14/10/13

La teoría económica de Maurice Dobb | Las crisis económicas

Carlos Berzosa  |  Maurice Dobb (1900-1976) es uno de los más relevantes economistas marxistas  del siglo XX, si no el que más. De hecho, Mark Blaug (1985) en su libro sobre los grandes economistas desde Keynes, de los cien que tiene en cuenta, solamente hace referencia a Dobb entre los marxistas. A su vez, Paul Sweezy (1980) lo pone de manifiesto cuando escribe la recensión sobre el libro Teoría del valor y de la distribución desde Adam Smith (1973): 
“Hay ciertos libros que podrían haber sido escritos por cualquiera de una serie de autores similarmente competentes sin que el resultado final se viera afectado en mayor medida. La obra que aquí nos ocupa no pertenece a esta categoría; sólo Maurice Dobb podría haberla escrito. Y el motivo es que no existe nadie similarmente competente. Dobb es un fenómeno único, un marxista que al mismo tiempo es un producto genuino de la Escuela de Cambridge. Si alguien me replica que ambos extremos son contradictorios, no podría más que estar de acuerdo. Pero como sabe muy bien todo marxista, las contradicciones existen en la realidad y no sólo en la mente, y Dobb es un ejemplo vivo de ello”. 
Estudió en Cambridge entre 1919 y 1922 y luego completó su formación hasta 1924 en la London School of Economics. Su tesis de doctorado, dirigida por Edwin Cannan, se ocupaba de la teoría de la empresa capitalista, ‘Capitalist Enterprise and Social Progress’ (1925); en ella proponía una
conciliación entre la teoría marxista de la plusvalía y la teoría marshalliana. Fue “lecturer” en la facultad de Economía de Cambridge desde 1924 y desde entonces estuvo vinculado a esta universidad como “lecturer” y “fellow” toda su vida académica.

El escrito que publicamos aquí es el capítulo “Las crisis económicas” del libro ‘Economía Política y Capitalismo’ (1937). Antes de la publicación de este libro ya había escrito varios otros, aparte de la tesis doctoral. Pero entre la obra que nos ocupa y la que he mencionado anteriormente hay 36 años. En este periodo Dobb publica numerosos libros y artículos realmente significativos. En sus obras aborda problemas teóricos y análisis de la realidad más concreta. La temática que aborda es muy amplia y va desde estudios históricos sobre el desarrollo del capitalismo, teóricos sobre marxismo y el pensamiento económico, la economía del crecimiento y la planificación, el socialismo soviético, hasta análisis sobre las causas del subdesarrollo. Resulta imposible hacer mención a todos ellos, pues aparte de los dos mencionados, conviene destacar ‘Estudios sobre el desarrollo del capitalismo’ (1946), tanto por la capacidad histórica de su análisis, como por la polémica que se produjo sobre la transición del feudalismo al capitalismo, y que fue muy enriquecedora. La controversia se desató a raíz de una crítica que hizo Paul Sweezy y en ella intervinieron historiadores británicos, como Christopher Hill y Rodney Hilton, franceses, como Albert Soboul y George Lefevre, y un japonés, Kohachiro Takahashi.

El interés que puede tener la recuperación de este trabajo que aquí se publica es que está elaborado en un momento en el que la Gran Depresión de los treinta golpeaba a la economía de todos los países, pero sobre todo a la de los países desarrollados. En consecuencia con estos hechos, se producía dentro de la economía académica un gran debate acerca de qué es lo que se podía hacer para combatir la crisis tan dura y tan prolongada que estaba teniendo lugar. Por un lado, se encontraban los partidarios de la intervención estatal para atajar el grave problema del desempleo, principalmente Keynes, pero no solamente él, pues como ha puesto de manifiesto Gilles Dostaler (2005), hubo otras aportaciones. Así, considera a los economistas asociados a la corriente institucionalista en los Estados Unidos, comenzando por su fundador Thorstein Veblen a comienzos de siglo, que han elaborado análisis muy próximos a los de Keynes, y en los que este último sin duda se ha inspirado. Fueron ellos los que han sido los consejeros del presidente Roosevelt, los economistas del New Deal. Los seguidores de Knut Wicksell, otro de los inspiradores de Keynes, los miembros de la escuela de Estocolmo, Myrdal, Lindahl y Ohlin, propusieron, en los años veinte, tesis próximas a la teoría de la demanda efectiva y del multiplicador. Ellos fueron los arquitectos del Estado del bienestar sueco puesto en marcha en el comienzo de los años treinta. En 1933, Michal Kalecki, un economista polaco, inspirado en Marx y Rosa Luxemburgo, propone un modelo conteniendo, de manera sucinta y formalizada, lo esencial de la Teoría General de Keynes.

Por otro lado, estaban los que consideraban que la intervención no tendría ningún efecto, entre los que se encontraban Chamberlain, Robbins, Schumpeter y Hayek, fundamentalmente. Hay varios libros que dan cuenta de este debate, pero últimamente han visto la luz en castellano, los de Sylvia Nasar (2012) y Wapshott (2013), en donde el lector interesado puede encontrar referencias sobre la polémica, que hoy adquiere cierta actualidad.

De todos modos, en el escrito de Dobb no hay referencias ni a la realidad de la Gran Depresión, ni al debate que se había producido entre los académicos, sin que se llegara a un consenso. Dobb se mueve en un plano teórico en donde trata de rescatar el pensamiento de Marx sobre las crisis. Para ello penetra en las contribuciones que se habían dado en sus predecesores, así como en las diferentes posiciones que se habían producido acerca de la crisis entre los que se consideraban seguidores de la teoría marxista. Hay solamente una pequeña mención a Keynes y Kalecki para referirse a la tendencia decreciente del tipo de ganancia a medida que aumenta el equipo de capital, lo que desempeña un papel prominente en las teorías recientes de estos autores sobre el ciclo económico. Para conocer la visión de Dobb sobre la crisis hay que acudir a Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. El interés que tiene la publicación de esta contribución de Dobb responde a varias razones. Una de ellas es la importancia que tiene para entender las crisis económicas el hacerlo desde un planteamiento teórico que trate de desvelar las causas que las han originado. Esto resulta básico, pues no solamente sirve el describir los efectos y las consecuencias que se derivan de un cataclismo económico de esa naturaleza, sino que, desde la visión de los científicos sociales, se debe profundizar en las raíces subyacentes que han provocado el declive de la actividad económica. En este sentido, Marx es un filón importante para comprender mejor las causas de las crisis. Este rescate de Marx que hace Dobb es otra de las razones importantes, hecho además desde la solvencia académica. Este planteamiento contrasta con el realizado por la ciencia económica convencional, y sirve de contrapeso a las disputas existentes en los años treinta.

El material que aquí se aporta sirve, por tanto, para enriquecer la reflexión y el conocimiento de un fenómeno que resulta complejo abordar como es el surgimiento y desarrollo de las crisis. Sin un análisis marxista acerca de las crisis el debate de los años treinta se encuentra mutilado. Esta contribución de Dobb es sin lugar a dudas lo mejor que se escribió en aquellos años, desde una perspectiva marxista, pero que además ofrece un conocimiento sobre los clásicos extraordinario.Hay que tener en cuenta, además, que desde el marxismo apenas se hicieron contribuciones teóricas significativas en estos años. Los estudiosos de la obra de Marx se encontraban, por lo general, alejados de la academia, siendo Dobb una de las excepciones. Pero, por si fuera poco, tras la plétora de estudios que se hicieron a principios de siglo, en los que se trataba de dar cuenta de la fase del capitalismo de aquellos años- el capitalismo financiero, el imperialismo, las crisis, y la acumulación originaria en el socialismo- en la década de los veinte todo se apagó y no hubo aportaciones originales de los que se consideraban discípulos de Marx. Hay una excepción que es la de Henryk Grosmann, que publicó La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista, que apareció en la víspera de la Gran Depresión de los años treinta. Pero poco más, como fue en 1926 la de Fritz Stenberg sobre el imperialismo, y la de Natalia Moszkowska, que en un breve libro escrito en 1935 sobre las teorías marxistas sobre las crisis, critica a los dos autores mencionados. Se puede encontrar una síntesis de las contribuciones a la economía de los marxistas en Berzosa, C. y Santos, M. (2000).

En el ensayo sobre las crisis, Dobb plantea en el primer párrafo que, para Marx, la aplicación más importante que puede hacerse de su teoría es, sin duda alguna, el análisis de la naturaleza de las crisis económicas. Por otra parte, era evidente, como plantea más adelante, que Marx considera las crisis, no como desviaciones incidentales de un equilibrio predeterminado, ni como el abandono veleidoso de un sendero establecido al que había retornar sumisamente, sino más bien como una forma dominante de movimiento que forjaba el desarrollo de la sociedad capitalista. Estudiar la crisis significaba, por eso mismo, estudiar la dinámica del sistema. Esta idea inicial ya le separa claramente de los analistas académicos. A su vez, como en Marx no hay un tratado sistemático de las crisis, de modo que en su extensa obra aparecen apreciaciones que pueden dar lugar a interpretaciones diferentes, que ponen el acento en un factor u otro como desencadenante del declive, resulta muy ilustrativo seguir su razonamiento en la crítica que hace sobre todo a las teorías del infraconsumo. En este caso, se centra en Rosa Luxemburgo, como muy representativa de esta tendencia dentro del marxismo, aunque también menciona contribuciones anteriores a Marx y posteriores de autores que no son marxistas.

Afirma que, a pesar de que hay párrafos en la teoría de Marx que pueden inducir a esta interpretación, así como que el propósito de la producción, hay que suponerlo, es el consumo, la verdad es que su teoría no es una teoría del infraconsumo. Aunque, es evidente, asimismo, que estaba lejos de atribuir al nivel de consumo una influencia insignificante como un factor límite a la realización de la ganancia. Su apuesta, entre las diferentes lecturas que se pueden hacer sobre la concepción de Marx sobre las crisis, es por la explicación que centra en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia las causas del surgimiento de las mismas: “Parece claro que Marx consideraba esta tendencia decreciente del tipo de ganancia como una importante causa subyacente de las crisis periódicas y como un factor que configura la tendencia a largo plazo: como una razón fundamental de por qué el procesos de acumulación y expansión son, por sus efectos, destructores de sí mismo, teniendo que padecer, por consiguiente, una recaída inevitable”.

La importancia de este análisis, frente al debate que sostenían los académicos convencionales, es debido a que al considerar que las crisis son inherentes al desarrollo del capitalismo, no son fruto de una equivocada política económica, o a interferencias del exterior, o a una insuficiencia de la demanda efectiva. Esto explica por qué duró tanto la depresión de los treinta, tuvo consecuencias tan catastróficas, sobre todo para el empleo y el empobrecimiento que supuso, así como que no se encontraran remedios eficaces de política económica.Así a mediados de los años treinta, seis años después de su desencadenamiento, subraya en el libro Estudios: “En el mundo capitalista como un todo, la recuperación posterior a 1932, cuando se produjo, fue tambaleante y despareja. El sistema carecía, evidentemente, de la resistencia que una vez tuviera. A mediados del decenio de 1930, el Economic Survey de la Liga sólo podía caracterizar la recuperación producida hasta ese momento como “superficial antes que profunda”; “ella progresa lentamente y de manera desigual” y (refiriéndose a 1935, seis años después de la crisis de 1929) confesaría que la perspectiva económica era confusa y poco promisoria”. En estos momentos, en todo caso, no había tenido lugar el impacto de las políticas del gasto público ni se había publicado la Teoría General. Pero tampoco se resolvieron los grandes problemas en la segunda mitad de la década. En realidad, la salida a la crisis de los treinta no estuvo en la política del New Deal ni en la aplicación de las políticas keynesianas, sino en la segunda guerra mundial. El gasto público, antes de estallar el conflicto, dedicado al rearme, fue un estímulo. De hecho, Dobb admite que las recuperaciones que tuvieron lugar en la década de los treinta se debieron a estímulos de gasto público. En la Gran Depresión, la puesta en marcha de estas políticas, evitaron sin duda males mayores pero no fueron capaces de sacar a la economía de la crisis.

La fecha en la que escribió este trabajo le impide tratar a fondo el periodo de recuperación de posguerra. En la edición en castellano agrega un Postscriptum demasiado breve, según sus palabras, que recoge quince años después de finalizada la gran tragedia. La recuperación económica de posguerra y el triunfo del keynesianismo, según mi perspectiva, se produjo tras una gran destrucción de capital y de vidas humanas. Sobre los cimientos de la catástrofe se restablecieron la tasa de ganancia, el pleno empleo y el consumo masivo, durante un periodo de prosperidad y auge muy largo. Las posturas keynesianas triunfaron parcialmente sobre sus opositores en la Gran Depresión, pero sobre todo en el desarrollo del capitalismo de posguerra hasta la década de los setenta. Desde la década de los setenta, como consecuencia de otra gran crisis, el neoliberalismo se impone y se pretende acabar con todo lo que sea keynesianismo. En las últimas décadas es el triunfo, aunque no en su totalidad, de los Friedman y Hayek, y otros economistas creyentes del fundamentalismo de mercado y básicamente antikeynesianos. Este capitalismo desatado nos ha traído, sin embargo, la grave crisis actual. Pero es otra crisis más del capitalismo, si bien hay que analizarla en la fase concreta que ha supuesto el desarrollo en las últimas décadas. Las crisis del capitalismo, sin embargo, no suponen el derrumbamiento del sistema, pero sí deja muchos damnificados a su paso. No está mal por ello volver los ojos a la historia y al pensamiento económico para aprender de la experiencia de la evolución del sistema y de los errores cometidos. Desde esta perspectiva, el recuperar a economistas que podemos considerar como clásicos resulta fundamental, y Dobb se encuentra por méritos propios en esta clasificación.

Para saber más de la evolución de su pensamiento conviene leer Teoría del valor y la distribuciónen la que hace referencia, entre otras muchas cuestiones, a los debates que se reabren en la década de los sesenta del siglo veinte y a la intensa crítica que se produjo. Resulta muy ilustrativo el análisis que hace del sistema de Sraffa, con el que había colaborado en la edición completa de las obras de Ricardo entre 1948 y 1952, y la defensa que hace de ‘Producción de mercancías por medio de mercancías’, hasta tal punto que dice: “Así pues, lo que se concibió como un problema central de la economía política clásica en los días de Ricardo, ha sido resuelto un siglo y medio después”. Así, mientras que para algunos marxistas la obra de Sraffa es incompatible con la de Marx, para él, como para Meek, otro economista marxista ilustre, no lo es. De hecho señala que el excedente tal como lo concibe Sraffa tiene el mismo significado que la plusvalía de Marx y el ingreso neto de Ricardo. En una reseña que hizo Dobb, en The Labour Monthly, sostiene que la obra de Sraffa ofrece la posibilidad de resolver definitivamente el problema de la “transformación” de los valores en precios de producción. Para acabar, me gustaría mencionar el último trabajo que escribió. Se trata del artículo “la crítica de la economía política” en la obra colectiva Historia del marxismo. En el prólogo, Hobsbawm, uno de los directores, dice: “Vale la pena observar que el capítulo sobre Marx economista es el último trabajo escrito por el llorado Maurice Dobb: en el momento de su muerte no se había mecanografiado totalmente el capítulo”.En esta aportación Dobb no solamente introduce muy bien a la teoría de Marx sino que hace referencia a los debatesque se han producido en torno a cuestiones planteadas por Marx como la “transformación de los valores en precios de producción”, la miseria creciente del proletariado, y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Resulta también muy interesante cierta reivindicación de Rosa Luxemburgo, pues aunque sigue criticando las tesis del infraconsumo dice: “Es de señalar que la teoría luxemburguista con su insistencia particular en los “mercados exteriores”, sirve de nexo entre la teoría marxiana de la acumulación capitalista y la realidad del imperialismo moderno y ofrece una explicación teórica de este último. Luxemburgo anticipó, además, las teorías más recientes sobre el papel del militarismo y de los presupuestos estatales para armamento como instrumentos para la expansión de la demanda e incentivos a la inversión”. A su vez, considera que entre las teorías económicas modernas, conocidas en los ambientes académicos europeos y americanos, la más próxima a la concepción de Rosa Luxemburgo es la de Michal Kalecki. Fue elaborada en la primera mitad de la década de los treinta, es decir, prekeynesiana, y es notable sobre todo por dos aspectos. Por un lado, porque proporciona una explicación en términos monopolísticos de los orígenes y las tasas de beneficio. Por otro lado, porque hace depender el empleo global y el producto global de factores relativos a la realización, es decir de la demanda. Esta teoría la valora positivamente al plantear que se encuentra bien elaborada desde el punto de vista lógico, de las crisis económicas y del ciclo económico en términos muy próximos a la concepción luxemburguiana. Pero frente a otras teorías de economistas (de Sismondi a Hobson) que habían puesto el acento sobre el subconsumo, la teoría de Kalecki aborda directamente el problema de la inversión y de las razones de su periódica y/o crónica inadecuación en el marco de un modo de producción, como el capitalista, dominado por el estímulo del beneficio.

En Economía política y capitalismo, como ya hemos mencionado, hace de pasada una valoración positiva de Keynes y Kalecki acerca del ciclo económico, pero sobre este último lo va a desarrollar más detalladamente en Teoría del valor y la distribución y en este artículo póstumo. En estas últimas obras se puede percibir que si bien Dobb se ha mantenido dentro de cierta ortodoxia marxista, no lo es tanto, pues se muestra abierto a contribuciones de autores no marxistas por lo que concierne a su valoración positiva de autores como Joan Robinson, Sraffa y Kalecki. Las últimas palabras de este trabajo son significativas, tienen mucha actualidad, y las podemos considerar como su testamento. Así al referirse a la visión que tenían sobre la economía los clásicos y Marx, dice: “Muchos economistas actuales opinan que ocuparse de semejantes cuestiones es introducir consideraciones de tipo “sociológico”, extrañas a la esfera propia de la teoría económica: En síntesis, podría decirse que esta postura señala los límites de lo que tradicionalmente constituye el objeto de la economía política, es decir, los límites que han sido fijados por la teoría ortodoxa de los precios. Pero podría, con el mismo derecho, responderse que los límites de esta última (concebida como análisis matemático de los precios del mercado) son demasiado estrechos.

Más estrechos que los establecidos por los clásicos, y de cualquier forma lo bastante estrechos para impedir que el estudio penetre bajo lo que Marx llamaba la “apariencia” del mercado (en oposición a la “esencia”) para pronunciarse sobre lo realmente importante y decisivo”. No podían ser más oportunas estas palabras en estos momentos de crisis económica en la que la ciencia convencional con su estrechez de miras ha fracasado estrepitosamente, no solamente para predecir la crisis, sino para abordarla con un grado de éxito. Al revés, con sus remedios ha empeorado aún más las cosas. La economía necesita una revisión de sus enseñanzas y entre otras cosas mantener vivo el pensamiento de economistas clásicos pero lúcidos, aunque también se equivocaron. Pero tuvieron mucho que enseñar, sobre todo el hacer pensar y reflexionar acerca de la teoría y con una visión global de los procesos económicos.

Bibliografía

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‘Las crisis económicas’
Capítulo del libro ‘Economía Política y Capitalismo’ (1937)
Maurice Dobb