El Capital (1867) de Karl Marx (1818-1883) constituye el estudio más profundo, sistemático y despiadado de la sociedad capitalista jamás escrito, a punto tal que es de Perogrullo afirmar que marca un antes y después en las ciencias sociales. A esta altura del partido, la montaña de publicaciones sobre la magnum opus del socialista alemán es prácticamente inabarcable. Este ensayo no pretende esclarecer ni el sentido general de la obra ni algún aspecto particular (basta, en ambos casos, con remitir a la inmensa bibliografía existente). Su objetivo es mucho más modesto. Se trata de describir, mediante un ejemplo, el modo en que Marx combatió las ideas fundamentales de la economía política, que son también las bases de la ideología burguesa. Detrás de las concepciones de la economía burguesa se encuentran las ideas populares (de sentido común) que intentan justificar el capitalismo. En este sentido, es posible afirmar que la refutación marxista de la economía política asume el carácter de una discusión del sentido común burgués.
En El Capital se
encuentran dos críticas especialmente importantes de dicho sentido común. Uno
de ellos está en el famoso capítulo 24, dedicado al análisis de la acumulación originaria de capital. Allí
demuestra la falacia del argumento que sostiene que la fortuna de los
empresarios se originó en el ahorro y en el trabajo personal de estos señores.