9/9/13

Ernest Mandel sobre la plusvalía extraordinaria | La explicación de Marx

Rolando Astarita  |  En esta nota discuto la tesis que dice que las plusvalías extraordinarias que obtienen las empresas de mayor productividad relativa se origina en el trabajo realizado en las empresas de menor productividad relativa. Recordemos que la plusvalía extraordinaria se refiere a la plusvalía que obtienen las empresas que tienen una ventaja tecnológica, y disminuyen el tiempo de trabajo invertido en la producción, con respecto al tiempo de trabajo social promedio imperante en la rama. En esas circunstancias, las empresas avanzadas podrán vender sus mercancías al precio promedio (establecido por el tiempo de trabajo promedio en la rama), de manera de embolsar una plusvalía extra. Dado que esas empresas estarían empleando menos trabajo por unidad de producto, se plantea la cuestión de cuál es el morigen de la plusvalía extraordinaria que obtienen. La tesis que discuto en esta nota afirma que proviene de las empresas que, debido a su atraso tecnológico, utilizan más mano de obra que el promedio de la industria. Esta explicación fue presentada por Ernest Mandel en El Capitalismo tardío (en francés se ha publicado con el título de Le Troisième Âge du Capitalisme), y ha sido aceptada por muchos marxistas destacados. La tesis tiene consecuencias importantes, ya que la plusvalía extraordinaria sustenta la explicación de Marx de la renta diferencial de la tierra, y también es la base de la explicación de Mandel (asimismo de Shaikh, Carchedi y otros) de las transferencias de plusvalía desde los países atrasados hacia los adelantados. Naturalmente, la crítica que formulo en esta nota no afecta mi valoración global acerca de la contribución de Mandel en El capitalismo tardío. Entre otras cuestiones, con este libro Mandel lideró el movimiento de los marxistas que volvieron a poner la atención en la ley de la tasa de decreciente de la ganancia y su relación con las grandes crisis del capitalismo. Sin embargo, esto no debería disimular la necesidad de revisar algunas de las formulaciones de Mandel. Su interpretación sobre el origen y naturaleza de la plusvalía extraordinaria es una de ellas. Empiezo presentando el planteo de Mandel.

La tesis de Mandel

Mandel sostiene que la plusvalía extraordinaria proviene de valor generado por las empresas de baja tecnología; esto es, empresas que emplean más trabajo vivo, por unidad de producto, que el promedio de la rama. Escribe:
“Cuando Marx afirma que las empresas que operan con una productividad inferior a la ganancia media obtienen menos de la ganancia media, y que en última instancia esto corresponde al hecho de que han dilapidado trabajo social, todo lo que esta fórmula quiere decir es que parte del valor o la plusvalía realmente producida por los obreros de estas empresas es apropiada en el mercado por empresas que funcionan más eficientemente. De ninguna manera significa que han creado menos valor o plusvalía de lo que indica el número de horas trabajadas en ellas. Ésta es la única interpretación posible del capítulo X del tercer volumen de El Capital que puede reconciliarse con el texto en su conjunto y con el espíritu de la teoría del valor de Marx; y simplifica claramente la noción de la transferencia de valor (Mandel, 1979, p. 99). En la traducción francesa, la frase que comienza “y simplifica” dice: “Ella implica, evidentemente, el concepto de transferencia de valor” (1997, p. 84).
Para que no queden lugar a dudas de la interpretación de Mandel, véase también el siguiente pasaje, que viene casi a continuación del anterior: 
“Las ganancias extraordinarias de las empresas que operan con una productividad del trabajo superior a la media sólo se pueden explicar entonces por una transferencia de valor a expensas de las empresas que operan con una productividad del trabajo inferior a la media” (1979, p. 100).
La interpretación de Mandel y el trabajo socialmente necesario

Es extraño que Mandel no cite el capítulo X del tomo primero de El Capital, que es donde se explica la generación de la plusvalía extraordinaria. Significativamente, además, en ese capítulo Marx no hace mención a transferencia alguna de plusvalía; tampoco afirma que la plusvalía extraordinaria se genere en las empresas que emplean más mano de obra relativa. Esto se debe a que las empresas atrasadas tecnológicamente no pueden generar más valor que las adelantadas, por la sencilla razón de que el valor es trabajo socialmente necesario objetivado. En el capítulo 1 de El Capital, Marx lo explica: “El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad del trabajo” (1999, p. 48, t. 1). Presenta a continuación el caso de los productores que empleaban telares manuales, cuando se generalizó el telar de vapor. Tras la adopción del telar de vapor, se necesitaba la mitad del tiempo de trabajo que antes para convertir determinada cantidad de hilo en tela.

Se plantea entonces la pregunta si los productores que seguían empleando los telares manuales generaban más valor (ya que empleaban más tiempo de trabajo) que los que utilizaban los telares de vapor. Según la tesis de Mandel, la respuesta sería positiva; los que empleaban más trabajo manual estarían generando más valor (que podría ser apropiado por los productores más productivos). En cambio, según el enfoque de Marx, los tejedores manuales seguían empleando el mismo tiempo que antes para producir una determinada cantidad de tela, pero generaban la mitad del valor. En palabras de Marx, “el producto de su hora individual de trabajo representaba únicamente media hora de trabajo social, y su valor disminuyó, por consiguiente, a la mitad del que antes tenía” (ídem). Enfatizo: los productores que empleaban una tecnología atrasada generaban menos valor por hora de trabajo que sus pares que utilizaban tecnología adelantada. Para decirlo de manera aún más simple: si para producir la mercancía A, hay 20 productores, de los cuales 19 emplean, en promedio, 10 horas de trabajo para producir A, y un décimo productor emplea 20 horas de trabajo, este último no está generando 20 horas de valor. Si A se vende a un precio equivalente a 10 horas de trabajo, el productor atrasado genera, simplemente, 10 horas de valor (que se plasmarán en un cierto monto de dinero), empleando 20 horas de trabajo. No hay forma de que aparezca una plusvalía extraordinaria, que pueda ser apropiada por los 19 productores restantes que utilizan tecnología adelantada.

La explicación de Marx de la plusvalía extraordinaria

La explicación de Marx de la plusvalía extraordinaria, contenida en el capítulo “Concepto del plusvalor relativo”, del primer tomo de El Capital, se basa en la noción de trabajo socialmente necesario. Para ver cómo se forma, comenzamos con un ejemplo numérico (con leves modificaciones, es el que presenta Marx).

Supongamos que en una rama hay 20 empresas, que emplean trabajadores con una determinada tecnología estándar, y cada trabajador produce una unidad de la mercancía A por hora. Supongamos que en la mercancía A se emplean $10 de capital constante (puede incluir la amortización por capital fijo), se paga un salario de $3 por hora, y la tasa de plusvalía es del 100%. Por lo tanto, el precio de A (directamente proporcional al valor) es:
10c + 3v + 3s = 16, siendo c el capital constante, v el variable y s la plusvalía. Si la jornada laboral es de 10 horas, habrá un capital variable de 30 por día, y una plusvalía de $30.
Supongamos ahora que un capitalista logra duplicar la fuerza productiva del trabajo; suponemos también que el valor del capital constante por unidad de A permanece igual, y lo mismo sucede con el valor de la fuerza de trabajo. Dado que la fuerza productiva se duplicó, en la empresa innovadora la mercancía A se produce en media hora; de manera que entra solo 1,5v por unidad de A. Si suponemos que la tasa de plusvalía se mantiene en el 100%, el “valor individual” (la expresión es de Marx) de A será: 10c + 1,5v + 1,5s = 13.

Marx observa entonces que “el valor individual de esta mercancía se halla ahora por debajo de su valor social, esto es, cuesta menos tiempo de trabajo que la gran masa del mismo artículo producido en condiciones medias” (1999, p. 385, t. 1). Sin embargo, en seguida aclara que el valor individual de esa mercancía no es su valor real. “El valor real de una mercancía, sin embargo, no es su valor individual, sino su valor social, esto es, no se mide por el tiempo de trabajo que insume efectivamente al productor en cada caso individual, sino por el tiempo de trabajo requerido socialmente para su producción” (ídem). Esto es, el valor está determinado por el promedio socialmente necesario para producir. Y es esta circunstancia la que da origen a la plusvalía extraordinaria. En el ejemplo que hemos dado, el capitalista tecnológicamente adelantado -que necesita ganar mercado porque duplicó la producción- puede vender A a un precio inferior al socialmente establecido, y realizar una plusvalía extraordinaria. Si el precio se mantiene en $16 (determinado por la tecnología de las 19 empresas restantes de la rama) nuestro “adelantado” podría vender A a $15, por ejemplo, lo que le permitiría obtener una plusvalía extraordinaria de $2 por unidad (y $40 por jornada laboral de cada trabajador, esto es, una plusvalía total de $70). Puede verse que no hay necesidad de postular la existencia de empresas más atrasadas que el promedio para explicar la plusvalía extraordinaria.

¿Quién produce entonces la plusvalía extraordinaria? La respuesta de Marx está en consonancia con lo que ha venido desarrollando desde el primer capítulo: es generada por el trabajo que aplica una tecnología superior al promedio. Es la noción de trabajo potenciado (Mandel ni la menciona). Escribe Marx: “El trabajo cuya fuerza productiva es excepcional opera como trabajo potenciado, esto es, en lapsos iguales genera valores superioresa los que produce el trabajo social medio del mismo tipo” (ídem; énfasis agregado). Se trata de la situación inversa a la que existe cuando el productor emplea una tecnología inferior al promedio; el tejedor manual inglés producía, por unidad de tiempo de trabajo, menos valor que el tejedor con tecnología promedio, por lo que podríamos decir que su trabajo estaba despotenciado. El tejedor que emplea una tecnología superior, produce más valor por unidad de tiempo de trabajo, que el tejedor con tecnología promedio. La prueba de esto último es que cuando se generaliza la nueva tecnología (esto es, cuando ésta pasa a ser la promedio), desaparece la plusvalía extraordinaria, con independencia de que hayan quedado algunos productores rezagados en el plano tecnológico.

Consecuencias para la teoría de la renta y el debate sobre intercambio desigual

La noción de plusvalía extraordinaria está en la base de la explicación de Marx de la renta diferencial de la tierra. La idea es que el trabajo aplicado a las tierras cuya fertilidad está por encima de la tierra menos productiva actúa como trabajo potenciado. Dado que el precio del producto agrícola es fijado por el costo de producción, más una tasa media de ganancia, de la tierra menos productiva, en las tierras intra-marginales se origina una ganancia extraordinaria permanente, que constituye la renta de la tierra. El desconocimiento del origen y la naturaleza de la plusvalía extraordinaria, ha llevado a que algunos marxistas atribuyan la renta a plusvalía generada por fuera del trabajo agrícola (por ejemplo, es la idea del profesor y marxista argentino Juan Iñigo Carrera; pero muchos marxistas aceptan su explicación).

Otra consecuencia directa es para las tesis sobre el intercambio desigual entre países. Después de presentar su interpretación del origen de la plusvalía extraordinaria, Mandel planteó que los países adelantados (o las empresas de los países adelantados) solo podían obtener ganancias extraordinarias a expensas de los países atrasados. Textualmente: 
“… la ganancia extra sólo puede obtenerse a expensas de los países, las regiones, las ramas de producción y las empresas particulares menos productivos. (…) Sin las regiones subdesarrolladas, no puede haber transferencias de excedentes a las regiones industrializadas, y por lo tanto no puede haber aceleración de la acumulación de capital en éstas” (1979, p. 101).
Esta explicación es recogida, en lo esencial, por Anwar Shaikh y por Guglielmo Carchedi. En Valor, acumulación y crisis, Shaikh afirma que los productores menos eficientes transfieren valor intra-industria a los productores más eficientes, permitiendo a estos últimos realizar más valores de los que producen, en tanto que los primeros realizan menos valores de los que producen. Refiriéndose a una situación de precios directamente proporcionales a los valores, escribe: “los precios directos implican que dentro de una industria dada, la plusvalía es transferida desde los productores menos eficientes a los más eficientes” (p. 209). El establecimiento de una tasa media de ganancia entre ramas, y de precios de producción, genera alteraciones cuantitativas, sin alterar este mecanismo básico. Un poco más adelante, critica a Mandel porque niega el fenómeno de igualación internacional de la tasa de ganancia, y solo considera las transferencias intra-industria, pero deja en pie su idea de que las empresas menos eficientes generan más valor que las más eficientes. “Como no existe nivelación de las tasas de ganancia, las únicas transferencias de valor posibles (para Mandel) son las que se originan de los productores poco eficientes a los más eficientes, lo que es, dicho sea de paso, independiente de las diferencias salariales regionales” (p. 214; aclaremos que la última frase es una referencia crítica a la tesis del intercambio desigual de Emmanuel, que lo explica solo por diferencias salariales y transferencias de valor inter-ramas).

Por su parte, Carchedi es, si se quiere, incluso más enfático en sostener que las empresas atrasadas tecnológicamente (ubicadas generalmente en los países subdesarrollados) generan más valor (porque emplean más mano de obra por unidad de producto) que las empresas adelantadas tecnológicamente (que emplean menos trabajo por unidad de producto). Las ganancias extraordinarias de las adelantadas se deben, entonces, a esta transferencia de valor. En Frontiers of Political Economy, escribe: 
“A través del mecanismo de los precios, los capitales más productivos pueden apropiarse de más valor que el valor producido por sus trabajadores e incrementar la tasa de beneficio tendencialmente realizada…” (p. 68).
A modo de conclusión

El concepto de trabajo potenciado está en el centro de la explicación de Marx de la formación de la plusvalía extraordinaria. Conecta directamente con la noción de tiempo de trabajo socialmente necesario. La idea, presentada por Mandel, de que los trabajos que aplican tecnologías relativamente atrasadas generan más valor que aquellos que aplican tecnologías relativamente adelantadas, no puede compatibilizarse con la noción de tiempo de trabajo socialmente necesario. Ya hace años he planteado esta cuestión, en críticas a las explicaciones de intercambio desigual de Shaikh y Carchedi (en Valor, mercado mundial y globalización). También he sostenido, en otros trabajos (por ejemplo, en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo) que la renta diferencial de la tierra (o derivada de la propiedad de otros recursos naturales) debe explicarse a partir del mismo principio de trabajo potenciado, contenido en la tesis de la plusvalía extraordinaria. A pesar de los argumentos, la mayoría de los marxistas siguen aceptando los enfoques de Mandel, Shaikh y Carchedi como los correctos para dar cuenta de los fenómenos del valor, y eventuales transferencias de valor, en el plano internacional. De la misma manera, se sigue explicando la renta de la tierra por mecanismos de precios de monopolio, que permitirían apropiarse de plusvalía generada en la industria. Las cuestiones teóricas implicadas son importantes (y tienen derivaciones para los enfoques políticos). Espero que esta nota pueda ayudar a replantear el necesario debate.

Textos citados

Carchedi, G. (1991): Frontiers of Political Economy, Londres – Nueva York, Verso.
Mandel, E. (1979): El capitalismo tardío, México, Era.
Mandel, E. (1997): Le troisième âge du capitalisme, Paris, Les Éditions de la Passion.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Shaikh, A. (1991): Valor, acumulación y crisis. Ensayos de economía política, Bogotá, Tercer Mundo Editores.