- El marxismo, desterrado tras el derrumbe soviético, revive en algunos círculos académicos y culturales
‘El Capital’ en
versión manga ha vendido 120.000 ejemplares en Japón
Reaparecen, además, obras centradas en analizar la figura
del pensador, como la biografía Karl Marx: A Nineteeth-Century Life, que acaba
de publicar el profesor de la Universidad de Missouri Jonathan Sperber. Y a
ambos lados del Atlántico asistimos a representaciones de Marx en el Soho, del
estadounidense Howard Zinn, una obra en la que el filósofo es enviado por error
al SoHo neoyorquino de finales de los noventa en lugar de al Londres de la
revolución industrial. El actor Brian Jones ha llevado esta obra durante los
últimos años a decenas de salas universitarias (en abril la representó en el
Massachusetts College of Liberal Arts) en EE UU y en Madrid se estrenó
recientemente la versión adaptada Marx en Lavapiés.
La imagen y el pensamiento del pensador alemán, casi
desterrados de los círculos políticos, académicos y culturales tras la caída
soviética, resurge en un momento en el que una severa crisis promueve la
búsqueda de respuestas alternativas al capitalismo convencional. Sin embargo,
cuando de lo que hablamos es de grandes movimientos sociales como el 15-M o los
Indignados, Marx comparte cartel con una ecléctica lista de referentes
filosóficos y morales, que abarcan desde los documentales de Michael Moore
hasta la película Inside Job, pasando por las obras de autores como Stéphane
Hessel y José Luis Sampedro, el creador de cómics Ivà (Historias de la puta
mili) o personajes como Mafalda.
La obra ‘Marx en el
Soho’, de Howard Zinn, retorna a las salas en varios países
En lo académico, hay autores que llegaron al marxismo en los
sesenta y setenta y siguen considerándolo una herramienta válida para
interpretar la realidad. Entre ellos figura Juan Ramón Capella, catedrático de
Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona, que sostiene que “el
marxismo resulta clave para entender el presente”. Una tesis similar a la del
historiador Carlos Martínez-Shaw o el filósofo francés Jacques Rancière. Otros
han descubierto a Marx tras una larga trayectoria en la otra orilla. El
economista grecoaustraliano Yanis Varoufakis, profesor en la Universidad de
Texas tras ser asesor de George Papandreu cuando este gobernaba, declaró
recientemente: “La única forma en que he podido hacerme inteligible el mundo es
a través de los ojos metodológicos de Marx. Hecho que basta para hacer de mí un
teórico marxista”. En una línea similar estaría el filósofo italiano Gianni
Vattimo, que llega al marxismo desde el cristianismo y Heidegger.
En los antípodas se sitúan autores como Miquel Porta
Perales, autor del libro La tentación liberal, quien sostiene que “el marxismo,
como teoría de interpretación y transformación del mundo, entró en crisis hace
décadas: el materialismo dialéctico es una entelequia; el materialismo
histórico, una manera más de aproximarse a la historia; la lucha de clases, una
pugna que busca más trabajo y mayor salario; el proletariado, un ente que desea
integrarse en una prosperity capitalista hoy en crisis; la democracia real, una
forma de despotismo; la sociedad sin clases, el paradigma de la sociedad
cerrada”. Pese a su dura diatriba, Porta Perales reconoce que el marxismo
retorna “porque ofrece certeza antiliberal y confort radical: la certeza que
permite confirmar ¡por fin! la verdad última del capitalismo explotador; el
confort que se obtiene al proponer ¡por fin! una alternativa al sistema”.
El economista Joaquín Trigo, del Instituto de Estudios
Económicos, que en su juventud se sintió atraído por el marxismo, sostiene hoy
que carece de vigencia y que Marx “nunca estuvo en una fábrica”, así que sus
análisis ni sirven ahora, ni servían antes.
El teórico no tuvo en
cuenta cuestiones como la ecología o el género
Joana García Grenzner, feminista vinculada a los Indignados,
sostiene que el marxismo sí sirve para cubrir un vacío a la hora de analizar la
realidad social y económica. Grenzner toma a Marx como una de sus referencias a
pesar de que apenas trató dos de los asuntos centrales para ella: el feminismo
y el ecologismo. La activista insiste en que sus opiniones son solo suyas y no
representan a ningún movimiento. Una precisión que también hacen varios
adheridos al 15-M en Barcelona, que para pronunciarse sobre este asunto
tuvieron que celebrar una asamblea para recoger opiniones, todas
“individuales”.
Según estos activistas, su acercamiento al marxismo es
indirecto. “Tenemos en común la crítica al capitalismo”, dicen Paco y Pepe.
Cuando repasan los autores que les han influido citan a Sampedro, Hessel,
Chomsky, Orwell, Huxley y Kropotkin. Un miembro de la asamblea cita también a
Marx y Trotsky. Paco destaca la fuerte influencia para él de las historias
antimilitaristas de Ivà, las tiras de Mafalda o un libro como La economía no
existe (Los libros del lince), del periodista Antonio Baños. Varios de los
participantes en el debate señalaron que sus principales fuentes de inspiración
son la calle, los movimientos sindicales y vecinales, la plataforma
antidesahucios y las redes sociales, además de las llamadas “primaveras
árabes”. “Bebemos más de los autores underground que de los clásicos”, “los
clásicos son muy duros”, dice Pepe.
“Lo que le da sentido
es la lucha contra la injusticia”
La dificultad que algunos de estos textos suponen para parte
del público fue algo que tuvo en cuenta la editorial Nórdica Libros a la hora
de publicar el Manifiesto Comunista en versión ilustrada, uno de los libros más
vendidos en la feria del libro de Madrid de 2012. Según su editor, Diego
Moreno, “uno de los motivos por los que publicamos el libro es la vigencia de
muchos de sus apartados, pero también queríamos hacer una edición que llegase a
un público amplio. Se trata de uno de los clásicos del pensamiento occidental.
Queríamos alejarnos de los prejuicios que sienten muchos”. Su colega, Raimund
Herder, afirma: “Hemos editado libros como Comunismo Hermenéutico de Gianni
Vattimo y Santiago Zabala o la versión manga de El Capital porque, 23 años
después del fracaso soviético, tenemos que reconocer que su oponente, el
liberalismo, también ha fracasado, con consecuencias fatales para la sociedad,
la democracia, la ecología”. “Vattimo no propone volver al comunismo o un marxismo
metafísico, señala, sino recuperar sus ideas aún vigentes”.
El aparente reverdecer de Marx ha sido reseñado por autores
como Stuart Jeffries, columnista del diario británico The Guardian, que tituló
uno de sus recientes artículos casi con una declaración: Por qué el marxismo
renace de Nuevo. El escritor Jonathan Sperber se preguntaba en sus mismas
páginas: ¿Es Marx aún relevante? Y la respuesta era afirmativa, con mención
especial de su valía para entender las crisis recurrentes del capitalismo.
Según el catedrático Juan Ramón Capella, “los instrumentos
de análisis de Marx, en general, siguen siendo válidos”. En particular, para
explicar “tres fenómenos: las crisis cíclicas del capitalismo, la concentración
del poder económico y la contrarrevolución política, consecuencia de la caída
del beneficio capitalista”. El profesor considera que no hay que tomar a Marx
como un dogma: “Él conoció la primera revolución industrial y nosotros estamos
en la tercera”. Además, “era un convencido del progreso técnico y no vio
algunos de los peligros del desarrollismo. Por ejemplo, no comprendió la
elasticidad indefinida de las necesidades humanas”. Pero la idea que expresa el
lema “socialismo o barbarie” sigue siendo válida, opina. “La barbarie es una
sociedad sin reglamentar, a merced solo del mercado”, señala, para concluir:
“Hay quien defiende el ultraliberalismo con el argumento de que el Estado no
entiende de economía. Bueno, el mercado tampoco”.
Ofrece certeza
antiliberal y confort radical
Que Marx permite formular respuestas a los retos actuales es
algo que sostienen también el catedrático Carlos Martínez-Shaw, el economista
Carlos Berzosa, el filósofo Manuel Cruz o el dirigente [comunista] José Luis
Centella, entre otros. Según Berzosa, “Marx
nunca ha perdido vigencia, aunque sí ha habido intentos de anularlo, de
relegarlo a la historia”. Tras el hundimiento del socialismo real, señala, “se
le atacó con el argumento de que había perdido vigencia, pero hoy podemos ver
la importancia de sus análisis”. Berzosa, como Capella, no pretende que
Marx acertara en todo. “Hay que leer a Marx de forma abierta, porque él no tuvo
en cuenta aspectos como la ecología o la lucha de género”. En un sentido
similar se expresa Centella. “Marx no es un catecismo ni una máquina de dar
respuestas, pero nos permite entender que la crisis no es cosa de unos golfos,
sino que está vinculada a la estructura económica del capitalismo”.
Manuel Cruz, profesor de Filosofía en la Universidad de
Barcelona, reflexiona: “La crisis del marxismo suele presentarse como algo
evidente, a partir del fracaso del denominado socialismo real. Pero el marxismo
no es solo eso. No caben descalificaciones genéricas: quienes cuestionen la
cientificidad de los análisis marxianos vienen obligados a demostrar científicamente
su falsedad o sus errores”. En su opinión, “el elemento que proporciona sentido
y coherencia al marxismo es el impulso moral por acabar con la injusticia. Por
eso no tiene derecho a reclamarse del marxismo ni el marxista de salón ni el
oscuro burócrata del aparato de partido, sino quien, desde el conocimiento y la
voluntad de transformar, posee también la sensibilidad que le hace vivir como
intolerable el sufrimiento humano provocado por un orden social injusto”.
Nunca ha perdido
vigencia, aunque se intenta anularlo
Para Albert Recio, profesor de Economía de la Universidad
Autónoma de Barcelona, “Marx no solo no ha caducado, es un gran clásico y está
ganando vigencia y aceptación social debido a la crisis”. Sus ideas valen
especialmente para explicar “los conflictos de clase, la crítica al capitalismo
y el empleo del ejército industrial de reserva”, expresión que Marx emplea para
referirse a los parados. En El capital, no deja de anotar la relación directa
entre el salario y el número de personas en paro. En cambio, dice Recio, “Marx
no vio la importancia de las estructuras nacionales, un asunto que llevó a la
segunda generación de marxistas [Lenin y Rosa Luxemburgo, sobre todo] a abrir
el debate sobre el imperialismo”. Tampoco pudo atisbar “la cuestión ecológica
por su visión del progreso tecnológico ni la importancia real de las relaciones
de género, pese a que Engels sí hizo algunas aproximaciones”. Donde el marxismo
sigue en franco retroceso, apunta Recio, es en la Academia “dominada por el
pensamiento neoliberal, que ha emprendido una fuerte ofensiva contra las
visiones críticas hacia el capitalismo”.
Joan Coscubiela, diputado por ICV, y Fernando Lezcano,
portavoz de CC OO, recurren al pensador italiano Antonio Gramsci para referirse
a la “hegemonía” de las ideas liberales. Según Coscubiela, “la ofensiva de la derecha en los ochenta colocó al marxismo a la
defensiva”. “La sociedad vio cómo todo se convertía en producto a merced del
mercado. Hasta la educación o la sanidad”. Lo peor, asegura, es que aquella
gran ofensiva ideológica hizo mella en “cierta izquierda”. Cree Coscubiela que
un momento culminante de la rendición ideológica de la izquierda se aprecia en
la renuncia del PSOE al marxismo, a propuesta de Felipe González: “Es el gran triunfo de una derecha que
obliga a la izquierda a renunciar a su ideología”. Lezcano lo resume así:
“La derecha consigue hacer creer a la mayoría de la población que sus valores
son los valores de toda la sociedad. Que No caben otros”.