Manuel C.
Martínez | Reconocemos a François Quesnay como el
fundador de la Economía científica, luego de tanta piratería especulativa y de
críticas erráticas carentes de leyes y principios explicativos del fenómeno
económico en cuanto a la creación de la riqueza de las naciones, reconocimiento
que los economistas e historiadores vulgares han atribuido al escocés Adam
Smith de quien se consideran sus mejores discípulos. Eso no significa que Quesnay haya llegado al meollo de la
fuente de la riqueza. Este científico y latifundista llegó a la conclusión de
que había una relación cuantitativa lineal entre la mano de obra del cultivador
y el producto del campo o de la agricultura que multiplicaba el costo, habida
cuenta de que la paga del cultivador y materias primas eran aportadas por la
Naturaleza como creadora de los bienes del agro. Los fisiócratas, así, buscaron
justificar la renta de la tierra.
En ese sentido, el criterio fisiocrático ha sido el mismo
adoptado luego por los clásicos y la burguesía cuando niegan la explotación del
asalariado así como los fisiócratas justificaron la renta de la tierra porque
esta es la fuente en la creación de bienes, tal como supuestamente las máquinas
facilitan la creación de valor conjuntamente con la mano de obra asalariada.