Eduard Bernstein ✆ A.d. |
Marc Mulholland
Entre 1896 y 1900 el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) -
una organización de masas de la clase trabajadora, comprometida con el
socialismo - fue sacudida por un debate sobre el "revisionismo". Esta
fue la primera brecha intelectual importante dentro de las fuerzas del marxismo
desde que desarrolló un apoyo de masas en la década de 1880. El debate
revisionista comienza cuando Eduard Bernstein, uno
de los principales teóricos del partido, escribió un artículo sobre el
colonialismo en 1896. En él, Bernstein argumentó que, dado que el SPD
representaba ya en 1896 a una cuarta parte de los votantes del Reich alemán
(estado), "tenemos una cierta responsabilidad
de la política de ese Reich" (1). Los trabajadores, escribió, tienen
una nación a la que deben ser leales. Cuando la causa es justa, como el apoyo a
los armenios contra la represión turca, los socialistas deben apoyar al
gobierno.
El excéntrico socialista británico Ernest Belfort Bax
respondió duramente. Había conocido a Bernstein en Inglaterra y estaba
convencido de que Bernstein había "inconscientemente
dejado de ser un socialdemócrata " (2). Siempre un poco romántico
cuando se trataba de las sociedades no-europeas, Bax insistió en que el deber
de los socialistas era " luchar con uñas y dientes contra todo avance de
la civilización en los países bárbaros y salvajes ... 'Mejor la esclavitud que
el capitalismo; mejor el tratante de esclavos árabe que la empresa de tráfico
de esclavos': esas deben ser nuestras respuestas a estas preguntas" (3).
A Bernstein no le costó mucho responder, aunque su apología
del imperialismo fue más allá de la prudencia requerida ("bajo el dominio
directo europeo, los salvajes están, sin excepción, mejor que antes" (4)
). Incluso cuando Bax respondió bastante más sofisticado que los socialistas
deben rechazar el imperialismo por su expansión de los mercados, lo que podría
prolongar la existencia del capitalismo, ganó pocas simpatías entre los
ortodoxos por incluir en su polémica imputaciones antisemitas (Bernstein era judío)
(5). No obstante, Bernstein defendía evidentemente el "colonialismo
patriótico”. El debate implicó que las sospechas de los ortodoxos se
confirmaron cuando Bernstein comenzó su serie de artículos en la Neue Zeit , la revista editada por Karl
Kautsky, sobre “Los problemas del
socialismo''.
En su serie de artículos revisionistas, Bernstein irritó a
otros socialistas al atacar insistentemente supuestos argumentos de autores sin
identificar o sin referencias a textos (con la única excepción del blanco fácil
de Bax). Una excepción a esta imprecisión fue la referencia directa de
Bernstein a una resolución de la Internacional Socialista en el Congreso de
Londres de 1896 (o, en todo caso, una versión de ella – porque hubo cierta
controversia sobre el propio texto de la resolución aprobada). La resolución
decía:
“El desarrollo económico ha llegado al punto en que una crisis podría ser inminente. Por consiguiente, el Congreso hace un llamamiento a los trabajadores del mundo para aprender a dirigir la producción, de modo que estén en condiciones de hacerse cargo de la gestión de la producción en tanto que trabajadores con conciencia de clase con el objetivo del bien común” (6).
Bernstein interpretaba el texto como una teoría del colapso
catastrófico del capitalismo como precursor de la revolución social. Era un
poco exagerado interpretar así la resolución y, de hecho, en el canon marxista
o del SPD era difícil encontrar algo que pudiese sugerir semejante teoría de
una crisis inevitable y terminal del capitalismo como sistema económico (7).
De hecho, su principal texto inspirador, discretamente pasado por alto
por Bernstein, eran los escritos y discursos de August Bebel (8). Y no eran de
ninguna manera considerados patrimonio comun de la izquierda socialista.
Bernstein argumentó - en contra de esta supuesta
"teoría del colapso" - que las grandes crisis económicas eran una
cosa del pasado, debido al desarrollo de la "capacidad de adaptación y
flexibilidad" del mundo de los negocios, principalmente en forma de
crédito y de la organización en carteles de los mercados (9). Bienvenido fuera,
ya que hacia menos probable una revolución repentina, y Bernstein advirtió que
una "revolución" no era nada bueno. Esos "sentimientos y
pasiones excitados" por las crisis revolucionarias, escribió, eran lo
contrario de las reformas socialistas constructivas (10).
La idea de la lucha de clases - una "noción simplista ... largamente acariciada en Alemania y todavía
no muerta en nuestra literatura" (11) - era un "desperdicio completo de tiempo, esfuerzo y material"
(12). Para ilustrar lo que él consideraba el verdadero "motor del
progreso", que conduciría al colectivismo, (13) Bernstein volvió a
publicar un artículo del simpatizante fabiano británico, John A. Hobson. Para
Hobson, el crecimiento del colectivismo tenía poco que ver con las demandas de
los trabajadores o incluso de los socialistas. Era simplemente el resultado
lógico natural de ciertas industrias a gran escala - como los servicios
públicos, la banca, los seguros, el transporte marítimo, etc - que tendían
hacia el monopolio. Para Hobson, tales industrias inevitablemente evolucionaban
hacia la propiedad colectiva por el "empuje de las leyes naturales"
(14).
Bernstein fue un poco más preciso que esto. El capitalismo,
dijo,
"tiene su propia historia de desarrollo y ... bajo la presión de las instituciones democráticas modernas, y los conceptos de obligación social que conllevan, debe asumir un rostro distinto de aquel que evidenciaba cuando el poder político estaba monopolizado por la propiedad privada" (15). El socialismo, por lo tanto, no era una alternativa al liberalismo constitucional; era una variante del mismo: " liberalismo organizado" (16).
Bernstein aceptaba en general la teoría marxista que veía en
el trabajador industrial moderno "el verdadero y auténtico vehículo
instrumental del socialismo". Sin embargo, matizaba mucho esta afirmación.
Los marxistas, creía, pasaban por alto el hecho de que no había un
"proletariado homogéneo", sino que era un término que agrupaba sin
distinciones al ganadero y al pastor, al secretario y al pinche de cocina, al
trabajador cualificado y al peón (17). Apuntó correctamente, sin embargo, que
el núcleo duro de los trabajadores socialistas no tendía a provenir de la gran
industria, sino de "industrias relativamente atrasadas, subordinadas o
intermedias": por ejemplo, los fabricantes de cigarros, los carpinteros,
los zapateros, los sastres, los maestros artesanos, los trabajadores a
domicilio en la industria textil y los encuadernadores (18).
Los asalariados, Bernstein insistió, no se oponen a la
extracción capitalista de la 'plusvalía' como tal, sino a lo que subjetivamente
perciben como el robo de su ‘trabajo excedente'. Los socialistas, a su vez,
actúan movidos por una creencia ética y bastante general de la justicia. De
ello se desprendía que la creencia socialista no era un reflejo automático de
la condición proletaria (19): "El
proletariado, como suma total de los asalariados, es una realidad; el
proletariado como una clase que actúa con un propósito y una perspectiva común
es en gran medida producto de la imaginación" (20).
Bernstein vio la reforma social gradual del capitalismo como
un reflejo no de la lucha de clases, sino de la democracia naciente. Esta
democracia la concibió como un mecanismo de filtro, que ayudaba a limitar la influencia del proletariado
en la sociedad en la medida apropiada a su desarrollo: "la democracia significa que en todo momento dado la clase obrera
debe pesar en la medida en que lo permita su madurez intelectual y la etapa
actual de su desarrollo económico" (21). (Aseguró estar citando a
Engels, pero parece ser una paráfrasis tendenciosa de la introducción de 1891
de Engels a una nueva edición de Las luchas de clases en Francia de Marx (22)).
"No está listo para el poder"
Eduard Bernstein, a sus 80 años, en 1930 |
Bernstein consideraba claramente que el proletariado tenía
bastante camino por recorrer antes de alcanzar la madurez política. La clase
obrera, que vive en condiciones de hacinamiento, con un ingreso incierto e
insuficiente y mal educada, estaba lejos de poder ejercer el poder (23).
Criticó lo que consideraba un "culto" socialista de las masas. Las
masas eran, de hecho, en gran medida, un "animal de rebaño"
irracional (24). El ejercicio del poder político del proletariado, a menos que
fuera preparado para la responsabilidad y delimitado por las poderosas
instituciones de la propiedad privada, "podría,
de hecho, ser posible sólo en la forma de un poder central dictatorial,
revolucionario, apoyado por la dictadura terrorista de los clubes
revolucionarios" (25).
Los países más avanzados de la época no estaban maduros para
la "dictadura del proletariado" - lo que significaba el gobierno de
la clase trabajadora sino para que los partidos de la clase obrera influyeran
sobre la política del gobierno (26). En el futuro previsible, los socialistas
debían trabajar sobre la base de "coaliciones y compromisos "con los
partidos liberales burgueses, tanto fuera como dentro del gobierno (27). En
caso de que un gobierno socialista llegase al poder, no sería prudente tratar
de poner en práctica su programa máximo. El capitalismo no puede ser revocada
por decreto, dado el gran número de pequeñas empresas que no podrían ser
rápidamente socializadas, ni podría incluso dar marcha atras en gran medida,
por temor a socavar la confianza empresarial (28). Un gobierno socialdemócrata
"no podría en un principio prescindir del capitalismo, a menos que
quisiera frenar en seco la vida económica" (29).
Desde su punto de vista, sólo se podría intentar la
socialización de sectores o empresas que fuesen aceptables para los sectores de
negocios y otros intereses de los propietarios. Un partido socialista sólo
podía legítimamente proponer reivindicaciones que fuesen aceptables para los no
socialistas: "Una exigencia a la que
todos los partidos burgueses se opusieran necesariamente por principio sería, por
ese solo hecho, calificada de utópica" (30) (el subrayado es mío).
Solo tendría sentido, por lo tanto, para el estado burgués en el poder llevar a
cabo únicamente las medidas de socialización que creyera prudente. El papel más
productivo para el partido político de la clase obrera sería permanecer en la
oposición, instando a la burguesía a avanzar hacia el colectivismo (31).
El SPD había caracterizado habitualmente las medidas de
socialización emprendidas por el gobierno alemán semi-autoritario, como la
legislación laboral fabril y la nacionalización de servicios públicos como los
ferrocarriles y correos, no como los primeros pasos hacia el socialismo, sino
más bien como un "capitalismo de Estado", cuyo objetivo era reforzar
la independencia del gobierno vis-à-vis la sociedad, y para regular a la clase
obrera. Bernstein rechazó esta idea. Tales medidas por parte de la derecha eran
de hecho los primeros avances hacia el socialismo (32).
Para Bernstein, la función principal del movimiento
socialista era educar a la clase obrera para ejercer un papel corporativo en la
democratización del estado. La socialdemocracia tenía que tomar en sus manos
una clase obrera "impregnada de
superstición y con una educación deficiente" (33). A este respecto, como
resumió con tanto éxito, francamente admitió que tenía "poquísimo interés,
o intuición, de lo que por lo general se denomina ‘el objetivo final del socialismo’.
Este objetivo, sea lo que sea, no significa nada para mí; el movimiento lo es
todo" (34).
Cualquier idea de autogestión de los trabajadores de la
sociedad era utópica, porque "a menos que la sociedad socialista haga del
diletantismo un principio rector, se necesitan funcionarios con
experiencia". Cuando se trataba de la economía, esos ‘funcionarios’ eran
idealmente los mismos capitalistas. La autogestión cooperativa no podía
funcionar en las empresas de mayor escala, y la fábrica moderna jerárquica debilitaba
más que fortalecía el instinto de trabajo cooperativo (35). No se podía
prescindir de los gestores profesionales. "No
es una cuestión de cuán grande es el ejército ‘revolucionario’, sino de si
podemos prescindir de los capitanes de industria, para usar la frase de
Carlyle" (36). Era necesario, por tanto, que los trabajadores
aprendiesen auto-disciplina y auto-subordinación a la autoridad del estado que
evidentemente les faltaba (37).
Para Bernstein, era crucial que los socialistas dejasen de
aterrar a las clases poseedoras, que eran indispensables para el funcionamiento
social, con tanta mención a la lucha de clases. Esto sólo serviría para
empujarlas hacia la reacción. La socialdemocracia debía dejar clara su
oposición a la "revolución violenta", porque "cuanto más claramente se diga y se fundamente, más pronto se
disipará el miedo [de la burguesía] " (38).
Bernstein negó que la sociedad se polarizase entre un
diminuto número de capitalistas y una masa de proletarios no diferenciada, como
la obra de Marx parecía predecir:
“Los modernos asalariados no son la masa homogénea, uniforme sin el estorbo de la propiedad, la familia, etc., que se prevé en el Manifiesto [Comunista]. Amplios estratos se han levantado entre ellos para lograr condiciones de vida pequeño-burguesas. Y, por otro lado, la disolución de las clases medias se está produciendo mucho más lentamente que lo que el Manifiesto creía” (39).
Precisamente en la industria manufacturera más avanzada era
donde la división jerárquica tendía a desarrollarse más entre los trabajadores,
y "entre éstos, hay sólo un sentimiento tenue de solidaridad" (40).
Los trabajadores se dividían por las grandes diferencias de ingresos y los
modos de trabajo: "El tornero de
precisión y el minero de carbón, el experto decorador de casas y el portero, el
escultor y modelador y el fogonero, llevan como regla tipos de vida muy
diferentes y tienen diferentes tipos de necesidades" (41).
Bernstein argumentó que el proletariado asalariado era mucho
más débil en los países capitalistas avanzados que lo que los socialistas
estaban dispuestos a admitir, porque - en contra de las predicciones de Marx -
la pequeña propiedad o la propiedad pequeño-burguesa seguía siendo sustancial y
numerosa. La gran industria, que, vale la pena recordar se definía en Alemania
como cualquier empresa con 50 empleados o más, representaba el 60% de la
producción, pero un poco más del 38% del empleo (42). Esta fragmentación de la
economía significaba, además, que la propiedad colectiva de la industria social
a una escala que permitiese superar rápidamente el capitalismo simplemente no
estaba al orden del día.
El revisionismo de Bernstein, aunque global en su
menosprecio de las versiones bastardas de la ortodoxia marxista, no estaba
exento de ambigüedades y predicciones aventuradas. En su respuesta a los
críticos se quejó regularmente de ser mal interpretado, e insistió en que no
pretendía ninguna nueva orientación táctica. Karl Kautsky tenía razón cuando
escribió que "el único resultado final práctico" de la crítica
dispersa de Bernstein era "una exhortación a no utilizar términos que
podrían asustar a la burguesía" (43).
Respuesta 1: ‘Parvus’
Alexander Helphand 'Parvus' |
En una respuesta bastante eficaz a Bernstein, el socialista
de izquierda ‘Parvus’ (Alexander Helphand), señaló que el tamaño de los lugares
de trabajo no determinaba si un sector industrial estaba maduro para la
socialización. Si numerosos talleres relativamente pequeños se coordinaban en
red convenientemente, estando socializados bajo el capital, podrían ser
igualmente socializados como propiedad colectiva. Apuntó asimismo que el sector
de la fabricación de gas alemán, un candidato obvio incluso para la
nacionalización bajo un "capitalismo de estado", estaba compuesto por
427 empresas que empleaban cerca de 35 hombres por empresa. Pero estaba
integrado (44). Por el contrario, las empresas que estaban verdaderamente dispersas
y eran independientes entre sí, como aquellas orientadas principalmente
al servicio personal, no eran técnicamente aptas para la
"concentración" incluso si se empleaban proletarios. Parvus puso como
ejemplos a instaladores, fontaneros, electricistas y decoradores de interiores
(45).
Parvus reconoció que la clase media de "personal
técnico y administrativo", aunque por lo general indiferente a los
trabajadores y rechazados por estos como capataces, necesariamente tendrían un
"papel destacado" en una economía socialista como
"planificadores". Esto planteaba un peligro para un gobierno obrero,
ya que tenían la voluntad y la capacidad de dominar:
“Nosotros, como políticos que conscientemente preparan el camino para la revolución social, no tendremos entonces más remedio que 1) desarrollar una rápida expansión de la educación técnica para asegurar que la sociedad tiene suficiente personal técnico y administrativo a su disposición, y 2) desalentar [su] aventurerismo mediante la extensión de la organización democrática de la dirección de la fábrica y el uso energético de un poder político central” (46).
Para Parvus, mientras que el tamaño de la empresa determina
si el empresario tenía una conciencia capitalista o pequeño-burguesa, esto no
se aplicaba pari passu a los trabajadores.
Esos trabajadores de la gran fábrica - y dependiendo de la industria, señaló,
una fábrica que emplease a 50 trabajadores podría considerarse
"grande" – no necesariamente tenían que ser la mayoría de los
asalariados para que existiese un proletariado consciente, pero sí el núcleo
determinante de la población urbana socialmente progresista. El número
relativamente pequeño de trabajadores de la gran industria "actuaría como
centro de coordinación de capas asalariadas mucho más amplias” (47).
Parvus menospreciaba demasiado la capacidad de la verdadera
pequeña-burguesía de resistir el movimiento proletario: "la revolución social no será frenada por la posible, pero muy
poco probable, resistencia de las lavanderas y los barberos" (48). Sin
duda, pero la enorme masa de la pequeña-burguesía y las crecientes clases
profesionales eran una auténtica barrera para el avance socialista. El énfasis
de Parvus, sin embargo, se apoyaba en el argumento de que no era necesario
esperar a que el capitalismo se articulase en grandes unidades de producción
para que el socialismo se convirtiese en una alternativa.
Respuesta 2: Rosa Luxemburgo
Rosa Luxemburgo ✆ Carlos Terribile |
Rosa Luxemburgo también
atacó a Bernstein desde la izquierda. Sus argumentos, sin embargo, fueron
bastante poco ortodoxos. Reconoció que las tácticas propuestas por Bernstein -
la lucha por reformas - no diferían de la práctica cotidiana de la
socialdemocracia. Tampoco estaba en contra. En lo que no estaba de acuerdo con
Bernstein era en su balance de esta actividad práctica cotidiana. Donde
Bernstein veía una actividad política y sindical con el objetivo de subordinar
el capitalismo al control social, Luxemburgo insistía que no eran más que
vehículos para preparar al proletariado mentalmente para la revolución social:
“La principal importancia socialista de la actividad política y sindical consiste en el hecho de que se socializa la conciencia, la conciencia de la clase obrera. Si se concibe como un medio para la socialización directa de la economía capitalista, no sólo no alcanzará su supuesto objetivo; también perderá su otra y única posible significación social: dejará de ser un medio para preparar a la clase obrera para la revolución proletaria” (49).
La lucha de clases sin llegar a la revolución, sin embargo,
tenía un mérito intrínseco relativo. Luxemburgo
aceptaba que la conciencia del proletariado no era espontáneamente socialista.
De hecho, la actividad sindical no cuestiona el capitalismo sino que refleja "la ley capitalista de los salarios: es
decir, la venta de ... la fuerza de trabajo a los precios del mercado"
(50). Los sindicatos podían ser positivamente reaccionarios al intentar frenar
la introducción de mejoras técnicas en la producción en defensa de la posición
relativamente privilegiada de los trabajadores cualificados. Si los sindicatos
trataban de utilizar su poder de negociación para mantener artificialmente el
precio de los bienes producidos por sus miembros, estaban operando
efectivamente como un cartel con los empleadores contra los consumidores. Las
reformas sociales reivindicadas por Bernstein tendían a tener estos efectos
regresivos (51).
En lugar de mantener o mejorar la productividad capitalista,
el reformismo de Bernstein tendía a debilitarla. El reformismo, por lo tanto,
no era práctico, ya que, desconectado de la lucha para trascender el
capitalismo, simplemente debilitaba su dinamismo económico (Georges Sorel
argumentó algo similar). La política de clase del proletariado, desconectada
del ideal socialista, era simplemente negativa.
" Tan pronto como los resultados prácticos inmediatos [en la forma de reformas sociales] se convierten en el objetivo principal, el punto de vista de clase duro e implacable, que no tiene sentido, excepto en relación con la lucha para tomar el poder político, se vuelve cada vez más una influencia negativa" (52).
Para Luxemburgo, por lo tanto, el socialismo era necesario
para salvar al proletariado de un punto de vista de clase instintivamente
egoísta contrario a los intereses de la comunidad:
“El socialismo, por lo tanto, no es definitivamente una tendencia inherente a la lucha diaria de la clase obrera. Es inherente sólo en las contradicciones objetivas crecientes de la economía capitalista y en el reconocimiento subjetivo de la clase obrera que la supresión de estas contradicciones por medio de la revolución social es una necesidad absoluta” (53).
La lógica del reformismo, si quería permanecer fiel al ideal
de la mejora de la sociedad en general, debe inevitablemente implicar el
abandono de la posición de clase (54).
Para Luxemburgo, el modelo de organización estable del
proletariado del SPD era, de hecho, inadecuado para alcanzar el socialismo, y
en su lugar creaba ilusiones reformistas. Apostaba, por lo tanto, por crisis
cada vez más agudas que tenderían hacia un colapso sistémico del capitalismo
como el mecanismo para la radicalización de las masas y la revolución
socialista. En contraste con casi todos los otros críticos de Bernstein,
defendió con toda claridad que para ella "la
teoría del derrumbe capitalista ... es la piedra angular del socialismo
científico" (55).
En su trabajo de 1910, La
acumulación de capital, Luxemburgo intentó elaborar una teoría del colapso.
Argumentó que los capitalistas se apoyaban en sectores no capitalistas de la
economía mundial - el campesinado y la pequeña burguesía en los países
avanzados, y las colonias - para proporcionar una demanda suficiente para
realizar los beneficios que el capitalismo no podía producir en su seno. La
consecuencia era el imperialismo, en sí mismo un proceso potencialmente
catastrófico, ya que creaba las condiciones de las guerras interimperialistas.
En última instancia, esto llevaría a un colapso económico:
“... Cuanto con más violencia, ferocidad e intensidad provoque el imperialismo la caída de las civilizaciones no capitalistas, más rápidamente corta la yerba bajo los pies de la acumulación capitalista. ... La mera tendencia hacia el imperialismo hace que adopte formas que convierten la fase final del capitalismo en un período de catástrofes” 56.
El argumento de Luxemburgo era que el reformismo en sí era
insostenible: que no superaría el capitalismo ni lo haría más eficiente. De
hecho, todo lo contrario. Sólo la revolución socialista era un objetivo viable
para un partido obrero, y la revolución sería el resultado de la reacción
popular a las crisis capitalistas agudas.
Respuesta 3: Karl Kautsky
Eduard Bernstein & Karl Kautsky, 1910 |
August Bebel, líder del SPD, fue relativamente rápido a la
hora de condenar los artículos de Bernstein como "absolutamente
vergonzosos" (57). Se mostró especialmente molesto por la acusación
indirecta de Bernstein de que sus colegas del SPD aceptaban ciegamente sin
discusión cada línea del Manifiesto Comunista (58).
Bebel empujó a Karl Kautsky a escribir una réplica. Kautsky
no estaba muy dispuestos a enfrentarse a su viejo amigo, Bernstein, y en el
Congreso de Stuttgart del SPD, de hecho, argumentó que su análisis era
totalmente apropiado para Inglaterra, pero no para Alemania (59). Finalmente,
sin embargo, saltó al ruedo.
En su Anti-crítica
(1899) – que curiosamente nunca se tradujo al inglés - Kautsky señaló que esas
predicciones de Marx criticadas por Bernstein (la progresiva miseria del
proletariado, la desaparición de las clases intermedias y el declive de la
pequeña-burguesía) estaban lejos de ser posiciones exclusivas de Marx. Fueron
defendidas ampliamente por otros socialistas y comentaristas de la época. Lo original de Marx fue su predicción del
crecimiento de la organización del proletariado, de su disciplina y madurez
política (60). Como Kautsky resumió, la teoría marxista:
“Ve en el modo de producción capitalista el factor que impulsa al proletariado a la lucha de clases contra la clase capitalista, que a su vez hace que crezca cada vez más en número, unidad, inteligencia, confianza en sí mismo y madurez política, que cada vez más aumente su importancia económica , que debe conducir a su organización como partido político, cuya victoria es segura, como lo es el surgimiento de la producción socialista como consecuencia de esta victoria.
Esta es la teoría básica para el futuro del socialismo organizado; lo que forma el programa básico de los partidos socialistas; esto - no la ridícula teoría del "colapso", que Bernstein nos atribuye - es lo que no debemos perder de vista...” (61).
Para Kautsky, la "miseria física" del proletariado
disminuía, aumentando así su capacidad para organizarse y educarse, mientras
que al mismo tiempo su "miseria social" crecía - una miseria social
que derivaba de la conciencia del proletariado de la polarización de la
riqueza, la proliferación de las mercancías y, por tanto, su afilado sentido de
que no estaba recibiendo lo que merecía en justicia.
“La conclusión es el hecho de que el contraste entre las necesidades de los asalariados y la capacidad de satisfacerlas con sus salarios, por tanto también la oposición entre trabajo y capital, es cada vez mayor. En esta era de creciente miseria de una fuerza de trabajo física y mentalmente fuerte, no en la creciente desesperación de hordas medio embrutecidas y delirantes [Marx vio]... la fuerza motriz más poderosa del socialismo. El trabajo [de Marx] no se refuta señalando el aumento del nivel de vida de la clase obrera” (62).
Kautsky criticó a Bernstein por mezclar, descuidadamente, el
término preciso, "capitalista", con el impreciso de 'propietario' (Besitzender). Marx no había formulado
ninguna predicción sobre el crecimiento o reducción de estos
"propietarios", y si los asalariados poseían ropa, sábanas, muebles,
quizás una pequeña casa y un campo de patatas, eso no los hacía menos
proletarios (63).
Sin embargo, si la producción industrial de mercancías daba
paso a una economía basada en el comercio y el mercantilismo – como había
ocurrido con la economía holandesa desde el siglo XVIII y quizá la economía
británica en el XX - la propiedad rentista se volverían más importante que el
trabajo asalariado, y el dinamismo político se agotaría: "lo que es seguro es que el socialismo saldrá de la fábrica y no
de la bóveda [de los bancos]" (64).
Kautsky reconocía que una "nueva clase media" se
estaba expandiendo. Se trataba de las clases educadas (Intelligenz ): médicos, abogados, artistas, funcionarios públicos,
periodistas, oficiales de policía, clero, empleados administrativos, técnicos,
comerciantes, ingenieros y otros. En contraste con la vieja pequeña burguesía,
no estaban unidos fanáticamente a la propiedad privada individual. Tampoco, sin
embargo, eran una fracción del proletariado, porque estaban inevitablemente
unidos a la burguesía por todo tipo de afinidades y vínculos sociales.
Cuando la nueva clase media actuaba como administradores en
los centros de trabajo para el capital, asumían el antagonismo de sus
empleadores con la fuerza de trabajo. "Pero la barrera más importante que
separa a la Intelligenz del
proletariado es que la primera constituye una clase privilegiada. Su posición
privilegiada se basa en el privilegio de la educación" (65). Se ven como
los líderes meritocráticos naturales de la sociedad, que dominan sobre las
masas embrutecidas.
Una minoría de intelectuales, gracias a la ventaja de sus
amplios horizontes intelectuales y su formada capacidad para el pensamiento
abstracto, puede vincularse al movimiento de los trabajadores progresista,
aunque incluso entonces es probable que sean hostiles a la lucha de clases. Sin
embargo, con la difusión de la educación, este privilegio se ve amenazado, y la
Intelligenz cada vez más es
prisionera de ideas reaccionarias y del antisemitismo (66).
Los cárteles y las sociedades participadas, que Bernstein
celebraba, pueden suavizar la violencia de los ciclos de auge y recesión, pero al
mismo tiempo tienden a hacer que la sobreproducción capitalista sea una
enfermedad crónica en lugar de un problema cíclico. Al socavar la sana
competencia y al explotar los recursos del estado, también contribuyen mucho a
socavar la legitimidad de la propiedad privada capitalista a ojos de los
trabajadores. Ningún otro fenómeno de la vida capitalista hace más para
convencer a los trabajadores de que el poder político sobre el Estado es una
condición necesaria para expropiar a los propietarios ociosos de capital (67).
Bernstein estaba en efecto defendiendo, afirmaba Kautsky,
que la socialdemocracia se transformase de un partido de clase del proletariado
en un partido democrático interclasista. Pero los elementos no proletarios de
semejante partido, al depender de la propiedad privada o de los privilegios de
la educación, deben rechazar inevitablemente toda deferencia al proletariado no
propietario: "Un partido de
concentración democrático sólo es posible bajo un liderazgo burgués" (68).
Si el SPD renunciaba a su orientación de clase, perdería
confianza en si mismo y unidad. La realización del socialismo, Kautsky
argumentó, requiere la supremacía política del proletariado (aunque era poco
entusiasta acerca de la noción marxista de la "dictadura del proletariado"
(69)). De hecho, una vez que un partido verdaderamente proletario dominase el
estado, sea cual fuera su ideología oficial, las campanas doblarían por el
capitalismo. Kautsky asumía que un régimen obrero actuaría inmediatamente para
socializar los grandes monopolios capitalistas y para acabar con el desempleo.
Esto dejaría a los capitalistas restantes sin ningún medio eficaz para
intimidar y disciplinar a su fuerza de trabajo. Soportarían la carga de ser
dueño de sus empresas sin ser capaces de gestionarlas de manera eficaz y
expresarían el deseo rápidamente de que fuesen adquiridas por el estado.
“En otras palabras, el modo de producción capitalista y la dominación política del proletariado son irreconciliables... Sea el que sea que organice al proletariado en un partido político independiente de este modo prepara el camino para la idea de ?? la revolución social, cualquiera que sea su amor a la paz, la placidez y el escepticismo con el que contemple el futuro” (70).
En este sentido, Kautsky argumentaba que el reformismo,
incluso totalmente ausente de "socialismo científico", conducía
inevitablemente al socialismo, pero sólo si estaba guiado por un partido
proletario firmemente de clase (para Kautsky, el programa formal de tal partido
era totalmente secundario).
Kautsky comprendia que el proletariado puede dividirse por
su formación, salario, religión, región y un gran número de otros factores.
Estas divisiones eran ciertamente evidente para cualquier persona involucrada
en la agitación socialista, que hacían el reclutamiento cada vez más difícil a
medida que se alejaba del corazón de la mano de obra industrial. Pero la
división del proletariado no era mayor que la de la burguesía, que iba desde
pequeños maestros a los plutocráticos señores de la industria, que sin embargo
en el siglo XIX habían defendido el liberalismo (71). Y, si bien era cierto que
el proletariado no era homogéneo políticamente, siempre en la historia una
élite de vanguardia con capacidad política había dirigido a las masas en la
lucha.
Para Kautsky, apostar por el proletariado era un deber
moral. Si Bernstein tenía razón en creer que el proletariado asalariado era
políticamente inmaduro, entonces no cabía ninguna esperanza no ya en el
socialismo sino en la misma democracia. Los socialistas no podían esperar
"controlar" una falange proletaria homogénea; sólo podían alentar a
los trabajadores a mirar más allá de sus intereses sectoriales y ayudar a la
clase a organizar de forma independiente su capacidad para gobernar: "Si hacemos uso de todos nuestros
esfuerzos en este sentido, habremos cumplido con nuestro deber como
socialistas: el éxito de nuestro trabajo depende de factores que no
controlamos" (72).
Para Kautsky, las reformas eran una parte necesaria de la
lucha proletaria, porque ayudaban a elevar el proletariado, haciéndole capaz de
reconstruir la sociedad. El dominio político del proletariado, por sí, llevaría
a la construcción de un orden socialista. No podía, sin embargo, garantizarse
la madurez de la clase obrera antes de la revolución. Y, cuando la revolución
llegó a Europa central en 1917-1919, provocando la división del movimiento
socialista internacional, Kautsky con tristeza llegó a la conclusión de que la
clase obrera había demostrado no estar todavía lista (73).
Conclusiones
Con demasiada frecuencia, la "controversia
revisionista” se ha descrito como un simple debate sobre la exactitud de las
predicciones de Marx (en el que Bernstein actúa como el chico solitario
valiente, que dice al rey que está desnudo). Bernstein, sin embargo, estaba
defendiendo una línea política: en contra de la idea de un partido de clase y a
favor de una alianza estratégica con la burguesía liberal.
Que perdiese el debate en aquellos años no es sorprendente (el
"revisionismo" fue condenado formalmente en el congreso del SPD de
Dresden en 1903): no había ningún grupo importante de la burguesía alemana a
favor de una alianza a largo plazo con los trabajadores socialistas. Incluso en
Inglaterra, que tanto idealizaba Bernstein, el ideal fabiano de 'permeación' de
la clase política con planes socialistas 'razonables' y tecnocráticos
obviamente había fallado, ya antes incluso del comienzo de la controversia, y
estaba constituyéndose un Partido Laborista sólidamente proletario (como lo era
entonces).
Los oponentes de Bernstein defendían alianzas tácticas con
los progresistas burgueses, si eran posibles, pero insistían en la necesidad de
un partido proletario sólidamente comprometido con sus propios intereses de
clase. Pero no se limitaban simplemente a repetir a Marx. Parvus negó la
caricatura (aún en vigor) de que la inevitable "polarización de clases”
fuese una predicción marxista; Luxemburgo insistió en que el reformismo era
económicamente y socialmente regresivo a menos que condujese al socialismo;
Kautsky (el "Papa del marxismo”) conjeturó una revolución socialista ¡sin
socialistas! No hubo una respuesta única "ortodoxa" a Bernstein.
Como la mayoría de los debates en un movimiento vivo, hubo
más respuestas que preguntas.
Notas1. E Bernstein, ‘German social democracy and the Turkish troubles’ Neue Zeit October 14 1896, in H and JM Tudor (eds) Marxism and Social Democracy: the revisionist debate 1896-1898 Cambridge 1988, p51.
2. EB Bax, ‘Our German Fabian convert; or, socialism according to Bernstein’ Justice November 7 1896, in JM Tudor op cit p64. Cf EB Bax, ‘The socialism of Bernstein’ Justice No21, November 1896, in JM Tudor op cit p71.
3. EB Bax, ‘Our German Fabian convert’, in JM Tudor op cit p73.
4. E Bernstein, ‘The struggle of social democracy and the social revolution’, part 1: ‘Political aspects’ Neue Zeit January 5 1898, in JM Tudor op cit p154.
5. EB Bax, ‘Colonial policy and chauvinism’ Neue Zeit December 21 1897, in JM Tudor op cit pp140-49.
6. Cited in E Bernstein, ‘The struggle of social democracy and the social revolution’, part 2: ‘The theory of collapse and colonial policy’ Neue Zeit January 19 1898, in JM Tudor op cit p159.
7. Un punto que Kautsky subrayó en K Kautsky Bernstein und das sozialdemokratische Programm: eine Antikritik Stuttgart 1899 pp42-43. Un compañero revisionista, Konrad Schmidt, decía identificar la teoría del colapso en el Manifiesto Comunista , pero sólo fue capaz de ello en tanto que una crisis social multidimensional en vez de una convulsión económica singular. Ver K Schmidt, "El objetivo final y el movimiento” Vorwärts, 20 de febrero de 1898. Rosa Luxemburgo, en respuesta a Bernstein, de hecho sí formuló una teoría del colapso basada en la incapacidad del capitalismo internacional de generar mercados suficientes para su producción de mercancías, y su incorporación y agotamiento de todos los mercados no capitalistas. El capitalismo estaba así "inexorablemente acercándose al principio del fin, el momento de la crisis final del capitalismo" (R Luxemburgo, “El método” Leipziger Volkszeitung, 21 de septiembre en 1898 JM Tudor op.cit P258.
8. Por ejemplo, A Bebel La mujer y el socialismo, Nueva York, 1910, P366.
9. E Bernstein, ‘Collapse and colonial policy’, p164.
10. E Bernstein The preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, p125.
11. E Bernstein, ‘The conflict in the English engineering industry’, part 1: ‘The issues of principle in the conflict’ Neue Zeit December 20 1897, in JM Tudor op cit p124.
12. E Bernstein, ‘General observations on utopianism and eclecticism’ Neue Zeit October 28 1896, in JM Tudor op cit p77. Cf E Bernstein, ‘Problems of socialism’, second series: ‘Socialism and child labour and industry’ Neue Zeit September 29 1897, in JM Tudor op cit p106.
13. E Bernstein, ‘General observations on utopianism and eclecticism’ Neue Zeit October 28 1896, in JM Tudor op cit p80.
14. JA Hobson, ‘Collectivism in industry’ (October 1896): www.marxists.org/archive/hobson/1896/10/collectivism.html.
15. E Bernstein, ‘The struggle of social democracy and the social revolution’, part 1: ‘Political aspects’ Neue Zeit January 5 1898, in JM Tudor op cit p153.
16. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, p150.
17. Bernstein to Bebel, October 20 1898, in JM Tudor op cit p326.
18. E Bernstein, ‘The realistic and the ideological moments in socialism’ Neue Zeit Nos34 and 39, 1898, in JM Tudor op cit p235.
19. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, p107.
20. E Bernstein, ‘The realistic and the ideological moments in socialism’ Neue Zeit Nos34 and 39, 1898, in JM Tudor op cit p241.
21. ‘Statement’ by Edward Bernstein, read by August Bebel to the SPD party in Stuttgart, in JM Tudor op cit p290.
22. El sufragio universal nos "informó con precisión de nuestra propia fuerza y de la de todos los partidos hostiles y, por lo tanto, nos proporcionó una medida de la proporción de nuestras acciones insuperable, salvaguardándonos tanto de una inoportuna timidez como de una temeridad prematura": www. marxists.org/archive/marx/works/subject/hist-mat/class-sf/intro.htm.
23. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, pp206-08.
24. E Bernstein, ‘Crime and the masses’ Neue Zeit November 10 1897, in JM Tudor op cit pp109, 110, 130.
25. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, p152. Cf ibid p205.
26. E Bernstein, ‘General observations on utopianism and eclecticism’ Neue Zeit October 28 1896, in JM Tudor op cit pp74-75.
27. E Bernstein, ‘Social democracy and imperialism’ (May 1900), in RB Day and D Gaido Witnesses to the permanent revolution: the documentary record Chicago 2009, p219.
28. Cited in E Bernstein, ‘The theory of collapse and colonial policy’ Neue Zeit January 19 1898, in JM Tudor op cit p167.
29. E Bernstein, ‘Critical interlude’ Neue Zeit March 1 1898, in JM Tudor op cit p220.
30. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, p175.
31. E Bernstein, ‘Critical interlude’ Neue Zeit March 1 1898, in JM Tudor op cit 221.
32. E Bernstein, ‘General observations on utopianism and eclecticism’ Neue Zeit October 28 1896, in JM Tudor op cit p76.
33. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, p160.
34. E Bernstein, ‘The theory of collapse and colonial policy’ Neue Zeit January 19 1898, in JM Tudor op cit pp168-69.
35. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, pp115-19.
36. E Bernstein, ‘Critical interlude’ Neue Zeit March 1 1898, footnote viii, in JM Tudor op cit p228.
37. E Bernstein, ‘The social and political significance of space and number’ Neue Zeit April 14 and 21 1897, JM Tudor op cit pp83-98 (quotation p88).
38. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, p158.
39. E Bernstein, ‘Critical interlude’ Neue Zeit March 1 1898, in JM Tudor op cit p217.
40. E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, p104.
41. Ibid p105.
42. Cited in E Bernstein, ‘The theory of collapse and colonial policy’ Neue Zeit January 19 1898, in JM Tudor op cit pp161-62.
43. K Kautsky Bernstein und das sozialdemokratische Programm: eine Antikritik Stuttgart 1899, p8.
44. A Parvus, ‘Further forays into occupational statistics’ Sächsischen Arbeiterzeitung February 1 1898, in JM Tudor op cit p181.
45. A Parvus, ‘The social revolutionary army’ Sächsischen Arbeiterzeitung February 6 1898, in JM Tudor op cit pp185-86.
46. A Parvus, ‘The social revolutionary army (continued)’ Sächsischen Arbeiterzeitung February 8 1898, in JM Tudor op cit p188.
47. A Parvus, ‘Further forays into occupational statistics’ Sächsischen Arbeiterzeitung February 1 1898, in JM Tudor op cit pp182, 183-84,
48. A Parvus, ‘Further forays into occupational statistics’ Sächsischen Arbeiterzeitung February 1 1898, in JM Tudor op cit p177.
49. R Luxemburg, ‘Practical consequences and the general character of the theory’ Leipziger Volkszeitung September 28 1898, in JM Tudor op cit p270.
50. R Luxemburg, ‘The introduction of socialism through social reforms’ Leipziger Volkszeitung September 24 and 26 1898, in JM Tudor op cit p260.
51. Ibid en JM Tudor op cit pp261-63. Kautsky estuvo de acuerdo con el argumento de Luxemburgo, mientras que Bernstein se negó a condenar las alianzas sindicales con los cárteles para "contrapesar la competencia desleal y la subvaloración no regulada". E Bernstein Preconditions of socialism (1899), Cambridge 1993, footnote by Bernstein, p137.
52. R Luxemburg, ‘Practical consequences and the general character of the theory’ Leipziger Volkszeitung September 28 1898, in JM Tudor op cit p271.
53. Ibid.
54. R Luxemburg, ‘Practical consequences and the general character of the theory’ Leipziger Volkszeitung September 28 1898, in JM Tudor op cit p272.
55. R Luxemburg Social reform or revolution (1899, 1908), in D Howard (ed) Selected political writings of Rosa Luxemburg New York and London 1971, p123.
56. R Luxemburg The accumulation of capital: www.marxists.org/archive/luxemburg/1913/accumulation-capital/ch31.htm.
57. Bebel to Kautsky, February 15 1898, in JM Tudor op cit p135.
58. Bebel to Bernstein, October 22 1898, in JM Tudor op cit p330.
59. Kautsky at the SPD party in Stuttgart, in JM Tudor op cit p295.
60. K Kautsky Bernstein und das sozialdemokratische Programm: eine Antikritik Stuttgart 1899, p46.
61. Ibid p48.
62. Ibid p120.
63. Ibid p81.
64. Ibid p95.
65. Ibid p131.
66. Ibid pp131-135.
67. Ibid p151.
68. Ibid p177.
69. Ibid p172.
70. Ibid pp180-183.
71. Ibid p188.
72. Ibid pp194-95.
◆ Texto en PDF |
Título en inglés: “Bernstein’s
assault on ‘orthodoxy’”
Traducción por G. Buster
Traducción por G. Buster
http://www.sinpermiso.info/ |
http://weeklyworker.co.uk/ |