Marta
Harnecker / Este texto contiene mis respuestas a preguntas realizadas por varios
entrevistadores en diferentes épocas de mi vida sobre el tema de Althusser y el
marxismo [1] . Es un pequeño homenaje, algo tardío,
a quien ha significado tanto para mi vida intelectual y política a los 50 años
de la publicación de sus dos primeros libros: Pour Marx y Lire Le
Capital.
1. Del catolicismo militante al marxismo
Louis Althusser ✆ Anahí Rivera
— ¿Cómo llegaste a encontrarte con Althusser?
1. —Para
responder a tu pregunta tengo que hacer un largo rodeo.
2.
—Empezaría por decir cómo llegué a interesar en el marxismo Y esto no ocurrió
un día para otro. Creo que las condiciones fueron preparándose desde 1958
o1959. En ese momento yo era alumna de la Escuela de Psicología de la
Universidad Católica de Santiago y había llegado a ser presidenta de la Acción
Católica Universitaria. Con un grupo dirigente de dicha organización y otros
compañeros de la Universidad Católica de Santiago, comenzamos a plantearnos
cómo lograr hacer más efectivo el principio cristiano del amor al prójimo. El
libro del filósofo francés Jacques Maritain: Humanismo Cristiano era una especie de Biblia para
nosotros.
3. Como
parte de un programa de la Iglesia Católica yo también había ido a trabajar a
una fábrica de pastas durante las vacaciones de mi tercer año de Psicología. Y
lo hice porque quería quedar marcada para siempre por dicha experiencia,
pensando que de esa manera no iba a caer en el aburguesamiento en que muchos
estudiantes universitarios habían caído luego de transformarse en
profesionales.
4. En este
contexto se puede entender mejor la conmoción que produjo en mí la revolución
cubana. A mediados de 1960, sólo seis meses después del triunfo, cuando todavía
todos los guerrilleros verde olivo andaban con sus melenas largas, visité el
país invitada como dirigente estudiantil de la Universidad Católica junto a
otros compañeros de la Universidad de Chile. Fue mi primer encuentro con una
sociedad que estaba tomando medidas para resolver la desigualdad y aplicar la
justicia social que yo ya buscaba. Eran los momentos de euforia, de
improvisación y creatividad de una revolución que todavía no se declaraba socialista,
pero que había transformado al pueblo en el verdadero protagonista del proceso
y en su principal beneficiario. Una revolución que desde tan temprana edad
había empezado a practicar la solidaridad con otros países de América latina.
— ¿Puedes poner un ejemplo de alguna expresión de solidaridad de la revolución cubana?
5. —Recuerdo
siempre mi visita a un cuartel transformado en escuela en la Sierra Maestra. Al
saber que yo venía de Chile —país recientemente afectado por un fuerte
terremoto que había destruido muchas viviendas—, aquellos niños campesinos de
corta edad, para mi asombro, me preguntaron por el terremoto y me dijeron que
en su escuela estaban esperando la llegada de niños chilenos mientras se
reconstruían sus casas.
6. Las seis
semanas en las que recorrimos la isla de punta a cabo nos permitieron vibrar
con ese pueblo y sus múltiples esfuerzos por comenzar a salir de la pobreza y
encontrar una vida digna. Esa experiencia produjo en mí una rápida politización
que asombró a mis amigos más cercanos. Desde entonces las preocupaciones
políticas pasaron a ser más importantes que las religiosas, pero esto todavía
nada tenía que ver con el marxismo.
— ¿Cómo llegaste a París?
7. —Luego de
licenciarme en Psicología en la Universidad Católica de Chile, y de empezar a
trabajar como profesora de Psicología Fenomenológica en esa universidad, decidí
postular a una beca que ofrecía la embajada francesa, junto a Rodrigo Ambrosio,
mi pololo (así llamamos en Chile a las relaciones amorosas antes de ser formalizadas
en noviazgo) y otra pareja: Cristina Hurtado y Raimundo Beca. Todos nos ganamos
becas y viajamos a París en barco en septiembre de 1963.
8. En esa
época de mi vida pre-política, si la pudiésemos llamar así, tenía una gran
preocupación filosófica: el tema de la libertad humana. Una prueba de ello es
que mi tesis de licenciatura en la carrera de Psicología estuvo centrada en la
fenomenología del acto libre. Mi visión de la libertad humana se contraponía a
mi visión del marxismo de aquel entonces: rechazaba el materialismo mecanicista
que negaba dicha libertad.
—Has mencionado el marxismo, ¿podría decirme cómo llegaste a interesarte en él?
9. —Mi
interés por el marxismo aparece como resultado de la lucha estudiantil entre
cristianos y comunistas. En el medio político en que yo me movía (simpatizantes
de la Democracia Cristiana), oía constantes críticas a la teoría marxista y,
por un principio de honradez intelectual, fue surgiendo en mí la necesidad de
conocer en sus propias fuentes esa teoría.
10. —Conociendo
que me había propuesto estudiar el marxismo durante mi estadía en Francia, mi
amigo cristiano‑marxista chileno (Jacques Chonchol) me recomendó hablar con un
sacerdote francés, militante del partido comunista de ese país. No recuerdo su
nombre. Y ese sacerdote me recomendó ponerme en contacto con Luis Althusser,
que entonces impartía clases en la Escuela Normal Superior de la Rue D’Ulm, en
el Barrio Latino. Me lo recomendó porque él consideraba que era una persona que
tenía una gran disposición a trabajar con los jóvenes.
— ¿Ya habías leído algo sobre el marxismo?
11. Antes de
conocer Althusser había leído dos textos marxistas: un pequeño librito de
Politzer sobre el materialismo dialéctico y un libro de Charles Bettelheim
sobre el subdesarrollo. El primero lo único que hizo fue aumentar mis
aprensiones como creyente acerca del materialismo marxista. El segundo fue
fundamental para acercarme al marxismo ya que echaba por tierra la expandida
tesis del llamado "círculo vicioso de la miseria" que el sacerdote
jesuita Roger Veckemans nos había inculcado en Chile. Se me abrió un mundo
cuando entendí que la pobreza de nuestros países no se debía a que fuésemos
menos capaces o más pobres, sino a la explotación que habíamos sufrido por
parte de los países desarrollados. Era la primera explicación marxista
convincente que recibía acerca de cómo funcionaban nuestras sociedades.
12. En mis
primeras vacaciones en Francia, además de dedicar un tiempo al turismo viajando
“a dedo” (autostop) por el Sur de Francia hacia Italia, dediqué otra
parte de éste a leer sobre Marx. Probablemente orientada por el sacerdote
comunista leí el libro del jesuita Jean-Ives Calvez: La Pensée de Karl Marx [2] (El pensamiento de Kart
Marx) y me identifiqué mucho con su búsqueda intelectual inicial.
—Volviendo a tu viaje a París, ¿qué fuiste a estudiar?
13. —Yo
pensaba inicialmente especializarme en Psicología Social, para volver a
impartir clases en Chile sobre la materia, pero al ver el programa de La
Sorbonne me di cuenta que ya había estudiado todos esos contenidos en mi país.
Fue entonces cuando un amigo uruguayo de la Acción Católica [3] que
estaban estudiando en París, me recomendó hablar con Paul Ricoeur, un conocido
filósofo francés que realizaba unas especies de tutorías con algunos
estudiantes interesados en esta forma de aprendizaje.
14. Ricoeur
me recomendó leer a varios autores, pero como todos ellos tenía hacían
referencias a Kant, autor que yo no había estudiado, terminó por recomendarme
la lectura de una de sus obras: La Crítica de la razón pura. Recuerdo
que leía 16 páginas por días y trataba de ir resumiendo sus principales ideas.
Mi primer trabajo fue comparar el concepto de imaginación radical de Kant y con
el de fantasía creadora de Phillip Lersch, un psicólogo alemán con un enfoque
fenomenológico de esta materia que se estudiaba en la carrera de Psicología en
la Universidad Católica de Santiago. [4] Carente de formación
filosófica, me sentía muy insegura intelectualmente al estudiar estos autores
tan complicados para mí Mi inseguridad era tal que nunca me atreví a
preguntarle a Ricoeur qué pensaba de mi trabajo. Luego me dio una segunda
tarea: escribir acerca de una obra de Merleau Ponty. Recuerdo que hice un
resumen de ella y se la entregué a mi profesor, pero nunca supe qué opinó de
ella.
15. Ese
primer año y parte del segundo, no tuve contacto alguno con Althusser.
2. Relación con Althusser : Una profunda amistad: —¿Cuándo ocurrió tu primer contacto?
16. —Fue, si
no recuerdo mal, en el otoño de 1964, luego de las vacaciones de verano en
Europa y habiendo ya leído el libro de Calvez, que contacto por la primera vez
a Althusser. Habíamos formado un grupo de estudios con el grupo que llegó
conmigo y algunos amigos latinoamericanos provenientes de diversos países y
relacionados a mis actividades previas en la Acción Católica Universitaria,
fundamentalmente brasileños. [5] Fue por encargo de ese grupo que al
fin me decidí a contactarlo. Lo llamé por teléfono para pedirle una cita e
inmediatamente me invitó a pasar por su casa.
17. El vivía
en un pequeño departamento dentro de la Escuela Normal Superior de Rue D’Ulm, a
unos 50 metros del hotel en que yo estaba alojada en la calle Feuillantines. Me
impresionó el buen gusto con que esta arreglada su sala y lo humano que él era.
Mi timidez inicial desapareció rápidamente.
18. Ese
primer encuentro con Althusser fue el inicio de una gran amistad. Desde que lo
conocí hasta que cayó en estado depresivo profundo en 1968, lo veía
regularmente una o dos veces por semana, sea en su departamento, donde él mismo
cocinaba, sea en algún restaurante a la orilla del Sena, o en algún otro lugar
del Barrio Latino.
19. En ese
momento yo estaba viviendo una crisis personal. Por un lado, el amor no
correspondido por parte de Rodrigo Ambrosio, cuya relación yo había terminado
meses antes de ir a París, pero que ya en esa ciudad en vano quise retomar —él
había quedado muy traumatizado por la inesperada ruptura de mi parte—. Por
otro, una gran inseguridad intelectual provocada por las lecturas filosóficas
que me recomendaba Paul Ricouer. Recuerda que yo estudié Psicología y tenía,
por lo tanto, una escasa formación filosófica.
20.
Althusser me ayudó en ambos planos, en el afectivo y en el intelectual. En el
primero decía que no podía entender cómo no era correspondida. En el plano
intelectual me reafirmó enormemente.
21. Me pidió
le pasara el último trabajo que acababa de terminar para Ricoeur sobre Merleau‑Ponty.
Recuerdo que le dije: “No se si soy inteligente o no.” “Pásame tu trabajo” — me
dijo. Y luego de leerlo expresó: “Tú tienes una gran capacidad pedagógica. No
te preocupes tienes tiempo para ser filósofa; todavía eres muy joven.” Eso me
ayudó mucho. La verdad es que nunca llegué a ser filósofa, pero sí creo que tengo
una fuerte vocación pedagógica y habilidades para comunicar ideas en forma
sencilla.
22. Una de
de las primeras cosas sobre las que conversamos con Althusser fue sobre el tema
del tiempo que para mí era como una camisa estrecha. Le expresé mi angustia de
sentir que no podía hacer todo lo que quería hacer. Nunca he podido entender
cómo la gente puede aburrirse cuando hay tantas cosas en que ocuparse. El me
recomendó leer su artículo sobre el teatro materialista donde habla de Bertold
Brecha, publicado en diciembre del 1962 en la revista Esprit, porque
allí abordaba ese tema. Ese fue el primer trabajo que leí de él.
23.
Althusser había estado publicando anualmente desde 1960 artículos muy
interesantes [6] y polémicos en relación con las obras de la juventud
de Marx, que luego fueron reunidos en su libro Pour Marx, publicado
en 1965 por la editorial Masperó. Los planteamientos allí vertidos conmovieron
al medio intelectual francés y luego al europeo, entre otras cosas porque iban
contra la corriente de aquellos años en que muchos autores estaban
desarrollando una visión humanista del marxismo basado en las obras del joven
Marx.
24. Él me
fué pasando esos artículos y me recomendó leer directamente a Marx empezando
por El Capital, y no por sus páginas iniciales sino partiendo por
el capítulo de la plusvalía, ya que en los primeros capítulos Marx había
coqueteado —según el— con la dialéctica hegeliana.
25. Se
estableció así entre ambos un riquísimo intercambio intelectual. Yo le iba
consultando las dudas a medida que iba leyendo sus escritos, al comienzo los
que él había publicado hasta ese momento y luego sus trabajos inéditos, o El Capital; y él me iba contando
acerca de sus nuevas incursiones teóricas.
26. Cuando
lo invité a participar en una reunión de nuestro grupo de latinoamericanos, me
respondió que no tenía tiempo para hacer esto ya que estaba trabajando
intensamente en su libro Pour Marx, pero que me invitaba a
participar en el seminario sobre otro libro en preparación: Lire Le
Capital. Me recomendó en cambio invitar a Régis Debray muy amigo de él.
En esa época Régis ya había publicado su primer libro: El castrismo: La larga marcha de América
Latina.
— ¿Podrías decirnos qué papel atribuyes a ese pensador en el desarrollo del marxismo y en tu propia formación personal?
27. —A mi
entender Althusser hizo un aporte fundamental en el campo teórico: nos permitió
redescubrir el marxismo. Nos enseñó no sólo que Marx no había sido superado,
como solía plantearse entonces, sino que, por el contrario, el potencial
teórico de su obra había sido subutilizado; que la ciencia de la historia
descubierta por Marx nada tiene que ver con las interpretaciones dogmáticas del
marxismo que lo consideran un conocimiento acabado; que gran parte del camino
está por hacerse; que ser marxista no es repetir fórmulas hechas y aplicarlas
mecánicamente a realidades históricas concretas sino extraer de las obras de
Marx aquellos instrumentos teóricos que permiten enfrentar en forma creadora
nuevas realidades.
28. En
cuanto a mí, Althusser me hizo descubrir a Marx. Me apasionó tanto su enfoque
del marxismo como instrumento para la transformación social que decidí
abandonar la psicología (en Chile me esperaban como docente universitaria en
esa materia), para dedicarme de lleno al marxismo. Esa decisión la tomé previa
consulta con mis amigos chilenos de París. Era una decisión demasiado
importante para tomarla sola. Yo quería su opinión acerca de donde yo podía ser
más útil para Chile. Todos concordaron en que debía dedicarme a estudiar
marxismo.
29. Entonces
pensaba que a mi regreso a Chile podría ganarme la vida como traductora de
francés. Nunca pensé que iba a poder vivir del marxismo. Pero llegué a Chile en
plena reforma universitaria, cuando se valoraba más haber escrito un libro que
tener un título universitario. Mi único título entonces y hasta hoy es el de
Licenciada en Psicología. Fue gracias a Los conceptos elementales del
materialismo histórico, mi primer libro, que llegué a ser profesora
universitaria de esta materia. Junto con Clodomiro Almeida, que luego fue
ministro de Salvador Allende, elaboramos los primeros programas de marxismo en
la Universidad de Chile.
— ¿Cuándo empiezas a estudiar a Marx propiamente tal?
30. Eso
ocurrió el verano de 1965 luego de mis primeros contactos con Althusser y mi
decisión de prepararme en marxismo. Dejé la tutoría de Ricoeur y comencé a leer
a Marx. Me concentré en estudiar El Capital —como me había
recomendado Althusser— y lo hice en forma muy rigurosa, haciendo resúmenes y
esquemas de todo lo que iba aprendiendo. Más tarde, en 1971, gran parte de ese
material fue incluido en mi segundo libro: El capital: conceptos
fundamentales.
— ¿Qué aprendiste de Althusser?
31. —Él me
enseñó el método con que debía estudiar a los clásicos del marxismo. Me enseñó
a “leer”, a leer más allá de lo que una cita dice textualmente, a leerla en su
contexto, a leer en profundidad, a deducir de lo que el autor dice, pero
también de lo que no dice, a desentrañar su pensamiento profundo. Creo que sólo
de esta manera es posible que nos liberemos del dogmatismo, de la repetición de
citas textuales sacadas de su contexto; que aprendamos a argumentar con
razonamientos y no con recitación de textos. Sólo de esta manera se puede
desarrollar creadoramente el marxismo, extrayendo de las obras de los clásicos
un enorme caudal de instrumentos teóricos que serán muy útiles para el estudio
de las nuevas realidades que van surgiendo. Gracias a este método logré
reconstruir, por ejemplo, el concepto de clases sociales en Marx. Darle de
alguna manera vida al capítulo inconcluso de El capital . En ninguna
parte de su obra Marx define el concepto de clase social. Cuando lo iba a hacer
muere, pero a lo largo de toda su obra están presentes los elementos teóricos
que permiten darle un contenido conceptual a esa palabra clave para el
marxismo.
32. Quiero
aclarar, finalmente, que mi admiración por Althusser y mi gratitud por todo lo
que significó su apoyo y amistad en mi desarrollo intelectual y personal, no
significa que haya compartido plenamente todos sus planteamientos. Recuerdo que
no compartí su crítica a la Unión Soviética en relación con la guerra en
Vietnam. Pero, sean cuales sean nuestras diferencias eso no invalidan en
absoluto el gran aporte que creo que ha hecho al desarrollo de la teoría
marxista.
— Entiendo que tú participaste en seminarios en la Escuela Normal Superior, ¿es así?
33. —Sí, así
es. No recuerdo si fue a fines del 64 o comienzos del 65 que Althusser convocó
al seminario sobre el tema de su futuro libro: Para leer El Capital. Este libro cumplió 50 años de ser
publicado en 2015. El seminario era abierto a personas de fuera de la Escuela
Normal y, como te mencioné antes, Althusser me había invitado a asistir a él.
Lo hice acompañada de Petrola, un amigo brasileño filósofo.
34. Este
libro fue escrito por varios autores. Además de Althusser, participan: Etienne
Balibar, Roger Establet , Jacques Rancière, Pierre Macherey. En el seminario,
cada autor exponía su capítulo y luego se entraba a una discusión colectiva. Me
costaba mucho seguir la exposición de los autores cuando leían sus respectivos
capítulos. Por una parte, mi comprensión del francés no era perfecta, pero,
sobre todo, no tenía la formación filosófica para entender muchas de las cosas
que allí se planteaban. Quien ha leído a Althusser sabe lo complejo que es su
pensamiento. Sin embargo, cuando se abría el debate y los autores respondían a
las preguntas lograba entender mucho más.
35. En el
otoño del año siguiente (1966) empecé a participar en un seminario organizado
por el grupo de discípulos de Althusser de la Escuela Normal. En este caso tuve
una participación activa. Me sentía mucho más segura por haberle leído
prolijamente El Capital en
las vacaciones.
— ¿Fueron estos discípulos suyos los que luego abandonaron el Partido Comunista?
36.
—Efectivamente, este grupo fue derivando cada vez más hacia el maoísmo hasta
plantearse el abandono del Partido Comunista en el que todos ellos militaban.
Yo también simpatizaba mucho con el maoísmo. Me extrañó que Althusser no
abandonara el Partido como sus discípulos, ya que él tenía apreciaba altamente
el pensamiento de Mao Tse Tung. Cuando le pregunté la razón de su decisión me
respondió: “He permanecido en el partido porque es allí donde está la clase
obrera francesa. Ellos (sus alumnos) son un grupo pequeño burgués y como tal
tienden a irse a los extremos.” Y eso fue lo que ocurrió. Una gran parte de
este grupo que era extremadamente teórico, en un momento posterior decidió
abandonar los estudios teóricos e incorporarse a trabajar en las fábricas como
obreros. El mayo francés (1968) los encuentra en esa situación y por eso no
pudieron participar en la orientación política de esas luchas.
— ¿La enfermedad de Althusser afectó tu relación con él?
37. —Si no
me equivoco fue en el verano u otoño de 1967 que Althusser cae en la depresión
profunda que te mencioné anteriormente y desaparece por varios meses de la
Escuela Normal. Para mí fue muy duro verlo derrumbarse y no poder ayudarlo. Es
terrible ver que una persona por la que sientes un gran cariño se hunde a tu
lado y no puedes hacer nada por salvarla. La depresión es una enfermedad que te
lleva a aislarte, creas una muralla que no puede ser traspasada por nada ni
nadie. Se trata de una enfermedad que tiene orígenes en traumas sicológicos
tremendos en la vida infantil.
38. La
enfermedad me permitió cortar con el cordón umbilical que me unía a Althusser.
Ese año decidí volver a Chile. No sé qué hubiese pasado si él no se hubiese
enfermado. Me parecía tan difícil abandonar París cuando tenía las
posibilidades de estar en constante diálogo con él. Además entre nosotros se
había creado una relación muy especial, algo más que una simple amistad. Yo
muchas veces me pregunté si no estaría enamorándome de él o si sólo se trataba
de una inmensa abstracción intelectual. Él, por su parte, me confesó que debido
a sus problemas psicológicos no podía amar profundamente a nadie y que si bien
sentía un gran afecto por mí, no quería establecer una relación que me haría
sufrir.
39. Ese
mismo verano mi padre me había invitado a ir Chile en las vacaciones europeas,
lo que también ayudó a que me motivara a regresar a mi país. En ese momento
Althusser ya era famoso en América Latina, y yo empezaba a ser conocida por el
prólogo que hice de su libro: Pour Marx que, con su consentimiento,
titulé: La revolución teórica de Marx.
3. Mis primeros escritos
— ¿Cómo fue que llegaste a traducir Pour
Marx al español?
40. —Para
responderte, debo volver un poco atrás. Cuando llegué a estudiar a París me
había propuesto quedarme sólo dos años y luego volver a mi país. No quería que
me pasara como a otros estudiantes de América Latina que nunca volvía, se
transformaban en eternos becados. Por ello decidí renunciar a un tercer año de
beca, pero luego, al conocer Althusser, y al sentir que era una oportunidad
extraordinaria poder trabajar tan cerca de él, decidí quedarme por más tiempo y
para sobrevivir tuve que empezar a trabajar.
41. Empiezo
vendiendo tarjetas postales artísticas en una librería del Barrio Latino y
luego trabajo en la traducción de Pour
Marx y luego de Para Leer
El Capital. Debo haber iniciado la traducción del primero a mediados
de 1965 o comienzos de 1966, terminándola en agosto de este último año. Siglo
XXI editores publica este libro a inicios de 1967. No recuerdo bien pero
probablemente fue Althusser quien me propuso como traductora a dicha casa
editorial mexicana.
42. La
traducción de Pour Marx fue
una tarea llena de desafíos, pero muy positiva porque me obligó a adentrarme a
fondo en el pensamiento de su autor. Y la introducción a ese libro fue mi
primer escrito. Cuando se la muestro a Althusser a él le encantó. Encontró que
había sido capaz de poner en forma muy clara conceptos que eran muy complejos.
Al revisarla me pidió incluir algunas precisiones filosóficas que el mismo
redactó.
43. Esa
introducción me dio a conocer como intelectual marxista althusseriana en los
medios académicos latinoamericanos, y lo hizo en un momento en que había un
verdadero snobismo althusseriano. Esta situación se revertiría algunos años
volviéndose en un snobismo anti Althusser. Muchos de los que fueron muy
admiradores suyo, luego, con la crítica a su supuesto estructuralismo, se
trasnformaron en anti-althusserianos sin haber entendido a cabalidad su
pensamiento.
— ¿En qué fundamentas tu afirmación?
44. —Hubo
dos cosas que yo viví de cerca que revelan lo poco que lo entendieron.
45. La
primera se refiere a mi experiencia en un seminario realizado en Paris al que
asistió un grupo selecto de filósofos. Este seminario debía estudiar primero el
tema del estructuralismo —que estaba de moda en ese momento en París— y luego a
Althusser.
46. Mientras
se discutía sobre estructuralismo, tema que me costaba muchísimo entender, no
me di cuenta de la calidad de los debates, pero cuando entramos a discutir el
pensamiento de Althusser —que yo dominaba—, me di cuenta que muchos de esos
grandes filósofos no habían entendido varios de sus conceptos claves.
47. La otra
prueba es lo que ocurre con el libro de Althusser La revolución teórica de
Marx. Ahí yo uso el término de “estructura a-dominante” para traducir su
concepto “structure à dominante” distinguiéndolo de su otro concepto:
“estructura dominante” (structure dominante). El editor decidió, sin
consultarme, eliminar simplemente la “a” de la palabra “estructura a-dominante”
porque consideró que esa palabra no existía en español, dejó sólo “estructura
dominante” y con ello deformó completamente el esfuerzo hecho por el autor por
diferenciar ambos tipos de estructuras. En Althusser el término “estructura a
dominante” se refiere al concepto del todo social que está compuesto de varias
estructuras (económica, ideológica, jurídico‑política), una de las cuáles
domina en el todo mientras las otras tienen un papel subordinado.
48. Yo
reclamé y logré que aceptaran corregir la segunda edición. Después de 17 años
de esa edición corregida leo un artículo del dirigente comunista chileno
exiliado en París donde escribe: “Como Althusser dijo, ‘estructura dominante o
a‑dominante’...” Asombrada de esta formulación, reviso la edición corregida y
compruebo que habían corregido un pliego del libro, pero que los otros pliegos
habían conservado el error. Y ese libro fue utilizado como texto por profesores
universitarios durante 17 años y nadie reclamó por dicho error. Eso me hace
pensar que no entendieron uno de los conceptos más claves de la interpretación
althusseriana de Marx.
— ¿En qué contexto político‑social llegan las obras de Althusser a América Latina?
49. —Las primeras obras de Althusser llegaron a América Latina en un
momento en que se habían producido reformas universitarias y el marxismo
empezaba a ser por primera vez materia de estudio universitario. Fueron años de
auge del marxismo y del pensamiento de izquierda. Los trabajos de varios
intelectuales marxistas sirvieron de base para la elaboración de los
planteamientos programáticos de los gobiernos y partidos de izquierda de esa
época, en brutal contraste con la situación actual.
— ¿Cómo fue que llegaste se escribir ‘Los conceptos elementales del materialismo histórico’?
50. —La
Introducción a Pour Marx no
sólo fue una carta de presentación ante los intelectuales latinoamericanos,
sino que también sirvió para que Althusser me invitase a colaborar en otro
libro que él y Etienne Balibar iban a emprender. El proyecto era que yo
colaborara haciendo una exposición más pedagógica de sus ideas. El habló con
Masperó, el editor francés de muchos de sus libros, sobre este nuevo proyecto y
consiguió que él me comenzara a pagar en forma anticipada una cierta cantidad
de dinero por ese trabajo. Ese proyecto nunca prosperó porque fue entonces
cuando Althusser cayó en esa profunda depresión.
51. En el
último año de mi estadía en París (fines del 67 y mitad del 68) me dediqué a
impartir un curso sobre el materialismo histórico con el enfoque althusseriano
a un pequeño grupo de estudiantes latinoamericanos: brasileros, chilenos,
mexicanos y haitianos. Quién tuvo la idea de hacer una pequeña escuela para
formar cuadros políticos latinoamericanos fue Adolfo Orive, un economista
mexicano que estudiaba en París, hoy senador de la República. El provenía de
una familia mexicana muy rica y tenía bastante dinero como para pagarme un año
más de estadía en París.
52. Cuando
Althusser cae en esa profunda depresión, yo fui a ver a Masperó y le expuse mi
decisión de devolverle el dinero que había recibido de él para el proyecto de
libro de Althusser. El se mostró muy asombrado, nadie jamás le había devuelto
un dinero por un trabajo relacionado con la editorial. No quería aceptarlo.
Entonces, la alternativa que le presenté fue la de transformar en un pequeño
manual el texto sobre materialismo histórico que había preparado para impartir
las clases al grupo de latinoamericanos que mencioné anteriormente. Le ofrecí
además un segundo libro sobre el materialismo dialéctico y otro sobre conceptos
políticos. Masperó se mostró encantado.
53. Sin
embargo, a los pocos meses, cuando Althusser se recupera de su depresión y
conoce mi propuesta, le pide a Masperó que suspenda la publicación de dicho
libro, porque contenía ideas que él todavía no había publicado, a las cuales yo
había podido tener acceso por estar trabajando en el proyecto del otro libro
que mencioné anteriormente. No objetó, sin embargo, que yo lo publicara en
América Latina.
54. Contacté
a Arnaldo Orfila, director de Siglo XXI Editores, quien recibió con gusto la
idea. Él había quedado muy bien impresionado con la lectura de mi introducción
a La Revolución teórica de Marx y luego con un contacto personal que
habíamos tenido en relación con la publicación de ese libro.
55. Terminé
de escribir Los conceptos ... en 1968, poco antes de partir a Chile.
Después supe que una de las personas que contribuyó a que el libro fuese
publicado en dicha casa editorial fue Gaspar Ilom, que luego se transformaría
en el comandante de una de las organizaciones guerrilleras guatemaltecas: la
Organización del Pueblo en Armas (ORPA).
— ¿Cómo explicas el éxito que tuvo dicho libro en América Latina y otras partes del mundo?
56. —Te
confieso que nunca pensé, ni creo que el propio editor haya imaginado la enorme
repercusión que tendría este esfuerzo pedagógico. Yo siempre digo que lo pude
escribir porque no tenía entonces, ni tengo todavía, un conocimiento
enciclopédico del marxismo. Sólo había leído El capital de Marx y
algunas otras obras de lo que Althusser llamaba: el “Marx maduro”, y los
escritos de Althusser de los años 60. Luego, en la edición revisada y ampliada
en 1985, incorporé obras posteriores de Althusser, fundamentalmente su artículo
acerca de los aparatos ideológicos del Estado.
— ¿Podrías decirnos qué persigues con tus trabajos sobre teoría marxista?
57. El
objetivo fundamental de mis trabajos ha sido y es de orden pedagógico. Primero
pretendí hacer llegar a mucha gente ese redescubrimiento del marxismo realizado
por Althusser y el grupo de compañeros que trabajaba con él. Como sabes, su
lenguaje era muy hermético aún para los propios intelectuales; me esforcé por
hacer llegar todo eso a los trabajadores. Y luego, a medida que iba
profundizado en el marxismo, cómo hacer accesible al máximo de gente todo lo
que iba descubriendo.
58. Es
extraño, pero creo estar en lo cierto al decir que existen muchos más
investigadores y estudiosos del marxismo que pedagogos, pero resulta que no son
los investigadores ni los estudiosos los que hacen la historia, son nuestros
pueblos. Yo me propuse como tarea ayudar a la gente sencilla a desembarazarse
de la ideología dominante burguesa, a ayudarla a tener una posición crítica, quise
colaborar dándole instrumentos que le permitiesen enfrentarse a realidades
nuevas y cambiantes. Los manuales clásicos de marxismo no me convencían, me
parecía que la gente aprendía a recitar y no a analizar, ellos daban la
impresión de que existen respuestas hechas para todo, cuando lo que hay que
hacer es construir esas respuestas a cada instante.
59. Mi
esfuerzo estuvo encaminado entonces a dar instrumentos de trabajo intelectual,
no respuestas hechas, y a tratar de explicar cómo se llega a esos instrumentos.
Si se lee con atención la última revisión (1985) de mi libro: Los
conceptos elementales del materialismo histórico , las grandes
definiciones están siempre al final de un largo recorrido explicativo. Y esto
es más claro aún en los Cuadernos de educación popular donde, por
ejemplo, el concepto de fuerzas productivas que se ha prestado a tantas
simplificaciones e interpretaciones evolucionistas que nada tienen que ver con
el marxismo, no aparece en el primer cuaderno, Explotados y explotadores,
sino en el tercero de la edición actualizada y generalizada, de la editorial
española Akal.
60. La
verdad es que he sido la primera sorprendida por la gran difusión que han
tenido mis libros. Nunca pensé que un texto, que estuvo inicialmente destinado
a un pequeño grupo de compañeros revolucionarios, llegara a tener tal acogida,
transformándose de hecho en texto de estudio de las universidades
latinoamericanas. Tampoco imaginé que los Cuadernos de educación popular,
elaborados para responder a las ansias de educación política de crecientes
sectores del proletariado y de los estudiantes chilenos durante el gobierno de
Allende, iban a ser reproducidos y adaptados en numerosos países de América,
Europa y también de África. Creo que ello se debe a lo que decía antes, al gran
vacío pedagógico que hay en el terreno del marxismo.
—Tu primer libro ha sido muy bien recibido por amplios sectores pero también ha sido muy criticado por otros, ¿qué interpretación haces de esa recepción contradictoria?
61. —Los que
me han criticado han sido los intelectuales, los que han agradecido mi
contribución han sido los militantes políticos populares, saca tú tus propias
conclusiones.
4. validez actual de los aportes teóricos de Althusser —¿Se puede decir que el pensamiento de Althusser tiene validez en el momento actual?
62. —Yo creo que gran parte de sus formulaciones teóricas siguen teniendo
gran validez y siguen siendo muy útiles. Hay que recordar que el proyecto de
Althusser era rescatar el poder y originalidad de la teoría de Marx para el
avance del conocimiento científico de la sociedad y, a partir de ese
conocimiento, poder ofrecer al movimiento comunista internacional elementos
para orientar la acción política. Su mira estuvo siempre en la transformación
de la sociedad mediante la lucha revolucionaria.
63. A
continuación me refiero brevemente a algunas de estas formulaciones.
La ruptura epistemológica. Las nociones de campo ideológico y de problemática
64.
—Althusser nos enseñó —como te decía— a estudiar el pensamiento de Marx. La
gran pregunta que nos planteaba era: ¿en qué momento la elaboración teórica, el
pensamiento de Marx puede comenzar a reconocerse como tal, como diferente de
otros autores de su época?
65. El nos
dice que toda ciencia tiene un comienzo, una prehistoria de la que sale y de la
que continúa saliendo, pero hay un momento en que el pensamiento de un autor se
diferencia del de otros autores. A ese comienzo Althusser le llamó corte o
ruptura epistemológica, reconociendo la paternidad del concepto en Gastón Bachelard.
66. Para
entender esta ruptura son fundamentales los conceptos de problemática y de
campo ideológico. Todo pensamiento tiende a ir evolucionando, pasando por
diversas etapas, caracterizándose cada una de ellas por la forma en que se
articulan los diversos conceptos en una problemática o un nuevo dispositivo
conceptual.
67. Marx en
un momento asumió la problemática feuerbachiana. Una lectura crítica cuidadosa
de Marx como la que hizo Althusser al editar la traducción francesa de
Feuerbach, demuestra que muchos de los párrafos que los marxistas humanistas
citaban como propios de Marx, no eran sino copia de párrafos textuales de
Feuerbach que Marx escribía para su uso personal.
68. Sólo
cuando un pensamiento rompe con diversas problemáticas del pasado y produce una
nueva problemática es cuando se puede hablar con propiedad de un pensamiento
propio. El pensamiento original de Marx sólo surge en un momento de su
desarrollo intelectual, cuando rompe con las problemáticas hegeliana y
fuerbachiana con las que se había identificado previamente y en las cuales
están inmersas sus obras de juventud.
69. Los
escritos del Marx joven —que hablan del ser humano, su alienación y su
liberación— tardíamente traducidos y desde los años 30 utilizados en el medio
académico europeo para luchar contra el marxismo, empiezan a ser utilizados por
los intelectuales marxistas y los propios partidos comunistas luego del XX
Congreso del PCUS (1956), que criticó al culto de la personalidad de Stalin.
70. Según
Althusser, esa concepción humanista de la obra de Marx —que fue adoptada por
varios partidos comunistas, e incluso por el PCUS—, en lugar de resolver los
problemas de la izquierda y del socialismo soviético llevaban a un callejón sin
salida.
71. Una
nueva problemática significa siempre nuevos conceptos, en el caso de Marx: modo
de producción, fuerzas productivas, relaciones de producción, plusvalía,
etcétera.
La envergadura del descubrimiento de Marx
72. —Según
Althusser, Marx no se dio cuenta de la profundidad de su descubrimiento
teórico. Se pensó a sí mismo como alguien que aportaba en el terreno económico
y, especialmente, en cuanto a la comprensión de la lógica capitalista, pero la
envergadura de su aporte fue mayor, el fundó —como dice Althusser— una nueva
ciencia: la ciencia de la historia.
73. Para
llegar a esta conclusión me pareció muy interesante del método con que
Althusser lee a Marx y especialmente su obra maestra El Capital. No
sólo estudia lo que él dice explícitamente, sino también lo que no dice —como
te decía— y muchas veces eso que no dice ilumina más su pensamiento que lo que
dice, de la misma manera que un psicoanalista descubre más cosas en los
silencios y sueños de su paciente que en lo que éste comunica directamente.
74. Para
explicar la profundidad del descubrimiento de Marx, Althusser utilizaba la
metáfora de los continentes científicos. Desarrollé esta idea en mi libro
Los conceptos elementales del materialismo histórico. Allí digo,
citando a Althusser [7] , que antes de Marx sólo habían sido
descubiertos dos grandes continentes: el continente Matemáticas por los griegos
(Tales o lo que el mito de este nombre así designa) y el continente Física por
Galileo y sus sucesores. Una ciencia como la química fundada por Lavoisier es
una ciencia regional del continente Física. Una ciencia como la biología, al
integrarse a la química molecular, entra también en este mismo continente. La
lógica en su forma moderna entra en el continente Matemáticas. Por el
contrario, es muy posible que Freud haya descubierto un nuevo continente
científico. Marx, por su parte, habría abierto al conocimiento científico un
nuevo continente: el continente de la Historia.
75. Esta
nueva ciencia fundada por Marx es una ciencia “materialista” como toda ciencia
y, por ello, se la ha denominado materialismo histórico. La palabra
materialismo indica simplemente la actitud estricta del sabio frente a la
realidad de su objeto, que le permite captar, como diría Engels, “la naturaleza
sin ninguna adición desde fuera”. Pero, la expresión “materialismo histórico”
es, sin embargo, algo extraña, ya que las otras ciencias no emplean la palabra
“materialismo” para definirse como tales. No se habla, por ejemplo, de
materialismo químico, o de materialismo físico. El término materialismo,
utilizado por Marx para designar la nueva ciencia de la historia, tiene por
objeto establecer una línea de demarcación entre las concepciones idealistas de
la historia y la nueva concepción materialista, es decir, científica de la
historia.
76. Ser
capaz de hacer un análisis científico de los fenómenos históricos es ser
capaces de descubrir la causalidad o determinación que los rige, permitiéndonos
predecir de alguna manera lo que podría ocurrir en el futuro. No se trata del
determinismo mecanicista de la mecánica clásica expresada en leyes del
movimiento de Newton, relacionadas con causas y efectos simples, ni del
determinismo evolucionista de Darwin, sino de una causalidad estructural o
causalidad dialéctica estructural. Así definió a Althusser al determinismo
marxista.
El concepto de contradicción sobredeterminada contra el determinismo mecanicista
77. —Y
justamente una de las primeras cosas que logró Althusser fue romper en mí el
fantasma del determinismo mecanicista del marxismo. Yo era entonces ¾ como te
decía anteriormente ¾ católica militante y me preocupaba el tema de la libertad
humana. Althusser con su concepto de contradicción sobredeterminada resolvió mi
problema filosófico. Su defensa de la dialéctica marxista como un fenómeno
antimecanicista, donde no hay una contradicción simple: fuerzas
productivas/relaciones de producción sino que esta contradicción está siempre
sobredeterminada por otras múltiples contradicciones, me permitió entender que
no era contradictorio afirmar que la sociedad determina el quehacer del
individuo (hombre o mujer), pero que éste/a, a su vez, desempeña un papel en la
historia.
78. Este determinismo de nuevo tipo, que permite un espacio para la acción
del hombre en la historia, nos permite ver en qué lugar tenemos que combatir
para que nuestro actuar sea más eficaz, porque sí debemos combatir para
transformar el mundo. Esta forma de entender el determinismo marxista confronta
la tesis evolucionista mecanicista que deduce el advenimiento del socialismo de
la maduración la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de
producción. Y nos permite entender por qué las crisis estructurales del
capitalismo no conducen necesariamente a salidas revolucionarias.
Los diferentes niveles teóricos y los diferentes del discurso
79. —Otro aspecto metodológico que aprendí de Althusser —y que me parece primordial para hacer una lectura crítica de un autor— es la necesidad de distinguir entre los diferentes niveles y características de su discurso. Para ilustrar lo que quiero decir, veamos lo que ocurre en El Capital. En los primeros volúmenes, cuando El Capital Marx se está refiriendo al nivel más abstracto, al nivel del modo de producción capitalista, vemos que sólo existen dos clases: la clase capitalista dueña de las empresas (de los medios de producción) y la clase obrera explotada por estos dueños. Pero ya en el tercer volumen, cuando empieza a considerar la sociedad capitalista, bajando el nivel de abstracción, aparece una tercera clase: la clase dueña de la tierra, sin la cual no podrían entenderse como surgen las relaciones capitalistas. Esto ocurre en El Capital.
80. Si ahora
analizamos una obra histórica como El 18 Brumario de Luis Bonaparte vemos
que en esa obra se menciona una mayor cantidad de clases y fracciones de clase.
81. Algunos
autores han señalado esto como una incoherencia en Marx (a veces habla de dos
clases, otras de tres y otras de muchas más) sin percatarse de que se trata de
diferentes niveles de abstracción: el modo de producción, la formación social,
la coyuntura política. Aunque, como he explicado en mi libro: Los conceptos
elementales del materialismo histórico, a nivel de la coyuntura política es
preferible hablar de fuerzas sociales y no de clases, ya que puede haber
algunos burgueses que apoyen el proyecto político de los trabajadores, como
puede haber trabajadores que apoyen a sectores burgueses.
82.
Althusser me enseño también a entender que hay distintos tipos de discursos:
teóricos, políticos, pedagógicos y que al analizar lo que dice un autor hay que
plantearse siempre cuál es el propósito de cada texto, a quien está dirigido,
cuánto tiempo ha tenido el autor para desarrollar sus plateamiento, contra
quién está combatiendo en el terreno de las ideas.
Marxismo y humanismo
83. —Otro
aporte fundamental de Althusser fue señalar que, para lograr transformar el
mundo, Marx tuvo que crear nuevos conceptos que desde el punto de vista teórico
no se refieren a temas relacionados con el humanismo.
84. Poco
antes de conocerlo había publicado su artículo Marxismo y humanismo. El
tema me atrajo por estar tan vinculado a mi situación de creyente. En ese
artículo Althusser plantea una de sus tesis peor comprendidas: el
anti-humanismo teórico del marxismo. Una tesis provocadora donde la palabra
anti es usada por el autor para distanciarse de la posiciones humanistas de
entonces. El mismo aclaró luego que sería más correcto hablar de un a-humanismo
teórico en lugar de anti-humanismo teórico.
85. Muchos
de sus críticos interpretaron erradamente su afirmación del marxismo como
anti-humanismo teórico, pasando por alto la palabra “teórico” y acusándolo de
pretender decir que Marx era antihumanista, con lo que deformaban completamente
su pensamiento.
86. Lo que
Althusser sostenía en su artículo Marxismo y humanismo (1964) —y que yo
resumí en la Introducción que hice al libro Pour Marx que
fue aprobada por el propio Althusser— era que, para servir a los hombres
reales, Marx no fabrica una teoría centrada en reflexiones acerca del hombre
sino que busca comprender las leyes que determinan la existencia real de los
hombres que viven en las sociedades. Es en ese sentido que el marxismo es un
anti- humanismo teórico, o más exactamente un a-humanismo teórico. Esto no es
contradictorio con el hecho de que Marx sea, al mismo tiempo, un gran
humanista. Lo que ocurre es que para servir a los hombres reales, para tratar
de liberar a la clase trabajadora de la explotación, Marx no produce una teoría
que hable del hombre, de la naturaleza humana, de libertad, de conciencia, sino
una teoría que emplea los conceptos de modo de producción, de relaciones de
producción, de fuerzas productivas, es decir, una serie de conceptos que nada
tienen que ver con los conceptos del humanismo. Para ser consecuente con su
humanismo práctico era necesario que Marx no fuera teóricamente un humanista.
87. Para
ayudar a una mejor comprensión de su tesis, Althusser comparaba a Marx con
Freud. Es evidente que el psicoanalista alemán quería curar a los enfermos con
trastornos psicológicos que llegaban a su consulta y en ese sentido era
fundamentalmente humanista. Sin embargo, para poder sanarlos creó una teoría:
el psicoanálisis, donde empleaba conceptos nuevos que no consideraban el
concepto de hombre como Ello, Yo y Superyo; Eros y Tánatos, complejo de Edipo,
etcétera.
88. Y
recuerdo muy bien su reacción cuando en 1965, de regreso de un corto viaje a
Polonia con un grupo de mis amigos de América Latina, le cuento sorprendida que
los filósofos marxistas polacos estaban dedicados a estudiar a los mismos
autores que yo, como católica, había estado estudiando en Chile: Maritain,
Teilhard de Chardin, Mounier, etcétera, todos centrados en reflexiones acerca
del hombre y su papel en el mundo. Reaccionó indignado. “¡Cómo era posible que
esos pensadores se dedicaran a esos estudios acerca de los problemas
ideológicos del humanismo en lugar de ponerse de lleno a estudiar los problemas
que surgen de la construcción del socialismo!” Los problemas del hombre en el
socialismo no iban a resolverse ¾ según él ¾ hablando del hombre ¾ tema sobre
el cual la Iglesia Católica tenía una ventaja de siglos sobre el marxismo ¾
sino afrontando concreta y correctamente los difíciles problemas que surgen en
la construcción del socialismo. Por eso también se indignaba y consideraba
antimarxista el que todos los problemas que sufría la URSS fueran atribuidos a
Stalin. Reconociendo los errores personales de dicho dirigente, lo que ¾ según
él ¾ había que buscar para evitar la repetición futura de esos mismos errores,
eran las causas económico‑sociales que explicaban el porqué del surgimiento de
ese fenómeno tan nefasto para el socialismo. Althusser insistía que no bastaba
reconocer autocríticamente un error para poder superarlo, había que conocer sus
causas, y sólo corrigiendo esa situación se podía evitar su repetición.
Materialismo y ateísmo
89. Otra
cosa del enfoque althusseriano de Marx que me ayudó mucho fue entender que se
podía ser creyente y ser marxista a la vez. El marxismo —decía— es una ciencia,
la ciencia de la historia, y como tal no afirma ni niega la existencia de Dios.
Esa afirmación o negación pertenece al terreno de la ideología, no de la
ciencia. Y añadía: en la medida en que la religión existe como obstáculo, uno
está obligado a luchar contra ella, pero con lo positivo que las ideas
religiosas indican, escondiéndolo, existen amplias posibilidades de
entendimiento y esclarecimiento. Creo que es por eso que Althusser fue tan bien
recibido por los teólogos de la Liberación en nuestra región.
5. Una ausencia significativa en los trabajos de Althusser
90. —Te he
señalado las contribuciones de Althusser, pero hay creo que hay una ausencia
importante en su enfoque de Marx que está presente en El Capital
y en otros textos y que ha sido destacado con gran énfasis por el investigador
marxista canadiense Michael Lebowitz y mi actual compañero: la afirmación de
que al transformar las circunstancias, las personas se transforman a sí mismas
para bien o para mal.
91. Según
Marx, al transformar la materia prima en productos elaborado en el proceso de
producción capitalista, los trabajadores no sólo producen mercancías sino, que
al mismo tiempo, se producen a sí mismos como trabajadores alienados. Algo
diferente ocurriría, según Marx, en una sociedad de productores libremente
asociados, donde el trabajo, en lugar de esclavizar a las personas las
liberaría.
92. Marx
señala también que sólo a través de las luchas los trabajadores se liberan del
estiércol del pasado (la cultura heredada).
93.
Partiendo de estas ideas, Michael habla de la práctica revolucionaria y del
“joint product”, que yo he traducido por doble producto. Señala que en toda
actividad humana hay un doble producto, un primer producto: los objetos
materiales producidos y un segundo producto humano, subjetivo, mucho menos
tangible, que sólo una mirada atenta descubre: los efectos que esa actividad
produce en las personas: alienándolas o permitiéndoles un mayor desarrollo
humano.
94. Te pongo
un ejemplo: es muy distinto que unos técnicos hagan un plan para una comunidad
o instancia local, a que sea la propia gente la que participe en la elaboración
del plan. En este último caso junto al producto material: el plan comunitario,
logramos un segundo producto: el desarrollo de las capacidades de esas
personas, el crecimiento de su autoestima y, por lo tanto, su mayor desarrollo
humano.
95. Creo que
muchas veces pensamos más en resolver los problemas de la gente, es decir, en
lograr el producto material, que en crear condiciones para que la gente sea
quien resuelva sus problemas y, de esa manera, se desarrolle a sí misma.
96. Como
dice Alfredo Maneiro, pensador y político venezolano: no es lo mismo que una
comunidad construya una pasarela (paso elevado) para lo cual se ha organizado y
ha luchado, a que sea el Estado el que la construya y se la otorgue como un
regalo.
97. O como
dice Julio Angüita, el dirigente comunista español, nosotros NO tenemos que
darle solución a los problemas de los ciudadanos, tenemos que hacer posible que
los ciudadanos solucionen los problemas dándoles los instrumentos para ello.
98. Mis
lectores podrán percibir que esta idea de la importancia de la práctica
revolucionaria y del doble producto, que siempre debemos considerar al
planificar cualquier tipo de actividad, y a la que hoy atribuyo gran
importancia, estuvo ausente de mis trabajos anteriores a 2004.
Notas
[1] .
Revista española Argumentos, marzo 978; revista chilena Punto Final
Internacional, 1983; revista mexicana C uadernos del Marxismo ,
enero 2002; Brancaleone Films y Cátedra Che Guevara, Néstor Kohan, Argentina,
septiembre 2014 ; investigadora Argentina Isabel Rauber, trabajo inédito, enero
2015; Canal Arte de Francia, Adila Bennedjaï Zou y Bruno Oliviero,
septiembre 2015, y Lutas Sociales, Brasil, diciembre 2015.
[2] .
Jean-Ives Calvez, La Pensée de Karl Marx, Editions du Seuil, Paris, 1956. sobre
el pensamiento de Marx
[3] .
Jerónimo de Sierra, que luego llegó a ser un reconocido sociólogo de su país.
[4] . Su
libro se llamaba: La Estructura de
la Personalidad.
[5] . Con
muchos de ellos habíamos hecho un Retiro espiritual con un sacerdote domínico,
quien no había dicho que el pecado no era otra cosa que el egoísmo. La orden de
los dominicanos publicaba una revista Freres du Monde que era tan
avanzada que defendía la existencia del partido único siempre que éste fuera
pluralista y respetara la democracia interna.
[6] .
Fundamentalmente en las revistas francesas La Pensée y La Nouvelle Critique.
[7] . Luis
Althusser, Lenin y la filosofía, conferencia realizada en la Universidad
de la Sorbonne, Paris, 24 de febrero de 1968.
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