“No se trata de
reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los
antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la
sociedad existente, sino de establecer una nueva…. Nuestro grito de guerra ha
de ser siempre: ¡La revolución permanente!” —
Karl
Marx, Mensaje a la Liga de los Comunistas, 1850
Marcelo Colussi / “El Amo
tiembla aterrorizado delante del Esclavo porque sabe que, inexorablemente,
tiene sus días contados”. Esta frase, que no es exactamente de Hegel pero
que lleva su cuño, es la fuente inspiradora del joven Marx. Las luchas de clases
son el motor de la historia: la Dialéctica del Amo y del Esclavo que esbozara
Hegel en su Fenomenología del Espíritu sigue siendo de una precisión meridiana.
La simple constatación de nuestro mundo circundante nos pone en contacto con
cotidianas luchas a muerte en torno al poder. La conclusión de Marx a partir de
esa inspiración no podía ser otra: el mundo está injustamente estructurado, y
el trabajo de las grandes mayorías sostiene los privilegios de unos pocos. Por
tanto: es hora de transformar ese estado de cosas.