Karl Popper ✆ Iván Jerónimo |
Alejandro Tomasini Bassols | Si
bien es claro que en general para los filósofos stricto sensu la importancia de Karl Popper procede ante todo de algunas contribuciones
que éste último hiciera en el terreno de la filosofía de la ciencia, para el
público en general (dentro del cual habría que incluir a varios destacados
políticos) dicha importancia se explica más bien por la labor que Popper
desarrolló en el área de la teoría política y la filosofía de la historia. En
particular, el nombre ‘Karl Popper’ quedó asociado con lo que ha sido considerado
por muchos (filósofos ilustres incluidos, como por ejemplo Bertrand Russell)
como una devastadora y definitiva crítica de las concepciones políticas de diversos
pensadores prominentes del pasado, como Platón y Hegel.
Sin embargo, como de
todos los pensadores políticos que Popper se abocó a criticar al que convirtió
en el blanco de sus más enconadas diatribas fue, sin duda alguna, Karl Marx, es
comprensible que la razón por la que realmente Popper sea tan conocido, así
como la razón de la mucha fama de la que gozó y sigue en algunos círculos gozando
todavía, sea en primer término lo que a primera vista es apreciado como su certero
y destructivo análisis de la teoría marxista, considerada in toto. En efecto, a lo largo y ancho de sus escritos Popper se
dedicó a apuntar o a desarrollar en contra de diversas ideas de Marx tanto
líneas generales de crítica como objeciones concretas, tanto de orden metodológico
como sustancial o teórico. Dichas críticas y objeciones son desde luego de muy
variado calibre filosófico, pues abarcan desde panfletos semi-cómicos como
“¿Qué es la Dialéctica?” hasta libros completos, como Miseria del Historicismo.
En todo caso, puede afirmarse que en lo esencial el ataque frontal de Popper al
marxismo está concentrado en lo que con mucho es su libro más famoso, el libro
por el que sin duda (para bien o para mal) será recordado, a saber, La Sociedad
Abierta y sus Enemigos. A primera vista por lo menos, en básicamente ocho
capítulos de su
segundo volumen Popper sistemáticamente desmantela el todo de la teoría marxista de la sociedad capitalista y de la historia, sin piedad exhibe las falacias de Marx y echa por tierra (se suponía que de una vez por todas) la visión marxista del hombre y del estado, así como los ideales en ella inscritos.
segundo volumen Popper sistemáticamente desmantela el todo de la teoría marxista de la sociedad capitalista y de la historia, sin piedad exhibe las falacias de Marx y echa por tierra (se suponía que de una vez por todas) la visión marxista del hombre y del estado, así como los ideales en ella inscritos.
A. Tomasini Bassols |
Es, pues, sensato de nuestra parte que tengamos sospechas y
que pensemos que bien miradas las cosas su crítica no sea en el fondo lo
exitosa que él se imaginó que era y que mucho de los aplausos de los que por ese
trabajo fue objeto tengan su fuente en consideraciones por completo independientes
de los contenidos de su magnum opus. De hecho, no tengo reparos en confesar que
estoy enteramente convencido de que es en gran medida a las circunstancias de la
época (la inmediata pos-guerra) que se debe que el juicio de la gran mayoría se
haya obnubilado y que fueron dichas circunstancias lo que poderosamente
coadyuvó a que se le confiriera a la obra de Popper un status y un valor que sencillamente no le correspondían. Empero,
antes de adentrarme en la crítica de la crítica de Popper, me parece que será
útil hacer unos cuantos recordatorios de carácter histórico para contextualizar
debidamente el trabajo que es el objeto central de nuestras reflexiones en este
ensayo, viz, La Sociedad Abierta y sus Enemigos, y estar así en posición de
apreciarlo mejor.
La Sociedad Abierta y sus Enemigos es un libro publicado por
primera vez en 1946 (en inglés). El dato del año no es banal pues, como todos
sabemos, fue alrededor de ese año (es decir, un poco antes y un poco después)
que al mundo se le impuso el rostro que habría de tener para el siguiente medio
siglo, esto es, el rostro de la así llamada ‘guerra fría’, el rostro de una
confrontación que podemos etiquetar de diverso modo: “Este-Oeste”, “USA-URSS”,
“OTAN-Pacto de Varsovia”, “socialismo real-capitalismo”. En todo caso, el libro
de Popper, cómodamente redactado desde lo que a la sazón probablemente era la zona
más tranquila del mundo (Nueva Zelandia) apareció en un momento crucial del
siglo XX y no dejó dudas respecto a lo que en él se defendía (y lo que se
atacaba). Hay que reconocer que, dada la fuerza argumentativa del libro, para
múltiples pensadores de izquierda la obra de Popper representó un golpe difícil
de asimilar. Se trata, podemos decirlo, de una obra que le hizo mucho daño a
todo lo que estaba asociado con el socialismo (valores, ideales, organización y
tácticas políticas, etc.) y que reforzó la ideología del capitalismo (o, en
terminología popperiana, de la “sociedad abierta”). El trabajo de Popper es
sorprendentemente dúctil, pues lo que inicialmente había sido concebido como
una crítica del nacional-socialismo (del cual Popper ciertamente fue víctima y
por el cual tuvo que abandonar su Austria natal) muy rápidamente revistió la
forma de una crítica del socialismo en general, identificado ya para entonces
con el “totalitarismo” (la “sociedad cerrada”). Pero es precisamente por esas
fáciles y totalmente equívocas transiciones e identificaciones implícitas en la
obra de Popper que, independientemente de los méritos académicos que se le
puedan adscribir, es imposible no señalar que se trata esencialmente una obra
ideológica, de un trabajo académico que se presenta como un arma teórica para
ser usada por los defensores (teóricos y prácticos) de un determinado sistema
frente a su adversario. Este, como veremos, es un rasgo que se hace presente en
muchos de los argumentos del examen supuestamente racional y crítico que Popper
efectúa de la obra del pensador revolucionario que fue Karl Marx. De ahí que no
deba sorprender a nadie, por ejemplo, que el resultado de su “reconstrucción”
del pensamiento de Marx sea un auténtico hombre de paja, elaborado tan sólo para
refutarlo de la manera más fácil posible. Sobre esto habremos, naturalmente, de
regresar más abajo.
En su bien conocida autobiografía, Unended Quest, Popper
plantea la pregunta retórica ‘¿Quién mató al positivismo lógico?’ y, como era
de esperarse, valerosamente asume públicamente su autoría. Yo pienso que la
pretensión popperiana de haber sido él el causante del derrumbe de un movimiento
tan variado y rico en ideas como el desarrollado por los miembros del Círculo
de Viena (del cual, dicho sea de paso, él fue siempre excluido) es
sencillamente desfachatada y totalmente fuera de lugar, pero debo decir que lo
que no acabo de entender es por qué Popper no se atrevió nunca a plantear
públicamente la misma pregunta en relación con el marxismo, puesto que (como lo
dejan en claro sus escritos) él siempre estuvo persuadido de que su ataque
había sido igualmente demoledor y definitivo, si no es que más. Dada la soberbia
que siempre lo caracterizó, el que no haya formulado semejante interrogante
sugiere que quizá en el fondo él mismo sabía o intuía que su crítica del
marxismo no había rebasado nunca cierto nivel de superficialidad y que tarde o
temprano su fracaso crítico se volvería del dominio público. En realidad, eso
es lo que yo creo que es el caso. Es por eso que en este trabajo me propongo
precisamente generar dudas respecto a la validez del ataque popperiano al
marxismo contribuyendo con algunas ideas que ayuden a conformar un frente común
para por fin desenmascarar el gran fraude filosófico que constituye, en
relación con Marx (y pienso que también con Platón), la célebre obra La Sociedad
Abierta y sus Enemigos. Eso es lo que ahora pasaremos a hacer.