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Foto: Moishe Postone |
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Foto: Robert Kurz |
Jordi Maiso & Eduardo Maura
| En los años que siguieron a la
“ruptura epocal” de 1989, la crítica de la economía política en
clave marxiana era considerada un capítulo cerrado de la historia del
pensamiento, y obstinarse en criticar el capitalismo parecía propio de algunos
empecinados en no reconocer el nuevo signo de los tiempos. Corrían los años de
la euforia del “fin de la historia” y el “fin de las ideologías”, y la
imposición de la economía de mercado a escala planetaria prometía materializar
el sueño de un
One World que
superara las divisiones entre bloques y abriera una época de prosperidad
global. Dos décadas más tarde, estas expectativas se han revelado ilusorias.
Tras un breve periodo de prosperidad a crédito y con pies de barro, el
capitalismo globalizado deja tras de sí un escenario de nuevas desigualdades,
pobreza de masas, un incremento de la población que no puede ser integrada en
el sistema productivo y un encadena- miento de burbujas financieras que, a partir
de 2008, desemboca en una crisis.