- “El hombre es aquello que tiene todavía mucho ante sí. En su trabajo, y por él, el hombre es constantemente transformado. se halla siempre adelante ante límites que no lo son porque los percibe, los traspone. Lo verdaderamente propio no se ha realizado aún ni en el hombre ni en el mundo, se halla en espera, en el temor a perderse, en la esperanza de lograrse. Porque lo que es posible puede igualmente convertirse en la nada que en el ser, lo posible es, como lo no completamente condicionado, lo no cierto. [...] la valentía en este sentido es la acción adversa contra la posibilidad negativa del despeñarse en la nada. [...] sólo esta praxis puede hacer pasar de la posibilidad real a la realidad el punto pendiente en el proceso histórico: la naturalización del hombre, la humanización de la naturaleza.” | Ernst Bloch
Foto: Ernst Bloch |
Esteban Krotz | El
cumpleaños de Ernst Bloch y la reciente puesta en circulación de una nueva
traducción de su obra principal, El principio esperanza, son motivos suficientes
para ofrecer una sucinta introducción a la obra de este importante filósofo del
siglo pasado. El artículo ubica primero sus principales ideas en el contexto
biográfico, intelectual y sociohistórico correspondiente para presentar luego
el tema de la conciencia anticipadora como eje central de la teoría de Bloch.
La parte final aborda la infuencia y la vigencia de este imprescindible
"filósofo de la utopía". El nombre del filósofo alemán Ernst Bloch
(1885-1977) está asociado para siempre con la palabra que constituye el centro
de su pensamiento y que se encuentra ya en el título de su primera gran obra,
Espíritu de utopía [Geist der Utopie].2
Pero el signifcado de utopía dista del contenido que el sentido común le suele
dar a esa palabra, a saber: algo quimérico, arbitrario, inalcanzable, irreal.
El título de su última obra, Experimentum mundi, permite reconocer de qué se
trata: una visión del mundo en proceso que sigue una tendencia de humanización
posible pero no garantizada y por principio necesitada de la acción humana, más
en particular, de lo que Bloch llama optimismo militante. Su más famosa y más
extensa obra, El principio esperanza constituye la fundamentación empíricamente
documentada de esta concepción flosófica, que también pretende ser una especie
de refundación del marxismo frente a sus versiones mutiladas en boga; en sus
tres volúmenes se demuestra la existencia de la conciencia anticipadora que
escapa de y es capaz de escudriñar la realidad con respecto a la pre-apariencia
de su objetivo final, el cual es, al mismo tiempo, el objetivo final del cosmos
y del ser humano, ambos inconclusos en el presente, pero en trance de llegar a
ser ellos mismos.
En lo que sigue, se esboza primero la biografía de este
pensador alemán, que proporciona elementos del contexto sociopolítico, cultural
y flosófico relevantes para la comprensión de su obra (de la que Bloch mismo
preparó cuidadosamente una extensa selección como "edición
completa"),3
que está escrita en un lenguaje inconfundible y voluntarioso, lleno de
expresiones novedosas, de connotaciones y matices cuidadosamente elaboradas y
de múltiples evocaciones de la historia y la cultura centroeuropeas. El segundo
apartado amplía y explica los elementos medulares de su sistema flosófico,
concentrándose en el contenido de las tres obras que se han nombrado en el
párrafo anterior. El apartado final de esta presentación sintética versa sobre
la infuencia y actualidad de la filosofía utópica de Ernst Bloch: materialismo
especulativo y, simultáneamente, llamado permanente a caminar erguido.
Esperanza militante,
desilusiones y re-inicios
Ernst Bloch nace el 8 de julio de 1885 en Ludwigshafen,
ciudad industrial alemana ubicada a las orillas del río Rin, como hijo único de
una familia de clase media; sus padres, que tienen pocos intereses
intelectuales, son de origen judío, pero no practican su religión (mientras él
mismo se define tempranamente como "ateo"). Poco dedicado a la
escuela que aprueba con difcultades, queda fascinado con la biblioteca del
castillo de Mannheim, ciudad situada justamente en la ribera opuesta del río,
donde como estudiante de secundaria y preparatoria se introduce por cuenta
propia intensa y profundamente a la literatura europea y alemana y a la
filosofía antigua y moderna. Dotado de una extraordinaria memoria, pudo todavía
décadas después citar largos pasajes tanto del entonces muy popular polígrafo de
viajes imaginarios Karl May, como de Hegel y de muchas otras obras de la
tradición flosófica europea clásica y de su tiempo. Sus pequeños tratados sobre
física y otros temas escritos durante esos años no llegan a publicarse y sus
repetidos intentos de entrar en contacto epistolar con científcos importantes
quedan infructuosos.
Sus estudios universitarios los realiza a partir de 1905,
primero en Múnich y luego en Wurzburgo, asistiendo a clases de filosofía y,
según la usanza universitaria alemana de la época, también de las áreas
complementarias de física y música (conviene señalar que Bloch tocaba hasta muy
avanzada edad notablemente bien el piano), y posteriormente, además, de
literatura alemana y de psicología, pero dedicándose ante todo a la investigación
independiente de los temas de su interés. En 1908 se doctora con una tesis
sobre la teoría del conocimiento del neokantismo, en la que critica la división
tajante entre ciencias de la naturaleza y del espíritu o de la cultura,
establecida por la corriente citada, entonces en boga, y postula la necesidad
de una nueva metafísica que permitiera entender a la persona humana como
pregunta, que se aclara a sí misma difcultosamente y con respecto a la cual el
mundo, que está en transformación continua, constituye la respuesta. Esboza ya
aquí una teoría del no-consciente, pero a diferencia de su contemporáneo Freud,
quien lo abarca como lo ya-no-consciente (que tiene que ser recuperado mediante
la técnica psicoanalítica), lo entiende como lo todavía-no-consciente, mediante
el cual el ser humano capta a tientas y de modo fragmentario el proceso de la
materia en el cual se entrelazan de manera dialéctica tendencias objetivas
mutuamente contrapuestas, por lo que dicho proceso es aún confuso y necesitado
de la aclaración teórica y práctica por parte de los seres humanos.
Los años siguientes vive en diferentes partes de Alemania y
viaja por varios países europeos; durante una larga estancia en Berlín
participa en el famoso seminario dirigido por Georg Simmel y en Heidelberg está
en contacto con el círculo de Max Weber; muy importante resulta para él su
estrecha amistad —luego eclipsada durante largos años a causa de diferencias
flosóficas y políticas— con Georg Lukács, a la postre ministro del corto
gobierno comunista reformista húngaro. Publica numerosos ensayos en periódicos
y revistas sobre literatura, filosofía y sobre sus viajes y trabaja en un
gigantesco proyecto flosófico al estilo de Hegel y santo Tomás, cuyo único
texto mayor avanzado, un tratado sobre lógica, se pierde posteriormente.
En 1913 se casa con la escultora Else von Stritzky y reside
nuevamente en Múnich, donde durante los años siguientes elabora su primera gran
obra que lo hará famoso en seguida: Espíritu de utopía [Geist der Utopie].4
Declarado no apto para el servicio militar a causa de su fuerte miopía (que en
los últimos años de vida lo dejará ciego), opta por exiliarse en Suiza, donde
se dedica a criticar en numerosos escritos la guerra y las actividades
militares del Imperio alemán; al mismo tiempo realiza investigaciones sobre el
movimiento del predicador rebelde Tomás Münzer, personaje utópico clave del
levantamiento campesino alemán de principios del siglo XVI. La terminación de
la obra correspondiente, concebida como complemento —la nombra con el término
musical de "coda"— de Espíritu de utopía, coincide con la muy sentida
muerte de su primera esposa (en 1921), con quien había regresado después del
fin de la Primera Guerra Mundial y del Imperio alemán a Berlín, esperanzado por
los —fugaces pero intensos— movimientos políticos de corte socialista y
comunista. Después de otro matrimonio pronto disuelto y varias relaciones
sentimentales pasajeras, se encuentra a principios de los treintas con la
arquitecta Karola Piotrkowska, con quien se casa posteriormente en Viena y
quien se convirtiera en madre de su hijo Jan Robert 5
y su compañera inseparable hasta el fin de su vida.6
Durante los veintes y el inicio de los treintas sigue
escribiendo para diversas revistas y periódicos; pasa dos años en París (donde
entabla una estrecha amistad con Walter Benjamin) y se establece después
nuevamente en Berlín, donde tiene trato, entre otros, con el flósofo Theodor W.
Adorno, el músico Otto Klemperer y el poeta y dramaturgo Bertold Brecht. Parte
de sus trabajos de esos años la recoge en 1930 el volumen Huellas [ spuren],7
cuyos textos —una mezcla de cuentos inventados y parafraseados, relatos de
experiencias cotidianas y breves refexiones, varias de carácter autobiográfico—
giran en torno al tema del signifcado de ser humano, para cuya aclaración se
propone desenvolver y descifrar situaciones ordinarias poco espectaculares.
También sigue publicando textos políticos, en los que saluda el esperanzador
desarrollo de la Rusia posrevolucionaria, deplora que la patria de Marx y
Engels no haya acogido el comunismo y advierte sobre el peligro del fascismo
emergente.
Cuando en 1933 llega Hitler al poder, los Bloch deciden
exiliarse y pasan la siguiente década y media en Suiza primero, luego en
Italia, Austria, Yugoslavia, Francia y Checoslovaquia y, a partir de 1939, en
las cercanías de Nueva York.
Durante los casi once años en Estados Unidos, la vida de la
pequeña familia se desarrolla en condiciones bastantes precarias, y es
principalmente el trabajo de Karola que asegura su sobrevivencia. Una de las
razones por las que Ernst Bloch no es invitado a integrarse al Instituto para
la Investigación Social dirigido por Max Horkheimer en el exilio
norteamericano, fue probablemente su decidida defensa del estalinismo, incluso
de los espectaculares procesos contra comunistas disidentes de los años 1936-1937,
muchos de ellos acusados de conspiración trotskista,8
versión al parecer compartida por Bloch y de la que se distanciará sólo mucho
después. El filósofo, quien nunca logra dominar el inglés y se interesa poco
por la sociedad norteamericana, publica solamente algunos textos menores en
revistas de desterrados y trabaja intensamente y en harto aislamiento en sus
investigaciones, cuyos resultados se publicarán casi todos bastantes años
después. Ante todo, termina su importante libro sobre Hegel,9
avanza signifcativamente en sus estudios sobre materia y materialismo y
prácticamente concluye su obra más famosa, El principio esperanza.10
Su situación cambia signifcativamente después del final de
la Segunda Guerra Mundial a causa de la invitación a ocupar una cátedra en la
Universidad de Leipzig, que Bloch acepta pocos meses antes de que se conforma
la llamada República Democrática en la parte oriental de Alemania; así, a los
63 años tiene por primera vez en su vida un trabajo regular e inicia una
carrera de profesor universitario, la cual entiende como aporte a la
construcción del socialismo. Imparte clases, participa en la fundación de la
Deutsche Zeitschrift für Philosophie e investiga extensamente sobre historia de
la filosofía; en 1954 aparece, fnalmente, el primer volumen de El principio
esperanza, al año siguiente el segundo.11
La rebelión de los trabajadores germano-orientales de junio
de 1953 y el levantamiento popular en Hungría tres años después, movimientos
ambos aplastados con ayuda del ejército de la Unión Soviética, son aceptados
por Bloch primero como eventos en principio inevitables para la defensa de la
nueva forma de sociedad iniciada con la Revolución Rusa, siempre asediada por
el capitalismo. Pero dichos sucesos también empiezan a minar sus convicciones
políticas que se derrumban luego no tanto a partir de las impactantes
revelaciones del nuevo secretario general Krushchev, en el famoso XX Congreso
del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1956 acerca de los crímenes del
estalinismo y del carácter autoritario del sistema soviético, sino más bien por
la cerrazón de la clase política de Alemania Oriental y de los demás países
comunistas europeos frente a este impulso originalmente reformador. Al mismo
tiempo, el clima enrarecido en Alemania Oriental por la búsqueda y persecución
de disidentes fortalece las posiciones de aquellos políticos, publicistas y
colegas que sospechaban desde hacía tiempo que las ideas de Bloch no seguían la
línea ofcial del Partido. Especialmente su reivindicación de Hegel y su
atención al "factor subjetivo" en el proceso del mundo, pero también
su insistencia en la necesidad del estudio científico de Marx en vez de la
repetición del marxismo vulgar reinante, su rechazo del culto a la personalidad
en la vida política y su reclamo de que todo régimen comunista auténtico
debería cumplir con el principio de la libertad ciudadana y no cercenarlo, se
convierten en argumentos para sus adversarios. Se le acusa de revisionista amén
de mantener posiciones idealistas y hasta cripto-religiosas que contradirían a
la versión estatal-ofcial del llamado "materialismo dialéctico",
recriminación que después repite una revista soviética. En 1957 es separado de
su cátedra universitaria y a pesar de que puede seguir viajando por el país y
el extranjero, se le desaparece de la escena académica en particular y de la
pública en general. Su esposa es expulsada del partido ofcial, varios de sus
estudiantes y colaboradores son encarcelados, a otros les es bloqueada su
carrera si no suscriben la condena de su antiguo maestro, otros más huyen del
país.
La sorpresiva construcción del muro de Berlín en agosto de
1961, con la que se consolida la llamada "cortina de hierro" en
Europa y el aislamiento mutuo de las dos Alemanias, acontece cuando los Bloch
se encuentran de viaje en Bavaria. En cuanto tienen la seguridad de poder sacar
de Alemania Oriental la mayoría de los manuscritos en proceso, aunque todo lo
demás se pierda, deciden quedarse en Alemania Occidental —lo cual se convierte
para al aparato político de Alemania Oriental en la verifcación defnitiva de
sus sospechas sobre la fdelidad comunista de Bloch.
En noviembre de ese año, a los 76 años edad, Ernst Bloch
inicia la última estación de su vida al dictar la clase inaugural "¿Puede
desilusionarse la esperanza?" en la Universidad de Tubinga, donde
impartirá clases y donde, después de su cumpleaños 80 y hasta su muerte,
dictará todavía regularmente un seminario por semestre, a pesar de su creciente
debilidad física. "Claro que sí, seguro, esto sucede con facilidad",
responde a la pregunta citada, y sigue: "Esto sucede un montón de veces,
toda vida está llena de sueños que no se hacen realidad".12
Y a continuación el flósofo, que ya era ampliamente conocido por El principio
esperanza publicado dos años antes en Fráncfort, vuelve a distinguir con
nitidez entre el utopismo plano, el optimismo chato, por un lado, y la
filosofía de la utopía concreta, la esperanza fundamentada, por el otro. Pero
"también ésta última puede y será desilusionada, así tiene que ser, por
respeto a sí misma, porque de lo contrario no sería esperanza". El proceso
del mundo mismo corrige mediante desilusiones el intento teórico-práctico de la
cada vez más docta spes, la esperanza ilustrada aprende de la historia para
poder mantenerse en dirección hacia aquel "humanismo real" que había
sido formulado más de un siglo antes por Carlos Marx como el "imperativo
categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre sea un ser
humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable".13
Sin embargo, la recepción de su filosofía en Alemania
Occidental —y luego también en otras partes de Europa Occidental y América,
donde muchas de sus obras son traducidas y analizadas— es ambigua y las
opiniones de los medios, de los políticos y de los colegas seguirán siéndolo
también. Por una parte hay resistencia contra el marxista y comunista que apoyó
tan larga e incondicionalmente al estalinismo, por otra no faltan los intentos
de desactivar su radicalidad mediante interpretaciones idealistas, apolíticas y
hasta anticomunistas. Bloch mismo se coloca en diversos frentes de acción:
participa en manifestaciones contra la aprobación de leyes que restringen las
libertades ciudadanas con motivo del terrorismo, al cual rechaza decididamente,
apoya al movimiento estudiantil del 68 y se solidariza por igual con los
disidentes perseguidos en los países del llamado "socialismo real"
que con las víctimas de las dictaduras latinoamericanas. Su identifcación
marxista es inequívoca, pero los marxismos ofciales y los sectarios así como la
izquierda políticamente organizada tienen problemas con su filosofía utópica heterodoxa.
Recibe altos honores académicos en varios lugares, pero también es visto con
recelo y desconfanza por su estrecha familiaridad con movimientos izquierdistas
y su persistente crítica del capitalismo.
Con respecto a sus investigaciones, sigue terminando y
publicando textos iniciados décadas atrás (entre ellos, Derecho natural y
dignidad humana14
y El problema del materialismo: su historia y sustancia)15
y también textos nuevos (como los dos volúmenes de su llamada Introducción de
Tubinga a la filosofía).16
Un lugar especial entre éstos últimos ocupa su filosofía de la religión,
ateismo en el cristianismo: la religión del éxodo y del reino,17
que provoca intensos debates entre los teólogos europeos y otros estudiosos de
la religión, y Experimentum mundi,18
obra tardía que sintetiza su teoría de las categorías de la filosofía de lo
utópico. Además, inicia pronto la preparación de la arriba mencionada
"edición completa", en la cual trata de corregir puntos de vista
reconocidas ahora como erróneos (lo que provoca reproches de manipulación, por
lo cual de algunas obras se decide publicar tanto la versión original como la
corregida).
Consciente desde hacía tiempo de la cercanía de la muerte,
identifcada ya en Espíritu de utopía como la "anti-utopía más
fuerte",19
Ernst Bloch fallece repentinamente en su casa en la mañana del 4 de agosto de
1977. La noche anterior había escuchado todavía, como lo hacía a menudo, música
—aquella última vez, una versión de la obertura de la única ópera de Beethoven,
cuya señal de la trompeta, que anuncia la llegada de quien liberará al
injustamente encarcelado personaje central de la obra, aparece mencionada
varias veces a lo largo de su obra.
El
todavía-no-llegado-a-ser y la conciencia anticipadora
Un buen punto de partida para comprender las ideas centrales
de la metafísica del todavía-no-ser de Bloch es partir de lo que el flósofo a
menudo llama la experiencia de "la oscuridad del momento vivido".20
Con ello se refiere, a pesar de la semejanza en un primer momento, no al
ser-ahí arrojado heideggeriano y su angustia, ni a la tensión desgarradora
sartreana entre esencia y existencia, aunque estos enfoques también tratan de
responder las preguntas eternas: "¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?
¿Adónde vamos? ¿Qué esperamos? ¿Qué nos espera?" con que inicia El
principio esperanza.21
La forma en que expresa Bloch este punto de partida incluye la clave de su
abordaje que desarrolla a lo largo de su obra entera: "Soy. Pero no me
tengo. Por eso ante todo devenimos".22
En el proceso de entenderse, de aclararse a sí mismo, el ser
humano se descubre no simplemente como ser-en-camino, sino como ser inacabado,
quiere decir: abierto hacia el futuro, el cual empieza en el presente vivido.
El hambre, el asombro, la esperanza son impulsos que —si el cansancio o el
ofuscamiento producidos por las opresivas circunstancias reinantes no los
apagan antes de tiempo— lo llevan a reconocerse como momento de un proceso
cósmico, que si bien tiene una tendencia clara hacia una meta final, ésta no es
predeterminada y fija, sino algo que como tal aún tiene que llegar a ser, al
igual que su propio ser; además, dicha meta final no está garantizada, y la
tendencia, el elemento invariante en el proceso del tiempo, es a menudo difícil
de precisar.
En la vida cotidiana son los sueños diurnos —a diferencia de
los nocturnos, que contienen en forma cifrada únicamente restos del pasado—
lugares privilegiados donde se avizoran los entornos del futuro anhelado. Son
imaginaciones, pero, como recuerda el flósofo, sin haberse construido una y
otra vez castillos en el aire, jamás se habrían edifcado castillos reales. Es
más, el análisis de tales sueños diurnos muestra que contienen elementos que
están presentes también, aunque de otro modo, en la cotidianidad, aunque no
pocas veces tiene que escarbarse su núcleo utópico debajo de la cáscara
ideológica: la alegría usualmente poco duradera causada por una experiencia de
belleza o de amor, el callado escabullirse en respuesta a la orden denigrante,
la resistencia silenciosa frente al engranaje de las necesidades impuestas, el
figurarse detalladamente alternativas placenteras al agobio permanente, el
construir en medio de lo fatídico de todos los días símbolos de vida feliz, a
veces el protestar abierto, aunque por lo general con poco éxito, ante el
sinsentido del estado actual de tantas cosas...
Llama la atención cómo en todos estos momentos —que no dejan
de ser ambiguos— el "yo" aparece siempre y necesariamente —y en la
reflexión se revela con mayor contundencia— como parte de un
"nosotros" planetario, donde la especie humana es vista como sinfonía
de sociedades y culturas,23
cuya historia se manifiesta como parte de la evolución del cosmos.
Al lado de estas expresiones más bien espontáneas de
búsqueda de lo humano del ser humano y de su lugar en la naturaleza, Bloch pasa
revista en El principio esperanza bajo el binomio "libertad y orden"
a la larga tradición de las llamadas utopías sociales como "proyecciones
de un mundo mejor".24
En estos textos elaborados antes del surgimiento de las ciencias sociales en el
siglo XIX—época en la cual adquieren notoriedad en los textos programáticos y
experimentos sociales conocidos como "socialismo utópico"—25
se nombran a lo largo de los siglos de evolución de la civilización europea de
manera precisa las causas del desorden existente y se describen con detalle
formas de vida individual y colectiva correspondientes a los anhelos más
fundamentales del ser humano, los cuales pueden ser realizados mediante la
eliminación de dichas causas sociales que ahora todavía vuelven tan poco
agradable la existencia humana.
Al igual que en el análisis de la vida cotidiana, también
aquí el esfuerzo filosófico tiene que separar la composición meramente
literaria y los refejos directos de la sociedad y la época de su autor, de la
tendencia profunda que se percibe en el texto hacia el novum pendiente de un
mundo auténticamente humano —aquel mundo, donde la convivencia se encuentre
organizada de forma tal que sea posible la vida buena para todos— que se
anuncia a menudo sólo de modo oscuro y siempre fragmentario.
Así, por cierto, Bloch recupera expresamente la utopía para
el pensamiento marxista, pues desde el panfeto de Friedrich Engels, Del
socialismo utópico al socialismo científico 26
y algunas observaciones críticas sobre el voluntarismo de los socialistas
utópicos por parte de Marx, se había tabuizado el concepto. De modo diferente
que Karl Mannheim, Max Weber y Antonio Gramsci, pero igual que ellos tratando
de corregir la estrechez economicista y mecanicista del marxismo vulgar, Bloch
aclara que "Marx ha formulado también ideales como crítica y hoja de ruta,
pero no como algo fjo y aportado transcendentemente, sino como algo que se
encuentra en la historia y no está, por eso, concluso: ideales de anticipación
concreta".27
Para Bloch, el famoso autor decimonónico de ninguna manera abandonó la utopía,
sino, al contrario, la superó dialécticamente, sentando las bases para pasar
fnalmente de la utopía abstracta a la utopía concreta: "el mejoramiento
del mundo tiene lugar en y con la conexión dialéctica de las leyes del mundo
objetivo, con la dialéctica material de una historia inteligida y producida
conscientemente".28
También en este sentido, Bloch entiende su propia obra no como paráfrasis
repetitiva de la obra de Marx, sino como desarrollo, evidenciándose el marxismo
como una crítica de la razón pura para la cual todavía no ha sido escrita la
crítica de la razón práctica.29
En la parte segunda de El principio esperanza, Bloch ofrece
de modo sistemático su teoría de "la conciencia anticipadora".
Explica primero la conciencia de lo todavía-no-consciente o
crepúsculo hacia adelante como una nueva clase de conciencia y como clase
propia de conciencia de lo nuevo (cap. 15), y luego "el mundo en el que la
fantasía utópica tiene un correlato" (cap. 17). Es clave aquí su análisis
de la categoría posibilidad tan poco tratada en la filosofía occidental (cap.
18), ya que el hombre es la posibilidad "que no ha madurado todavía la
totalidad de sus condiciones y determinantes de las condiciones, tanto externas
como internas. Y en la totalidad inagotable del mundo mismo: la materia es la
posibilidad real para todas las formas que se hallan latentes en su seno y se
desprenden de ella por medio del proceso".30
De este mundo en devenir y su meta, sólo puede lograrse una pre-apariencia,
precisamente porque no se trata de una confguración en algún sentido concluida,
sino de un proceso abierto y siempre en peligro de no lograrse; asimismo, todo
avance práctico en la construcción de un mundo humano de y para todos los seres
humanos que merezca verdaderamente el califcativo de humano, tiene
necesariamente carácter de fragmento.
En el esfuerzo de aprehender cognitiva y prácticamente la
materia en proceso confuyen lo que Bloch llama corriente fría y corriente
cálida del marxismo, pensamiento que celebra como la "ciencia concreta de
la tendencia".31
De la articulación inadecuada de estas dos corrientes vienen tantos errores de
apreciación de la historia humana y tantos fracasos de la acción política
revolucionaria en el pasado. La corriente fría es el análisis objetivo y
preciso de las condiciones socioculturales realmente existentes y el
desenmascaramiento de las ideologías justifcadoras del desorden actual y que es
imprescindible para no perderse en el ámbito del utopismo, del "wishful
thinking", del voluntarismo. En cambio, la corriente cálida es constituida
por todas las intenciones liberadoras de la historia, "toda la tendencia
real materialistamente humana y humanamente materialista", de la que
deriva "la vehemente apelación al hombre humillado, esclavizado,
abandonado, hecho despreciable".32
Por eso es que las revoluciones tienen, como enfatiza Bloch,
su itinerario y horario y sus logros son, como lo analiza con respecto al gran
grito tricolor de la Revolución francesa, casi siempre intrínsecamente ambiguos
y necesitados de la aclaración posterior: a cada paso hay que recuperar la
sobriedad y recordar que "sólo cuando lo falso cae, lo genuino puede
vivir. Y no muchos están conscientes de qué tanta práctica de coerción tenemos
que perder todavía".33
Especialmente en la parte final de Experimentum mundi Bloch
enfatiza nuevamente la importancia del factor subjetivo, ya que los factores
objetivos propicios por sí solos, por más necesarios que sean, no garantizan
nada. Es el ser humano que es capaz de volver real lo que es posible de modo objetivo-real
e incluso de generar posibilidades nuevas.34
Una y otra vez deja ver el filósofo que no está hablando de modo general, acaso
de modo ahistórico, sino que tiene en la mira la situación —la época evolutiva,
el tipo de sociedad— en que vive: la sociedad de clases.
Esto se ve muy bien cuando Bloch analiza el imperativo
categórico de Kant, según el cual cada quien debe actuar de modo tal que la
máxima seguida pueda ser establecida como principio de una ley universal. Aquí
se trata indudablemente de un logro de la conciencia anticipadora, como lo fue
también la idea del ciudadano de la Revolución francesa. Pero hay que situarla
sin confusiones: este imperativo categórico es posible plenamente sólo en una
sociedad sin clases. En la sociedad de clases actual su observancia signifcaría
para el explotado y dominado traicionar sus intereses de clase —que son los
intereses de toda la sociedad clasista preñada con el orden futuro de libertad,
igualdad y solidaridad—, capitulando ante el interés del capital en función del
cual se encuentra organizada la sociedad vigente.35
De modo semejante, el ideal del ciudadano debe ser liberado de su falsa
identifcación con el burgués, ya que de lo contrario devendría en la
cimentación ideológica del régimen actual basado en la apropiación privada de
la riqueza socialmente generada.36
Hay que recalcar aquí que la praxis revolucionaria no debe
estar limitada a liberar mediante la construcción de una sociedad sin clases,
la relación del ser humano con sus congéneres; también hay que transformar la
relación del ser humano con la naturaleza, "para que el ser humano ya no
tenga que estar como en un campo enemigo y con el accidente técnico como amenaza
permanente" y construirse una relación armónica de alianza.37
Varias de las "cifras reales" de la utopía,
anticipaciones del "momento colmado del estar nosotros con nosotros
mismos, al cual intencionan todos los deseos existenciales del ser humano"
y del "núcleo del ser humano que todavía está en el incógnito y que
solamente puede ser identifcado una vez abolidas las clases",38
son abordadas por Bloch con mayor amplitud y profundidad en otras obras. Para
completar la visión de conjunto hasta aquí ofrecida, es pertinente mencionar
tres más de ellas.
Como no se podría esperar de otro modo, la historia de la
filosofía es rastreada permanentemente por Bloch en busca de las huellas
anticipatorias de la razón utópica. Las encuentra ante todo, por un lado, en la
obra de Hegel, a quien celebra en el prólogo a la segunda edición por su método
el que "distanciándose de la seducción de lo acabado, vuelve a romper —y
con qué inmensidad— con lo que falsamente se consideraba perfecto, y lo hace
explotar desde dentro. Pues, por mucho que se tape la luz, siempre vuelve a
surgir la dialéctica interrumpiendo y poniendo al descubierto la contradicción,
que es a la vez aguijón y ayuda".39
Por otro lado está el derecho natural, cuya herencia es tan importante de
recuperar que la de las utopías sociales, porque: "La utopía social
aspiraba la felicidad humana, el derecho natural, la dignidad humana. La utopía
social proyectaba de modo pintoresco condiciones en las que ya no hay fatigados
y agobiados, mientras que el derecho natural construía condiciones en las que
ya no hay rebajados y humillados".40
Otra línea de análisis y reflexión nos lleva al llamado
"excedente utópico"41
que se halla en fenómenos y dimensiones que el marxismo hegemónico consideraba
tradicionalmente más bien el reino de la ideología y de la enajenación. También
aquí Bloch recupera ideas originales de Marx largamente olvidadas y demuestra
cómo todo gran arte está lleno de destellos utópicos, revelándose
"estrella de la anticipación y canto de consolación en el camino a casa a
través de la oscuridad";42
de hecho, ya buena parte de Espíritu de utopía está dedicado a la música,
"el arte utópicamente franqueador por excelencia, ya sea que vibre, ya
construya".43
Algo semejante vale para la religión, especialmente el cristianismo, cuya
historia europea Bloch lee a contracorriente, es decir, desde la historia de
los herejes y disidentes,44
y propone una alianza entre el marxismo y el cristianismo.45
Porque descubre en este último la persistencia de la esperanza que critica
incluso de modo particularmente agudo las condiciones deshumanizadoras a lo
largo de la civilización europea y, al mismo tiempo, los intentos prácticos de
modifcarlas a modo de prefguración del mundo humano para todos los humanos.
Finalmente hay que señalar la fascinación de Bloch por determinadas
realizaciones político-sociales de tinte utópico, que a pesar de todas sus
limitaciones e incluso perversiones constituyen para él faros en el proceso
histórico. Entre ellos ocupan un lugar preeminente las revoluciones francesa y
rusa, experimentos ambos que anticiparon mucho más de buena vida para todos de
lo que fnalmente lograron —y que aún así dejaron huellas indelebles para marcar
la dirección del camino pendiente. Antecesor de ellos fue el cúmulo de
movimientos rebeldes, en su mayoría de gente pobre e iletrada, en el umbral
entre el feudalismo decadente de la Edad Media y la emergencia del capitalismo
de la Edad Moderna, que desembocó en las llamadas guerras campesinas alemanas
del siglo XVI. Su lucha contra los poderes económicos, políticos y religiosos
conjuntos, fue impulsada por una combinación del anhelo de recuperación de
situaciones de libertad y de armonía ubicados en un pasado de tintes míticos
con el reclamo de justicia inspirado en las profecías bíblicas y un milenarismo
apocalíptico; no combatían "para superar las difcultades terrenas dentro
de una civilización eudemonista, sin integrar aún, sino para privar de su
realidad a aquéllas mediante la irrupción del Imperio".46
También aquí el fracaso histórico no eliminó la verdad anticipada y
anticipadora de "los contenidos profundos de la historia humana que con
tal brillo resplandece aquí y a la visión de duermevela del antilobo, de un
reino al fin fraternal".47
Las famosas palabras fnales de El principio esperanza
resumen de manera estupenda la posición y la visión blochianas:
Desde esta perspectiva hay que decir que el ser humano vive
todavía por doquier en la prehistoria, que todas y cada una de las cosas se
encuentran ante la creación del mundo como un mundo auténtico. la verdadera
génesis no se encuentra al principio, sino al final, y empezará a comenzar sólo
cuando la sociedad y la existencia se hagan radicales, es decir, cuando
aprehendan y se atengan a su raíz. La raíz de la historia es, sin embargo, el
ser humano que trabaja, que crea, que modifca y supera las circunstancias
dadas. Si llega a captarse a sí y si llega a fundamentar lo suyo, sin
enajenación ni alienación, en una democracia real, surgirá en el mundo algo que
ha brillado ante los ojos de todos en la infancia, pero donde nadie ha estado
todavía: patria.48
El alcance y la
actualidad de la filosofía blochiana
El que la obra de Ernst Bloch se encuentre actualmente en un
lugar más bien marginal del debate filosófico, puede deberse también a que
varias de sus características dificultan el acceso a ella. Entre ellas, su
profundo enraizamiento en la filosofía y la historia cultural de Europa
Central, que Bloch manejaba con gran maestría, le confiere un indudable matiz
eurocéntrico; empero, éste no es inherente a la temática de su filosofía,
porque también en los demás continentes y culturas puede documentarse la
conciencia anticipadora, la tendencia hacia el caminar erguido, los movimientos
utópicos. Por su parte, el lenguaje particular del filósofo, con abundantes
vocablos por él creados y construcciones verbales poco usuales, se antoja
necesario para poder elevar al concepto la percepción del movimiento abierto de
la materia del mundo y la pre-fexión correspondiente de la conciencia humana,
pero hay que admitir que también constituye una barrera para la lectura y
difculta enormemente la traducción.49
Para no pocos, la identifcación temporal de Bloch con
regímenes autoritarios y en el fondo contrarios a su búsqueda utópica amén de
las equivocaciones en la valoración de determinados fenómenos políticos de su
tiempo —situación que, dicho sea de paso, comparte con su gran inspiración
Carlos Marx— constituye una hipoteca difícilmente salvable de su obra, aunque,
como en el caso de aquél, no necesariamente invalida su modelo general; por
cierto que aquí su observación de que hay que "dejar de lado aquella
concepción que quiere ser demasiado práctica, para la que las metas cercanas se
han vuelto refor-mistamente tan importantes, que declaran las metas lejanas sin
importancia y desviantes",50
puede leerse como reconocimiento tardío de algunos de sus errores de
apreciación política.
Pero más allá de esto, la obra blochiana ha recibido, como
ya se ha mencionado, críticas severas desde posiciones filosófcas y políticas
muy distintas entre sí; además, ha sufrido una y otra vez intentos de
domesticación, o sea, de apropiación desde formas de pensamiento y corrientes
políticas fundamentalmente diferentes y hasta opuestas a la filosofía de la
utopía. Muchas corrientes marxistas, especialmente las de la "estéril
ortodoxia talmúdica",51
siguen ignorándola e incluso disputándole su pertenencia a tal tradición de
pensamiento. Las filosofías académicas dominantes actuales no se interesan
mucho por la obra de Bloch, a pesar de que todos los años siguen apareciendo
estudios sobre los más diferentes aspectos de su obra.
En América Latina, Ernst Bloch ha estado poco presente en la
discusión flosófica. Sin embargo, su infuencia puede observarse en diversos
aspectos de la teología de la liberación y de la filosofía de la liberación,
donde ha aportado elementos para analizar la realidad social y cultural y para mantener
la esperanza fundada en la capacidad humana que no puede ni debe tratar de
cambiar la constitución de los seres humanos como tales, pero que sí puede y
debe tratar de humanizar la organización de sus sociedades, partiendo para
ello, ante todo, de los sueños estructural y sistemáticamente frustrados de
"los de abajo".52
Sin embargo, como en los tiempos de vida de Bloch, la
recepción y el desarrollo de su obra no solamente han sido bloqueados por la
radicalidad de sus planteamientos, por su cuestionamiento consecuente de las
interpretaciones hegemónicas de buena parte de la tradición filosófica europea,
por su interés de extraer las cifras del mundo venidero de la cultura cotidiana
de la gente común y corriente y de los movimientos rebeldes y revolucionarios,
por su re-lectura polémica de la historia del arte y del cristianismo. Ha sido
difcultada también —y sigue siéndolo— por una situación en la que
"utopía" no parece un vocablo sugerente. Desde hace tiempo, se ha
tratado de contrarrestar su capacidad desestabilizadora del desorden reinante
mediante estrategias sistemáticas de ridiculización —quien se interesa por la
utopía está "fuera de lugar"—, de sustitución del sueño utópico
potencialmente disruptivo por la utilería meramente ilusoria —por ejemplo, a
través de la literatura y las películas fantasy— o de bloqueo mediante la
difusión de la anti-utopía cuidadosamente elaborada.53
Estos mecanismos operan actualmente en el contexto de una coyuntura de larga
duración particularmente adversa para plantearse el advenimiento de algo
verdaderamente nuevo en el orden social —en vez de lo cual se ofrece la novedad
de corta duración en la llamada "información", pero también en las
modas de vestir, tecnológicas y académicas. El neoliberalismo en cuanto forma
de vida54
en vías de globalización, que ha encontrado en el nihilismo posmoderno una
dimensión simbólica adecuada y que también está marcando profundamente la
creación del conocimiento científico55
con su secuencia cada vez más vertiginosa de los ciclos de producción-consumo
para benefcio de algunos a costa de los demás, fuera de los cuales nada parece
tener importancia, no es un caldo de cultivo para pensar en un mundo otro en el
sentido de un mundo humano para todos.
Y sin embargo, el caldo de cultivo para la utopía sigue
existiendo, aunque no se le pueda encontrar en las esferas del glamour. Y
también siguen existiendo los intentos de volverla realidad y, a través de
ello, definir el verdadero rostro de la humanidad.
Por ello, se lee al inicio de ateismo en el cristianismo:
Partamos de lo que es nuestro caso. Es para la mayoría de cualquier modo el de ser solamente utilizado, dependiente, empujado. Mientras que esto se pueda aceitar o nebulizar sufcientemente bien, no únicamente los cobardes y los débiles se quedan quietos. Pero lo descontento, lo que quiere caminar erguido, esta parte tan buena de nosotros, se regenera siempre de nuevo, primero en los jóvenes. El caminar erguido inicia, busca liberarse de lo anacrónico que sigue chapuceando de manera poderosa y sin ideas. [...] En vez del Arriba, el Adelante atrae para que sea formado. Desde abajo, disponiendo de nuestra historia libre, con claridad y en comunidad. 56
1 Dedico este estudio a la memoria de Luis Ramírez Sevilla,
optimista militante [ver su semblanza hecha por Miguel Hernández Madrid,
"In memoriam, Luis Ramírez Sevilla, 1962-2007", en Relaciones, núm.
111, 2007, pp. 21-28].
2 La traducción de los títulos y de los fragmentos textuales
citados de obras no publicadas en castellano y de los nombres de obras de las
cuales no se indica una edición en castellano, es mía.
3 La así llamada "Gesamtausgabe" fue publicada de
1959 a 1978 por la editorial Suhrkamp de Fráncfort y consta, al igual que la
llamada "Werkausgabe" iniciada en 1978, de 16 volúmenes, más un
volumen complementario (ver para esto y otros títulos del filósofo, el portal
de su editorial preferida: http://www.suhrkamp.de/autoren/autor.cfm?id=426
). Acerca de obras de y sobre Ernst Bloch en castellano informa la pequeña
introducción, que contiene también fragmentos de sus textos, de Vicente Ramos
Centeno, Bloch (1885-1997). Madrid, El Otro, 1999, pp. 90-94.
4 Ernst Bloch, Geist der Utopie. Fráncfort, Suhrkamp, 1973.
La obra se termina en 1917 y se publica al año siguiente; en 1923 aparece una
versión revisada que es integrada a la Gesamtausgabe.
5 1937-2010, se dedicó primero a las ciencias naturales y
luego a la filosofía social y política, y publicó también varios trabajos sobre
la obra de su padre.
6 Karola Bloch (1905-1994), activista de izquierda durante
toda su vida, publicó también varios libros relacionados con la vida y la obra
de Ernst Bloch.
7 E. Bloch,
spuren. Fráncfort, Suhrkamp, 1979.
8 León Trotski, uno de los principales protagonistas de la
revolución bolchevique, tuvo que huir de la Unión Soviética en 1929 a causa de
su posición político-ideológica y fue asesinado en 1940 en la Ciudad de México.
9 E. Bloch, sujeto-Objeto: el pensamiento de Hegel. 2ª ed.
México, FCE , 1983, La primera edición de esta obra fue
la traducción al castellano realizada por Wenceslao Roces, publicada en 1949 en
México por el FCE .
10 Un capítulo de esa obra, titulado "Freiheit und
Ordnung: Abriss der Sozialutopien" ["Libertad y orden: bosquejo de
las utopías sociales"], se publicó en 1946 en Nueva York y en 1947 en
Berlín.
11 La publicación del tercero es retenida con fnes de
presión política y no se realiza sino hasta 1959; en ese mismo año se publican
en Alemania Occidental El principio esperanza completo —ligeramente modifcado—
y una nueva versión de Huellas.
12 Apud
Peter Zudeick, Der Hintern des Teufels. Ernst Bloch: leben und Werk. Baden-Baden,
Elster, 1998, p. 253.
13 Carlos Marx, "Introducción a la crítica de la
filosofía del derecho de Hegel", en C. Marx y Federico Engels, la sagrada
familia y otros escritos de la primera época. 2ª ed. México, Grijalbo, 1967, p. 10.
14 E.
Bloch, Naturrecht und menschliche Würde. Fráncfort, Suhrkamp, 1975.
15 E.
Bloch, Das Materialismusproblem, seine Geschichte und substanz. Fráncfort,
Suhrkamp, 1972.
16 E.
Bloch, Tübinger Einleitung in die Philosophie. Fráncfort, Suhrkamp, 1979.
17 E.
Bloch, atheismus im christentum. Fráncfort, Suhrkamp, 1973.
18 E.
Bloch, Experimentum mundi. Fráncfort, Suhrkamp, 1975.
19 Ibid.,
p. 237.
20 Por ejemplo, en E. Bloch, Geist der Utopie. Fráncfort,
Suhrkamp, 1975, p. 255.
21 E. Bloch, El principio esperanza. vol. 1. Madrid, Trotta,
2004, p. 25.
22 En esta forma, el texto es el epígrafe de Huellas, pero
se encuentran diversas variantes en diferentes lugares de su obra.
23 E.
Bloch, Geist der Utopie, p. 320.
24 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 2. Madrid, Trotta,
2006, p. 7.
25 Véase Esteban Krotz, Utopía. México, UAM -Iztapalapa,
1988, caps. 5-6.
26 Federico Engels, Del socialismo utópico al socialismo
científico. Moscú, Progreso, 1978.
27 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 2, pp. 155.
28 Ibid.,
p. 156.
29 E.
Bloch, Geist der Utopie, pp. 304-305.
30 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 1, p. 280.
31 Ibid.,
p. 349.
32 Ibid.,
p. 252.
33 E.
Bloch, Geist der Utopie, p. 297.
34 E.
Bloch, Experimentum mundi, p. 255.
35 Para ilustrar este punto, Bloch cita la crítica de
Anatole France de la llamada igualdad ante la ley que prohíbe igualmente a
ricos y a pobres robar leña y dormir bajo los puentes. (E. Bloch, Geist der
Utopie, p. 297).
36 E. Bloch, Experimentum mundi, pp. 188 y sigs.
37 Ibid., p. 251.
38 Ibid., p. 192.
39 E. Bloch, Sujeto-Objeto: el pensamiento de Hegel, p. 16.
40 E.
Bloch, Naturrecht und menschliche Würde, p. 13.
41 E.
Bloch, Experimentum mundi, p. 11.
42 E. Bloch, Geist der Utopie, p. 151; hay que recordar aquí
que en la segunda mitad de los años treinta, Bloch participó con esta
perspectiva en el llamado "debate sobre el expresionismo", donde
diversos autores marxistas discutían sobre el carácter esencialmente
reaccionario o potencialmente subversivo del arte expresionista de la época.
43 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 3. Madrid, Trotta, 2007, p. 152; veáse también E. Bloch, Zur
Philosophie der Musik. 2ª ed. Fráncfort, Suhrkamp, 1974.
44 E.
Bloch, Atheismus im Christentum, p. 13.
45 Ibid., p. 299.
46 E. Bloch, Thomas Münzer, teólogo de la revolución.
Madrid, Ciencia Nueva, 1968, p. 76.
47 Ibid., p. 67.
48 E. Bloch, El principio esperanza, vol. 3, p. 510. En el
vocablo alemán "Heimat" confuyen los signifcados de patria, matria y
hogar. En el vocablo alemán "Heimat" confuyen los signifcados de
patria, matria y hogar.
49 Por esta razón constituyen una gran ayuda las anotaciones
de Francisco Serra a la segunda edición de El principio esperanza, traducida
por Felipe González Vicén. Introducciones a la obra de Bloch accesibles en
castellano son los breves textos de Hans Heinz Holz, "La importancia de la
filosofía de Ernst Bloch para el marxismo", en cuadernos Políticos, núm.
26, octubre-diciembre 1980, pp. 12-18; Esteban Krotz, "El pensamiento
utópico de Ernst Bloch" en Utopía. México, UAM -Iztapalapa, 1988b, 2ª ed.,
corr. y ampl., pp. 123-131, 257-269; y Francisco Serra, "Utopía e
ideología en el pensamiento de Ernst Bloch", en a Parte Rei: Revista de
filosofía, núm. 2, febrero 1998, http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/utopia.html,
así como el estudio de José A. Gimbernat, Ernst Bloch: utopía y esperanza
claves para una interpretación filosófica. Madrid, Cátedra, 1983; y el volumen
de Sergio Pérez Cortés, Víctor Alarcón Olguín y César Cansino Ortíz, coords.,
Ernst Bloch: sociedad, política y filosofía. México, UAM –Iztapalapa / Centro
de Investigación y Docencia Económicas-Departamento de Estudios Políticos,
1988.
50 E. Bloch, Experimentum mundi, p. 187.
51 Así caracterizó a menudo el antropólogo catalán-mexicano
Ángel Palerm este tipo de marxismo bastante extendido también en América
Latina. vease Ángel Palerm, antropología y marxismo. México, Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1998, p. 72.
52 Teólogos importantes, entre ellos, el salvadoreño Ignacio
Ellacuría, "Utopia y profetismo", en Mysterium liberationis:
conceptos fundamentales de la teoría de la liberación, eds., Ignacio Ellacuría
y Jon Sobrino, San Salvador, Universidad Centroamericana, 1993, pp. 323-372 t.
I; y el brasileño João Batista Libânio, "Esperanza, utopía,
resurección", en Mysterium liberationis: conceptos fundamentales de la
teoría de la liberación, eds., I. Ellacuría y J. Sobrino, San Salvador,
Universidad Centroamericana, 1993, pp. 495-510, t. II, han recurrido a ideas de
Bloch para, sin coincidir con su propuesta sobre el transcender sin
transcendencia, precisar semejanzas y diferencias entre análisis sociopolítico,
utopía, profecía y apocalípsis; por su parte, también remite el flósofo Enrique
Dussel, Ética de la liberación. Madrid, Trotta, 1998, a la obra de Bloch. En
este contexto también hay que mencionar la importancia de las ideas de E. Bloch
en la obra del ensayista uruguayo Fernando Aínsa, "La función utópica en
América Latina y el modelo de Ernst Bloch", en Prometeo: revista
latinoamericana de filosofía, año 2, núm. 6, mayo-agosto, 1986, pp. 35-44, y la
reconstrucción de la utopía. Buenos Aires, Sol, 1999. Un intento de aprovechar
ideas blochianas para reanudar la interacción desvanecida durante el siglo x ix
, el siglo de la emergencia de las ciencias sociales, entre utopía y la
antropología sociocultural, lo constituye E. Krotz, la otredad cultural entre
utopía y ciencia: un estudio sobre el origen, el desarrollo y la reorientación
de la antropología. México, FCE / UAM -Iztapalapa, 2004.
53 Acerca de las anti-utopías puede verse de E. Krotz.
"Invitación a la utopía: en torno a utopías y anti-utopías", en nueva
antropología, núm. 37. México, abril de 1990, pp. 129-134.
54 El cientista político argentino insiste Atilio Borón,
"Las ciencias sociales en la era neoliberal: entre la academia y el
pensamiento crítico" en Tareas, núm. 122, enero-marzo 2006, http://bibliote-cavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/panama/cela/tareas/tar122/03boron.pdf
, en que esta forma de vida no debe confundirse con el sistema económico en que
se basa.
55 Por ello, el sociólogo mexicano Pablo González Casanova
critica en su ensayo sobre "La nueva universidad" Fírgoa, http://firgoa.usc.es/drupal/node/10372
, el así llamado "capitalismo académico".
56 E. Bloch, atheismus im christentum, p. 7.