estudiosos de la obra de Marx se
encontraban, por lo general, alejados de la academia, siendo Dobb una de las
excepciones. Pero, por si fuera poco, tras la plétora de estudios que se
hicieron a principios de siglo, en los que se trataba de dar cuenta de la fase
del capitalismo de aquellos años- el capitalismo financiero, el imperialismo, las
crisis, y la acumulación originaria en el socialismo- en la década de los
veinte todo se apagó y no hubo aportaciones originales de los que se
consideraban discípulos de Marx. Hay una excepción que es la de Henryk
Grosmann, que publicó La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema
capitalista, que apareció en la víspera de la Gran Depresión de los años
treinta. Pero poco más, como fue en 1926 la de Fritz Stenberg sobre el
imperialismo, y la de Natalia Moszkowska, que en un breve libro escrito en 1935
sobre las teorías marxistas sobre las crisis, critica a los dos autores
mencionados. Se puede encontrar una síntesis de las contribuciones a la
economía de los marxistas en Berzosa, C. y Santos, M. (2000).
En el ensayo sobre las crisis, Dobb plantea en el primer
párrafo que, para Marx, la aplicación más importante que puede hacerse de su
teoría es, sin duda alguna, el análisis de la naturaleza de las crisis
económicas. Por otra parte, era evidente, como plantea más adelante, que Marx
considera las crisis, no como desviaciones incidentales de un equilibrio
predeterminado, ni como el abandono veleidoso de un sendero establecido al que
había retornar sumisamente, sino más bien como una forma dominante de
movimiento que forjaba el desarrollo de la sociedad capitalista. Estudiar la
crisis significaba, por eso mismo, estudiar la dinámica del sistema. Esta idea
inicial ya le separa claramente de los analistas académicos. A su
vez, como en Marx no hay un tratado sistemático de las crisis, de modo que en
su extensa obra aparecen apreciaciones que pueden dar lugar a interpretaciones
diferentes, que ponen el acento en un factor u otro como desencadenante del
declive, resulta muy ilustrativo seguir su razonamiento en la crítica que hace
sobre todo a las teorías del infraconsumo. En este caso, se centra en Rosa
Luxemburgo, como muy representativa de esta tendencia dentro del marxismo,
aunque también menciona contribuciones anteriores a Marx y posteriores de
autores que no son marxistas.
Afirma que, a pesar de que hay párrafos en la teoría de Marx
que pueden inducir a esta interpretación, así como que el propósito de la
producción, hay que suponerlo, es el consumo, la verdad es que su teoría no es
una teoría del infraconsumo. Aunque, es evidente, asimismo, que estaba lejos de
atribuir al nivel de consumo una influencia insignificante como un factor
límite a la realización de la ganancia. Su apuesta, entre las diferentes
lecturas que se pueden hacer sobre la concepción de Marx sobre las crisis, es
por la explicación que centra en la tendencia decreciente de la tasa de
ganancia las causas del surgimiento de las mismas: “Parece claro que Marx
consideraba esta tendencia decreciente del tipo de ganancia como una importante
causa subyacente de las crisis periódicas y como un factor que configura la
tendencia a largo plazo: como una razón fundamental de por qué el procesos de
acumulación y expansión son, por sus efectos, destructores de sí mismo,
teniendo que padecer, por consiguiente, una recaída inevitable”.
La importancia de este análisis, frente al debate que
sostenían los académicos convencionales, es debido a que al considerar que las
crisis son inherentes al desarrollo del capitalismo, no son fruto de una
equivocada política económica, o a interferencias del exterior, o a una
insuficiencia de la demanda efectiva. Esto explica por qué duró tanto la
depresión de los treinta, tuvo consecuencias tan catastróficas, sobre todo para
el empleo y el empobrecimiento que supuso, así como que no se encontraran
remedios eficaces de política económica.Así a mediados de los años treinta,
seis años después de su desencadenamiento, subraya en el libro Estudios: “En el
mundo capitalista como un todo, la recuperación posterior a 1932, cuando se
produjo, fue tambaleante y despareja. El sistema carecía, evidentemente, de la
resistencia que una vez tuviera. A mediados del decenio de 1930, el Economic
Survey de la Liga sólo podía caracterizar la recuperación producida hasta ese
momento como “superficial antes que profunda”; “ella progresa lentamente y de
manera desigual” y (refiriéndose a 1935, seis años después de la crisis de
1929) confesaría que la perspectiva económica era confusa y poco promisoria”.
En estos momentos, en todo caso, no había tenido lugar el impacto de las
políticas del gasto público ni se había publicado la Teoría General. Pero
tampoco se resolvieron los grandes problemas en la segunda mitad de la década.
En realidad, la salida a la crisis de los treinta no estuvo en la política del
New Deal ni en la aplicación de las políticas keynesianas, sino en la segunda
guerra mundial. El gasto público, antes de estallar el conflicto, dedicado al
rearme, fue un estímulo. De hecho, Dobb admite que las recuperaciones que
tuvieron lugar en la década de los treinta se debieron a estímulos de gasto
público. En la Gran Depresión, la puesta en marcha de estas políticas, evitaron
sin duda males mayores pero no fueron capaces de sacar a la economía de la
crisis.
La fecha en la que escribió este trabajo le impide tratar a
fondo el periodo de recuperación de posguerra. En la edición en castellano
agrega un Postscriptum demasiado breve, según sus palabras, que recoge quince
años después de finalizada la gran tragedia. La recuperación económica de
posguerra y el triunfo del keynesianismo, según mi perspectiva, se produjo tras
una gran destrucción de capital y de vidas humanas. Sobre los cimientos de la
catástrofe se restablecieron la tasa de ganancia, el pleno empleo y el consumo
masivo, durante un periodo de prosperidad y auge muy largo. Las posturas
keynesianas triunfaron parcialmente sobre sus opositores en la Gran Depresión,
pero sobre todo en el desarrollo del capitalismo de posguerra hasta la década
de los setenta. Desde la década de los setenta, como consecuencia de otra gran crisis,
el neoliberalismo se impone y se pretende acabar con todo lo que sea keynesianismo.
En las últimas décadas es el triunfo, aunque no en su totalidad, de los
Friedman y Hayek, y otros economistas creyentes del fundamentalismo de mercado
y básicamente antikeynesianos. Este capitalismo desatado nos ha traído, sin
embargo, la grave crisis actual. Pero es otra crisis más del capitalismo, si
bien hay que analizarla en la fase concreta que ha supuesto el desarrollo en
las últimas décadas. Las crisis del capitalismo, sin embargo, no suponen el derrumbamiento del sistema, pero sí deja muchos damnificados a su
paso. No está mal por ello volver los ojos a la historia y al pensamiento
económico para aprender de la experiencia de la evolución del sistema y de los
errores cometidos. Desde esta perspectiva, el recuperar a economistas que
podemos considerar como clásicos resulta fundamental, y Dobb se encuentra por
méritos propios en esta clasificación.
Para saber más de la evolución de su pensamiento conviene
leer Teoría del valor y la distribuciónen la que hace referencia, entre otras
muchas cuestiones, a los debates que se reabren en la década de los sesenta del
siglo veinte y a la intensa crítica que se produjo. Resulta muy ilustrativo el
análisis que hace del sistema de Sraffa, con el que había colaborado en la
edición completa de las obras de Ricardo entre 1948 y 1952, y la defensa que
hace de ‘Producción de mercancías por medio de mercancías’, hasta tal punto que
dice: “Así pues, lo que se concibió como un problema central de la economía
política clásica en los días de Ricardo, ha sido resuelto un siglo y medio
después”. Así, mientras que para algunos marxistas la obra de Sraffa es
incompatible con la de Marx, para él, como para Meek, otro economista marxista
ilustre, no lo es. De hecho señala que el excedente tal como lo concibe Sraffa
tiene el mismo significado que la plusvalía de Marx y el ingreso neto de
Ricardo. En una reseña que hizo Dobb, en The Labour Monthly, sostiene que la
obra de Sraffa ofrece la posibilidad de resolver definitivamente el problema de
la “transformación” de los valores en precios de producción. Para acabar, me
gustaría mencionar el último trabajo que escribió. Se trata del artículo “la
crítica de la economía política” en la obra colectiva Historia del marxismo. En
el prólogo, Hobsbawm, uno de los directores, dice: “Vale la pena observar que
el capítulo sobre Marx economista es el último trabajo escrito por el llorado
Maurice Dobb: en el momento de su muerte no se había mecanografiado totalmente
el capítulo”.En esta aportación Dobb no solamente introduce muy bien a la
teoría de Marx sino que hace referencia a los debatesque se han producido en
torno a cuestiones planteadas por Marx como la “transformación de los valores
en precios de producción”, la miseria creciente del proletariado, y la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Resulta también muy interesante
cierta reivindicación de Rosa Luxemburgo, pues aunque sigue
criticando las tesis del infraconsumo dice: “Es de señalar que la teoría
luxemburguista con su insistencia particular en los “mercados exteriores”,
sirve de nexo entre la teoría marxiana de la acumulación capitalista y la
realidad del imperialismo moderno y ofrece una explicación teórica de este
último. Luxemburgo anticipó, además, las teorías más recientes sobre el papel
del militarismo y de los presupuestos estatales para armamento como instrumentos
para la expansión de la demanda e incentivos a la inversión”. A su vez, considera
que entre las teorías económicas modernas, conocidas en los ambientes
académicos europeos y americanos, la más próxima a la concepción de Rosa
Luxemburgo es la de Michal Kalecki. Fue elaborada en la primera mitad de la
década de los treinta, es decir, prekeynesiana, y es notable sobre todo por dos
aspectos. Por un lado, porque proporciona una explicación en términos
monopolísticos de los orígenes y las tasas de beneficio. Por otro lado, porque
hace depender el empleo global y el producto global de factores relativos a la
realización, es decir de la demanda. Esta teoría la valora positivamente al
plantear que se encuentra bien elaborada desde el punto de vista lógico, de las
crisis económicas y del ciclo económico en términos muy próximos a la
concepción luxemburguiana. Pero frente a otras teorías de economistas (de Sismondi
a Hobson) que habían puesto el acento sobre el subconsumo, la teoría de Kalecki
aborda directamente el problema de la inversión y de las razones de su
periódica y/o crónica inadecuación en el marco de un modo de producción, como
el capitalista, dominado por el estímulo del beneficio.
En Economía política y capitalismo, como ya hemos mencionado,
hace de pasada una valoración positiva de Keynes y Kalecki acerca del ciclo
económico, pero sobre este último lo va a desarrollar más detalladamente en Teoría
del valor y la distribución y en este artículo póstumo. En estas últimas obras
se puede percibir que si bien Dobb se ha mantenido dentro de cierta ortodoxia marxista,
no lo es tanto, pues se muestra abierto a contribuciones de autores no marxistas
por lo que concierne a su valoración positiva de autores como Joan Robinson,
Sraffa y Kalecki. Las últimas palabras de este trabajo son significativas,
tienen mucha actualidad, y las podemos considerar como su testamento. Así al
referirse a la visión que tenían sobre la economía los clásicos y Marx, dice:
“Muchos economistas actuales opinan que ocuparse de semejantes cuestiones es introducir
consideraciones de tipo “sociológico”, extrañas a la esfera propia de la teoría económica: En síntesis, podría decirse que esta postura
señala los límites de lo que tradicionalmente constituye el objeto de la
economía política, es decir, los límites que han sido fijados por la teoría
ortodoxa de los precios. Pero podría, con el mismo derecho, responderse que los
límites de esta última (concebida como análisis matemático de los precios del
mercado) son demasiado estrechos.
Más estrechos que los establecidos por los clásicos, y de
cualquier forma lo bastante estrechos para impedir que el estudio penetre bajo
lo que Marx llamaba la “apariencia” del mercado (en oposición a la “esencia”)
para pronunciarse sobre lo realmente importante y decisivo”. No podían ser más
oportunas estas palabras en estos momentos de crisis económica en la que la
ciencia convencional con su estrechez de miras ha fracasado estrepitosamente,
no solamente para predecir la crisis, sino para abordarla con un grado de
éxito. Al revés, con sus remedios ha empeorado aún más las cosas. La economía
necesita una revisión de sus enseñanzas y entre otras cosas mantener vivo el
pensamiento de economistas clásicos pero lúcidos, aunque también se
equivocaron. Pero tuvieron mucho que enseñar, sobre todo el hacer pensar y
reflexionar acerca de la teoría y con una visión global de los procesos
económicos.
Bibliografía
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Capítulo del libro ‘Economía Política y
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Maurice Dobb