27/2/17

Dialéctica y marxismo: Karl Korsch, filosofía y revolución

Juan Dal Maso
Karl Korsch ✆ A.d. 
Karl Korsch (1886-1961), jurista y combatiente en la Primera Guerra Mundial, se unió al Partido Socialista después de la guerra y luego al Partido Comunista de Alemania, del que fue expulsado en 1926. En 1923 se desempeñaba como profesor de derecho en la Universidad de Jena y como diputado comunista en el parlamento alemán. Durante los meses de octubre y noviembre de ese año fue ministro de Justicia del efímero “gobierno obrero” de Turingia, que se liquida con el fracaso del llamado “Octubre alemán”.

En 1923 Korsch publicó su obra más conocida: Marxismo y Filosofía. A fines de ese año se publicaría también Historia y Consciencia de clase de Georg Lukács, al que hicimos referencia en el anterior artículo de esta serie. El libro de Korsch fue recibido por los publicistas de la Tercera Internacional y por el propio Zinoviev (en ese momento su presidente) con la misma hostilidad que el de Lukács. Korsch intentaba repensar la relación entre el marxismo y la filosofía a lo largo de la historia del marxismo, en términos distintos a los aceptados por el pensamiento “oficial” de la Tercera (III) Internacional en vías de burocratización.

Para el autor, después de un período fundacional que termina con la derrota del proletariado en 1848, signado por la unidad estrecha entre teoría y práctica, se abre un segundo período que va hasta el final del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial, en el que el desarrollo del cuerpo teórico del marxismo, principalmente con El Capital y el posterior desarrollo de la socialdemocracia, lleva a los epígonos de Marx y Engels a una separación entre ciencia y política, con el trasfondo de un clima de época cientificista y positivista que daba por muerta a la filosofía. Este enfoque, para Korsch, era muy diferente a la posición "antifilosófica" del joven Marx, centrada en privilegiar la praxis sobre la filosofía idealista, pero a su vez basada en la unidad de teoría y lucha revolucionaria.

El tercer momento del desarrollo histórico del marxismo, encarnado en el bolchevismo y la revolución rusa, abre para el autor la posibilidad de volver a pensar el marxismo como una teoría integral de la revolución y desde ese punto de vista plantea la vuelta a una relación más directa entre teoría y práctica revolucionaria. En este contexto, Korsch señalaba la necesidad de volver a discutir la relación de marxismo y filosofía como fundamento de una concepción revolucionaria.

En este marco de revalorización de la relación entre filosofía y marxismo en los términos de una práctica revolucionaria, Korsch intentaría también debatir la cuestión de la dialéctica, en ciertos pasajes de Marxismo y Filosofía y en otros artículos como “La dialéctica de Marx” (1923) y “Sobre la dialéctica materialista” (1924).

En el primer trabajo, Korsch partía de considerar la dialéctica de Hegel en su sentido más amplio. No solamente como una concepción filosófica relativa a una serie de leyes lógicas sino como una filosofía que expresaba el movimiento de ascenso de la burguesía como clase y tenía en la idea del Estado su punto de culminación.

En este marco, señalaba que la diferencia entre la dialéctica de Hegel y la de Marx no podía considerarse en términos de una mera “inversión” del mismo método, es decir que las formas de la dialéctica eran las mismas, pero en Hegel se aplicaban al pensamiento y en Marx a la materia.

Por el contrario, para Korsch la diferencia sustancial de ambas dialécticas consistía en la diferencia entre el movimiento histórico de la burguesía que tenía en la propiedad privada y el Estado su límite de clase y el movimiento histórico del proletariado, que se dirigía contra ambos y hacia el comunismo. En base a esta premisa, el método dialéctico se identificaba con el método de la lucha de clases.

En su artículo “Sobre la dialéctica materialista”, Korsch partía de destacar el programa de trabajo propuesto por Lenin a la revista teórica soviética Bajo la bandera del marxismo, dirigida por Abraham Deborin. En un discurso de 1922, conocido como “Sobre el significado del materialismo militante”, Lenin había propuesto, entre otras cosas, “organizar, desde el punto de vista materialista, el estudio sistemático de la dialéctica hegeliana que Marx aplicó concretamente, tanto en El Capital como en sus escritos históricos y políticos con tanto éxito”.

Korsch señalaba que a diferencia de Lenin, en el movimiento comunista primaban dos posiciones contrarias al tratamiento materialista de la cuestión de la dialéctica. Una, que podríamos llamar “cientificista” que Korsch identificaba con la posición de Bujarin (a cuyas elaboraciones nos referiremos más adelante en esta misma serie), la que consideraba a la filosofía como una forma distorsionada de comprensión de la realidad, perteneciente al pasado. Korsch cuestionaba esta idea por dos motivos. El primero, que la superación “definitiva” de la filosofía como modo de comprensión de la realidad sólo podía pensarse con la superación de la sociedad de clases y el comunismo. El segundo, que esta postura anti-filosófica, iba acompañada de una reivindicación más o menos acrítica del método científico entendido como un método histórico-positivo, que según Korsch era precisamente el modo propiamente burgués de apropiación teórica de la realidad.

La segunda posición criticada por Korsch era aquella que señalaba la importancia de la dialéctica hegeliana para la comprensión del pensamiento de Marx y la reivindicación de que Marx la había puesto “sobre sus pies”, sin identificar claramente qué diferenciaba la dialéctica hegeliana de la marxista. Identificaba como representante de esta posición a August Thalheimer que en un artículo titulado “Sobre el objeto de la dialéctica” publicado en mayo de 1923 en la revista Die Internationale. En ese artículo, Thalheimer partía de una idea planteada por Franz Mehring sobre que no se podía discutir la dialéctica en abstracto sino en estrecha relación con su objeto. En ese contexto, reivindicaba a Hegel por “señalar la conexión interna, sistemática, universal de las categorías del pensamiento” y reivindicaba para el marxismo la misma tarea, pero sobre la base de una concepción materialista, es decir que en vez de ir del pensamiento a la realidad, fuera de la realidad al pensamiento.

Korsch planteaba que esta posición no era dialéctica o mejor dicho, que en tanto intentaba analizar la cuestión de la dialéctica se quedaba en la concepción idealista de Hegel y no lograba penetrar en la especificidad de la dialéctica marxista. Si la dialéctica era inseparable de su objeto, según Korsch la relación entre la dialéctica hegeliana y la marxista no podía reducirse a una simple inversión del idealismo en términos ontológicos (primacía del ser sobre la consciencia), manteniendo el método “lógico” sin cambios, sino que era necesario descubrir la dialéctica específicamente marxista conociendo a su vez el objeto propio del marxismo: la praxis revolucionaria. En este planteo Korsch retomaba los señalamientos planteados en Marxismo y Filosofía como en su artículo “La dialéctica de Marx”.

En ese marco, la conclusión de Korsch era categórica: “La ‘dialéctica materialista’ del proletariado no puede ser enseñada de una manera abstracta, ni siquiera con la ayuda de pretendidos ejemplos, como una ’ciencia’ particular que tiene un ’objeto’ propio. Sólo puede ser aplicada concretamente en la práctica de la revolución proletaria y en una teoría que es parte integrante, inmanente, de esta práctica revolucionaria.”

El argumento de Korsch era atractivo porque la dialéctica dejaba de ser un método de pensamiento para constituirse en la forma del movimiento histórico revolucionario de la clase obrera. De este modo, la dialéctica como método era inseparable de la primacía de la praxis defendida por Marx en sus Tesis sobre Feuerbach.

En lo específicamente metodológico, el argumento de Korsch es también atendible: la dialéctica de Hegel se diferencia de la de Marx porque en Hegel la forma del movimiento dialéctico reviste un carácter de “reconciliación” y el proceso de superación de las contradicciones se constituye como un progreso más o menos constante donde hay saltos de calidad pero no exactamente rupturas. En Marx, el movimiento dialéctico reviste la forma de una ruptura. Esta diferencia se expresa sobre todo en lo referente a la comprensión de la historia. En otros planos, como la crítica de la economía política, Marx utiliza la dialéctica para develar el modo específico de la explotación capitalista, el fenómeno del fetichismo de la mercancía y las leyes tendenciales que rigen la economía capitalista. A su vez, el propio Marx nunca desarrolló una exposición sistemática de la dialéctica separada de contendidos concretos. Por último, la concepción marxista de la praxis supone una relación dialéctica entre la acción revolucionaria y el pensamiento en los términos planteados por Korsch.

Como punto débil de la argumentación de Korsch, podemos señalar que la identificación del método dialéctico con el método de lucha de clases y el hincapié dado por el autor a la importancia de rediscutir la cuestión filosófica en el marxismo, iban acompañadas de una sobrevaloración de las implicancias políticas inmediatas de la cuestión.

En este contexto, en su posterior trabajo Anticrítica (1930) Korsch terminaría identificando el pensamiento de Lenin con el de la socialdemocracia, adjudicándole a Lenin una concepción materialista vulgar de la dialéctica, contra la propia interpretación que había construido anteriormente el propio Korsch.
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