La aportación individual más decisiva en toda la historia
del pensamiento socialista es la de Karl Marx (1818-1883). Nacido en Tréveris,
a orillas del rio Mosela, era descendiente de una familia de rabinos judíos,
pero su padre había roto con esa tradición y había además abandonado la
religión hebrea para poder entrar en la sociedad burguesa gentil. Tal fenómeno
no era insólito en la Alemania de aquel entonces, pues ésta era la única manera
de encontrar plena aceptación social.
Aunque Marx se crió, pues, en el seno de
una familia hipotéticamente cristiana, las tradiciones culturales del judaísmo
son una parte sustancial de su formación. Hasta el momento de entrar en la
universidad, Karl Marx recibió una educación liberal burguesa. El vecino y
amigo de la familia, el barón Ludwig von Westphalen, sin embargo, dio a conocer
al muchacho algunas ideas revolucionarias, en especial las de Saint-Simon. Marx
se enamoró de su hija, Jenny von Westphalen, y se prometió con ella a los
dieciocho años. Esta mujer, magníficamente educada por su padre, sería la
infalible compañera y colaboradora de Marx durante toda su vida.