12/7/17

El idealismo moral revolucionario inherente al materialismo práctico de Karl Marx

Karl Marx ✆ David Levine
Miguel Candioti
1. Un nuevo enfoque: la distinción entre materialismo práctico y materialismo histórico
Nuestro estudio de la obra de Marx nos ha llevado a la conclusión de que, para una adecuada comprensión de sus ideas, es necesario ser capaz de distinguir básicamente entre dos marcos teóricos generales que han llegado a coexistir en su pensamiento: el materialismo práctico y el materialismo histórico. El primero, que es también el más antiguo, resulta de una traducción social de las críticas feuerbachianas de la enajenación religiosa y filosófico-especulativa; es el enfoque predominante en la etapa que va desde su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1843) hasta las llamadas Tesis sobre Feuerbach (1845) inclusive. El segundo, que prevalece a partir de La ideología alemana (1845-46) y recibe su más famosa formulación en el prefacio de la Contribución a la crítica de la economía política (1859), es el producto de una transposición a la economía del concepto hegeliano del desarrollo histórico, y pretende subsumir al materialismo práctico bajo leyes generales del movimiento social 1 .

Si el presupuesto básico de la moral y de la ética normativa es algún tipo de diferenciación entre “ser” y “deber ser”2 , entonces quizás hay que descartar desde el inicio que el llamado materialismo histórico 3 suponga alguna relación constitutiva con aquéllas. Porque esta teoría se encuentra fuertemente inspirada por la noción hegeliana de que «lo que es racional es real y lo que es real es racional»4 o, dicho de otro modo, que sólo es lo que debe ser, y viceversa. Según esta perspectiva, resulta completamente vano y “utópico” enfrentar a la realidad social con un ideal de transformación; se trata más bien de descubrir, describir y suscribir las transformaciones que “de hecho” se están dando ya en esa realidad, las cuales siempre se corresponden con lo que “racionalmente” debe ser. Un conocido pasaje de La ideología alemana reza así:
«El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción “coincidente” o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado. [...] Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente»5 .
De este modo, según nuestros autores, ya en 1845-46 «el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal» bajo el capitalismo imperante iba dando lugar, de manera lógica y objetiva, al comunismo 6 . Podría argüirse que, tanto en Hegel como en Marx y en Engels, lo que ocurre es que inconscientemente proyectan sobre el movimiento histórico la progresiva realización de sus propios ideales sociales. Esto es ciertamente así, pero no quita que tal optimismo histórico crea prescindir por completo de la normatividad como un componente suyo, considerándose a sí mismo como puramente descriptivo de la marcha de las cosas. Por consiguiente, tanto en Hegel como en el materialismo histórico carece de sentido buscar los fundamentos de una moral o una ética normativa. Otro panorama nos ofrece el materialismo práctico elaborado ya por el joven Marx, el más cercano a Feuerbach, que se presenta como un análisis de la enajenación humana, pero no sólo en el plano intelectual o teórico, sino ante todo en el terreno material de la práctica social y sus desgarramientos, donde los fenómenos ideológicos encuentran su fundamento último. Este costado de la teoría de Marx sí conlleva una específica moral revolucionaria, que es precisamente lo que intentaremos dilucidar a continuación. Esta manera de abordar el problema de la ética marxiana no se ha planteado todavía en ninguno de los numerosos escritos que lo han tratado 7 , los cuales coinciden básicamente en «reconocer que existen posiciones contradictorias sobre la moral en la obra de Marx»8 , pero – a nuestro entender – no logran ofrecer una explicación satisfactoria del origen y los motivos de tal ambigüedad. Sin embargo, existe también la certeza, cada vez mayor, acerca de la necesidad de asumir que no toda la obra marxiana presenta signos vitales, y que, precisamente para salvar y potenciar eso que – sin duda – sigue vivo en ella, tal vez sea forzoso animarse a afilar la (auto)crítica y extirpar algunos conceptos claramente patológicos:
«La critica deve servire a discernere nel corpo stesso del pensiero e dell’opera di Marx quegli elementi di irrisolta ambiguità tra una concezione finalistica e profetica del processo storico (con tutto ciò che di grave ed irreparabile essa ha significato nelle vicende del comunismo realizzato) e una capacità di analisi determinata dei bisogni dei popoli e delle classi sociali insieme alla concreta individuazione degli strumenti della critica politica ed economica e della sua azione emancipatrice»9 .
Tomo prestadas estas lúcidas palabras, para ofrecer con ellas una síntesis inmejorable del espíritu que aquí nos anima.
Notas
1 Cfr. CANDIOTI 2014a.
2 WELLMER 1996, p. 115.
3 Como se sabe, Marx mismo nunca denominó así su teoría de la historia social. Fue Engels quien, a partir del Anti-Dühring (1878), se refirió a ella como «concepción materialista de la historia» (ENGELS 1968), fórmula que poco después fue simplificada por otros como «materialismo histórico», hecho del que el propio Engels da cuenta en una carta escrita a Conrad Schmidt el 5 de agosto de 1890 (MARX Y ENGELS 1981a, vol. 3, p. 510).
4 HEGEL 2000, p. 74.
5 MARX Y ENGELS 1970, p. 37.
6 Más de veinte años más tarde, al final del tomo 1 de El Capital (1867), Marx seguirá sosteniendo la existencia de la misma necesidad lógico-objetiva de matriz hegeliana: «El modo capitalista de producción y de apropiación, y por tanto la propiedad privada capitalista, es la primera negación de la propiedad privada individual, fundada en el trabajo propio. La negación de la producción capitalista se produce por sí misma, con la necesidad de un proceso natural. Es la negación de la negación. Ésta restaura la propiedad individual, pero sobre el fundamento de la conquista alcanzada por la era capitalista: la cooperación de trabajadores libres y su propiedad colectiva sobre la tierra y sobre los medios de producción producidos por el trabajo mismo» (MARX 2009a, pp. 953-54).
7 Señalemos sólo algunos: LABRIOLA 2000; CROCE 1973; PLEKHANOV 1968; 1933; BERNSTEIN 1974; SOREL 1978; KAUTSKY 1975; LENIN 1963; KORSCH 1971; 1981; LUKÁCS 1985; 2007; MARIÁTEGUI 1988; GRAMSCI 1975; TROTSKY 2003; BERLIN 2007; RUBEL 1974; KAMENKA 1962; 1969; GARAUDY 1964; GUEVARA 1988; ALTHUSSER 1967; ALTHUSSER Y BALIBAR 1969; ARANGUREN 1968; ROZITCHNER 1969; SÁNCHEZ VÁZQUEZ 1980; 2006; 1984; COHEN 1986; AXELOS 1972; ARATO 1979; HELLER 1982; LUKES 1987; MCLELLAN Y SAYERS 1990; KAIN 1991; CHURCHICH 1994; FERNÁNDEZ BUEY 1999; 2001; BLACKLEDGE 2012; BRENKERT 2013; PEFFER 2014; THOMPSON 2015.
8 SÁNCHEZ VÁZQUEZ 2006, p. 300.
9 CACCIATORE 2016, p. 15.

Publicado originalmente en Materialismo Storico. Rivista semestrale di filosofia, storia e scienze umane,  pubblicazione dell'Università di Urbino con il patrocinio della Internationale Gesellschaft Hegel-Marx.
Este trabajo tiene una extensión de 75 pp. y presentamos, dada la magnitud, solo la introducción del mismo, cuya lectura o descarga en formato PDF se puede hacer en el enlace que de seguidas se ofrece
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