Silvia Federici |
No es innovación tecnológica lo que se necesita para afrontar la
cuestión del cuidado de los mayores. Lo que se necesita es una transformación
de la división social y sexual del trabajo y, por encima de todo ello, el
reconocimiento del trabajo reproductivo como trabajo. Este es el eje de este
artículo, que revisa los límites del marxismo y la izquierda radical, que
cometen un grave error al ignorar esta cuestión crucial, de la que depende la
posibilidad de crear una solidaridad generacional y de clase. Sin enfrentar
esta tarea, resulta imposible avanzar hacia un mundo más igualitario y
emancipado.
El «trabajo de cuidados», especialmente en lo relativo al
cuidado de los mayores, se ha situado en los últimos años en el centro de la
atención pública en los países miembros de la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económicos (OCDE), como respuesta a las corrientes que han
provocado la crisis de numerosas formas de asistencia y cuidados. La primera de
estas tendencias ha sido y es el aumento, tanto en términos absolutos como
relativos, de la población anciana y de la esperanza de vida, que, sin embargo,
no ha conllevado un aumento de los servicios de asistencia a los mayores1.
También se ha producido un importante aumento en el número de mujeres empleadas
de manera asalariada fuera de los hogares, lo que ha provocado una reducción de
la contribución de estas a la reproducción de sus familias2.