14/1/16

Karl Marx en Monterrey, México

Abraham Nuncio   /   Con el dejo de ironía que hay en su sonrisa, Karl Marx afirma que Cristo no volverá. Uno sabe que Marx tampoco. De repente ambos inspiran actos e ideas de los que siguen siendo manantial, por lo general desaprovechado. Y también se los ve representados en obras escénicas. Por ejemplo, Marx en el Soho, el magnífico monólogo de Howard Zinn. Me pregunto sobre el monólogo Jesucristo, del dramaturgo argentino Mariano Moro. La pregunta anida en mi recuerdo: en 1989 fui invitado por el clérigo José Francisco Gómez Hinojosa (el Padre Paco) a la presentación de su libro Cristo/Marx: ¿un diálogo imposible?, prologado por Irma Salinas Rocha. Fue en el auditorio San Pedro y uno de los asistentes me señaló a voz en cuello como encarnación del demonio. A ese diálogo, me digo, le hace falta su libreto y su puesta en escena. Y sobre todo, si la utopía cede, su realización histórica.

Por suerte, en Monterrey la obra de Zinn encontró a un director y un actor que la han convertido, en el pequeño perímetro de salas minúsculas y de medianas dimensiones, en una pieza de culto. Xavier Araiza, dramaturgo, ensayista y editor, y Alfonso Teja Cunninham, periodista desde siempre y actor sorprendente en el papel de Karl Marx, son los responsables de que el autor de El capital aparezca en la ciudad de mayor densidad industrial de México con su barba feraz casi cana y hablando de sí mismo, de las contingencias humanas experimentadas por él la máxima de Marx, según el Cuestionario de Proust al que fue convocado por sus hijas, era la de Terencio: Nada de lo humano me es ajeno y, por supuesto, de su obra.

Complejidad, inmanencia y la larga revolución en Raymond Williams

Raymond Williams
✆ Leandro 
Raymond Williams es de sobra conocido como precursor de los estudios culturales, es decir, como un marxista preocupado por las cuestiones culturales cuyos trabajos parecen haber (mal) envejecido. Si el conocimiento de este autor se queda tan a menudo aquí, Daniel Hartley propone, al contrario, redescubrir a Williams como un marxista particularmente innovador, cuyas penetraciones teóricas siguen siendo de actualidad. En este texto, Hartley esclarece tres conceptos de Williams que hacen de él un autor decisivo para hoy: la complejidad, la inmanencia y la larga revolución. Al confrontar a Williams con la crítica althuseriana de su tiempo (Terry Eagleton), Hartley lo presenta como un pensador de las densidades materiales, culturales y económicas que dan a la tradición socialista una dimensión trágica, es decir, en puridad, estratégica.

Daniel Hartley    /   Con algunas excepciones más o menos1, la obra de Raymond Williams no ha sido siempre abordada con el rigor sistemático que merece2. El presente artículo trata, modestamente, de contrarrestar esta tendencia pensando en la unidad que las diversas lecturas parciales de Williams han perdido de vista. Si este intento corre el riesgo de parcialidad “sincrónica” o – por retomar la expresión de Williams – “epocal”3, es sin embargo necesario si queremos asegurar la visión de conjunto del trabajo de toda su vida.