Karl Marx ✆ Jeeva Catram |
Marcello
Musto | Pocos hombres han conmovido al mundo como lo
hizo Karl Marx. A su muerte, casi desapercibida en la gran prensa, siguieron
los ecos de la fama en un período tan corto que casi no se lo puede comparar en
la historia. Su nombre apareció prontamente en los labios de los obreros de
Detroit y Chicago, y en los de los primeros socialistas indios en Calcuta. Su
imagen formó parte del escenario del primer congreso bolchevique en Moscú,
luego de la revolución. Su pensamiento inspiró los programas y estatutos de
todas las organizaciones políticas y sindicales del movimiento obrero, desde la
Europa continental hasta Shanghai. Sus ideas cambiaron a la filosofía, la
historia y la economía en forma irreversible.
Pero no
tardó mucho en que surgieron los intentos para convertir sus teorías en una
ideología rígida. Su pensamiento, indiscutiblemente crítico y abierto, aunque a
veces tentado por el determinismo, cedió a la presión del clima cultural de la Europa
de fines del siglo XIX. Era una cultura impregnada por concepciones
sistemáticas, sobre todo la del darwinismo. Para responder a esta presión, el
“marxismo ortodoxo”, recién nacido en las páginas de la revista Die neue
Zeit, de Karl Kautsky, tomó rápidamente las formas de este modelo.