Work-ing Marx | Imagen tomada de un
un cartel de la
Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM
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Foto: Luciano Vasapollo
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Para aclarar esta contradicción, en sus Manuscritos
económico-filosóficos Marx usa los resultados del despiadado análisis al
que la “economía política” somete a la sociedad industrial moderna. Los
teóricos de la “economía política” afirman que el valor de una mercancía esta
dado por el trabajo socialmente necesario para producirla, pero del mismo modo,
demuestran que con el salario al obrero le llega solo
una pequeñísima parte del producto del trabajo. Al mismo tiempo, el salario es el precio de la venta de sí mismo que el trabajador está obligado a hacer, aceptando así, bajo la máscara de un contrato libre, una esclavitud similar en los contenidos, si bien no en la forma, a aquella antigua de la sociedad esclavista.
una pequeñísima parte del producto del trabajo. Al mismo tiempo, el salario es el precio de la venta de sí mismo que el trabajador está obligado a hacer, aceptando así, bajo la máscara de un contrato libre, una esclavitud similar en los contenidos, si bien no en la forma, a aquella antigua de la sociedad esclavista.
Marx prueba sobre una base rigurosamente científica
—partiendo de las consecuencias de su análisis de la teoría del valor— que, a
diferencia de todas las demás mercancías, el valor de la fuerza de trabajo está
compuesto de dos elementos, incorporando en sí el plusvalor. Por tanto, tras
haber desarrollado la teoría del plusvalor, Marx revela de manera rigurosamente
científica, por primera vez en la historia de la ciencia económica, el
mecanismo de la explotación capitalista, partiendo del análisis del capital
como trabajo apropiado, no pagado a la clase obrera.
Pero Marx fue más allá, mostrando que la apropiación, por
parte de los capitalistas, del trabajo no pagado de los obreros era conforme a
las leyes internas del capitalismo.
Esto es aún más cierto hoy en el momento en que subsisten
elementos típicos de los procesos fordistas; más bien el llamado modelo
posfordista típico del área central de los países de capitalismo avanzado
convive con un modelo típico todavía fordista de la periferia y hasta con
modelos esclavistas de los países de la periferia extrema (donde por periferia
extrema se entienden también algunas áreas marginales del centro). Todo esto, porque
hoy conviven las distintas caras de un mismo modo de producción capitalista
siempre basado en la extorsión de plusvalor y plustrabajo y de una clase de trabajadores
sometida a la explotación capitalista, subordinada al orden capitalista. En
este sentido se debe hablar todavía hoy de proletariado, de clase, de
movimiento obrero.
El concepto clásico de trabajo es puesto en crisis por la economía del capital información, que representa el fundamento del capitalismo posfordista. De hecho, la creación de valor no se funda ya exclusivamente en la explotación del obrero de la fábrica fordista, sino que ella proviene de toda actividad en lafábrica social generalizada, en cualquier caso, siempre a través de la apropiación de plusvalor, de plustrabajo. La economía de la información controla y desarrolla el poder de la acumulación flexible sometiendo las subjetividades sociales al poder de las tecnologías de la información y de la comunicación que ahora dominan, además del tiempo de trabajo directo, también el tiempo del vivir social, en su totalidad. Con mayor razón, por tanto, en la fase actual de la competición global se refuerza, con todo su potencial de transformación, la contradicción capital-trabajo.
Si todo esto es cierto, entonces la sociedad capitalista no es en absoluto un mundo de relaciones armónicas, sino que es en realidad el sitio de una guerra general, económica, social, comercial, financiera, guerreada; y hoy todo es más evidente en el ámbito de una desenfrenada competición global entre polos imperialistas.
Aunque los teóricos de la economía política clásica
reconocían en ocasiones estos conflictos, sin embargo, según Marx, no
comprenden que el elemento conflictual es la esencia misma del sistema
capitalista; pero todos los fuertes contrastes que oponen los grupos sociales
componentes de la sociedad civil hallan su motivación central, real, en el
conflicto fundamental entre capital y trabajo asalariado.
De hecho, también en la fase actual el modelo de la
acumulación flexible necesita de la reestructuración y de la promoción
capitalista centrado todavía en la explotación del trabajo asalariado, con
formas diversificadas a escala internacional que explican la competición global
como conflicto abierto entre polos geoeconómicos. Es precisamente en la
articulación de tales dinámicas económico-sociales, en la posibilidad de
superar la sociedad de la explotación, que las contradicciones de clase se
convierten en dominantes. Esto sucede a partir de algunas caracterizaciones que
han asumido las modalidades de las dinámicas del desarrollo vinculadas en el
ámbito de una relación capital-trabajo, siempre dirigido al control social
interno en cada país capitalista y al enfrentamiento interno para la
determinación del dominio global a través de la extensión de las áreas de
influencia geoeconómica de los tres grandes bloques: EE.UU., UE y
Japón-componente asiático.
Por tanto, está vigente un intenso proceso de
territorialización internacional de la economía explicable no solo por
fenómenos de reestructuración y reconversión que afectan la industria, sino que
está cambiando el propio modo de presentarse que tiene el modelo de desarrollo
capitalista. Se afirma una lógica económico-productiva distinta, la de una nueva
acumulación generalizada, cada vez más diversificada en los modelos de
producción y en la organización del trabajo respecto a los procesos productivos
precedentes, pero que convive con los modelos de tipo industrial y que sigue
teniendo en el centro el trabajo dependiente, asalariado, con lógicas cada vez
más desenfrenadas de explotación, con extorsiones cada vez más grandes de
plusvalor absoluto y relativo.
Es precisamente, y solo esta, según la dialéctica hegeliana, la “contradicción” que presiona de continuo hacia su “superación”.
Ya que el capital aumenta y se acumula solo a condición de crear nuevo trabajo asalariado, es entonces en la subjetividad político-social del movimiento de los trabajadores (ocupados y desocupados) —subjetividad que se origina y crece en la conflictividad capital-trabajo— que se conquista la conciencia de la superación del capitalismo.
2. Lecciones de Marx
para la actualidad.
En este punto todo parece claro, con una amplia convergencia
y homogeneidad de puntos de vista por parte de los marxistas, hasta están
convencidos de que se trata de elementos ya adquiridos por quien haya
enfrentado el estudio de estos argumentos. ¡Pero no es así! Grande es la
confusión bajo el cielo del análisis del posfordismo... y la situación no es
precisamente excelente si se piensa, por ejemplo, que justo entre los marxistas
se desarrollan cada vez más las dudas acerca de la necesidad, y no solo acerca
de las posibilidades, de entender cómo madura la condición en la que el capital
tiene fuertes dificultades de mediar el desarrollo y, por tanto, extraer de él
la conclusión de que un punto irrenunciable del movimiento de los trabajadores
es el de moverse en la línea de las posibilidades de transformar las relaciones
de propiedad, a partir de la transformación de las relaciones sociales para
construir otras relaciones que tengan como referencia el escapar del
capitalismo.
Desde que vio la luz el Libro III de El capital se
han evidenciado una serie de contradicciones; de críticas que sin duda han
partido del problema de qué es el valor y de cómo se mide, pasando por el
cuestionamiento del valor científico del análisis hecho por Marx de la
explotación, hasta arribar a la crítica llamada de la “circularidad”. En
efecto, tales argumentaciones son también las que he escuchado en la jornada
internacional de estudio del Laboratorio para la Crítica Social del 21 de mayo
de 2004 último en la Universidad de Roma “La Sapienza”, en ocasión de la
presentación del libro Un viejo falso problema. La transformación de los
valores en precios en El capital de Marx.(1)
Es precisamente acerca de la teoría del valor, del supuesto
problema de la transformación del valor en precios, hasta llegar al análisis
actual de la forma del trabajo asalariado y de su consistencia cuantitativa y
cualitativa y, por tanto, del acercamiento científico a la teoría de la
explotación, que se juega la partida teórica de las posibilidades de la
transformación político-económico-social y de la superación del capitalismo.
2.1 Posfordismo y modelos de flexibilización del trabajo y de la vida social
Para comprender la fase actual de la competición global es
determinante, como siempre, conectarla con el análisis de la organización del
ciclo productivo, de las características del tejido productivo y social, del
papel del Estado, de las relaciones entre las áreas internacionales y de su
estructura económica, de los intereses globales de dominio y de expansión que
determinan el conflicto interimperialista. Todas estas problemáticas
fuertemente conectadas, a menudo hasta dependientes, del importantísimo paso de
la era fordista a la llamada posfordista.
La teoría económica de Marx, como por lo demás la doctrina
marxista en su conjunto, se caracteriza por una clara naturaleza social propia,
por una tendencia a la acción, a la práctica, por un vínculo íntimo entre
teoría y praxis. Para los marxistas conocer el mundo siempre ha significado
transformarlo. Las leyes económicas objetivas de la sociedad capitalista se
manifiestan en el curso de la lucha de clase por escapar del capitalismo.
Correspondió precisamente a Engels y a Marx hallar una
teoría económica y política que desmantelara los viejos esquemas; una teoría
capaz de adaptarse y de ponerse en relación dialéctica en cada momento con la
realidad de clase. Y esto nos lleva a la actualidad de Marx en el análisis del
presente conflicto capital-trabajo a partir de la composición de clase de hoy.
Vamos a detenernos en algunos pasajes de gran actualidad.
Recorriendo muy esquemáticamente las últimas fases
político-económicas resulta que, ya a partir del inicio de los años 70,
comienza a desvanecerse ese contubernio entre sistema productivo fordista y
modelos keynesianos a través de los cuales el Estado realizaba un contexto
global de mediación, regulación, cooptación y compresión del conflicto social.
El intenso proceso de industrialización fordista se desplaza así hacia nuevos
mercados, especialmente del Sudeste Asiático y de la Europa Centro-Oriental,
aumentando la competición internacional y cuestionando la leadership estadounidense.
En los últimos veinticinco años el modelo consolidado de
democracia capitalista, nacido en los Estados Unidos con el fordismo, en todos
sus distintos modos de presentación, se ha disuelto, borrando ese concepto de
sociedad civil y decivilización que había inaugurado el ingreso a la
modernidad capitalista, causando la desintegración de toda la estructura
productiva preexistente y destruyendo las formas mismas de convivencia
civil, determinadas por el modelo de regulación y mediación social de forma
keynesiana. Formas de convivencia civil, social y sobre todo económica que, de
cualquier manera, eran todas ellas internas a la lógica constitutiva del modo
de producción capitalista, con relaciones de clase que, en esencia, condicionan
igualmente la existencia de los trabajadores en la misma forma de algunos
decenios atrás o de la fase actual, que, con razón o sin ella, llamamos era
posfordista.
El derrumbe del modelo fordista ha llevado al surgimiento de nuevos modelos de acumulación flexible. El principio que guía este modelo está basado en el hecho de que al ser la demanda la que establece la producción en relación con modelos de conflictualidad global y competencia desenfrenada —aunque a menudo imperfecta— esto trae como consecuencia que la competición se basa cada vez más en la calidad del producto, la calidad del trabajo, en un modelo cada vez más caracterizado por recursos inmateriales del capital intangible. Una estructuración del capital que va acompañada del trabajo manual subpagado, distribuido en el territorio y cada vez con mayor frecuencia no reglamentado, y de servicios externalizados y de escaso contenido de garantías que permiten su uso, y no ya basado en las conexiones entre cantidad producida y precio (elementos típicos del fordismo).
La crisis del sistema, debida al proceso de transformación
del trabajo en la sociedad posfordista, puede ser también explicada por este
contexto de desarrollo del trabajo de predominante contenido inmaterial. De
hecho, este tipo de trabajo se caracteriza: extensivamente mediante la forma de
cooptación social que va más allá de la fábrica y del trabajo productivo, e
intensamente a través de la comunicación y de la información, recursos del
capital de la abstracción o intangible. El trabajo inmaterial es entendido como
un trabajo que produce el “contenido informativo y cultural de la mercancía”,
que modifica el trabajo obrero en la industria y en el sector terciario, donde las
funciones son subordinadas a la capacidad de tratamiento de la información, de
la comunicación, horizontal y vertical. ¡Pero sigue siendo trabajo asalariado!
Se viene definiendo un nuevo ciclo productivo ligado a la
producción inmaterial que muestra cómo la empresa y la economía post-industrial
y posfordista están fundadas en el tratamiento del capital información. Esto
provoca una profunda modificación de la empresa ya estructurada en las
estrategias de venta y en la relación con el consumidor, que lleva a considerar
el producto primero bajo el aspecto de la venta y después bajo el de la
producción. Tal estrategia se basa en la producción y consumo de capital
información, utilizando la comunicación desviadora y el marketing
social para recoger y hacer circular información con vistas a un
condicionamiento social global.
No se trata entonces de un simple proceso de
desindustrialización, de una de las tantas crisis del capitalismo, sino de una
radical transformación de este que golpea toda la sociedad, que crea nuevas
necesidades, de una concepción de la calidad del desarrollo, de la calidad de
la vida que induce a distintos comportamientos socio-económicos de la
colectividad, impuestos por la flexibilidad de la empresa difundida en el
tejido social, respecto a los de la sociedad industrialista, basada en la
centralidad de la fábrica y con una intervención del Estado en economía que,
lejos de determinar una forma de las relacionesdiferentes respecto al
capitalismo, en esencia lo ha defendido, facilitándole la salida de las crisis.
En particular, de los resultados de distintos análisis que
hemos realizado en la revista Proteo,2 junto a las Representaciones
Sindicales de Base, emerge un sector terciario que interactúa y se integra cada
vez más con las demás actividades productivas, especialmente con las
industriales. Se determina, por lo tanto, un nuevo modelo localizador de
desarrollo, que hemos definido en otros escritos como tejido a multinivel
de irradiación terciaria, que se asocia al modelo de flexibilización de la vida
social impuesto por una empresa difundida socialmente en el sistema
territorial. Es decir, se trata de un sector terciario que va acompañado por
externalidades del ciclo productivo y por un modelo de flexibilidad general que
ha venido asumiendo un papel cada vez más estimulante del modelo de desarrollo
económico, no explicable solo por simples procesos de desindustrialización o de
reestructuración y reconversión industrial, sino por las exigencias de
reestructuración y diversificación global del modelo de capitalismo.
De estos análisis se desprende que nos encontramos en una
fase de transición aún en vías de definición, pero que presenta de cualquier
modo, rasgos bien claros. Hay un aumento de la producción de servicios respecto
a la de los bienes materiales, pero esto sucede sobre todo con procesos de
externalización de los servicios y de fases del proceso productivo con bajo
valor agregado, basados en una superexplotación del trabajo. Un trabajo a
menudo obtenido a través de procesos de distribución internacionales, en busca
de formas de trabajo de escaso contenido de derechos y de bajísimo salario;
esto va acompañado de una fuerte presencia de trabajos intelectuales y
técnico-profesionales a menudo tan precarios como los manuales y repetitivos.
Pero todo más referido aún a procesos de valorización del
capital en su relación de clase, por tanto, contrapuesta al trabajo vivo,
reproduciendo trabajo asalariado con el fin de multiplicarse.
No se trata, por tanto, de ignorar los cambios ocurridos en
los procesos productivos y en la configuración de las subjetividades del
trabajo, del no trabajo, del trabajo negado, sino confirmar que la crisis del
capitalismo de superproducción, de acumulación, de expansividad tiene como
posibilidad última de escape la potencialidad crítica del trabajo asalariado a
partir de un fuerte movimiento sindical que se mueva en y por los procesos de
recomposición de clase, es decir, de todo el segmento social que está sometido
de diversas formas a la condición de explotación capitalista, en el puesto de
trabajo y en todo la vida social. En este sentido un papel de punta y de
ruptura se desarrolla ya desde hace largos años por parte del sindicalismo de
base, en particular por las Representaciones Sindicales de Base, que hacen de
la independencia, de la autonomía y de la relación de clase el núcleo de la
iniciativa político-sindical.
2.2 Del Estado social de la mediación y cooptación del conflicto al Profit State de la cultura de empresa
Por tanto, está en vigor un intenso proceso de
territorialización de la economía explicable no solo por fenómenos de
reestructuración y reconversión que afectan la industria, sino que está
cambiando el propio modo en que se presenta el modelo de desarrollo
capitalista. Se afirma una lógica económico-productiva distinta, cada vez más
diversificada respecto a los procesos productivos precedentes, en particular
los de tipo industrial. Una transformación de la sociedad que crea nuevas
necesidades, nuevas actividades, la mayor parte de las cuales tiene carácter
terciario y precario, que generan, y al mismo tiempo fuerzan, nuevos mecanismos
de crecimiento, de organización de la sociedad y de acumulación del capital.
Esto sucede también a través de la asunción específicamente productiva de los
recursos del capital intangible basados en la información y comunicación con la
desrreglamentación para un ataque frontal a los derechos y al derecho del
trabajo, con la desorganización en el territorio y con la precarización de todo
el ciclo de la vida social de la clase obrera, de toda la fuerza de trabajo. Y
también a partir del cuestionamiento del papel del Estado intervencionista,
ocupante y regulador del conflicto social a través de las políticas keynesianas.
Un papel del Estado en economía y del Estado social que en la era fordista ha tenido una tarea de redistribuidor de los ingresos, gracias a la fuerza manifestada por el movimiento obrero que ha impuesto una mayor cuota de reparto al factor trabajo, es decir, un monto de salario social global más alto (por tanto, más salario directo, indirecto y diferido). Todo siempre dentro del capitalismo y de las mismas relaciones de producción capitalistas, configurando así el desarrollo de relaciones sociales mediadas por el Estado, sí, pero encentradas en el uso del compromiso fordista-keynesiano, comprendida la determinante del Estado social, y utilizadas también como elemento de control de toda forma de antagonismo, de compresión y de cooptación del conflicto social, precisamente para evitar (y el capital en realidad en esto ha resultado realmente vencedor) el éxito de relaciones que pudieran prefigurar nuevas formaciones sociales.
Un papel del Estado en economía y del Estado social que en la era fordista ha tenido una tarea de redistribuidor de los ingresos, gracias a la fuerza manifestada por el movimiento obrero que ha impuesto una mayor cuota de reparto al factor trabajo, es decir, un monto de salario social global más alto (por tanto, más salario directo, indirecto y diferido). Todo siempre dentro del capitalismo y de las mismas relaciones de producción capitalistas, configurando así el desarrollo de relaciones sociales mediadas por el Estado, sí, pero encentradas en el uso del compromiso fordista-keynesiano, comprendida la determinante del Estado social, y utilizadas también como elemento de control de toda forma de antagonismo, de compresión y de cooptación del conflicto social, precisamente para evitar (y el capital en realidad en esto ha resultado realmente vencedor) el éxito de relaciones que pudieran prefigurar nuevas formaciones sociales.
Mejor aún, la intervención del Estado en economía no ha
podido nunca prefigurar relaciones alternativas que se desarrollaran a la par
del capitalismo, ni mucho menos una forma de las relaciones que se situara
fuera o más allá del capitalismo, porque el Estado social distinto no es más
que un aspecto secundario, una forma, un modo de presentar las relaciones y las
formas del ser del capitalismo, en un momento en que las relaciones de fuerza
entre capital y trabajo eran, con respecto a la actualidad, mayormente
favorables respecto al movimiento de los trabajadores.
Esto es aún más cierto hoy, en una fase en que la
intervención del Estado en economía, el propio Estado social, ya no son
compatibles con los paradigmas del desarrollo neoliberal.
El empresario tiene como objetivo principal maximizar la
ganancia, y en la producción fordista esto se realizaba sobre todo a través de
un crecimiento del Estado social que consintiera también a las clases menos
pudientes consumir y comprar (el salario representaba por tanto, un costo, pero
también un ingreso). Por tanto, siempre en el ámbito de un sostenimiento de la
demanda y de los consumos centrados en la venta de los productos del trabajo
como mercancías, y en el momento en que eso ha significado gozar de servicios
sociales aparentemente gratuitos (escuela, sanidad, etc.) de eso se ha
disfrutado por derecho solo en el sentido de reapropiación de salario
indirecto, por tanto, de parte del plusvalor arrebatado, en una fase en que las
relaciones de fuerza han permitido una redistribución mas favorable al factor
trabajo. En la nueva situación, en una fase más favorable al capital, disminuye
el margen de negociación y de impacto del movimiento obrero, y entonces el
salario deviene solo un costo que hay que reducir lo más posible.
“Por esta razón el Estado social, ya sea como redistribuidor de ingresos por medio del fisco, ya sea como creador de ingresos, representa para el capitalista posfordista un factor de molestia que hay que eliminar. Por una parte se ve como la causa del costo excesivo del trabajo (gravámenes sociales y sustracción fiscal) y de la otra como causa del costo excesivo del dinero (aumento de las tasas de interés para incitar al ahorro hacia la deuda pública)... El sistema de producción Just in time vive de la atomización del mercado; los gustos y las disponibilidades a la adquisición por parte de cada consumidor particular son decisivos, deben conocerse, explorarse y apenas se manifiestan deben ser satisfechos rápidamente”.3De este modo se provocan incrementos notables de desocupación evidente e invisible, precarización del trabajo, negación de las garantías sociales y de las reglas elementales del derecho del trabajo, en un territorio que se hace fábrica social, en cuanto lugar de experimentación y afirmación de las compatibilidades de empresa.
Es en tal contexto de transformación global y de
reestructuración general capitalista que también el Estado social se transforma
en Estado-Empresa, en Profit State que asume como central la lógica
de mercado, la salvaguarda y el incremento de la ganancia, transforma los
derechos sociales en subvenciones de beneficencia, efectúa comunicación social
que hace asumir la ganancia, la flexibilidad, la productividad como nuevas
formas de “divinidad social”, como filosofía inspiradora del único modelo de
desarrollo posible. Todo se centra enprecarización de las relaciones de
trabajo, negación de las garantías, alta movilidad y flexibilidad del trabajo,
imposición —a través de la política económica y cultural del Profit State— de
la adaptación activa de los nuevos sujetos del trabajo y del no trabajo, del trabajo
negado, a los horizontes organizativos y económico-culturales impuestos por la
actual fase del desarrollo capitalista.
2.3. Posfordismo, centralidad del trabajo asalariado, recomposición de la clase y nuevo movimiento obrero.
A través de un procedimiento objetivo y científico se puede
examinar dentro del propio ámbito de estudio el análisis económico
internacional y nacional para verificar las modalidades de establecimiento
del sistema económico concentrado espacialmente, especializado en un cierto
sector o en ciertas modalidades productivas, relacionándolo con una población
social y territorialmente caracterizada de manera coherente.
La amenaza siempre inminente y en aumento de la
desocupación, en particular el actual convivir de la desocupación coyuntural
con la estructural, la financiarización de la economía, el paradigma de la
acumulación flexible de la llamada era posfordista debida a la automatización
de la producción y a la intensificación del trabajo, todo ello ejerce una
influencia sustancial en el empeoramiento general de la situación global
mundial de la clase trabajadora. La “incertidumbre de la existencia”, de la que
habló Engels, continúa acentuándose. Estos hechos objetivos son una
confirmación convincente de la validez de la teoría marxiana del
empobrecimiento absoluto y relativo. Es así que el desarrollo mismo del
capitalismo contemporáneo reafirma por completo otra tesis fundamental de Marx,
la de la intensificación del proceso de proletarización en el seno de la
sociedad capitalista, del incremento —si bien en formas distintas y
articuladas— del trabajo subordinado, del trabajo asalariado, como quiera que
sea, del segmento social sometido a la explotación capitalista; en este
sentido, proletariado y movimiento obrero que se convierte en clase, y por
tanto, subjetividad político-social, en el momento en que asume conciencia del
propio papel de antagonista y de sujeto de la transformación.
La cuestión actual económico-social del trabajo no está entonces conectada solamente a la desocupación cada vez más de carácter estructural, más bien se refiere a una serie de problemas de carácter cuantitativo/cualitativo y, por tanto, de las nuevas figuras del trabajo, del trabajo negado y del no trabajo, como quiera que sea, figuras todas ellas internas siempre al mismo modo de producción capitalista. El problema trabajo existe ya también para aquellos que poseen uno, dado que se trabaja cada vez más y en condiciones cada vez más precarias, no tuteladas, con salario social absoluto, y también relativo al trabajador individual, cada vez menos y con altos niveles de movilidad e intermitencia.
Hoy, la aplastante mayoría de la población de los países
capitalistas está compuesta por trabajadores asalariados; el trabajo asalariado
constituye la base del capitalismo, a escala mucho mayor que en los tiempos de
Marx, dentro de los procesos y de las dinámicas de funcionamiento del modo de
producción capitalista de siempre.
Los cambios más recientes en la estructura de la clase
trabajadora misma indican la extrema importancia de la categoría del obrero
“colectivo”, introducida y analizada en El capital. Tal categoría
comprende a los obreros del trabajo físico e intelectual que participan
directamente en la fabricación de un producto y son, como quiere que sea,
respecto al capital, trabajadores asalariados, trabajadores subordinados, el
segmento social subordinado a los dictámenes de la orden del modo de producción
capitalista centrado en la explotación, por tanto, en la valorización del
capital a partir de su realización antagonista con el trabajo vivo.
Las tendencias actuales —con el aumento del número de los
trabajadores asalariados empleados fuera de la producción material propiamente
dicha, el aumento del número de los empleados, de los flexibles, de los
precarios, de los temporales, de los atípicos en general, el incremento de la
tasa del trabajo intelectual, o del falso trabajador autónomo, en la
composición del “obrero colectivo”— están bien lejos de testimoniar la
“desproletarización” de la clase obrera, o de la clase trabajadora en general.
Es así que, no obstante el paso de la era fordista a la
llamada era posfordista, del obrero masa al “obrero social”, de la centralidad
de fábrica a la fábrica social generalizada, de los “monos azules” a los
cuellos blancos, del trabajo manual a los trabajadores de la conciencia y de la
inteligencia, también en los países de capitalismo avanzado permanece y vive
cada vez más el trabajo asalariado con formas cada vez más sofisticadas y cada
vez más incisivas de explotación.
Es así que se llega a una fase en la que están apareciendo
velozmente en la escena económico-social nuevos caracteres de sujetos,
nuevas pobrezas y, por lo tanto, nuevas figuras que hay que agregar a un
proyecto de recomposición y organización del conflicto capital-trabajo a partir
de una ofensiva por parte de todos los trabajadores en una nueva estación de
luchas de masa de un nuevo sujeto que no es otra cosa que el actual modo de ser
y de presentarse del movimiento obrero.
Se trata de forzar el horizonte a partir de la superación de
los límites sociales entre clase obrera propiamente dicha, los intelectuales,
nuevas figuras del trabajo, del trabajo negado, del no trabajo, y acercar a
estos grupos sociales en su lucha por la emancipación social; reencontrándose en
los hechos en el conflicto capital-trabajo, superando en la lucha los esquemas
del ya decretado por algunos estudiosos —incluso de origen marxista— fin del
trabajo.
Pero, ¡qué fin del trabajo! Está cada vez más vivo el
análisis científico de Marx acerca del trabajo asalariado, acerca de la
“proletarización” y empobrecimiento, absoluto y relativo, de estratos cada vez
mayores de las sociedades de capitalismo avanzado; para no hablar de los
niveles de esclavitud, de feudalismo y de miseria absoluta en el Tercer y
Cuarto mundos.
Por tanto, nuevos sujetos de clase, capaces de provocar contradicciones económico-sociales y procesos de socialización como sujeto unitario en un nuevo movimiento obrero. Valores y comportamientos orientados y derivados de la presencia de un modelo de desarrollo que a causa de la reestructuración de la empresa y del capital incide profundamente en el territorio y crea su contradicción en la nueva fase del choque capital-trabajo, que lejos de debilitarse se presenta en toda su carga explosiva realizando dinámicas de recomposición de clase.
Tales procesos necesitan de una lectura socio-política
distinta y más articulada; tienen necesidad de nuevas lógicas interpretativas,
de nuevos instrumentos ignorados por los análisis de esquema industrialista de
la era fordista, para lanzar una nueva fase del conflicto de clase, conscientes
de lo correcto del análisis de Marx, incluso en esta fase del desarrollo
capitalista.Manteniendo válidas en este sentido las categorías marxianas,
partiendo de la centralidad de un nuevo movimiento obrero, es decir, de aquella
subjetividad político social de todo el segmento social sometido a la
explotación capitalista, y por tanto, como sujeto completamente interno a la
relación de clase; quedando así fuera de las divagaciones de quien habla de fin
del trabajo asalariado o de superación de la centralidad del movimiento obrero
y de ruptura de la relación de clase.
3. Viejos, falsos
problemas no oscurecen la claridad y la actualidad de Marx
Y fue precisamente Marx quien reveló la tendencia objetiva
de la producción capitalista hacia una explotación máxima de la clase obrera y
la centralidad del conflicto de clase. Todo eso se ha verificado y se verifica
en el curso de toda la historia del capitalismo y, por cuanto se ha escrito con
anterioridad, todavía más en la fase actual en la que conviven formas de
producción fordistas con las llamadas posfordistas y con verdaderas modalidades
esclavistas, no solo en la periferia, sino también en los países centrales y
guía del capitalismo.
Lo que es característico del modo de producción capitalista,
por tanto todavía hoy, y con mayor razón hoy, no es el hecho de que haya
explotación de un segmento de la población por parte de otro, como la forma que
tal explotación asume, es decir la producción de... “plusvalor, por el cual el
capitalista no paga ningún equivalente. Es en esta forma de intercambio entre
capital y trabajo que se funda la producción capitalista, o el sistema de
trabajo asalariado, y que debe conducir a reproducir continuamente al obrero
como obrero y al capitalista como capitalista”.
Y he aquí uno de los mayores resultados del análisis
económico de Marx llamado “paradoja de la ganancia”: la ganancia no se
origina en el intercambio, este proviene del hecho de que las mercancías se
venden precisamente por su valor.4 Por otra parte en el Libro III de El
capital, Marx evidencia de manera explícita que en el costo del producto están
todos los elementos constitutivos de su valor, pagados por el capitalista o
mediante los cuales ha introducido en la producción un equivalente; y, por
tanto, estos costos de producto deben ser reintegrados para permitir que el
capital se conserve, recupere su entidad original.
De todo lo escrito anteriormente con seguridad se habrá
intuido que la ganancia no es otra cosa que el plusvalor mismo. Más bien,
propiamente la ganancia es la forma fenoménica del plusvalor, es decir, el
resultado del capital globalmente anticipado.
Pero es en el capítulo 9 del Libro III de El capital en
el que tradicionalmente se ha buscado la explicación que da Marx acerca de la “Formación
de una tasa general de la ganancia (tasa media de la ganancia) y transformación
de los valores de las mercancías en precios de producción”, partiendo justo de
la tesis de que los precios de producción no son otra cosa que los precios
realizados calculando la media de las diferentes tasas de ganancia de los
distintos ámbitos productivos y agregando tal media a los precios de costo
sostenidos por los propios ámbitos productivos, se tiene la definición
“clásica” de precio de producción.
Y es esta precisamente la cuestión fundamental, y si
queremos incluso el enfrentamiento teórico, que está presente desde hace
decenios —que se ha vuelto a plantear en la presentación del Congreso del
Laboratorio para la Crítica Social, efectuado el 21 de mayo de 2004 y del que
se ha escrito con anterioridad— analicemos el actual modo de producción
capitalista y la centralidad de la categoría de la explotación y de la relación
capital-trabajo.
Al planteamiento fundamental del análisis de Marx sobre la
transformación de valor en precios han respondido, en el libro Un viejo
falso problema y en el congreso arriba citado, algunos estudiosos que
desde hace años se ocupan de este problema (como G. Carchedi, A. Freeman, A.
Ramos y A. Kliman), desbaratando completamente las críticas, simplemente
respondiendo que se trata de un problema inexistente, ya que la transformación
de valores en precios ya había sido resuelta por Marx en el Libro III de El
capital. En esta perspectiva ha sido de gran ayuda la comparación con el
manuscrito original de Marx, publicado por primera vez en 1992 en la MEGA‚.
Los autores de Un viejo falso problema han
enfrentado una vez más a los llamados “críticos” con paciencia, con seriedad,
con rigor científico, incluso en la elección de un lenguaje y un acercamiento
divulgativo, para reafirmar un punto de vista de exactitud formal y sustancial
de todo el esquema del análisis de Marx. Por tanto, los precios de producción
se basan en el hecho de que existe una tasa tendencial general de la ganancia,
que a su vez se basa en el hecho de que las tasas de ganancia de cada ámbito
productivo en particular han sido ya transformadas en otras tantas tasas medias
de ganancia.
Así se puede reconstruir una formulación coherente de la
teoría marxiana del valor que no sea dañada por el supuesto “paso traumático”
(como lo ven los críticos de Marx) del “capital en general” a los capitales
“particulares”. El plusvalor puede también asumir la forma modificada de la
ganancia, o la tasa de ganancia tomar la forma modificada de la tasa de
plusvalor, pero esta evolución, explica Marx en los Grundrisse, se realiza
“solo en el análisis de numerosos capitales (reales) y no tiene todavía su
puesto aquí”, es decir, en el momento en que se realiza una tasa media de
ganancia y la transformación del valor en precios determinada por el régimen de
competencia, que no es tomado en consideración por el análisis del “capital
general”. Por otra parte, nos explica Marx, para hacer un análisis científico
del desarrollo real del capital, para analizar la relación capital-trabajo y el
papel del plusvalor como perno real del modo de producción capitalista, no se
puede y no se debe partir de los “numerosos capitales reales”, sino del
“capital”, es decir, el de toda la sociedad, como bien explican los Grundrisse:
“La sustitución de numerosos capitales reales no perturba nuestro análisis. Al
contrario, la relación entre los numerosos capitales devendrá clara solo cuando
hayamos puesto en evidencia lo que tienen todos en común, o sea, que son
capital”.
En este desarrollo de momentos sucesivos, pero
estructurados, parece que se puede hallar una explicación adecuada de la
“presunta” contradicción entre el I y el III Libro de El capital.
Marx demostró claramente que la ganancia tiene origen en el
plusvalor y que el sistema de precios se explica como expresión fenoménica de
la ley del valor. Y entonces, si las mercancías no son intercambiadas a su
valor es porque se realiza un intercambio de productos de capitales que son
títulos para distribuir entre capitalistas la masa del plusvalor.
Si se procede a una reconstrucción filológica coherente de los textos marxianos, cosa ahora posible gracias a los textos de la MEGA‚, se puede sostener que muchas de las interpretaciones tradicionales de la “transformación” de los valores en precios están relacionadas con una incomprensión de algunos puntos teóricos fundamentales (cuando no, incluso, en algunos casos, con lecturas dirigidas a poner en discusión la validez de la estructura marxiana válida para construir la posibilidad de la superación del capitalismo).
Las respuestas de Kliman, Freeman, Carchedi, Ramos además de
las de Callari y De Angelis, han sido muy puntuales, y algunas de estas pueden ser
leídas de manera profunda en Un viejo falso problema. Como quiera que sea,
a las críticas sus autores responden con su Temporal Single-Sistem
Interpretation(TSSI).5
En conclusión, si varios críticos, comprendidos aquellos
presentes en la jornada de estudio del Laboratorio para la Crítica Social,
hubiesen “desinflado” su modelación y empleado un formalismo diferente en el
que los precios de los input y de los output no sean
determinados simultáneamente, es decir, si hubiesen tenido en cuenta la
variable tiempo, entonces no solo los resultados de la transformación de los
valores en precios se habrían demostrado de manera formalmente rigurosa y
científica, sino que habrían comprendido bien que el problema de la
transformación es un “problema inexistente”; y de esto se deriva la coherencia
lógica, el carácter científico, la ausencia de límites y contradicciones y la
gran actualidad del análisis de Marx.
Los trabajos del “enfoque temporal” son introducidos por primera vez sistemáticamente en el debate italiano y de este modo se llena una laguna que ayuda a los marxistas. Ya no hay “excusa” para continuar ignorando las contribuciones del “enfoque temporal” y quien lo haga no podrá ya apelar a su propia ignorancia, sino que deberá, en muchos casos, admitir la interpretación propia como interesada en demoler las razones de los marxistas.
Los trabajos del “enfoque temporal” son introducidos por primera vez sistemáticamente en el debate italiano y de este modo se llena una laguna que ayuda a los marxistas. Ya no hay “excusa” para continuar ignorando las contribuciones del “enfoque temporal” y quien lo haga no podrá ya apelar a su propia ignorancia, sino que deberá, en muchos casos, admitir la interpretación propia como interesada en demoler las razones de los marxistas.
Y es precisamente partiendo de este enfoque, de la
coherencia lógica, completa y científica de Marx, que es posible sostener
cuanto hemos escrito en los párrafos precedentes.
El análisis que efectuamos como CESTES acerca de la crisis
actual del capitalismo, crisis también de superproducción, de acumulación, de
expansión y de demanda, a causa también de la tendencia a la contracción global
del salario social de toda la clase trabajadora, sirve también para evidenciar,
como hemos ya escrito, que el llamado ciclo posfordista de la fábrica social
generalizada realiza, además de la desocupación estructural, también las miles
de formas de trabajo atípico y flexible, de cualquier manera catalogables entre
el trabajo asalariado, dependiente, heterodirecto, que realizan ese segmento
social, sometido a leyes de la orden capitalista en cuanto sujeto a la
explotación en el modo de producción capitalista. Pero todo esto sirve
para identificar siempre en la relación de clase el carácter de sujeto y la
subjetividad antagonista capaz de construir en perspectiva la posibilidad de la
superación del capitalismo a partir del papel del nuevo sujeto proletario.
Y con este propósito no rigen lógicamente y en los hechos
las disquisiciones académicas de quien quiere sostener la negación del sujeto
proletario en la era del posfordismo y del capitalismo maduro, porque esto
sirve solo para negar la centralidad del conflicto capital-trabajo y la
centralidad del movimiento obrero, y esto, para poner en discusión toda la
estructura de Marx para describir el proceso de acumulación. Y, mucho cuidado,
aquí no se trata de recalcar acríticamente los preceptos del socialismo real
del siglo xx. No, ¡está en juego algo bien distinto! Se trata de reivindicar
como válido todavía hoy el movimiento obrero como clase de asalariados, de los
sometidos al mando capitalista, en las distintas formas que el trabajo
asalariado puede asumir hoy y reivindicar el proceso de recomposición de clase
a través de la subjetividad proletaria, del proletariado como sujeto político
revolucionario, como pueblo de los sometidos a la explotación capitalista.
4. Dentro de la
relación de clase se construye la posibilidad de la superación del capitalismo
Es por todo lo que se ha sostenido hasta ahora que debe ser
tarea de los estudiosos escrupulosos, honestos y coherentes la de afirmar con
fuerza la validez científica y la actualidad del pensamiento de Marx y, si son
marxistas, también la de su actuación práctica concreta.
Las transformaciones estructurales que están caracterizando
el sistema socio-económico son, sobre todo, transformaciones que surgen de la
continua interacción del nuevo terciario posfordista con el resto del sistema
productivo, con todo el territorio propio porque se trata de transformaciones
surgidas de la exigencia de redefinición productiva y social del capital. Para
poder ser comprendidos son, por tanto, necesarios análisis bien separados de la
distribución localizadora de las actividades que se deben comparar con una
lectura territorial, más propiamente social y político-económica. Las nuevas
figuras del mercado del trabajo que van a expresar su subjetividad política
social en la relación de clase del nuevo movimiento obrero, se conjugan con los
nuevos fenómenos empresariales, cada vez más a menudo se configuran en
formas ocultas, como quiera que sea, de trabajo asalariado, trabajo
subordinado, precarizado, no garantizado, de trabajo autónomo de última
generación que enmascara la cruda realidad de la expulsión del ciclo
productivo.
El territorio es entonces el centro hacia el cual hay que
hacer converger una parte relevante de los intereses de la colectividad, de la
clase, de las nuevas “sujetualidades” que operan en una empresa difundida
socialmente en el sistema territorial. Una modalidad del desarrollo capitalista
en que se generan nuevos sujetos que se deben recomponer en unidad como cuerpo
organizado, como una totalidad de partes interactuantes en calidad de nuevos
sujetos de clase, que dan una cierta caracterización social porque derivan de
una cierta caracterización productiva de la reconversión neoliberal, del modo
de producir y de proponer socialmente la centralidad de la empresa, de la
ganancia, del mercado; en un mundo caracterizado, por tanto, únicamente por el
valor universal del mercado y de la ganancia al que el individuo no solo debe
aspirar, sino que se debe hacer objeto activo de tal construcción social.
Es posible derrotar tal proyecto solo a partir de una nueva
fase del conflicto capital-trabajo, construyendo la conciencia y el
conocimiento de un proceso antagonista para la transformación social; una nueva
fase del conflicto en el que la clase de los subordinados a la orden
capitalista como sujetos del trabajo y del trabajo negado, como sujetos
explotados en cada fase de la vida social, asumen conciencia del propio papel.
Es decir, una subjetividad totalmente interna a la relación de clase que,
actuando como vehículo de comunicación social, debe hacer comprender, hacer
tomar conciencia a los distintos ámbitos sociales de la asunción de las fuerzas
productivas, es decir, de su socialización con el fin de construir procesos de
transformación reales que se mueven en el horizonte de la superación del capitalismo.
De esto se deriva que la liberación de todos los sujetos
sometidos a las órdenes y a la explotación capitalista, a través de la
construcción de un nuevo movimiento obrero fuerte dentro de grandes movimientos
sociales antagonistas de masa, es posible solo mediante la superación del modo
de producción capitalista. Esta deducción tenía y tiene hasta ahora una
importancia muy grande ya que cuestiona decisivamente toda suerte de ilusión
acerca de la superación de la contradicción capital-trabajo dentro del modo de
producción capitalista.
Debe recordarse siempre que el empresario, en cuanto
institución económica capitalista, actúa dentro de instituciones
económico-sociales, desarrollando una actividad intencional dirigida a la
puesta en práctica de procesos decisorios propios, con el fin de realizar
determinados objetivos prefijados propios de eficiencia empresarial y adaptados
al conjunto de las condiciones sociales y ambientales, como quiere que sea,
dirigidos a la compatibilidad del mercado y de la competencia. En esta clave de
lectura la función de clase de los empresarios puede subsistir más allá de la
presencia o no de la estructura de empresa entendida en el sentido clásico.
El carácter autoempresarial, la precarización del trabajo, la flexibilidad del salario, la ocupación interina, es decir, el nuevocaporalato,6 el trabajo a distancia, el trabajo intermitente, la multifuncionalidad del trabajo, la fábrica difundida e integrada, representan la verdadera participación de los trabajadores en el incremento de productividad. A través de una flexibilidad empresarial generalizada en lo social se llega a la determinación de las nuevas modalidades de acumulación flexible del capital que se derivan de cantidades cada vez mayores de trabajo social global erogado como modalidades tecnológicas y retributivas distintas, a través también del papel decisivo asumido por el Profit State.
Las distintas nuevas formas de colaboración de rasgo
cooperativo y de concertación solo han llevado a la comprensión de los derechos
sindicales adquiridos con largos períodos de lucha de los trabajadores,
agudizando por otra parte las desventajas sociales del desarrollo, realizando
un bloque social de un verdadero modelo coasociativo centrado sobre relaciones
industriales exclusivamente dirigidas a la performance de empresa y a
la ruptura de la solidaridad y unidad de clase de los trabajadores.
Pero detrás de los incentivos, los pagos por horas extras, los premio de
producción, la posesión de acciones por parte de los trabajadores, el trabajo
autónomo de última generación, el tan loado desarrollo del carácter empresarial
local, la explosión del “pueblo de los empresarios”, el no profit, la
cooperación social, los llamados al keynesianismo transformador y capaz de
realizaciones distintas respecto al capitalismo, no es otra cosa que el actual
modo de ser de las relaciones y del sistema productivo en el modo de producción
capitalista, que crean falsos mitos con el fin de esconder sus propias
contradicciones. Reconocer a los trabajadores la posibilidad de participación
en el “juego” de redefinición de los mecanismos de control, de gobierno de la
economía (al respecto, piénsese en las grandes ventajas adquiridas por el
capitalismo a través del ser real del keynesianismo y en el obrar del Estado social),
debe realizarse también a través de momentos de cooperación y de
coparticipación ficticia en la propiedad, implicando a los trabajadores en las
opciones de la administración económica, a través de procesos ficticios de
democratización del sistema empresarial y del sistema económico en su conjunto.
Se ponen en práctica así interpretaciones de la democracia económica basadas en
modelos coasociativos y coercitivos de las relaciones sociales y económicas
centradas en la eficiencia empresarial; modelos y relaciones que no cuestionan
nunca las problemáticas de redistribución de los poderes y de los procesos de
decisión, y al contrario refuerzan con la formación colectiva del capital los
procesos de acumulación.
Esto no significa, más bien todo lo contrario, no querer
aceptar el plan reivindicativo y de las conquistas graduales, sino que debe
practicarse de inmediato un fuerte reformismo estructural siempre manteniendo
al mismo tiempo el fin estratégico de la transformación económico-social,
siendo bien conscientes, por ejemplo, de que los modelos de coparticipación
propuestos en el marco del desarrollo capitalista sirven exclusivamente para
sostener el capital y permitir su valorización y multiplicación. Para esto es
fundamental que la iniciativa del nuevo movimiento obrero que debe comprender
todas las luchas de masas antagónicas de los sujetos, sea retomada por el
movimiento de los trabajadores, por los nuevos movimientos de los sujetos del
trabajo negado, por los movimientos antiglobalización y contra el
neoliberalismo, y por los demás movimientos sociales del antagonismo comenzando
por aquellos contra la guerra, con un fuerte y determinado movimiento sindical
que, a partir del empuje y del papel avanzado del sindicalismo de base, sepa
extender el área no concertadora para interceptar las necesidades viejas y
nuevas y reivindicar espacios cada vez más amplios de ciudadanía social.
Entonces la iniciativa para una nueva fase del conflicto social debe tomarse a
partir de un nuevo impulso de las luchas de masas en el terreno de la defensa
de los derechos y del derecho al trabajo, de las luchas por los incrementos
salariales, por una mejor calidad del trabajo y de la vida, por una reducción
del horario de trabajo con igualdad de salario, contra la flexibilidad y la
precarización del trabajo, del salario y de la vida social, por el Ingreso
Social Mínimo a todos los desocupados, a los precarios y a los que reciben
pensiones mínimas; en la defensa de los espacios de democracia; en el retorno a
un papel del Estado intervencionista en economía y ocupador; en la ampliación
del gasto social y por el reforzamiento, más aún que los decenios anteriores,
de un Estado social para una mayor redistribución del ingreso en favor de todos
los trabajadores, ocupados y no ocupados, por los derechos sociales y de una
nueva ciudadanía. Pero hay que estar bien conscientes que al retomar tal
iniciativa de luchas sociales y del trabajo, debe apuntar a un nuevo
protagonismo político de masa que es signo vital para reforzar todos los nuevos
movimientos antagonista, en una nueva estación de lucha que debe colocar como
eje central el conjunto del nuevo movimiento obrero en el conflicto
capital-trabajo, retornando a una relación de fuerzas favorable a los sujetos
del trabajo y del trabajo negado.
Es así que mientras se reivindican mayores derechos, mayor
salario directo, indirecto y diferido, mayor democracia, se construye al mismo
tiempo esa subjetividad político-social que es capaz de conquistar conciencia
de que hay que huir del capitalismo, y para la construcción esta vez de una
nueva formación social que desarrolle formas de relaciones dentro del horizonte
del socialismo.
Para hacer todo esto es necesario desarrollar análisis que se basen
completamente en los tres puntos básicos de la obra de Marx: el análisis de la
economía en términos de valor como expresión socialmente determinada
del trabajo humano; el análisis de la dinámica de la sociedad y de la
posibilidad de la transformación en términos de clases sociales económicamente
determinadas y, por tanto, de conflicto capital-trabajo; ladialéctica como
método de investigación del análisis.
Notas
1 Un vecchio falso problema. La trasformazione dei
valori in prezzi nel Capitale di Marx, a cargo de quien escribe y con ensayos
de Cachedi, Freeman, Kliman, Giussani y Ramos, Ed. Mediaprint, 2002.
2 Proteo, Revista a cargo del CESTES (Centro de Estudios de las Transformaciones Económico-Sociales).
3 Marazzi C., “Il posto dei calzini”, pp. 106-107.
4 Por eso y muchas otras consideraciones presentes en particular en este párrafo véase el Prefacio de Un viejo falso problema, ob. cit.
5 Véase también cuanto he escrito en el artículo “USA, Japón, Unión Europea…”, en un número reciente de L’Ernesto).
6 Especialmente en Italia meridional, sistema de explotación de la mano de obra agrícola reclutada ilegalmente por intermediarios y pagada por debajo del mínimo permitido por la ley. (N. de la T.)
2 Proteo, Revista a cargo del CESTES (Centro de Estudios de las Transformaciones Económico-Sociales).
3 Marazzi C., “Il posto dei calzini”, pp. 106-107.
4 Por eso y muchas otras consideraciones presentes en particular en este párrafo véase el Prefacio de Un viejo falso problema, ob. cit.
5 Véase también cuanto he escrito en el artículo “USA, Japón, Unión Europea…”, en un número reciente de L’Ernesto).
6 Especialmente en Italia meridional, sistema de explotación de la mano de obra agrícola reclutada ilegalmente por intermediarios y pagada por debajo del mínimo permitido por la ley. (N. de la T.)
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Traducción del italiano por Marcia Gasca Hernández