“La fuerza de los
revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en
su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual.” — José Carlos Mariátegui
.
Mariátegui
fue un intelectual autodidacta que se interesó y escribió sobre
multitud de temáticas. Entre sus escritos podemos encontrar, análisis
sobre coyuntura política, literatura, economía, cultura, teatro, etc.
Mariátegui sería un marxista pionero en Perú y representa la cumbre del
pensamiento marxista latinoamericano. Alejado de visiones economicistas y
ortodoxas, fue un autor singular que basó su pensamiento en la lectura y
análisis del Perú y el contexto andino. Sin embargo, la originalidad de
su pensamiento desborda ese marco, siendo un autor ampliamente valorado
y analizado a lo largo de las décadas en toda la región.
A
pesar de fallecer con tan sólo 35 años, dejó un largo legado de
escritos y ensayos. Desde niño arrastraba problemas de salud y los
últimos años de su vida se encontraba postrado en una silla de ruedas
por la amputación de una pierna. Sin embargo no le impidió viajar,
trabajar arduamente o ser anfitrión de tertulias casi a diario en su
domicilio de Lima en Washington izquierda. De procedencia humilde y con
una formación autodidacta comenzó a trabajar muy joven como periodista
desde donde apoyará las demandas de obreros y estudiantes al calor de la
Reforma Universitaria. Junto a César Falcón funda el periódico La
Razón, pero este será clausurado y Mariátegui marchará a Europa donde
entrará en contacto con pensadores e ideas marxistas, pero también con
los movimientos de vanguardia europeos. Cuando entra en contacto de
forma directa con las ideas marxistas ya posee una amplia formación
intelectual. Conoció entre otros a Croce, a Gobetti, a Gramsci, o a
Gorki. De hecho, en su instancia en Italia tuvo la suerte de asistir al
Congreso fundacional del famoso Partido Comunista Italiano.
No
regresaría a Perú hasta 1923, con la vocación de la peruanización del
marxismo, o dicho de otro modo, con la pretensión de adaptar los
postulados marxistas a la realidad andina. Esto hace que además de un
intelectual Mariátegui sería un hombre de acción. En 1927 fue
encarcelado junto a un grupo de comunistas acusados de “conspirar”
contra el gobierno de Leguía. Como señala Alberto Flores Galindo, a
partir de 1927 la biografía de Mariátegui y la historia de la naciente
clase obrera peruana parecen confundirse. Fundaría en 1928 el Partido
Socialista Peruano (PSP) que se adscribirá a la III Internacional,
sorteando por lo menos una de las 21 duras condiciones que se imponían.
En la I Conferencia Comunista Latinoamericana celebrada en Buenos Aires
en el mismo 1928, se pusieron de relieve las diferencias entre el
marxismo ortodoxo dominante y el camino propio que pretendían recorrer
los marxistas peruanos. En 1929 participó en la creación de la
Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) elaborando los
documentos del que hoy es el mayor sindicato del país. En estos últimos
años de su vida escribe su gran obra Siete ensayos de interpretación de
la realidad peruana (1928) e Ideología y política, que fue publicada
póstumamente por sus hijos.
La pretensión era que
el PSP no se circunscribiera a un partido de cuadros, Mariátegui
apostaba por ir a las masas y era consciente que el naciente comunismo
peruano aún no podía aspirar a ser un partido de masas por lo tanto
tenía que aglutinar a más sectores. La configuración mariateguiana del
partido se deriva precisamente de posicionamientos políticos concretos,
como la incorporación del indigenismo, el marxismo como “religión de
nuestro tiempo”, una visión a largo plazo o una estrategia sindical que
acompañe al partido. Estos posicionamientos condicionaban a Mariátegui
para querer configurar un tipo de partido y no a la inversa.
Otro
de los aportes más interesantes en su obra es la articulación de dos
tradiciones de pensamiento bien distintas –e incluso en muchas ocasiones
enfrentadas—como son la tradición marxista y la nacionalista. De hecho,
llegó a militar en el APRA uno de los grandes partidos populistas de la
región. El maestro –o “Amauta” en quechua— compartía con el
nacional-populismo muchos elementos de análisis, principalmente el
antiimperialismo y la dimensión nacionalista, pero desde luego no la
alianza con la burguesía peruana. La ortodoxia marxista no “perdonaría”
el pasado acercamiento de Mariátegui a postulados populistas. En este
sentido la crítica más conocida fue la realizada por Miroshevski, que
asimilaba el pensamiento del peruano con los populistas rusos.
Ahondando
en esta idea, cabe destacar la introducción del indígena que realiza en
este esquema. Para Mariátegui en Perú no pueden disociarse el
socialismo de la reivindicación indígena, el cual a su vez tiene una
vinculación directa a la tierra. Según su perspectiva, en América Latina
los partidos revolucionarios no pueden prescindir del campesinado y,
dentro de éste en zonas como Perú, particularmente de los trabajadores
indígenas que componen la mayoría de los trabajadores. Lenin también
entendió la importancia del campesinado, de hecho su concepción de
hegemonía era la pura alianza de clases donde destacaba la alianza entre
el proletariado y el campesinado, por supuesto con un papel subalterno
de los segundos. Antonio Gramsci dio una vuelta de tuerca al concepto de
hegemonía, ya no sólo como estricta alianza de clases, no mera
yuxtaposición, sino que pretendía un nuevo sujeto a través de una nueva
articulación. De esta forma Gramsci además fue consciente de la
importancia del campesinado del sur italiano. Sin embargo ninguno de
ellos otorga a esta clase social la dimensión que le concede el peruano y
sobre todo, y es el hecho más singular, posicionar al indígena como
motor de cambio, como sujeto revolucionario.
Para
el pensador peruano, el encaje y la solución pasa por la renovación
nacional peruana que conllevará la redención del indio, o dicho de otro
modo, hay que crear una nueva sociedad peruana donde el indio se sitúe
en el centro del proceso, idea que tendrá en los Andes plena actualidad.
Por tanto, para Mariátegui, una construcción nacional, una nueva
articulación de la identidad nacional en torno al indio es fundamental.
Esta articulación de las identidades es superadora y va incluso más allá
que las diferentes teorías multiculturales y se pueden extraer lecturas
para otros contextos lo que debe generar interés para acercarnos a la
obra de Mariátegui.
Es común el ataque a las corrientes indigenistas y también a la obra de
Mariátegui, como teorías “reaccionarias” que pretenden una vuelta al
pasado, planteamientos en definitiva contra la modernidad. Es conocida
aquella frase aparecida en el artículo “El hombre y el mito” donde
señalaba que “sin un mito la existencia del hombre no tiene ningún
sentido histórico.” Es igualmente conocida de este artículo la expresión
“la fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe,
en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística,
espiritual.” Influido por el pensamiento de George Sorel y realizando un
análisis que podíamos denominar gramsciano, se evidencia la importancia
que Mariátegui otorga a los elementos simbólicos y voluntaristas,
alejado del carácter más cientificista del marxismo clásico. Mariátegui
como su coetáneo italiano, piensa que también que hay margen para actuar
sobre la superestructura, para ello son imprescindibles, elementos
simbólicos, “mitológicos”, agregadores. A estos elementos simbólicos
podríamos denominarlo como él mismo lo hacía, como la “fuerza del mito”.
Precisamente para Mariátegui, un elemento que pone de relieve la
decadencia de la burguesía es su ausencia de mitos, por tanto la clase
obrera con voluntad, con fe y con la “fuerza del mito”, será capaz de
llevar a cabo la revolución. Entendemos así que para Mariátegui el
marxismo es una vocación, una actitud, mucho más que conceptos
científicos.
A su muerte los comunistas peruanos
se movieron hacia las posiciones más oficialistas por lo tanto la obra
de Mariátegui pasó a ser denominada como “pequeñoburguesa”. Como señala
Fernanda Beigel en los años 50 se producen dos acontecimientos que hacen
cambiar esta concepción; por un lado, la publicación de sus obras
completas y por otro lado, la revolución cubana que conllevó una
importante reconversión de la temática marxista y de su praxis en
América Latina. Hoy la obra de Mariátegui está plenamente extendida y es
conocida en América Latina, así como ha sido situada en el lugar que le
corresponde. Sin embargo en Europa y España el peruano, alejado de
círculos concretos, es un autor aún poco conocido.
José
Carlos Mariátegui sería uno de los próceres para la formación de un
marxismo latinoamericano, y sin duda pionero en toda una tradición que
fusionaría indigenismo y la tradición de izquierda, con una larga lista
de pensadores que se prolongan a lo largo de las décadas, como Fausto
Reinaga, René Zavaleta Mercado o actualmente Álvaro García Linera. Se
pueden extraer de la obra del “Amauta” elementos singulares y en algunos
casos de actualidad. El maestro no rehusó el debate, y a pesar de su
compromiso militante con las filas comunistas, tuvo el ingenio y la
capacidad de acercarse y entender otras posturas, con una composición
propia de una gran calidad y originalidad, que hace de su obra lectura
indispensable para el campo de las Ciencias Sociales.
Es
imposible condensar una obra tan original y compleja en estas líneas
con multitud de matices y por qué no decirlo de contradicciones. A pesar
de ello es importante recuperar algunos elementos de este “maestro”
desconocido para muchos, como su convicción en la voluntad, en la fuerza
de los que nunca fueron nada, en la ilusión. Los postulados de la
izquierda si no están acompañados de emociones y si no penetran en la
gente que realmente decimos representar sirven para poco. Ello no
conlleva que se deba rebajar el discurso, todo lo contrario, Mariátegui
siempre fue un rupturista y un revolucionario, pero es fundamental
conquistar al pueblo antes que los aparatos instituciones.
Ese
concepto fetiche para la izquierda actual como es hegemonía, fue
comprendido en su perfección por parte de José Carlos Mariategui. No hay
cambio posible sin una revolución en todos los ámbitos, en la cultura,
en la literatura, de hecho Mariategui fundará diferentes periódicos y
editoriales para dar voz a este movimiento, incluso en el teatro,
teniendo en cuenta que todo ello debe cristalizar en un cambio en la
economía y en los resortes de poder. A largo plazo, pero con paso firme,
hay que caminar hacia un cambio revolucionario en todos los sentidos
con el optimismo de que los que nunca fueron nada pueden lograrlo.
Tony Álvarez.
Politólogo, Máster en Estudios Latinoamericanos, Doctorando en Ciencias
Sociales. Consultor político de gobiernos municipales, coordinador de
IU en Láchar (Granada) y miembro de la dirección provincial de IU
Granada.
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