1/9/13

El análisis de Marx acerca de la centralidad del conflicto entre capital y trabajo en la relación de clase para construir la superación del capitalismo

Work-ing Marx | Imagen tomada de un 
un cartel de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM
Luciano Vasapollo |  Planteamos de inmediato algunos conceptos claves del análisis de Marx, aunque para aquellos lectores que quieren mostrarse “sofisticados”, aclaramos que toda esta exposición, necesariamente, contiene un carácter sintético, y por tanto, de alguna manera, de aproximación; lo importante en este artículo es que el lector comprenda de manera simple la actualidad, la coherencia lógica del análisis de Marx y su fuerte capacidad de ser hasta hoy pensamiento-guía para la superación del capitalismo.

La “economía política” clásica a partir de Smith y Ricardo, si bien por un lado colocaba de manera revolucionaria el trabajo en la base del progreso humano, por el otro, sin embargo, identificaba al sistema capitalista, fundado sobre la propiedad privada de los medios de producción y sobre el trabajo asalariado, como único sistema económico racional y por tanto, natural.

Foto: Luciano Vasapollo
En tales presupuestos teóricos se inserta el estudio y el crecimiento del pensamiento de Marx. La primera y fundamental mistificación de la “economía política”, según Marx, es la de hacer pasar un cierto tipo de economía, una forma social particular de la reproducción humana, por “la economía” y “la sociedad”. La economía política no ve el capitalismo como una realización histórica, aunque en cuanto a esta, si ha tenido un inicio, tendrá seguramente un final.

Para aclarar esta contradicción, en sus Manuscritos económico-filosóficos Marx usa los resultados del despiadado análisis al que la “economía política” somete a la sociedad industrial moderna. Los teóricos de la “economía política” afirman que el valor de una mercancía esta dado por el trabajo socialmente necesario para producirla, pero del mismo modo, demuestran que con el salario al obrero le llega solo
una pequeñísima parte del producto del trabajo. Al mismo tiempo, el salario es el precio de la venta de sí mismo que el trabajador está obligado a hacer, aceptando así, bajo la máscara de un contrato libre, una esclavitud similar en los contenidos, si bien no en la forma, a aquella antigua de la sociedad esclavista.

Marx prueba sobre una base rigurosamente científica —partiendo de las consecuencias de su análisis de la teoría del valor— que, a diferencia de todas las demás mercancías, el valor de la fuerza de trabajo está compuesto de dos elementos, incorporando en sí el plusvalor. Por tanto, tras haber desarrollado la teoría del plusvalor, Marx revela de manera rigurosamente científica, por primera vez en la historia de la ciencia económica, el mecanismo de la explotación capitalista, partiendo del análisis del capital como trabajo apropiado, no pagado a la clase obrera.

Pero Marx fue más allá, mostrando que la apropiación, por parte de los capitalistas, del trabajo no pagado de los obreros era conforme a las leyes internas del capitalismo.

Esto es aún más cierto hoy en el momento en que subsisten elementos típicos de los procesos fordistas; más bien el llamado modelo posfordista típico del área central de los países de capitalismo avanzado convive con un modelo típico todavía fordista de la periferia y hasta con modelos esclavistas de los países de la periferia extrema (donde por periferia extrema se entienden también algunas áreas marginales del centro). Todo esto, porque hoy conviven las distintas caras de un mismo modo de producción capitalista siempre basado en la extorsión de plusvalor y plustrabajo y de una clase de trabajadores sometida a la explotación capitalista, subordinada al orden capitalista. En este sentido se debe hablar todavía hoy de proletariado, de clase, de movimiento obrero.

El concepto clásico de trabajo es puesto en crisis por la economía del capital información, que representa el fundamento del capitalismo posfordista. De hecho, la creación de valor no se funda ya exclusivamente en la explotación del obrero de la fábrica fordista, sino que ella proviene de toda actividad en lafábrica social generalizada, en cualquier caso, siempre a través de la apropiación de plusvalor, de plustrabajo. La economía de la información controla y desarrolla el poder de la acumulación flexible sometiendo las subjetividades sociales al poder de las tecnologías de la información y de la comunicación que ahora dominan, además del tiempo de trabajo directo, también el tiempo del vivir social, en su totalidad. Con mayor razón, por tanto, en la fase actual de la competición global se refuerza, con todo su potencial de transformación, la contradicción capital-trabajo.

Si todo esto es cierto, entonces la sociedad capitalista no es en absoluto un mundo de relaciones armónicas, sino que es en realidad el sitio de una guerra general, económica, social, comercial, financiera, guerreada; y hoy todo es más evidente en el ámbito de una desenfrenada competición global entre polos imperialistas.

Aunque los teóricos de la economía política clásica reconocían en ocasiones estos conflictos, sin embargo, según Marx, no comprenden que el elemento conflictual es la esencia misma del sistema capitalista; pero todos los fuertes contrastes que oponen los grupos sociales componentes de la sociedad civil hallan su motivación central, real, en el conflicto fundamental entre capital y trabajo asalariado.

De hecho, también en la fase actual el modelo de la acumulación flexible necesita de la reestructuración y de la promoción capitalista centrado todavía en la explotación del trabajo asalariado, con formas diversificadas a escala internacional que explican la competición global como conflicto abierto entre polos geoeconómicos. Es precisamente en la articulación de tales dinámicas económico-sociales, en la posibilidad de superar la sociedad de la explotación, que las contradicciones de clase se convierten en dominantes. Esto sucede a partir de algunas caracterizaciones que han asumido las modalidades de las dinámicas del desarrollo vinculadas en el ámbito de una relación capital-trabajo, siempre dirigido al control social interno en cada país capitalista y al enfrentamiento interno para la determinación del dominio global a través de la extensión de las áreas de influencia geoeconómica de los tres grandes bloques: EE.UU., UE y Japón-componente asiático.

Por tanto, está vigente un intenso proceso de territorialización internacional de la economía explicable no solo por fenómenos de reestructuración y reconversión que afectan la industria, sino que está cambiando el propio modo de presentarse que tiene el modelo de desarrollo capitalista. Se afirma una lógica económico-productiva distinta, la de una nueva acumulación generalizada, cada vez más diversificada en los modelos de producción y en la organización del trabajo respecto a los procesos productivos precedentes, pero que convive con los modelos de tipo industrial y que sigue teniendo en el centro el trabajo dependiente, asalariado, con lógicas cada vez más desenfrenadas de explotación, con extorsiones cada vez más grandes de plusvalor absoluto y relativo.

Es precisamente, y solo esta, según la dialéctica hegeliana, la “contradicción” que presiona de continuo hacia su “superación”.

Ya que el capital aumenta y se acumula solo a condición de crear nuevo trabajo asalariado, es entonces en la subjetividad político-social del movimiento de los trabajadores (ocupados y desocupados) —subjetividad que se origina y crece en la conflictividad capital-trabajo— que se conquista la conciencia de la superación del capitalismo.

2. Lecciones de Marx para la actualidad.

En este punto todo parece claro, con una amplia convergencia y homogeneidad de puntos de vista por parte de los marxistas, hasta están convencidos de que se trata de elementos ya adquiridos por quien haya enfrentado el estudio de estos argumentos. ¡Pero no es así! Grande es la confusión bajo el cielo del análisis del posfordismo... y la situación no es precisamente excelente si se piensa, por ejemplo, que justo entre los marxistas se desarrollan cada vez más las dudas acerca de la necesidad, y no solo acerca de las posibilidades, de entender cómo madura la condición en la que el capital tiene fuertes dificultades de mediar el desarrollo y, por tanto, extraer de él la conclusión de que un punto irrenunciable del movimiento de los trabajadores es el de moverse en la línea de las posibilidades de transformar las relaciones de propiedad, a partir de la transformación de las relaciones sociales para construir otras relaciones que tengan como referencia el escapar del capitalismo.

Desde que vio la luz el Libro III de El capital se han evidenciado una serie de contradicciones; de críticas que sin duda han partido del problema de qué es el valor y de cómo se mide, pasando por el cuestionamiento del valor científico del análisis hecho por Marx de la explotación, hasta arribar a la crítica llamada de la “circularidad”. En efecto, tales argumentaciones son también las que he escuchado en la jornada internacional de estudio del Laboratorio para la Crítica Social del 21 de mayo de 2004 último en la Universidad de Roma “La Sapienza”, en ocasión de la presentación del libro Un viejo falso problema. La transformación de los valores en precios en El capital de Marx.(1)

Es precisamente acerca de la teoría del valor, del supuesto problema de la transformación del valor en precios, hasta llegar al análisis actual de la forma del trabajo asalariado y de su consistencia cuantitativa y cualitativa y, por tanto, del acercamiento científico a la teoría de la explotación, que se juega la partida teórica de las posibilidades de la transformación político-económico-social y de la superación del capitalismo.
2.1 Posfordismo y modelos de flexibilización del trabajo y de la vida social
Para comprender la fase actual de la competición global es determinante, como siempre, conectarla con el análisis de la organización del ciclo productivo, de las características del tejido productivo y social, del papel del Estado, de las relaciones entre las áreas internacionales y de su estructura económica, de los intereses globales de dominio y de expansión que determinan el conflicto interimperialista. Todas estas problemáticas fuertemente conectadas, a menudo hasta dependientes, del importantísimo paso de la era fordista a la llamada posfordista.

La teoría económica de Marx, como por lo demás la doctrina marxista en su conjunto, se caracteriza por una clara naturaleza social propia, por una tendencia a la acción, a la práctica, por un vínculo íntimo entre teoría y praxis. Para los marxistas conocer el mundo siempre ha significado transformarlo. Las leyes económicas objetivas de la sociedad capitalista se manifiestan en el curso de la lucha de clase por escapar del capitalismo.

Correspondió precisamente a Engels y a Marx hallar una teoría económica y política que desmantelara los viejos esquemas; una teoría capaz de adaptarse y de ponerse en relación dialéctica en cada momento con la realidad de clase. Y esto nos lleva a la actualidad de Marx en el análisis del presente conflicto capital-trabajo a partir de la composición de clase de hoy. Vamos a detenernos en algunos pasajes de gran actualidad.

Recorriendo muy esquemáticamente las últimas fases político-económicas resulta que, ya a partir del inicio de los años 70, comienza a desvanecerse ese contubernio entre sistema productivo fordista y modelos keynesianos a través de los cuales el Estado realizaba un contexto global de mediación, regulación, cooptación y compresión del conflicto social. El intenso proceso de industrialización fordista se desplaza así hacia nuevos mercados, especialmente del Sudeste Asiático y de la Europa Centro-Oriental, aumentando la competición internacional y cuestionando la leadership estadounidense.

En los últimos veinticinco años el modelo consolidado de democracia capitalista, nacido en los Estados Unidos con el fordismo, en todos sus distintos modos de presentación, se ha disuelto, borrando ese concepto de sociedad civil y decivilización que había inaugurado el ingreso a la modernidad capitalista, causando la desintegración de toda la estructura productiva preexistente y destruyendo las formas mismas de convivencia civil, determinadas por el modelo de regulación y mediación social de forma keynesiana. Formas de convivencia civil, social y sobre todo económica que, de cualquier manera, eran todas ellas internas a la lógica constitutiva del modo de producción capitalista, con relaciones de clase que, en esencia, condicionan igualmente la existencia de los trabajadores en la misma forma de algunos decenios atrás o de la fase actual, que, con razón o sin ella, llamamos era posfordista.

El derrumbe del modelo fordista ha llevado al surgimiento de nuevos modelos de acumulación flexible. El principio que guía este modelo está basado en el hecho de que al ser la demanda la que establece la producción en relación con modelos de conflictualidad global y competencia desenfrenada —aunque a menudo imperfecta— esto trae como consecuencia que la competición se basa cada vez más en la calidad del producto, la calidad del trabajo, en un modelo cada vez más caracterizado por recursos inmateriales del capital intangible. Una estructuración del capital que va acompañada del trabajo manual subpagado, distribuido en el territorio y cada vez con mayor frecuencia no reglamentado, y de servicios externalizados y de escaso contenido de garantías que permiten su uso, y no ya basado en las conexiones entre cantidad producida y precio (elementos típicos del fordismo). 

La crisis del sistema, debida al proceso de transformación del trabajo en la sociedad posfordista, puede ser también explicada por este contexto de desarrollo del trabajo de predominante contenido inmaterial. De hecho, este tipo de trabajo se caracteriza: extensivamente mediante la forma de cooptación social que va más allá de la fábrica y del trabajo productivo, e intensamente a través de la comunicación y de la información, recursos del capital de la abstracción o intangible. El trabajo inmaterial es entendido como un trabajo que produce el “contenido informativo y cultural de la mercancía”, que modifica el trabajo obrero en la industria y en el sector terciario, donde las funciones son subordinadas a la capacidad de tratamiento de la información, de la comunicación, horizontal y vertical. ¡Pero sigue siendo trabajo asalariado!

Se viene definiendo un nuevo ciclo productivo ligado a la producción inmaterial que muestra cómo la empresa y la economía post-industrial y posfordista están fundadas en el tratamiento del capital información. Esto provoca una profunda modificación de la empresa ya estructurada en las estrategias de venta y en la relación con el consumidor, que lleva a considerar el producto primero bajo el aspecto de la venta y después bajo el de la producción. Tal estrategia se basa en la producción y consumo de capital información, utilizando la comunicación desviadora y el marketing social para recoger y hacer circular información con vistas a un condicionamiento social global.

No se trata entonces de un simple proceso de desindustrialización, de una de las tantas crisis del capitalismo, sino de una radical transformación de este que golpea toda la sociedad, que crea nuevas necesidades, de una concepción de la calidad del desarrollo, de la calidad de la vida que induce a distintos comportamientos socio-económicos de la colectividad, impuestos por la flexibilidad de la empresa difundida en el tejido social, respecto a los de la sociedad industrialista, basada en la centralidad de la fábrica y con una intervención del Estado en economía que, lejos de determinar una forma de las relacionesdiferentes respecto al capitalismo, en esencia lo ha defendido, facilitándole la salida de las crisis.

En particular, de los resultados de distintos análisis que hemos realizado en la revista Proteo,2 junto a las Representaciones Sindicales de Base, emerge un sector terciario que interactúa y se integra cada vez más con las demás actividades productivas, especialmente con las industriales. Se determina, por lo tanto, un nuevo modelo localizador de desarrollo, que hemos definido en otros escritos como tejido a multinivel de irradiación terciaria, que se asocia al modelo de flexibilización de la vida social impuesto por una empresa difundida socialmente en el sistema territorial. Es decir, se trata de un sector terciario que va acompañado por externalidades del ciclo productivo y por un modelo de flexibilidad general que ha venido asumiendo un papel cada vez más estimulante del modelo de desarrollo económico, no explicable solo por simples procesos de desindustrialización o de reestructuración y reconversión industrial, sino por las exigencias de reestructuración y diversificación global del modelo de capitalismo.

De estos análisis se desprende que nos encontramos en una fase de transición aún en vías de definición, pero que presenta de cualquier modo, rasgos bien claros. Hay un aumento de la producción de servicios respecto a la de los bienes materiales, pero esto sucede sobre todo con procesos de externalización de los servicios y de fases del proceso productivo con bajo valor agregado, basados en una superexplotación del trabajo. Un trabajo a menudo obtenido a través de procesos de distribución internacionales, en busca de formas de trabajo de escaso contenido de derechos y de bajísimo salario; esto va acompañado de una fuerte presencia de trabajos intelectuales y técnico-profesionales a menudo tan precarios como los manuales y repetitivos.

Pero todo más referido aún a procesos de valorización del capital en su relación de clase, por tanto, contrapuesta al trabajo vivo, reproduciendo trabajo asalariado con el fin de multiplicarse.

No se trata, por tanto, de ignorar los cambios ocurridos en los procesos productivos y en la configuración de las subjetividades del trabajo, del no trabajo, del trabajo negado, sino confirmar que la crisis del capitalismo de superproducción, de acumulación, de expansividad tiene como posibilidad última de escape la potencialidad crítica del trabajo asalariado a partir de un fuerte movimiento sindical que se mueva en y por los procesos de recomposición de clase, es decir, de todo el segmento social que está sometido de diversas formas a la condición de explotación capitalista, en el puesto de trabajo y en todo la vida social. En este sentido un papel de punta y de ruptura se desarrolla ya desde hace largos años por parte del sindicalismo de base, en particular por las Representaciones Sindicales de Base, que hacen de la independencia, de la autonomía y de la relación de clase el núcleo de la iniciativa político-sindical.
2.2 Del Estado social de la mediación y cooptación del conflicto al Profit State de la cultura de empresa
Por tanto, está en vigor un intenso proceso de territorialización de la economía explicable no solo por fenómenos de reestructuración y reconversión que afectan la industria, sino que está cambiando el propio modo en que se presenta el modelo de desarrollo capitalista. Se afirma una lógica económico-productiva distinta, cada vez más diversificada respecto a los procesos productivos precedentes, en particular los de tipo industrial. Una transformación de la sociedad que crea nuevas necesidades, nuevas actividades, la mayor parte de las cuales tiene carácter terciario y precario, que generan, y al mismo tiempo fuerzan, nuevos mecanismos de crecimiento, de organización de la sociedad y de acumulación del capital. Esto sucede también a través de la asunción específicamente productiva de los recursos del capital intangible basados en la información y comunicación con la desrreglamentación para un ataque frontal a los derechos y al derecho del trabajo, con la desorganización en el territorio y con la precarización de todo el ciclo de la vida social de la clase obrera, de toda la fuerza de trabajo. Y también a partir del cuestionamiento del papel del Estado intervencionista, ocupante y regulador del conflicto social a través de las políticas keynesianas.
Un papel del Estado en economía y del Estado social que en la era fordista ha tenido una tarea de redistribuidor de los ingresos, gracias a la fuerza manifestada por el movimiento obrero que ha impuesto una mayor cuota de reparto al factor trabajo, es decir, un monto de salario social global más alto (por tanto, más salario directo, indirecto y diferido). Todo siempre dentro del capitalismo y de las mismas relaciones de producción capitalistas, configurando así el desarrollo de relaciones sociales mediadas por el Estado, sí, pero encentradas en el uso del compromiso fordista-keynesiano, comprendida la determinante del Estado social, y utilizadas también como elemento de control de toda forma de antagonismo, de compresión y de cooptación del conflicto social, precisamente para evitar (y el capital en realidad en esto ha resultado realmente vencedor) el éxito de relaciones que pudieran prefigurar nuevas formaciones sociales. 

Mejor aún, la intervención del Estado en economía no ha podido nunca prefigurar relaciones alternativas que se desarrollaran a la par del capitalismo, ni mucho menos una forma de las relaciones que se situara fuera o más allá del capitalismo, porque el Estado social distinto no es más que un aspecto secundario, una forma, un modo de presentar las relaciones y las formas del ser del capitalismo, en un momento en que las relaciones de fuerza entre capital y trabajo eran, con respecto a la actualidad, mayormente favorables respecto al movimiento de los trabajadores. 

Esto es aún más cierto hoy, en una fase en que la intervención del Estado en economía, el propio Estado social, ya no son compatibles con los paradigmas del desarrollo neoliberal.

El empresario tiene como objetivo principal maximizar la ganancia, y en la producción fordista esto se realizaba sobre todo a través de un crecimiento del Estado social que consintiera también a las clases menos pudientes consumir y comprar (el salario representaba por tanto, un costo, pero también un ingreso). Por tanto, siempre en el ámbito de un sostenimiento de la demanda y de los consumos centrados en la venta de los productos del trabajo como mercancías, y en el momento en que eso ha significado gozar de servicios sociales aparentemente gratuitos (escuela, sanidad, etc.) de eso se ha disfrutado por derecho solo en el sentido de reapropiación de salario indirecto, por tanto, de parte del plusvalor arrebatado, en una fase en que las relaciones de fuerza han permitido una redistribución mas favorable al factor trabajo. En la nueva situación, en una fase más favorable al capital, disminuye el margen de negociación y de impacto del movimiento obrero, y entonces el salario deviene solo un costo que hay que reducir lo más posible.
“Por esta razón el Estado social, ya sea como redistribuidor de ingresos por medio del fisco, ya sea como creador de ingresos, representa para el capitalista posfordista un factor de molestia que hay que eliminar. Por una parte se ve como la causa del costo excesivo del trabajo (gravámenes sociales y sustracción fiscal) y de la otra como causa del costo excesivo del dinero (aumento de las tasas de interés para incitar al ahorro hacia la deuda pública)... El sistema de producción Just in time vive de la atomización del mercado; los gustos y las disponibilidades a la adquisición por parte de cada consumidor particular son decisivos, deben conocerse, explorarse y apenas se manifiestan deben ser satisfechos rápidamente”.3
De este modo se provocan incrementos notables de desocupación evidente e invisible, precarización del trabajo, negación de las garantías sociales y de las reglas elementales del derecho del trabajo, en un territorio que se hace fábrica social, en cuanto lugar de experimentación y afirmación de las compatibilidades de empresa.

Es en tal contexto de transformación global y de reestructuración general capitalista que también el Estado social se transforma en Estado-Empresa, en Profit State que asume como central la lógica de mercado, la salvaguarda y el incremento de la ganancia, transforma los derechos sociales en subvenciones de beneficencia, efectúa comunicación social que hace asumir la ganancia, la flexibilidad, la productividad como nuevas formas de “divinidad social”, como filosofía inspiradora del único modelo de desarrollo posible. Todo se centra enprecarización de las relaciones de trabajo, negación de las garantías, alta movilidad y flexibilidad del trabajo, imposición —a través de la política económica y cultural del Profit State— de la adaptación activa de los nuevos sujetos del trabajo y del no trabajo, del trabajo negado, a los horizontes organizativos y económico-culturales impuestos por la actual fase del desarrollo capitalista.
2.3. Posfordismo, centralidad del trabajo asalariado, recomposición de la clase y nuevo movimiento obrero.
A través de un procedimiento objetivo y científico se puede examinar dentro del propio ámbito de estudio el análisis económico internacional y nacional para verificar las modalidades de establecimiento del sistema económico concentrado espacialmente, especializado en un cierto sector o en ciertas modalidades productivas, relacionándolo con una población social y territorialmente caracterizada de manera coherente.

La amenaza siempre inminente y en aumento de la desocupación, en particular el actual convivir de la desocupación coyuntural con la estructural, la financiarización de la economía, el paradigma de la acumulación flexible de la llamada era posfordista debida a la automatización de la producción y a la intensificación del trabajo, todo ello ejerce una influencia sustancial en el empeoramiento general de la situación global mundial de la clase trabajadora. La “incertidumbre de la existencia”, de la que habló Engels, continúa acentuándose. Estos hechos objetivos son una confirmación convincente de la validez de la teoría marxiana del empobrecimiento absoluto y relativo. Es así que el desarrollo mismo del capitalismo contemporáneo reafirma por completo otra tesis fundamental de Marx, la de la intensificación del proceso de proletarización en el seno de la sociedad capitalista, del incremento —si bien en formas distintas y articuladas— del trabajo subordinado, del trabajo asalariado, como quiera que sea, del segmento social sometido a la explotación capitalista; en este sentido, proletariado y movimiento obrero que se convierte en clase, y por tanto, subjetividad político-social, en el momento en que asume conciencia del propio papel de antagonista y de sujeto de la transformación.

La cuestión actual económico-social del trabajo no está entonces conectada solamente a la desocupación cada vez más de carácter estructural, más bien se refiere a una serie de problemas de carácter cuantitativo/cualitativo y, por tanto, de las nuevas figuras del trabajo, del trabajo negado y del no trabajo, como quiera que sea, figuras todas ellas internas siempre al mismo modo de producción capitalista. El problema trabajo existe ya también para aquellos que poseen uno, dado que se trabaja cada vez más y en condiciones cada vez más precarias, no tuteladas, con salario social absoluto, y también relativo al trabajador individual, cada vez menos y con altos niveles de movilidad e intermitencia.

Hoy, la aplastante mayoría de la población de los países capitalistas está compuesta por trabajadores asalariados; el trabajo asalariado constituye la base del capitalismo, a escala mucho mayor que en los tiempos de Marx, dentro de los procesos y de las dinámicas de funcionamiento del modo de producción capitalista de siempre.

Los cambios más recientes en la estructura de la clase trabajadora misma indican la extrema importancia de la categoría del obrero “colectivo”, introducida y analizada en El capital. Tal categoría comprende a los obreros del trabajo físico e intelectual que participan directamente en la fabricación de un producto y son, como quiere que sea, respecto al capital, trabajadores asalariados, trabajadores subordinados, el segmento social subordinado a los dictámenes de la orden del modo de producción capitalista centrado en la explotación, por tanto, en la valorización del capital a partir de su realización antagonista con el trabajo vivo.

Las tendencias actuales —con el aumento del número de los trabajadores asalariados empleados fuera de la producción material propiamente dicha, el aumento del número de los empleados, de los flexibles, de los precarios, de los temporales, de los atípicos en general, el incremento de la tasa del trabajo intelectual, o del falso trabajador autónomo, en la composición del “obrero colectivo”—  están bien lejos de testimoniar la “desproletarización” de la clase obrera, o de la clase trabajadora en general.

Es así que, no obstante el paso de la era fordista a la llamada era posfordista, del obrero masa al “obrero social”, de la centralidad de fábrica a la fábrica social generalizada, de los “monos azules” a los cuellos blancos, del trabajo manual a los trabajadores de la conciencia y de la inteligencia, también en los países de capitalismo avanzado permanece y vive cada vez más el trabajo asalariado con formas cada vez más sofisticadas y cada vez más incisivas de explotación.

Es así que se llega a una fase en la que están apareciendo velozmente en la escena económico-social nuevos caracteres de sujetos, nuevas pobrezas y, por lo tanto, nuevas figuras que hay que agregar a un proyecto de recomposición y organización del conflicto capital-trabajo a partir de una ofensiva por parte de todos los trabajadores en una nueva estación de luchas de masa de un nuevo sujeto que no es otra cosa que el actual modo de ser y de presentarse del movimiento obrero.

Se trata de forzar el horizonte a partir de la superación de los límites sociales entre clase obrera propiamente dicha, los intelectuales, nuevas figuras del trabajo, del trabajo negado, del no trabajo, y acercar a estos grupos sociales en su lucha por la emancipación social; reencontrándose en los hechos en el conflicto capital-trabajo, superando en la lucha los esquemas del ya decretado por algunos estudiosos —incluso de origen marxista— fin del trabajo.

Pero, ¡qué fin del trabajo! Está cada vez más vivo el análisis científico de Marx acerca del trabajo asalariado, acerca de la “proletarización” y empobrecimiento, absoluto y relativo, de estratos cada vez mayores de las sociedades de capitalismo avanzado; para no hablar de los niveles de esclavitud, de feudalismo y de miseria absoluta en el Tercer y Cuarto mundos.

Por tanto, nuevos sujetos de clase, capaces de provocar contradicciones económico-sociales y procesos de socialización como sujeto unitario en un nuevo movimiento obrero. Valores y comportamientos orientados y derivados de la presencia de un modelo de desarrollo que a causa de la reestructuración de la empresa y del capital incide profundamente en el territorio y crea su contradicción en la nueva fase del choque capital-trabajo, que lejos de debilitarse se presenta en toda su carga explosiva realizando dinámicas de recomposición de clase.

Tales procesos necesitan de una lectura socio-política distinta y más articulada; tienen necesidad de nuevas lógicas interpretativas, de nuevos instrumentos ignorados por los análisis de esquema industrialista de la era fordista, para lanzar una nueva fase del conflicto de clase, conscientes de lo correcto del análisis de Marx, incluso en esta fase del desarrollo capitalista.Manteniendo válidas en este sentido las categorías marxianas, partiendo de la centralidad de un nuevo movimiento obrero, es decir, de aquella subjetividad político social de todo el segmento social sometido a la explotación capitalista, y por tanto, como sujeto completamente interno a la relación de clase; quedando así fuera de las divagaciones de quien habla de fin del trabajo asalariado o de superación de la centralidad del movimiento obrero y de ruptura de la relación de clase.

3. Viejos, falsos problemas no oscurecen la claridad y la actualidad de Marx

Y fue precisamente Marx quien reveló la tendencia objetiva de la producción capitalista hacia una explotación máxima de la clase obrera y la centralidad del conflicto de clase. Todo eso se ha verificado y se verifica en el curso de toda la historia del capitalismo y, por cuanto se ha escrito con anterioridad, todavía más en la fase actual en la que conviven formas de producción fordistas con las llamadas posfordistas y con verdaderas modalidades esclavistas, no solo en la periferia, sino también en los países centrales y guía del capitalismo.

Lo que es característico del modo de producción capitalista, por tanto todavía hoy, y con mayor razón hoy, no es el hecho de que haya explotación de un segmento de la población por parte de otro, como la forma que tal explotación asume, es decir la producción de... “plusvalor, por el cual el capitalista no paga ningún equivalente. Es en esta forma de intercambio entre capital y trabajo que se funda la producción capitalista, o el sistema de trabajo asalariado, y que debe conducir a reproducir continuamente al obrero como obrero y al capitalista como capitalista”.

Y he aquí uno de los mayores resultados del análisis económico de Marx llamado “paradoja de la ganancia”: la ganancia no se origina en el intercambio, este proviene del hecho de que las mercancías se venden precisamente por su valor.4 Por otra parte en el Libro III de El capital, Marx evidencia de manera explícita que en el costo del producto están todos los elementos constitutivos de su valor, pagados por el capitalista o mediante los cuales ha introducido en la producción un equivalente; y, por tanto, estos costos de producto deben ser reintegrados para permitir que el capital se conserve, recupere su entidad original.

De todo lo escrito anteriormente con seguridad se habrá intuido que la ganancia no es otra cosa que el plusvalor mismo. Más bien, propiamente la ganancia es la forma fenoménica del plusvalor, es decir, el resultado del capital globalmente anticipado.

Pero es en el capítulo 9 del Libro III de El capital en el que tradicionalmente se ha buscado la explicación que da Marx acerca de la “Formación de una tasa general de la ganancia (tasa media de la ganancia) y transformación de los valores de las mercancías en precios de producción”, partiendo justo de la tesis de que los precios de producción no son otra cosa que los precios realizados calculando la media de las diferentes tasas de ganancia de los distintos ámbitos productivos y agregando tal media a los precios de costo sostenidos por los propios ámbitos productivos, se tiene la definición “clásica” de precio de producción.

 Y es esta precisamente la cuestión fundamental, y si queremos incluso el enfrentamiento teórico, que está presente desde hace decenios —que se ha vuelto a plantear en la presentación del Congreso del Laboratorio para la Crítica Social, efectuado el 21 de mayo de 2004 y del que se ha escrito con anterioridad— analicemos el actual modo de producción capitalista y la centralidad de la categoría de la explotación y de la relación capital-trabajo.

Al planteamiento fundamental del análisis de Marx sobre la transformación de valor en precios han respondido, en el libro Un viejo falso problema y en el congreso arriba citado, algunos estudiosos que desde hace años se ocupan de este problema (como G. Carchedi, A. Freeman, A. Ramos y A. Kliman), desbaratando completamente las críticas, simplemente respondiendo que se trata de un problema inexistente, ya que la transformación de valores en precios ya había sido resuelta por Marx en el Libro III de El capital. En esta perspectiva ha sido de gran ayuda la comparación con el manuscrito original de Marx, publicado por primera vez en 1992 en la MEGA‚.

Los autores de Un viejo falso problema han enfrentado una vez más a los llamados “críticos” con paciencia, con seriedad, con rigor científico, incluso en la elección de un lenguaje y un acercamiento divulgativo, para reafirmar un punto de vista de exactitud formal y sustancial de todo el esquema del análisis de Marx. Por tanto, los precios de producción se basan en el hecho de que existe una tasa tendencial general de la ganancia, que a su vez se basa en el hecho de que las tasas de ganancia de cada ámbito productivo en particular han sido ya transformadas en otras tantas tasas medias de ganancia.

Así se puede reconstruir una formulación coherente de la teoría marxiana del valor que no sea dañada por el supuesto “paso traumático” (como lo ven los críticos de Marx) del “capital en general” a los capitales “particulares”. El plusvalor puede también asumir la forma modificada de la ganancia, o la tasa de ganancia tomar la forma modificada de la tasa de plusvalor, pero esta evolución, explica Marx en los Grundrisse, se realiza “solo en el análisis de numerosos capitales (reales) y no tiene todavía su puesto aquí”, es decir, en el momento en que se realiza una tasa media de ganancia y la transformación del valor en precios determinada por el régimen de competencia, que no es tomado en consideración por el análisis del “capital general”. Por otra parte, nos explica Marx, para hacer un análisis científico del desarrollo real del capital, para analizar la relación capital-trabajo y el papel del plusvalor como perno real del modo de producción capitalista, no se puede y no se debe partir de los “numerosos capitales reales”, sino del “capital”, es decir, el de toda la sociedad, como bien explican los Grundrisse: “La sustitución de numerosos capitales reales no perturba nuestro análisis. Al contrario, la relación entre los numerosos capitales devendrá clara solo cuando hayamos puesto en evidencia lo que tienen todos en común, o sea, que son capital”.

En este desarrollo de momentos sucesivos, pero estructurados, parece que se puede hallar una explicación adecuada de la “presunta” contradicción entre el I y el III Libro de El capital.

Marx demostró claramente que la ganancia tiene origen en el plusvalor y que el sistema de precios se explica como expresión fenoménica de la ley del valor. Y entonces, si las mercancías no son intercambiadas a su valor es porque se realiza un intercambio de productos de capitales que son títulos para distribuir entre capitalistas la masa del plusvalor.

Si se procede a una reconstrucción filológica coherente de los textos marxianos, cosa ahora posible gracias a los textos de la MEGA‚, se puede sostener que muchas de las interpretaciones tradicionales de la “transformación” de los valores en precios están relacionadas con una incomprensión de algunos puntos teóricos fundamentales (cuando no, incluso, en algunos casos, con lecturas dirigidas a poner en discusión la validez de la estructura marxiana válida para construir la posibilidad de la superación del capitalismo).

Las respuestas de Kliman, Freeman, Carchedi, Ramos además de las de Callari y De Angelis, han sido muy puntuales, y algunas de estas pueden ser leídas de manera profunda en Un viejo falso problema. Como quiera que sea, a las críticas sus autores responden con su Temporal Single-Sistem Interpretation(TSSI).5 

En conclusión, si varios críticos, comprendidos aquellos presentes en la jornada de estudio del Laboratorio para la Crítica Social, hubiesen “desinflado” su modelación y empleado un formalismo diferente en el que los precios de los input y de los output no sean determinados simultáneamente, es decir, si hubiesen tenido en cuenta la variable tiempo, entonces no solo los resultados de la transformación de los valores en precios se habrían demostrado de manera formalmente rigurosa y científica, sino que habrían comprendido bien que el problema de la transformación es un “problema inexistente”; y de esto se deriva la coherencia lógica, el carácter científico, la ausencia de límites y contradicciones y la gran actualidad del análisis de Marx.
Los trabajos del “enfoque temporal” son introducidos por primera vez sistemáticamente en el debate italiano y de este modo se llena una laguna que ayuda a los marxistas. Ya no hay “excusa” para continuar ignorando las contribuciones del “enfoque temporal” y quien lo haga no podrá ya apelar a su propia ignorancia, sino que deberá, en muchos casos, admitir la interpretación propia como interesada en demoler las razones de los marxistas.

Y es precisamente partiendo de este enfoque, de la coherencia lógica, completa y científica de Marx, que es posible sostener cuanto hemos escrito en los párrafos precedentes.

El análisis que efectuamos como CESTES acerca de la crisis actual del capitalismo, crisis también de superproducción, de acumulación, de expansión y de demanda, a causa también de la tendencia a la contracción global del salario social de toda la clase trabajadora, sirve también para evidenciar, como hemos ya escrito, que el llamado ciclo posfordista de la fábrica social generalizada realiza, además de la desocupación estructural, también las miles de formas de trabajo atípico y flexible, de cualquier manera catalogables entre el trabajo asalariado, dependiente, heterodirecto, que realizan ese segmento social, sometido a leyes de la orden capitalista en cuanto sujeto a la explotación en el modo de producción capitalista. Pero todo esto sirve para identificar siempre en la relación de clase el carácter de sujeto y la subjetividad antagonista capaz de construir en perspectiva la posibilidad de la superación del capitalismo a partir del papel del nuevo sujeto proletario.

Y con este propósito no rigen lógicamente y en los hechos las disquisiciones académicas de quien quiere sostener la negación del sujeto proletario en la era del posfordismo y del capitalismo maduro, porque esto sirve solo para negar la centralidad del conflicto capital-trabajo y la centralidad del movimiento obrero, y esto, para poner en discusión toda la estructura de Marx para describir el proceso de acumulación. Y, mucho cuidado, aquí no se trata de recalcar acríticamente los preceptos del socialismo real del siglo xx. No, ¡está en juego algo bien distinto! Se trata de reivindicar como válido todavía hoy el movimiento obrero como clase de asalariados, de los sometidos al mando capitalista, en las distintas formas que el trabajo asalariado puede asumir hoy y reivindicar el proceso de recomposición de clase a través de la subjetividad proletaria, del proletariado como sujeto político revolucionario, como pueblo de los sometidos a la explotación capitalista.

4. Dentro de la relación de clase se construye la posibilidad de la superación del capitalismo

Es por todo lo que se ha sostenido hasta ahora que debe ser tarea de los estudiosos escrupulosos, honestos y coherentes la de afirmar con fuerza la validez científica y la actualidad del pensamiento de Marx y, si son marxistas, también la de su actuación práctica concreta.

Las transformaciones estructurales que están caracterizando el sistema socio-económico son, sobre todo, transformaciones que surgen de la continua interacción del nuevo terciario posfordista con el resto del sistema productivo, con todo el territorio propio porque se trata de transformaciones surgidas de la exigencia de redefinición productiva y social del capital. Para poder ser comprendidos son, por tanto, necesarios análisis bien separados de la distribución localizadora de las actividades que se deben comparar con una lectura territorial, más propiamente social y político-económica. Las nuevas figuras del mercado del trabajo que van a expresar su subjetividad política social en la relación de clase del nuevo movimiento obrero, se conjugan con los nuevos fenómenos empresariales, cada vez más a menudo se configuran en formas ocultas, como quiera que sea, de trabajo asalariado, trabajo subordinado, precarizado, no garantizado, de trabajo autónomo de última generación que enmascara la cruda realidad de la expulsión del ciclo productivo.

El territorio es entonces el centro hacia el cual hay que hacer converger una parte relevante de los intereses de la colectividad, de la clase, de las nuevas “sujetualidades” que operan en una empresa difundida socialmente en el sistema territorial. Una modalidad del desarrollo capitalista en que se generan nuevos sujetos que se deben recomponer en unidad como cuerpo organizado, como una totalidad de partes interactuantes en calidad de nuevos sujetos de clase, que dan una cierta caracterización social porque derivan de una cierta caracterización productiva de la reconversión neoliberal, del modo de producir y de proponer socialmente la centralidad de la empresa, de la ganancia, del mercado; en un mundo caracterizado, por tanto, únicamente por el valor universal del mercado y de la ganancia al que el individuo no solo debe aspirar, sino que se debe hacer objeto activo de tal construcción social.

Es posible derrotar tal proyecto solo a partir de una nueva fase del conflicto capital-trabajo, construyendo la conciencia y el conocimiento de un proceso antagonista para la transformación social; una nueva fase del conflicto en el que la clase de los subordinados a la orden capitalista como sujetos del trabajo y del trabajo negado, como sujetos explotados en cada fase de la vida social, asumen conciencia del propio papel. Es decir, una subjetividad totalmente interna a la relación de clase que, actuando como vehículo de comunicación social, debe hacer comprender, hacer tomar conciencia a los distintos ámbitos sociales de la asunción de las fuerzas productivas, es decir, de su socialización con el fin de construir procesos de transformación reales que se mueven en el horizonte de la superación del capitalismo.

De esto se deriva que la liberación de todos los sujetos sometidos a las órdenes y a la explotación capitalista, a través de la construcción de un nuevo movimiento obrero fuerte dentro de grandes movimientos sociales antagonistas de masa, es posible solo mediante la superación del modo de producción capitalista. Esta deducción tenía y tiene hasta ahora una importancia muy grande ya que cuestiona decisivamente toda suerte de ilusión acerca de la superación de la contradicción capital-trabajo dentro del modo de producción capitalista.

Debe recordarse siempre que el empresario, en cuanto institución económica capitalista, actúa dentro de instituciones económico-sociales, desarrollando una actividad intencional dirigida a la puesta en práctica de procesos decisorios propios, con el fin de realizar determinados objetivos prefijados propios de eficiencia empresarial y adaptados al conjunto de las condiciones sociales y ambientales, como quiere que sea, dirigidos a la compatibilidad del mercado y de la competencia. En esta clave de lectura la función de clase de los empresarios puede subsistir más allá de la presencia o no de la estructura de empresa entendida en el sentido clásico.

El carácter autoempresarial, la precarización del trabajo, la flexibilidad del salario, la ocupación interina, es decir, el nuevocaporalato,6 el trabajo a distancia, el trabajo intermitente, la multifuncionalidad del trabajo, la fábrica difundida e integrada, representan la verdadera participación de los trabajadores en el incremento de productividad. A través de una flexibilidad empresarial generalizada en lo social se llega a la determinación de las nuevas modalidades de acumulación flexible del capital que se derivan de cantidades cada vez mayores de trabajo social global erogado como modalidades tecnológicas y retributivas distintas, a través también del papel decisivo asumido por el Profit State.

Las distintas nuevas formas de colaboración de rasgo cooperativo y de concertación solo han llevado a la comprensión de los derechos sindicales adquiridos con largos períodos de lucha de los trabajadores, agudizando por otra parte las desventajas sociales del desarrollo, realizando un bloque social de un verdadero modelo coasociativo centrado sobre relaciones industriales exclusivamente dirigidas a la performance de empresa y a la ruptura de la solidaridad y unidad de clase de los trabajadores.

Pero detrás de los incentivos, los pagos por horas extras, los premio de producción, la posesión de acciones por parte de los trabajadores, el trabajo autónomo de última generación, el tan loado desarrollo del carácter empresarial local, la explosión del “pueblo de los empresarios”, el no profit, la cooperación social, los llamados al keynesianismo transformador y capaz de realizaciones distintas respecto al capitalismo, no es otra cosa que el actual modo de ser de las relaciones y del sistema productivo en el modo de producción capitalista, que crean falsos mitos con el fin de esconder sus propias contradicciones. Reconocer a los trabajadores la posibilidad de participación en el “juego” de redefinición de los mecanismos de control, de gobierno de la economía (al respecto, piénsese en las grandes ventajas adquiridas por el capitalismo a través del ser real del keynesianismo y en el obrar del Estado social), debe realizarse también a través de momentos de cooperación y de coparticipación ficticia en la propiedad, implicando a los trabajadores en las opciones de la administración económica, a través de procesos ficticios de democratización del sistema empresarial y del sistema económico en su conjunto. Se ponen en práctica así interpretaciones de la democracia económica basadas en modelos coasociativos y coercitivos de las relaciones sociales y económicas centradas en la eficiencia empresarial; modelos y relaciones que no cuestionan nunca las problemáticas de redistribución de los poderes y de los procesos de decisión, y al contrario refuerzan con la formación colectiva del capital los procesos de acumulación. 

Esto no significa, más bien todo lo contrario, no querer aceptar el plan reivindicativo y de las conquistas graduales, sino que debe practicarse de inmediato un fuerte reformismo estructural siempre manteniendo al mismo tiempo el fin estratégico de la transformación económico-social, siendo bien conscientes, por ejemplo, de que los modelos de coparticipación propuestos en el marco del desarrollo capitalista sirven exclusivamente para sostener el capital y permitir su valorización y multiplicación. Para esto es fundamental que la iniciativa del nuevo movimiento obrero que debe comprender todas las luchas de masas antagónicas de los sujetos, sea retomada por el movimiento de los trabajadores, por los nuevos movimientos de los sujetos del trabajo negado, por los movimientos antiglobalización y contra el neoliberalismo, y por los demás movimientos sociales del antagonismo comenzando por aquellos contra la guerra, con un fuerte y determinado movimiento sindical que, a partir del empuje y del papel avanzado del sindicalismo de base, sepa extender el área no concertadora para interceptar las necesidades viejas y nuevas y reivindicar espacios cada vez más amplios de ciudadanía social. Entonces la iniciativa para una nueva fase del conflicto social debe tomarse a partir de un nuevo impulso de las luchas de masas en el terreno de la defensa de los derechos y del derecho al trabajo, de las luchas por los incrementos salariales, por una mejor calidad del trabajo y de la vida, por una reducción del horario de trabajo con igualdad de salario, contra la flexibilidad y la precarización del trabajo, del salario y de la vida social, por el Ingreso Social Mínimo a todos los desocupados, a los precarios y a los que reciben pensiones mínimas; en la defensa de los espacios de democracia; en el retorno a un papel del Estado intervencionista en economía y ocupador; en la ampliación del gasto social y por el reforzamiento, más aún que los decenios anteriores, de un Estado social para una mayor redistribución del ingreso en favor de todos los trabajadores, ocupados y no ocupados, por los derechos sociales y de una nueva ciudadanía. Pero hay que estar bien conscientes que al retomar tal iniciativa de luchas sociales y del trabajo, debe apuntar a un nuevo protagonismo político de masa que es signo vital para reforzar todos los nuevos movimientos antagonista, en una nueva estación de lucha que debe colocar como eje central el conjunto del nuevo movimiento obrero en el conflicto capital-trabajo, retornando a una relación de fuerzas favorable a los sujetos del trabajo y del trabajo negado. 

Es así que mientras se reivindican mayores derechos, mayor salario directo, indirecto y diferido, mayor democracia, se construye al mismo tiempo esa subjetividad político-social que es capaz de conquistar conciencia de que hay que huir del capitalismo, y para la construcción esta vez de una nueva formación social que desarrolle formas de relaciones dentro del horizonte del socialismo.

Para hacer todo esto es necesario desarrollar análisis que se basen completamente en los tres puntos básicos de la obra de Marx: el análisis de la economía en términos de valor como expresión socialmente determinada del trabajo humano; el análisis de la dinámica de la sociedad y de la posibilidad de la transformación en términos de clases sociales económicamente determinadas y, por tanto, de conflicto capital-trabajo; ladialéctica como método de investigación del análisis.

Notas

1 Un vecchio falso problema. La trasformazione dei valori in prezzi nel Capitale di Marx, a cargo de quien escribe y con ensayos de Cachedi, Freeman, Kliman, Giussani y Ramos, Ed. Mediaprint, 2002.
2 Proteo, Revista a cargo del CESTES (Centro de Estudios de las Transformaciones Económico-Sociales).
3 Marazzi C., “Il posto dei calzini”, pp. 106-107.
4 Por eso y muchas otras consideraciones presentes en particular en este párrafo véase el Prefacio de Un viejo falso problema, ob. cit.
5 Véase también cuanto he escrito en el artículo “USA, Japón, Unión Europea…”, en un número reciente de L’Ernesto).
6 Especialmente en Italia meridional, sistema de explotación de la mano de obra agrícola reclutada ilegalmente por intermediarios y pagada por debajo del mínimo permitido por la ley. (N. de la T.)

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Traducción del italiano por Marcia Gasca Hernández