12/9/13

Karl Popper y el marxismo | Somera revisión de un gran fraude intelectual

Karl Popper ✆ Iván Jerónimo
Alejandro Tomasini Bassols  |  Si bien es claro que en general para los filósofos stricto sensu la importancia de Karl  Popper procede ante todo de algunas contribuciones que éste último hiciera en el terreno de la filosofía de la ciencia, para el público en general (dentro del cual habría que incluir a varios destacados políticos) dicha importancia se explica más bien por la labor que Popper desarrolló en el área de la teoría política y la filosofía de la historia. En particular, el nombre ‘Karl Popper’ quedó asociado con lo que ha sido considerado por muchos (filósofos ilustres incluidos, como por ejemplo Bertrand Russell) como una devastadora y definitiva crítica de las concepciones políticas de diversos pensadores prominentes del pasado, como Platón y Hegel. 

Sin embargo, como de todos los pensadores políticos que Popper se abocó a criticar al que convirtió en el blanco de sus más enconadas diatribas fue, sin duda alguna, Karl Marx, es comprensible que la razón por la que realmente Popper sea tan conocido, así como la razón de la mucha fama de la que gozó y sigue en algunos círculos gozando todavía, sea en primer término lo que a primera vista es apreciado como su certero y destructivo análisis de la teoría marxista, considerada in toto. En efecto, a lo largo y ancho de sus escritos Popper se dedicó a apuntar o a desarrollar en contra de diversas ideas de Marx tanto líneas generales de crítica como objeciones concretas, tanto de orden metodológico como sustancial o teórico. Dichas críticas y objeciones son desde luego de muy variado calibre filosófico, pues abarcan desde panfletos semi-cómicos como “¿Qué es la Dialéctica?” hasta libros completos, como Miseria del Historicismo. En todo caso, puede afirmarse que en lo esencial el ataque frontal de Popper al marxismo está concentrado en lo que con mucho es su libro más famoso, el libro por el que sin duda (para bien o para mal) será recordado, a saber, La Sociedad Abierta y sus Enemigos. A primera vista por lo menos, en básicamente ocho capítulos de su
segundo volumen Popper sistemáticamente desmantela el todo de la teoría marxista de la sociedad capitalista y de la historia, sin piedad exhibe las falacias de Marx y echa por tierra (se suponía que de una vez por todas) la visión marxista del hombre y del estado, así como los ideales en ella inscritos.

A. Tomasini Bassols
Pretensiones teóricas tan grandiosas como esas son de entrada sospechosas. Dado el éxito con el que se vieron coronadas, sin embargo, se vuelven dignas de ser examinadas cuidadosamente por lo que, si después de un mínimo examen crítico de ellas efectivamente quedaran plenamente acreditadas, ciertamente merecerían ser universalmente aclamadas. Huelga decir que por lo menos Popper mismo no tenía ninguna duda a este respecto. Sin embargo, la actitud de los marxistas, y de los no-popperianos en general, es diferente, entre otras razones porque es un hecho que Popper mantuvo siempre la misma confiadaactitud en relación con otros pensadores y otras polémicas sobre los cuales se pronunció de la misma triunfalista manera, pero con respecto a los cuales se puede demostrar que el equivocado era él.

Es, pues, sensato de nuestra parte que tengamos sospechas y que pensemos que bien miradas las cosas su crítica no sea en el fondo lo exitosa que él se imaginó que era y que mucho de los aplausos de los que por ese trabajo fue objeto tengan su fuente en consideraciones por completo independientes de los contenidos de su magnum opus. De hecho, no tengo reparos en confesar que estoy enteramente convencido de que es en gran medida a las circunstancias de la época (la inmediata pos-guerra) que se debe que el juicio de la gran mayoría se haya obnubilado y que fueron dichas circunstancias lo que poderosamente coadyuvó a que se le confiriera a la obra de Popper un status y un valor que sencillamente no le correspondían. Empero, antes de adentrarme en la crítica de la crítica de Popper, me parece que será útil hacer unos cuantos recordatorios de carácter histórico para contextualizar debidamente el trabajo que es el objeto central de nuestras reflexiones en este ensayo, viz, La Sociedad Abierta y sus Enemigos, y estar así en posición de apreciarlo mejor.

La Sociedad Abierta y sus Enemigos es un libro publicado por primera vez en 1946 (en inglés). El dato del año no es banal pues, como todos sabemos, fue alrededor de ese año (es decir, un poco antes y un poco después) que al mundo se le impuso el rostro que habría de tener para el siguiente medio siglo, esto es, el rostro de la así llamada ‘guerra fría’, el rostro de una confrontación que podemos etiquetar de diverso modo: “Este-Oeste”, “USA-URSS”, “OTAN-Pacto de Varsovia”, “socialismo real-capitalismo”. En todo caso, el libro de Popper, cómodamente redactado desde lo que a la sazón probablemente era la zona más tranquila del mundo (Nueva Zelandia) apareció en un momento crucial del siglo XX y no dejó dudas respecto a lo que en él se defendía (y lo que se atacaba). Hay que reconocer que, dada la fuerza argumentativa del libro, para múltiples pensadores de izquierda la obra de Popper representó un golpe difícil de asimilar. Se trata, podemos decirlo, de una obra que le hizo mucho daño a todo lo que estaba asociado con el socialismo (valores, ideales, organización y tácticas políticas, etc.) y que reforzó la ideología del capitalismo (o, en terminología popperiana, de la “sociedad abierta”). El trabajo de Popper es sorprendentemente dúctil, pues lo que inicialmente había sido concebido como una crítica del nacional-socialismo (del cual Popper ciertamente fue víctima y por el cual tuvo que abandonar su Austria natal) muy rápidamente revistió la forma de una crítica del socialismo en general, identificado ya para entonces con el “totalitarismo” (la “sociedad cerrada”). Pero es precisamente por esas fáciles y totalmente equívocas transiciones e identificaciones implícitas en la obra de Popper que, independientemente de los méritos académicos que se le puedan adscribir, es imposible no señalar que se trata esencialmente una obra ideológica, de un trabajo académico que se presenta como un arma teórica para ser usada por los defensores (teóricos y prácticos) de un determinado sistema frente a su adversario. Este, como veremos, es un rasgo que se hace presente en muchos de los argumentos del examen supuestamente racional y crítico que Popper efectúa de la obra del pensador revolucionario que fue Karl Marx. De ahí que no deba sorprender a nadie, por ejemplo, que el resultado de su “reconstrucción” del pensamiento de Marx sea un auténtico hombre de paja, elaborado tan sólo para refutarlo de la manera más fácil posible. Sobre esto habremos, naturalmente, de regresar más abajo.

En su bien conocida autobiografía, Unended Quest, Popper plantea la pregunta retórica ‘¿Quién mató al positivismo lógico?’ y, como era de esperarse, valerosamente asume públicamente su autoría. Yo pienso que la pretensión popperiana de haber sido él el causante del derrumbe de un movimiento tan variado y rico en ideas como el desarrollado por los miembros del Círculo de Viena (del cual, dicho sea de paso, él fue siempre excluido) es sencillamente desfachatada y totalmente fuera de lugar, pero debo decir que lo que no acabo de entender es por qué Popper no se atrevió nunca a plantear públicamente la misma pregunta en relación con el marxismo, puesto que (como lo dejan en claro sus escritos) él siempre estuvo persuadido de que su ataque había sido igualmente demoledor y definitivo, si no es que más. Dada la soberbia que siempre lo caracterizó, el que no haya formulado semejante interrogante sugiere que quizá en el fondo él mismo sabía o intuía que su crítica del marxismo no había rebasado nunca cierto nivel de superficialidad y que tarde o temprano su fracaso crítico se volvería del dominio público. En realidad, eso es lo que yo creo que es el caso. Es por eso que en este trabajo me propongo precisamente generar dudas respecto a la validez del ataque popperiano al marxismo contribuyendo con algunas ideas que ayuden a conformar un frente común para por fin desenmascarar el gran fraude filosófico que constituye, en relación con Marx (y pienso que también con Platón), la célebre obra La Sociedad Abierta y sus Enemigos. Eso es lo que ahora pasaremos a hacer.