Karl Marx ✆ Andrè Kosslick |
Miguel Manzanera Salavert | En la construcción de la
ciencia económica contemporánea la investigación de Marx ha jugado un papel
fundamental. Y aunque hace un par de décadas se consideró obsoleta y anticuada,
hoy en día ha vuelto a revalorizarse ante la profunda crisis del capitalismo
neoliberal que están padeciendo los países más ricos del planeta. Lo que Marx
explicó hace siglo y medio puede ser importante para salir de la crisis, y
seguramente mucha gente estará interesada en conocer un poco mejor sus ideas.En
este texto voy a intentar explicar sucintamente el planteamiento fundamental de
la economía marxista a partir de El capital, reconociendo que no se trata más
que de un esquema general, que no pretende ser exhaustivo.
La distinción entre sustancia y
magnitud
En
primer lugar, Marx empieza El capital explicando la doble forma del valor
económico, valor de uso y valor de cambio.Se trata de una cuestión de método: toda
ciencia comienza su estudio estableciendo las magnitudes que son objeto de su
investigación, a través de unadistinción entre los aspectos cuantitativos y cualitativos
en su campo de estudio. En la ciencia económica el valor de uso, expresa los
aspectos cualitativos de las cosas en cuanto que sirven para satisfacer
necesidades humanas; el valor de cambio, representa el valor cuantitativo de
las mercancías producidas por el trabajo humano en cuanto que son objeto de
intercambio en el mercado. El precio de las
mercancías es su valor de cambio, la
magnitud del valor, y sirve como medida en la ciencia económica.
Muchos
filósofos de la naturaleza, en sus reflexiones sobre la actividad científica,
han afirmado que las cualidades de las cosas no tienen en realidad en sí
mismas, sino que solo existen para el ser humano que las percibe: las
cualidades naturales son la forma que tiene el ser humano de percibir el
universo en el que vive; pero el mundo natural es esencialmente un conjunto de
relaciones cuantitativas. En las disciplinas científicas, pues, las cualidades
se dejan de lado para hacer ciencia, fundada en la medida y la cantidad. Pero
cuando se trata de una ciencia social, el método requiere hacerse más complejo,
porque las cualidades forman parte de nuestra naturaleza humana y de lo que
queremos llegar a ser como personas. No resulta tan fácil eliminar los aspectos
cualitativos en el conocimiento científico, ni es recomendable si es que queremos
conservar la humanidad.
Marx
está convencido del valor de la ciencia para el desarrollo cultural de la
especie humana en su historia, y por tanto plantea esa distinción básica de la
investigación científica. De ese modo, El capital comienza exponiendo los
fundamentos de la ciencia económica al distinguir en su campo de estudio dos
formas del valor económico: la utilidad de las cosas, como su aspecto
cualitativo, y el precio, como su aspecto cuantitativo. Marx lo denomina la ‘sustancia
del valor’ o ‘valor de uso’, y la ‘magnitud del valor’ o ‘valor de cambio’ (El capital,
Vol. I, capítulo 1, punto 1). El precio del mercado es la magnitud del valor
económico, es decir, la medida del valor, gracias a la cual se puede establecer
una ciencia de carácter cuantitativo. Pero lo que interesa al ser humano
concreto que tiene que vivir en el mundo, es la utilidad de los productos que
compra para satisfacer sus necesidades; el planteamiento crítico de la economía
marxista consiste en indagar hasta qué punto la medida del valor expresada por el
precio en el libre mercado capitalista, es adecuada para las necesidades
humanas –entre las que se deben incluir además la emancipación de todos los
seres humanos-.
El problema de la medida del valor
La
intuición de Marx es que la medida del valor económico a partir de los precios mercantiles
es básicamente inadecuada para construir una economía humana satisfactoria. Esa
idea es fácil de adquirir sobre la base de la observación de la vida social
moderna:las crisis capitalistas, la miseria de los trabajadores y los pueblos,la
injusta distribución de la riqueza social, la represión política para sostener
el orden establecido, la falsificación de la conciencia de los ciudadanos, su
esquilmar la riqueza terrestre y los problemas ecológicos, etc. La
investigación marxiana trata de averiguar cómo se forman los precios en el
mercado, para descubrir por qué no constituyen una medida adecuada del valor
económico, con la convicción de que esa investigación pueda proporcionar
también alguna idea acerca de cómo podría sustituirse por una medición
alternativa. A lo largo de su trabajo, Marx irá desgranando diversos aspectos
de esa inadecuación desde distintos ángulos de aproximación.
El
intercambio de las mercancías es necesario para toda sociedad desarrollada, cuya
estructura económica se organiza mediante la división del trabajo. El
incremento de la productividad que produce la especialización de los
trabajadores, tiene como contrapartida la necesidad de intercambiar los
productos de su trabajo, que se transforman así en mercancías. Se trata de
redistribuir la producción económica, para satisfacer las necesidades de todos
de modo equitativo. ¿Cómo se realiza ese intercambio?, ¿cómo se debería
realizar? Al intercambiar las mercancías que han producido,los productores
intentan hacerlo de forma equitativa, y Marx supone que ese intercambio justo
se hace sobre la base de la cantidad de trabajo incorporada en su producción,
el gasto de energía física que el trabajador ha empleado para producir la
mercancía. La medida del valor debe fundarse por tanto en el trabajo empleado
en la producción –lo que se denomina como teoría del valor-trabajo-.
Se
debe discutir el papel epistemológico de esa propuesta teórica. Tal como se ha formulado
aquí tiene la forma de un ideal normativo, en cuanto que no es una práctica
social observableen el presente. Marx la formula como una descripción de lo que
los seres humanos debieron hacer en el pasado, o de cómo les gustaría
comportarse para ser justos –lo que no deja de ser una aplicación de la teoría
del contrato como ideal político normativo-. Pero una ciencia social
descriptiva puede prescindir perfectamente de tal hipótesis. Como es sabido, la
economía neoclásica, en la que se funda el desarrollo moderno de la producción
capitalista, asume que el origen del valor es la propia utilidad de la
mercancía, que se traduce en demanda del producto dentro del mercado, sin que
el valor del trabajo pueda tener significado para determinar esa operación. De
ese modo, la economía se traduce en una mera técnica de organización de la
producción basada en la eficacia, sin tomar en cuenta la posibilidad de hacer
una asignación justa de los valores. Una ciencia social de este tipo se limita
a extrapolar las tendencias presentes, suponiendo que el futuro será igual que
el pasado.
De
ahí que se proclamara hace algunos años la ideología del final de las
ideologías, esto es, la afirmación de que la única racionalidad posible es la
eficacia en la producción económica. La refutación de esa tesis, de moda en las
últimas décadas, es la crisis de superproducción del capitalismo neoliberal,
que, como también es sabido, repite un fenómeno ya bien conocido desde hace
siglos. Para entender ese fenómeno se hace necesario repasar la teoría de El Capital,
que predice esos fenómenos cíclicos dela economía de mercado. Para lo cual es
imprescindible reconocer que la racionalidad humana no consiste en la eficacia
económica entendida pragmáticamente al modo liberal burgués. Por el contrario,la
propuesta del valor-trabajo es una hipótesis, que Marx supone implícita en los
comportamientos intencionales de los sujetos humanos, en tanto que
personalidades morales de carácter racional que buscan la justicia en sus
relaciones sociales. La base para tal supuesto es que la cooperación en el
trabajo es beneficiosa para todos, y que es la forma específica de la
naturaleza humana.
Sobre
la base de esos supuestos se obtiene el concepto de valor económico. Los
intercambios de mercancías toman como pauta para la valoración de los bienes, la
cantidad de energía que los trabajadores gastan en la producción de cada
mercancía:‘la forma general del valor… presenta a los productos del trabajo
como simple gelatina de trabajo humano indiferenciado…, es la expresión social
del mundo de las mercancías’(El capital, Tomo 1, Sección Primera, Mercancía y
dinero, capítulo I, 82, cito por la 9ª edición de la traducción de Pedro Scaron
publicada en Siglo XXI). Un tipo de productos se intercambian por una cantidad
equivalente de otro tipo, cuando el trabajo empleado en su producción es el
mismo.
La primera distorsión: el fetichismo
de la mercancía
En
esta parte de su investigación, Marx analizalas deficiencias de la forma
general del valor para las necesidades del intercambio, y concluye que se hace
necesario un equivalente general que puede intercambiarse por cualquier
mercancía; ese equivalente es el dinero: la moneda se transforma en la unidad
de cuenta económica o medida del valor. Y en esa transformación aparece el
primer inconveniente: cuando el dinero, como equivalente general de todas las
mercancías, sustituye al intercambio de bienes entre los productores, la
cantidad de trabajo aplicada en la producción desaparece como medida del valor,
ocultado por la apariencia de un valor autónomo de las mercancías expresado por
su precio. La utilidad se muestra como una realidad creada ex nihilo, de la
nada, por así decirlo.Ese fenómeno es designado por Marx como‘fetichismo de la
mercancía’, en el Capítulo Primero, punto 4.
Es
aquí donde Marx muestra la conciencia epistemológica del método científico,
como crítica de la apariencia sensible para encontrar la constitución material
del mundo natural: ‘la impresión luminosa de una cosa en el nervio óptico no se
presenta como excitación subjetiva de ese nervio, sino como forma objetiva de
una cosa situada fuera del ojo’(op.cit. 88). Las cualidades de las cosas, por
ejemplo los colores que vemos, existen en nuestras impresiones, percibidas
sensorialmente; pero para nosotros es como si el color existiera realmente en
las cosas –y hasta cierto punto, desde la subjetividad, es así-.La percepción
del color es una relación entre el sistema nervioso humano y la luz que
impresiona la retina;y ésta es una onda corpuscular definible por sus
características matemáticas según la física más avanzada.
El
proceso de construcción de una ciencia social –nos dice Marx aquí- es análogo:
por detrás de las cualidades de las cosas están las relaciones matemáticas
expresadas por los precios en una economía mercantil. Sin embargo, por tratarse
de relaciones sociales, la naturaleza de lo estudiado debe tratarse con más
cuidado:los aspectos cualitativos, como es su sentido de la justo, no pueden
ser suprimidos sin eliminar al mismo tiempo la racionalidad humana. Ésta no se
limita a la eficacia productiva –como piensan los economistas liberales-, sino
que debe tomar en cuenta la finalidad para la que se hacen las cosas –la
satisfacción humana de carácter cualitativo-, finalidad que es el motor de la
acción productiva humana.
Eso
no significa que el sentido de la justicia no pueda ser cuantificado, como de
hecho hace Marx con su teoría del valor-trabajo; significa sólo que debe ser
tomado en cuenta. Por otra parte, la finalidad humana del trabajo debe
constituirse como un elemento fundamental del análisis económico. Esa
existencia puramente subjetiva de los colores es comparable a la utilidad de
los objetos –la sustancia del valor-, que el ser humano usa o produce como
medios de satisfacción de sus necesidades. La relatividad de las necesidades
humanas deriva de su carácter eminentemente subjetivo, si bien existen medios
para darles un aspecto objetivo cuantificable, como hace la teoría del
bienestar en términos de utilidades.
En
cambio, la forma del valor–como valor de cambio de la utilidad convertida en
mercancía- representa el aspecto cuantitativo del valor. Sin embargo, el
análisis de Marx descubre que en la sociedad mercantil se invierte la
categorización científica: es el mecanismo de medición cuantitativa lo que toma
rasgos de realidad fantasmagórica, de una falsa apariencia de realidad
sustancial. Lo que llama ‘fetichismo de la mercancía’ es que en la perspectiva
capitalista del mercado, los hombres son tratados como cosas y las cosas como hombres.
En el modo de producción mercantil se establecen ‘relaciones propias de cosas
entre las personas y relaciones sociales entre las cosas’(op.cit. 89).
Algo
anda mal en la economía humana para que eso suceda, y es precisamente el
mecanismo utilizado para cuantificar el valor de las mercancías: la formación
de precios en el mercado. Y la clave de todo el asunto es que para ese mecanismo
mercantil, el trabajo se convierte en una mercancía más y desaparece de la
conciencia como creador del valor económico. A partir de ahí la fuente del
valor económico se presenta como el dinero convertido en capital. Esa falsa
conciencia impide organizar la producción de forma científica, como la creencia
religiosa en el creacionismo impide concebir la teoría de la evolución de las
especies y la superstición del horóscopo impide concebir el universo físico
descubierto por la astronomía contemporánea.
La segunda distorsión capitalista del
valor económico: el interés del capital
Debe
quedar claro lo que ese ‘desaparecer’ del trabajo significa: es un desaparecer
en la conciencia. A pesar de que el trabajo sigue siendo la fuente del valor
económico, la importancia dela moneda como instrumento para fijar el valor resulta
tan decisiva, que la persona que lo emplea queda anulada por él; el individuo
capitalista es un mero portador de valor de cambio. La función del dinero es
esencial para la economía de una sociedad, fundada en la división del trabajo y
el intercambio generalizado de mercancías a gran escala; el movimiento de la moneda
en el mercado crea una circulación de dinero, que refleja la circulación de
mercancías en la redistribución del producto social, como en un espejo formado
por los libros contables. Baste pensar en el papel multiplicador del dinero que
tienen los bancos, para comprender el enorme poder que acumula el que maneja el
instrumento de intercambio. El capital financiero domina la vida social
capitalista.
En
toda sociedad hay funciones privilegiadas, en dependencia de su importancia
para el orden social. En el Estado Antiguo surgido a partir de las culturas
campesinas del neolítico, esa función capital consistía en la acumulación del
excedente, para solventar necesidades futuras e imprevistos ocasionales. Creo
que así se debe interpretar la leyenda de José, el hijo de Jacob, cuando en
Egipto adivina el sueño del faraón de las vacas gordas y las vacas flacas, tal
como nos lo cuenta la Biblia. La importancia de la custodia de los excedentes,
conservados para cubrir futuras eventualidades, explica la realeza en aquellos
antiguos estados.
En este sentido, la escuela funcionalista americana de
Talcott Parsons ha hecho interesantes observaciones.
Ese
papel central concede al dinero una potencia que le permite dominar la vida
social y subordinar a los trabajadores a su imperio. Entonces el dinero se
transforma en capital, dinero que crea riqueza por el préstamo crediticio con
interés, o a través de la inversión productiva en la actividad económica (El
capital, Sección Segunda, La transformación del dinero en Capital). Es el
capital el que crea riqueza, y no el trabajo. Marx lo expresa con una fórmula:
D’ = D + ΔD. Determinado como fuente de la riqueza por el mecanismo del
mercado, el capital es capaz incluso de comprar fuerza de trabajo; transforma a
la propia fuerza de trabajo que crea el valor, en una mercancía que puede
comprarse y venderse en el mercadode trabajo a cambio de un salario.El valor no
es creado ya por el trabajador, sino por el empresario que compra la fuerza de
trabajo y la emplea para su propio beneficio. Y el valor pertenece a quien lo
crea, como señalaba John Locke al fundar el liberalismo.
Ese
crecimiento del capital, representado por el interés y el beneficio, viene a
ser la expresión de la reproducción ampliada de la producción capitalista, su crecimiento
compulsivo constante. En el momento en que deja de crecer sobrevienen crisis con
sus consecuencias desastrosas: paro obrero, hambrunas y miseria generalizada,
guerras civiles e internacionales, sistemas políticos totalitarios, etc. Es
además un crecimiento deforme y desequilibrado, que da origen a la
sobreproducción de mercancías, al sobredimensionamiento de la capacidad
productiva, a la inversión en sectores monstruosos como el armamento de
destrucción masiva, etc. El desarrollo del capital es un mecanismo de
alienación, pues conduce a que el ser humano pierda el control sobre los
procesos temporales, en los que están envueltas tanto la vida personal de los
individuos, como la historia colectiva de la sociedad. Las crisis de
sobreproducción capitalista, que conducen a conflictos y guerras espantosas,
son un claro ejemplo de esa falta de control sobre los procesos históricos. La
incapacidad para resolver los problemas ambientales, creando una relación
armoniosa y equilibrada con los ecosistemas naturales, son otro ejemplo claro
de los inconvenientes del modo de producción capitalista, que puede acabar con
la especie humana e incluso con la vida en el planeta Tierra.
Si
desde el punto de vista moral, resulta insatisfactorio tratar a los seres
humanos como meros portadores de fuerza de trabajo que se compra y se vende en
el mercado, desde el punto de vista económico resulta ineficiente a largo
plazo. La racionalidad exigible para un sistema económico compatible con el
medio económico no se basa en la eficacia capitalista –que consiste en
incrementar constantemente el producto nacional bruto-, sino en la eficiencia –cuyo
objetivo es alcanzar las satisfacción de las necesidades al menor costo
posible, ahorrando lo medios-.
Con
esta observación, desarrollamos el marxismo en sentido ecologista, como clave
más acuciante de los problemas actuales de la humanidad. Pero volvamos al
planteamiento de Marx: la eficacia capitalista solo funciona a corto plazo; ni
siquiera es eficaz a largo plazo, porque genera crisis de sobreproducción que
conllevan una ingente destrucción de fuerzas productivas en las crisis y
guerras que suceden sin final. La injusticia del sistema, que trata a los
trabajadores como objetos de compra-venta, genera un desequilibrio en la
evolución social que acaba redundando en la destrucción periódica de la riqueza
creada. Como en la torre de Babel, los hombres construyen una escalera al cielo
que acaban abandonando, no por una maldición divina, sino por la confusión y la
ignorancia. Veamos por qué.
La tercera distorsión: la creciente explotación
del trabajo y la tierra
En
el capítulo IV de la Sección Tercera del Primer Tomo de El Capital, Marx
explica que la explotación delos trabajadores nace de haber considerado la
fuerza de trabajo como una mercancía. A continuación, en el capítulo V, determina
en qué consiste esa explotación, a través de la noción de trabajo excedente que
da origen a la plusvalía o plusvalor. Si el plusvalor surge, es únicamente en
virtud de un excedente ‘cuantitativo’ de trabajo, en virtud de haberse
prolongado la duración del mismo proceso laboral (op.cit.239).En el modo de
producción capitalista ese plusvalor da origen al beneficio del capital, cuando
los valores de uso producidos por el trabajador son vendidos en el mercado.
El
plusvalor se representa monetariamente mediante el interés del capital prestado
o el beneficio del capital invertido. Pero hay una diferencia entre el grado de
explotación de los trabajadores y la tasa de ganancia de los empresarios que
los emplean. Detengámonos en esos conceptos explicados en el capítulo VII de
esa Sección Tercera del Primer Tomo; nos van a mostrar una tercera distorsión
que el mecanismo del precio mercantil introduce en la valoración de la
producción económica.Nos dice Marx: ‘La tasa de plusvalor es la expresión
exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital’(op.cit.
262). Esta tasa de plusvalor es el cociente entre el plusvalor, el excedente de
trabajo que el obrero se ve obligado a hacer para su empleador, y el trabajo
necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, representado por las mercancías
que necesita comprar ese mismo obrero para subsistir. Marx construye una
ecuación para visualizar esa relación: p/v (siendo p = plusvalor o trabajo
excedente, y v = capital variable o capital invertido en la remuneración de los
trabajadores).
En
este punto deEl capital, Marx distingue la tasa de plusvalor y‘la valorización
del valor del Capital adelantado…, como excedente del valor del producto sobre
la suma de valor de sus elementos productivos’; indicando que es un error muy
frecuente entre los economistas confundir la tasa de plusvalor antes definida
con esa valorización del capital. Ésta consiste en los beneficios del
capitalista, que se queda con el plusvalor producido por los trabajadores, y se
corresponde con el hecho de que el dinero adelantado para poner en marcha la producción
genera un rédito que son los intereses del capital.
Si
adelantamos ahora hasta el Tercer Tomo, Sección Primera(La transformación del
plusvalor en ganancia y la tasa de plusvalor en tasa de ganancia), Capítulo II,
Marx y Engels definen la valorización del capital como tasa de ganancia, que
viene dada por la fórmula p/c+v (siendo p = plusvalor o trabajo excedente, c =
capital constante o capital invertido en los factores productivos, y v =
capital variable o capital invertido en las remuneraciones de los
trabajadores). El plusvalor se hace ganancia capitalista transformándose en
dinero al vender los productos en el mercado. La tasa de plusvalor(p/v) se debe
hacer tasa de ganancia (p/c+v) en el mismo proceso de venta. Pero mientras la
tasa de plusvalor es una relación entre las horas trabajadas para satisfacer
las necesidades del obrero y las horas que el obrero tiene que hacer para su
patrón, la tasa de ganancia es una relación entre el capital total invertido, C
= c+v, y el plusvalor convertido en forma monetaria por la venta mercantil de
plusvalor.
Si
el capitalismo fuera un modo de producción estable, que pudiera sostenerse
mediante su reproducción simple, quizás ese problema no sería demasiado grave.
Mas no es así. El capitalismo necesita la reproducción ampliada, incrementando
siempre las inversiones y las ganancias totales conseguidas mediante el
plusvalor arrancado al trabajador. Como consecuencia el capital constante
aumenta permanentemente. Y por tanto al incrementarse el capital constante en
la fórmula C = c+v, disminuye la proporción del capital variable, con lo cual
la tasa de plusvalor(p/v) necesita multiplicarse creciendo exponencialmente,
mientras que la tasa de ganancia (p/v+c) lo hace de forma mucho más modesta o
incluso puede disminuir.
Ese
fenómeno se denomina Ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, en la
Sección Tercera del Tomo III de El capital: ‘una tasa creciente de plusvalor
tiene tendencia a expresarse en una tasa declinante de ganancia’ (op.cit. 309).
Marx y Engels exponen en el Capítulo XIV de la misma Sección Terceracómo el
capitalista se esfuerza en contrarrestar esa realidad: elevación del grado de
explotación del trabajo, reducción del salario por debajo de su valor,
abaratamiento de los elementos del capital constante (materias primas, energía,
tecnología, infraestructuras, etc.), sobrepoblación relativa (el llamado
‘ejército de reserva que actúa como fuerza de trabajo barata a disposición del
capitalista), el comercio exterior y el aumento del capital accionariado. Los
rendimientos decrecientes del capital deben reponerse aumentando la explotación
del trabajo e incrementando exponencialmente la productividad del trabajo,
desvalorizando la riqueza terrestre y globalizando la producción económica. Como
el capitalista solo invertirá si se garantizan los beneficios, y buscando
además que estos crezcan lo máximo posible, la explotación de los trabajadores y
de la tierra tiene que incrementarse permanentemente en el sistema.
A
continuación en el Capítulo XV de ese mismo Tomo III, los autores exponen las
contradicciones del desarrollo capitalista, que han de determinar antes o
después su decadencia definitiva y su sustitución por un nuevo modo de
producción. La acumulación acelera el descenso de la tasa de ganancia, en tanto
con ella está dada la concentración de los trabajos a gran escala y, por
consiguiente, una más alta composición del capital (el aumento del capital
constante en la fórmula C = c+v). Por otra parte, la baja de la tasa de
ganancia acelera, a su vez, la concentración de capital y su centralización
mediante la expropiación de los capitalistas menores…
Como
señala el Manifiesto Comunista, toda la sociedad tiende a dividirse en las dos
clases fundamentales del modo de producción capitalista, eliminando los
estratos intermedios. Y como señaló Aristóteles una sociedad estable es aquella
que tiene una clase media fuerte y numerosa. La dinámica capitalista conduce
inexorablemente a la confrontación de clases y la revolución social. El
capitalismo solo dispone de un medio para evitar esa dinámica destructora de sí
mismo: ser moderado mediante la intervención del Estado en una economía del
bienestar, consiguiendo redistribuir la riqueza mediante los impuestos, la
planificación y la producción de bienes públicos. Es necesario superar el
liberalismo hacia el capitalismo de Estado, como etapa necesaria para la
superación del modo de producción mismo.
La cuarta distorsión: el papel de la
innovación tecnológica
El
crecimiento decreciente del rendimiento capitalista, la ley de la baja
tendencial de la tasa de ganancia, impulsa a los
capitalistas a buscar por todos los medios un aumento de sus ganancias. Uno de
los medios más eficaces que tiene a su disposición consiste en buscar el apoyo
de los científicos que le prestan sus conocimientos para mejorar los
rendimientos industriales. El desarrollo tecnocientífico del capitalismo ha
sido impresionante en los últimos siglos, pero lo más sorprendente es que
detrás de ese desarrollo se encuentre el ansia de beneficios de los
empresarios, alcanzado mediante la explotación de los trabajadores. El burgués
moderno ha sido descrito por Goethe en el personaje de Fausto, que busca
alcanzar la perfección mediante la acción productiva ayudado por el diablo
Mefistófeles. El mal es inseparable de la producción, al menos en el orden
social capitalista, lo que Schumpeter llamaba la destrucción creativa.
Gracias
a la innovación tecnológica se obtiene un incremento multiplicado del
plusvalor, necesario para remontar la tendencia a la disminución de las
ganancias. El mecanismo que hace posible ese prodigio es denominado plusvalor
relativo en El capital, Tomo I, Sección IV. El empresario introduce una nueva
técnica, cuando sirve para incrementar la productividad del trabajo, de modo que
un obrero puede producir una cantidad multiplicada de mercancías en el mismo
tiempo. Como las condiciones laborales de éste son las mismas por término medio
que el resto de los trabajadores, esa productividad incrementada multiplica a
su vez la cantidad de plusvalor arrancado al trabajo por el capital. Ese
aumento en la cantidad de plusvalor se transforma en ganancias extraordinarias,
al convertir el valor de los bienes así producidos en dinero por la venta en el
mercado. El capitalista puede competir en condiciones ventajosas hundiendo a
las empresas rivales, que todavía no se han hecho con la innovación tecnológica,
quedándose para sí con toda la plusvalía producida. Marx explica cómo en la
India las mercancías inglesas hundieron la industria textil por la competencia.
Para ello el gobierno inglés tuvo que abolir las leyes que prohibían la
importación y limitaban el comercio, ocupando el territorio.
En
ese paso de su exposición Marx expone la distinción entre el plusvalor absoluto
y el plusvalor relativo del siguiente modo: Denomino ‘plusvalor absoluto’ al
producido mediante la ‘prolongación’ de la jornada de trabajo; por el
contrario, el que surge de la ‘reducción’ del tiempo de trabajo necesario, y
del consiguiente cambio en la ‘proporción de la magnitud’, que media entre
ambas partes componentes de la jornada laboral, lo denomino ‘plusvalor
relativo’(Volumen 1, Sección Cuarta, Capítulo X, Concepto de plusvalor
relativo, op.cit.,383). Lenin expone la diferencia entre plusvalía absoluta y
relativa, casi con las misma palabras en su trabajo sobre El plusvalor, que
resulta un resumen de la cuestión. Precisamente por su carácter resumido, puede
llevar a confusión: hay quien entiende de modo simplificado la diferencia entre
plusvalor absoluto y plusvalor relativo, como la diferencia entre alargarla
jornada en términos cuantitativos añadiendo más horas de trabajo, plusvalor
absoluto, y acortar el tiempo de trabajo necesario para reponer el gasto de
fuerza de trabajo expresada en el salario, plusvalía relativa. Pero la cosa
tiene más miga.
Para
entender bien este párrafo hay que tomar la definición de plusvalor absoluto,
que Marx realiza en los capítulos anteriores, en la que éste se explica como
una realidad constitutiva del modo de producción capitalista, sin la cual no
podría funcionar, ni siquiera haber aparecido sobre la tierra. En cambio, el
plusvalor relativo es definido como ‘cambio en la proporción de la magnitud’,
estos es, como la multiplicación del plusvalor absoluto conseguida mediante la
fabulosa productividad que permite la introducción de innovaciones técnicas.
Eso significa que la plusvalía relativa es el factor de cambio en el modo de
producción capitalista, haciendo posible las inversiones productivas, la recuperación
de la tasa de ganancia y la reproducción ampliada del capital.
Pues
el efecto de una innovación en la sociedad es mucho más profundo que un mero
aumento de productividad; ese aumento modifica el orden social capitalista y la
correlación de fuerzas políticas entre las clases sociales; hasta el punto de
que pueda hablarse de la creación de una formación social diferente, provocada
por los cambios estructurales que trae la innovación tecnológica. Véanse, por
ejemplo, las importantes transformaciones de toda índole que ha traído la
última revolución tecnológica de la informática: automatización de las fábricas
sustituyendo los trabajos físicos que son realizados ahora por máquinas,
sustitución de empleados cualificados y funcionarios en la administración de
empresas privadas y públicas, revolución en las telecomunicaciones y en el
acceso a la información, etc.
Sin
embargo, lo que más interesa desde el punto de vista marxista son sus efectos
sobre las luchas sociales –puesto que la lucha de clases es el motor de la
historia-. Los efectos para la clase obrera son devastadores. Marx se dedica a
analizarlos en el Capítulo XIII, Sección IV del Tomo I, a partir de la
introducción de la máquina de vapor como fuerza motriz en la industria. En primer
lugar, millones de trabajadores fueron lanzados al paro, sustituidos por las
máquinas; de ese modo aumenta el número de obreros en busca de trabajo, es
decir aumenta la oferta de fuerza de trabajo, que se desvaloriza así por las
leyes del mercado. En segundo lugar, aparecieron trabajos que requerían menor
fuerza física y menor habilidad, de modo que los profesionales fueron
sustituidos por peones, y en algunos casos por mujeres y niños en trabajos que
no requerían fuerza física. En tercer lugar, el abaratamiento de las mercancías
abarató también la fuerza de trabajo que se sirve de ellas. En todos esos aspectos
el precio de la fuerza de trabajo disminuye en beneficio de la valorización del
capital. Como señala Marx: la maquinaria desvaloriza la fuerza de trabajo
(capítulo XIII del Tomo I, op.cit. 481). Se trata de un resultado de la lucha
de clases: la burguesía utiliza la ciencia para derrotar a los trabajadores en
un ciclo que lleva de la innovación tecnológica al paro, y de éste al descenso
de los salarios y la intensificación de la explotación: Se podría escribir una
historia entera de los inventos que surgieron, desde 1830, como medios bélicos
del capital contra los amotinamientos obreros (op.cit. 452).
Pero
ni la ciencia, ni la técnica, llevan en su esencia el estigma de la explotación
y la alienación de los trabajadores. Marx recuerda que la introducción del
molino en el modo de producción antiguo, fue saludada por los poetas romanos
como un avance que liberaría a las mujeres del pesado trabajo de moler el
grano. Solo en el medio social del capitalismo los avances tecnológicos se
convierten en elementos para la esclavización de los trabajadores. Eso es
posible porque el orden social burgués está dominado por los poseedores de
capital, que pueden hacer las leyes a su medida. En cada coyuntura del proceso
de desarrollo del capital, las leyes se ajustan a las necesidades de ese
desarrollo. Se trata de una acción conjuntada de medios políticos y técnicos,
que hacen posible obtener el sometimiento de los trabajadores.
Así
las consecuencias que la revolución informática ha traído para el siglo XXI son
devastadoras desde el punto de vista del desarrollo histórico: la desaparición
de la clase obrera industrial en los
países desarrollados con la consiguiente derechización de las sociedades
opulentas e imperialistas y la degradación moral que eso supone; paralelamente
la descomposición del campo socialista y su transformación en un área pauperizada
y sometida al imperialismo; además el neoliberalismo depredador e irracional
que conduce a la humanidad al borde de un abismo de caos ecológico con peligro
para la biosfera. Etc.
Otra
observación importante de Marx acerca del uso de la tecnología por el
capitalismo, es que una innovación tecnológica solo será introducida en el
sistema cuando produzca un beneficio para el capitalista a través de la
plusvalía relativa.No serán introducidas innovaciones que puedan interesar a la
población o a los trabajadores, a menos que ayuden al capitalista a mantener su
dominio de la sociedad. Por ejemplo, el desarrollo de una maquinaria bélica
espeluznante por sus efectos sobre la población, no tiene más sentido que
sostener el poder establecido sobre la base del terror y la crueldad. Como
puede observarse, las distorsiones graves,que se producen en las aplicaciones
tecnológicas de la ciencia por el capitalismo, cuya condición es la plusvalía
relativa, conducen a la humanidad al abismo de la desaparición como especie
inviable, y ponen en peligro la propia vida en la Tierra.
Los
avances técnicos configuran la dinámica del capitalismo, según expone
Ernes tMandel en su estudio sobre Las ondas largas del desarrollo capitalista.
Las innovaciones aparecen por la necesidad del capitalismo de transformar la
estructura productiva con el objetivo de combatir el rendimiento decreciente de
sus inversiones de capital. Quizás la explicación de Mandel no se ajuste
perfectamente a los hechos, pero la intuición subyacente es correcta. La onda
larga de la revolución informática ha terminado, en el sentido de que el
capital ya no es capaz de extraer ganancias extraordinarias a partir de esa
tecnología, dado que está extendida por todo el sistema y no sirve para
aumentar la competitividad empresarial. Esa realidad ha llevado a buscar
rendimientos capitalistas de forma espuria, y a una crisis de superproducción
en el área de la construcción de edificios, provocada por el ansia desesperada
de beneficios.
Pero
hoy ya es evidente que se está preparando un nuevo ciclo productivo, y una
nueva formación social asociada a éste, a partir de la revolución agrícola
basada en las tecnologías de manipulación genética. Las consecuencias de esa
nueva secuencia de desarrollo capitalista son previsibles, en los nuevos
desastres que están aguardando a la humanidad en este siglo que acaba de
comenzar. Más que nunca se hace necesario comenzar la fase de transición al
socialismo basada en el capitalismo de Estado, siguiendo la estela trazada por
los comunistas chinos y la República Popular.
Conclusiones
Los
rasgos estructurales del modo de producción capitalista, lo configuran como un
modo de producción que no puede dejar de crecer y desarrollarse, pero ese
crecimiento lo hace de un modo deforme y monstruoso, atravesando crisis
pavorosas y provocando guerras constantes. El desarrollo del capitalismo, que
Marx llama ‘la reproducción ampliada del capital’, es una necesidad del sistema
de explotación y una consecuencia de la injusticia que constituye su mismo
fundamento. Esa injusticia se constituye como desvalorización del trabajo
humano vivo para valorizar el capital, trabajo humano muerto, y se traduce en
la alienación histórica, el hecho de que la sociedad se constituya como una
dinámica sin control posible por la razón humana. La opresión de los individuos
se corresponde con la alienación social e histórica.
Es
claro que la ciencia económica liberal es incapaz de aportar soluciones a la
crisis que ella misma ha creado. Ésta muestra además que el capitalismo
neoliberal ha acabado ya su función histórica de restablecer la hegemonía mundial
de la OTAN. Podemos observar que la emergencia de la República Popular China ha
trastocado el panorama internacional, frenando el expansionismo militarista del
imperialismo, que ha sustituido la expansión industrial y tecnológica del
neoliberalismo.
Los
problemas que la economía neoliberal ha traído a la humanidad, ya estaban
previstos en el análisis de Marx y Engels sobre el capitalismo. Y demuestran
que su crítica era acertada. Aquí hemos interpretado esa crítica desde un punto
de vista epistemológico, como las insuficiencias provocadas por la medición
capitalista del valor económico. Lo que la experiencia histórica nos aporta
respecto de las tesis de El capital, es una nueva distorsión introducida por el
precio mercantil en la medida del valor: su ignorancia respecto de las
utilidades producidas por la naturaleza de forma gratuita y limitada, que son
destruidas por la falsa eficacia capitalista. La experiencia reciente no
modifica la intuición fundamental de Marx y Engels, sino que la hacen más
acuciante y radical.
Es
evidente que se está preparando una nueva formación social capitalista, que
intentará explotar las biotecnologías en beneficio del dominio de las grandes
empresas de la agroindustria. Resulta tan peligroso manipular las fuentes de la
vida, que esa nueva innovación tecnológica habrá de ser cuidadosamente
planificada. Sin embargo, la mayor parte de los estudiosos de este tema señalan
que el actual uso de los OGM (organismos genéticamente modificados) está
resultando desastroso para la vida y los ecosistemas. Dado que las empresas
utilizan la innovación tecnológica para su propio beneficio, y no para mejorar
la calidad de vida de las poblaciones, es de esperar que esto siga siendo así.
La
necesidad de cambiar ese modo de producción es evidente. También es claro el
fracaso de haber intentado hacerlo de modo compulsivo, a través de una
dictadura férrea y quemando etapas previas. Según muestran los hechos
históricos recientes, el camino para superar el capitalismo pasa por la
construcción de un capitalismo de Estado con una economía mixta, estatal y
privada, como fase de transición hacia el socialismo.
Miguel Manzanera Salavert es doctor en
Filosofía, con la primera tesis doctoral sobre Manuel Sacristán Luzón. Profesor
de Secundaria en el I.E.S. Meléndez Valdés de Villafranca de los Barros.
Miembro de la Presidencia de Izquierda Unida de Extremadura. Representante de Sodepaz
Extremadura. Miembro de Ecologistas en Acción.
Especial para © Ñángara Marx