9/3/16

Para un Programa de Estudios sobre los marxismos latinoamericanos

Karl Marx ✆ Die Kleinert 
Horacio Tarcus   |   Ha transcurrido un siglo y medio desde que llegaron a Latinoamérica los incipientes ecos de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Con ellos y detrás de ellos, el nombre de Karl Marx aparecía por primera vez en la prensa del continente. Era el comienzo de una historia compleja, signada por los más intrincados procesos de recepción, adaptación, traducción, aclimatación, aculturación, hibridación o antropofagización, según ha querido pensárselos desde perspectivas diversas. Si dejamos fuera las visiones más simplistas y exteriores de la relación entre Marx y Latinoamérica (una concibe el marxismo como una teoría universal disponible para su aplicación en cualquier tiempo y lugar; otra lo data y localiza de modo tan radical que termina reduciéndolo a una astucia de la razón eurocéntrica), descubrimos una historia densa en acercamientos, usos y apropiaciones, rica en perplejidades y malentendidos, encuentros y desencuentros. Las relaciones entre Marx y Latinoamérica nacieron con la forma de un doble desencuentro: el de Marx con Latinoamérica —cuyo revelador más evidente fue su diatriba contra “Bolívar y Ponte”, por no hablar de los textos de Engels sobre la invasión francesa a México de 1861—2  y el de Latinoamérica con Marx —si traemos a cuento el texto de Martí de 1883, que rendía honores a éste por haberse puesto del lado de los débiles, pero le reprochaba predicar la religión del odio de clases y no la del amor—.3