Karl Marx ✆ Xavier Lorman |
► La buena gente nos preocupa. Parece que no pueden
realizar nada solos, proponen soluciones que exigen aún tareas. En momentos
difíciles de barcos naufragando, de pronto descubrimos fija en nosotros su
mirada inmensa. Aunque tal como somos no les gustamos, están de acuerdo, sin
embargo, con nosotros.” | Bertolt
Brecht, Canción de la Buena Gente
Mario
Espinoza Pino | Si tuviésemos que periodizar la
evolución del marxismo en el siglo XX, una de las fechas obligadas de nuestro
itinerario sería 1956, año del 20º Congreso del PCUS. Dicho congreso, punto de
partida del proceso de desestalinización del Bloque Comunista, abriría una
profunda brecha ideológica e intelectual en el horizonte del marxismo
internacional, que durante más de veinte años se había organizado en torno al
“canon teórico” del Diamat. La denuncia del “Culto a la Personalidad” por parte
del nuevo presidente de la URSS, Nikita Khruschev, haría públicos los rasgos
más atroces de la era estalinista, caracterizada por una política de terror y
represión colectiva: deportaciones masivas, purgas obreras, depuraciones en los
órganos del partido, censura, campos de trabajo forzado para los disidentes
(GULAG), etc. Aunque estos hechos marcarán de forma irreversible el futuro de
la tradición marxista mundial, 1956 sería escenario de otros dos
acontecimientos históricos que acelerarían la fractura de la dogmática
estalinista: las Revoluciones húngara y polaca.