31/10/13

Hacer la historia, saber la historia | Entre Marx y Braudel

  • “ [...] la concepción materialista de la historia también tiene hoy día un montón de amigos a quienes les sirve de excusa para  no estudiar historia.” | Federico Engels, Carta a Conrad Schmidt, 5 de agosto de 1890.
Fernand Braudel ✆ Oran Orlic
Carlos Antonio Aguirre Rojas  |  Después de casi cien años de que Engels hiciera referencia a estos “falsos amigos” del materialismo histórico, el reproche mencionado en su carta a Schmidt continúa siendo indudablemente aplicable a un número muy importante de los presuntos seguidores de la visión materialista de la historia. Aún hoy en día, son relativamente numerosos los marxistas que piensan que, por ser tales, se encuentran disculpados de la necesidad de, por lo menos, asimilar y conocer los principales trabajos, aportes y desarrollos de la investigación histórica clásica y contemporánea. Lo que, por lo demás, no puede reducirse en su explicación a un simple problema de descuido, negligencia o desinterés de estos marxistas por el conocimiento mismo del proceso de la historia, sino que obedece también a causas más profundas y significativas, tales como la complejidad, amplitud y novedad del discurso historio gráfico concebido ya no como mero relato o narración coherente de los hechos, sino como verdadera “empresa razonada de análisis”, como auténtica ciencia de la historia. Porque algo que es suficientemente claro es que a cualquiera que intenta aproximarse por vez primera a este terreno específico de la investigación histórica, le impone de entrada la dimensión enorme de sus temas y problemas generales, la gran extensión de su problemática global, que abarca épocas, niveles y fenómenos sociales del más diverso orden posible. Situación que además se complica por el hecho de que cada uno de sus
innumerables fragmentos hasta ahora reconocidos es aún un campo polémico de distintas interpretaciones, que se disputan enconadamente la razón y la posibilidad de dar cuenta certera del decurso real del proceso o fenómeno histórico analizado.

Amplitud y complejidad de los problemas de la historia, que se complementan con la relativa novedad que en tanto reflexión científica ―y ya no sólo como consideración empírico descriptiva o reconstrucción puramente apologética― tiene el estudio de este campo de los hechos sociales en la historia. Dificultades de diverso carácter que remiten en su conjunto al hecho de que la historia trata efectivamente de reconstruir  todo el hacer humano en el tiempo, rescatando e interpretando toda huella humana posible, toda marca o señal dejada por el hombre en cualquiera de los distintos ámbitos de la sociedad y de la naturaleza, y a lo largo de las diversas épocas hasta ahora recorridas en su progresivo y multifacético avance.

Lo que implica entonces que la historia no es otra cosa que la ciencia del despliegue diverso de lo social-humano en el tiempo, la fundamental y en cierta forma única ciencia de lo social. Porque si ella tiene por objeto el estudio no de una sino de todas las esferas de la realidad social, comprendidas además a lo largo y ancho de todo su decurso histórico en el tiempo, es claro que todo hecho o fenómeno social posible se incluye dentro de sus vastos y amplísimos dominios.

Y es así, en estas colosales proporciones, que la historia ha sido concebida por algunos de los más grandes historiadores y teóricos de lo histórico. Para Marx, por ejemplo, no existe más que una sola ciencia de lo social, la ciencia de la historia. Sólo a partir de ella, y como un desarrollo particular  de la misma, es que puede entenderse cabalmente su amplio trabajo de investigación sobre el modo de producción capitalista, en el que a partir de cierto momento se concentra privilegiadamente. Porque asumir la  globalidad y centralidad de la historia no significa tener que estudiar todos los planos de la realidad social y en todos los tiempos, sino solamente tener en cuenta esa totalidad, en cualquier estudio particular de sus distintos fragmentos o piezas constitutivas. Lo que, precisamente, intentó hacer Marx en sus trabajos de análisis y crítica de la moderna sociedad burguesa.

Pero si Marx, por obvias y declaradas razones políticas, se ha concentrado especialmente en el estudio del periodo capitalista, eso no significa que la concepción materialista de la historia limite su capacidad explicativa a esta misma época moderna, pudiendo e incluso debiendo ser ampliada a los otros periodos y problemas históricos, sobre los que Marx sólo ha podido trabajar de forma muy desigual y no completamente sistemática. Y que al mismo tiempo, sea sólo a partir de esta aplicación y de su confrontación con otras interpretaciones de la historia, que pueda enriquecerse y consolidarse dicha visión marxista de lo histórico, abierta y esbozada apenas en sus trazos básicos, en la obra de sus fundadores.

Porque sin duda alguna, si la concepción materialista de la historia ha sido asumida por Marx y Engels como una concepción abierta y aún en proceso de constitución orgánica, es claro que necesita ser desarrollada, enriquecida y construida no sólo a partir de sus creativas y directas aplicaciones a los distintos problemas y materiales históricos, sino también a partir de su confrontación frente a las modernas y distintas interpretaciones, trabajos y aportes desarrollados en este mismo espacio de la historia. Confrontación que en forma de un diálogo abierto, crítico y constructivo haga posible corregir, apuntalar y transformar una concepción cuya globalidad y centralidad hacen que se ubique aún en sus estrictos comienzos.

Dentro de esta confrontación y puesta a prueba del materialismo histórico frente a la producción contemporánea en el terreno de la historia, nos interesa en particular la fundamental obra desarrollada por el historiador francés Fernand Braudel. Y ello por varias y distintas razones. En primer lugar por el hecho de que Braudel, al igual que Marx, concibe también la historia como una ciencia de lo general, como una ciencia abarcativa y compleja que teniendo en el centro de sus paradigmas el principio de la globalidad, reorganiza e influye a las otras ciencias sociales a partir de su propia centralidad. Para Braudel la historia no es sólo la pregunta y el esfuerzo de unidad de todas las ciencias sociales en una sola “interciencia” ―a nuestro modo de ver, sólo otro nombre para la propia historia―, sino también un modo totalizante de estudiar cualquier fenómeno social, un abordaje necesariamente globalizante de los problemas que constituyen los temas de estudio de las distintas ciencias sociales hoy existentes.

Braudel asume entonces la centralidad y unicidad de la historia como parte de sus propios paradigmas, lo que no le impide concentrarse también en ciertos temas específicos. Temas que, según su propia declaración, se le han ido “imponiendo” de distintas maneras, personales o generales, en su propio trabajo como historiador. Y curiosamente, Braudel no sólo ha estudiado la historia mediterránea o la historia de Francia, sino que ha dedicado también el periodo más amplio y más maduro de su vida ―alrededor de treinta años― a la investigación y esclarecimiento del periodo capitalista de la historia europea entre los siglos XV y XVIII. Al igual que Marx, Braudel toma como centro de sus preocupaciones teóricas la moderna sociedad capitalista, consagrándole también un enorme y exhaustivo esfuerzo de investigación. Esfuerzo que, aunque se inscribe en una línea de preocupaciones distinta sin duda a la marxista, es también un conjunto de esclarecimientos y desarrollos fundamentales para la comprensión adecuada de la moderna sociedad burguesa y de su génesis. Lo que le permite a Fernand Braudel no sólo hacer brillantes apreciaciones sobre el mundo actual, sino reflexionar también sobre sus posibles destinos futuros.