2/11/15

El Prometeo del temprano joven Marx y el discernimiento de los dioses

El mito de Prometeo, proveniente de la Grecia clásica, fue transformado desde fines  de la Edad Media -especialmente a partir del Renacimiento-,  es uno de los grandes mitos de la modernidad, por eso, también contiene una clave para comprender el pensamiento utópico de Marx.
El mito de Prometeo ✆ Christian Griepenkerl

Franz Hinkelammert   |   1. Hay una cita del temprano joven Marx, del prólogo de su tesis doctoral, que considero apropiada para abordar el análisis del complejo de Prometeo: “En cuanto todavía pulsa una gota de sangre en su corazón absolutamente libre y capaz de imponerse al mundo, la filosofía, va a gritar a sus adversarios junto con Epicuro: ‘No es ateo aquél que barre con los dioses de la multitud, sino aquél que imputa a los dioses las imaginaciones de la multitud’.  La confesión de Prometeo: “En una palabra, odio con toda fuerza a todos y a cualquier dios” es la confesión propia (de la filosofía), su propia sentencia en contra de todos los dioses del cielo y de la tierra, que no reconocen la autoconciencia humana (el ser humano consciente de sí mismo) como la divinidad suprema. Al lado de ella no habrá otro Dios”

2. En el calendario filosófico, Prometeo ocupa el primer rango entre los santos y los mártires”.  Se trata, de hecho, de un Prometeo excepcional y en cierto sentido es la cima de todos los Prometeos. Marx se refiere tanto al Epicuro como al Prometeo griegos. El Epicuro griego relativiza el mundo de los dioses y tiene conciencia de que éstos se crean según la imaginación humana. En otro texto dice algo así como: “Si los caballos tuvieran dioses, éstos tendrían la forma de caballos”. Pero, Epicuro no enfrenta el mundo de los dioses, sino que los deja de lado sin discutir si existen o no, o cuál de ellos sería verdadero. Tampoco pone en cuestión el hecho de que los caballos no tienen dioses y no pueden tenerlos. Deja de lado a los dioses para concentrarse en una vida buena, que es vida con los amigos, y no avanza más allá de eso. 

3. El Prometeo griego, que Marx presenta, es un dios-titán (hijo de un titán y una diosa). Es un dios inmortal, que tiene acceso a los dioses del Olimpo. Sin embargo, odia a todos los dioses, y ese odio es un tipo de reconocimiento. No niega la existencia de los dioses. Este Prometeo no es un ser humano, sin embargo aparece en dramas como el de Esquilo, donde los seres humanos son los observadores. Estos miran espantados. Les ha dado el fuego a los hombres como una dádiva del cielo y ahora están frente a él admirándolo y atemorizados. Entienden su odio a los dioses del Olimpo, pero no lo comparten. Perciben un sacrilegio, pero no pueden condenarlo y no lo hacen. Pero, todo ocurre en el otro mundo de los cielos, frente a un público humano. 

4. Ya en la antigua Grecia encontramos muchas versiones de la historia de Prometeo. Aparece como el dios-titán, que forma a los hombres del barro, consiguiendo el fuego divino para inculcarles el alma. Este relato forma parte del mito de la Edad de Oro, en la cual hay solamente hombres, y los niños nacen de la tierra. Es una sociedad tranquila y sin inquietud. Zeus manda la primera mujer, que es Pandora. Ella trae la desgracia a este mundo paradisíaco. Los mitos griegos hablan de la mujer como la “desgracia hermosa”. 

5. Este Prometeo roba del cielo de los dioses el fuego y lo regala como dádiva a los hombres. Con el fuego empieza el desarrollo civilizatorio, por eso, es venerado como el dios de la producción, de la artesanía y del desarrollo civilizatorio en general. Por robar el fuego, Zeus castiga a Prometeo. Lo manda a encadenar en el Cáucaso y le manda un águila, que le devora el hígado, que se renueva todos los días, y el águila vuelve a devorarlo diariamente. Sufre este castigo durante treinta mil años. En la versión más conocida,  Heracles, finalmente, lo libera. Mata al águila y rompe las cadenas de Prometeo. Zeus lo acepta bajo una condición: Prometeo tiene ahora que llevar para siempre un anillo forjado del hierro de la cadena. Transforma el castigo sangriento en un castigo simbólico. 

6. Este mito de Prometeo proporciona los elementos para la imaginación prometeica a partir del Renacimiento. Todos los mitos construidos desde el del Prometeo griego tienen un rasgo común, que los distingue a todos del mito griego: en ellos Prometeo es visto como un hombre rebelde que se levanta frente a los dioses, deja de ser un dios y se transforma en hombre. El mito griego sirve más bien como una cantera para la reconstrucción mítica de una rebeldía y emancipación humanas, la cual es realizada por la sociedad moderna a partir del Renacimiento.  En este horizonte se inscribe también el Prometeo imaginado por Marx. 

7. Ahora bien, cuando el Prometeo de Marx habla, por su boca habla la filosofía. Esta asume la posición de Prometeo, pero al hacerla suya no expresa odio, sino una sentencia que Marx hace suya: “en contra de todos los dioses del cielo y de la tierra, que no reconocen la autoconciencia humana (en traducción literal: el ser humano conciente de sí mismo) como la divinidad suprema. Al lado de ella no habrá otro Dios”.

8. Lo que Marx hace, en nombre de Prometeo, es un discernimiento de los dioses. Ninguna de las anteriores figuras de Prometeo la ha hecho. Marx distingue entre dioses falsos y dioses verdaderos. Los falsos son aquellos que no reconocen la autoconciencia humana como divinidad suprema, y los dioses verdaderos sí la reconocen. Este discernimiento no tiene nada de griego. Es el conflicto de la tradición judía entre los ídolos y Dios. Al contrario; concebir un Dios para el cual el ser humano es la divinidad suprema, sería hibris en la tradición griega. 

9. Se trata de un Prometeo profundamente transformado, que incluso da un salto respecto a la tradición prometeica anterior. Hay un famoso poema de Goethe que me ha fascinado desde joven y que aprendí de memoria, que todavía conserva aquella figura diferente. Empieza así: 
“Cubre tu cielo, Zeus/ con vapor de nubes/ y manifiesta tu poder,/ como un niño que descabeza cardos,/ sobre encinas y montañas./ Pero, no te atrevas con mi tierra/ y mi cabaña,/ que tú no has construido,/ ni con mi hogar/ cuya llama me envidias./ No conozco bajo el sol nada más pobre que vosotros, los dioses”.  Y termina diciendo: “Aquí me mantengo firme,/ modelando hombres a mi imagen,/ una estirpe que sea como yo,/ que sufra, llore,/ disfrute y se alegre sin estar pendiente de ti,/ como hago yo”
10. En este poema está el ser humano que se alza frente a Dios/Zeus, pero no hay discernimiento. También este Prometeo es ya un ser humano, pero, no tiene ningún criterio para decir quién es este ser. Modela hombres según su imagen, pero su imagen no es más que modelarlos. En el Prometeo de Goethe no se encuentra lo que aparece en la cita de Marx: la autoconciencia humana (el ser humano consciente de sí mismo) como criterio que proporciona la imagen, según la cual hay que formar a los seres humanos.

11. Este criterio de discernimiento está directamente vinculado con el hecho de que la sentencia del Prometeo de Marx se refiere a los dioses del cielo y de la tierra. Ningún Prometeo anterior enfrenta los dioses de la tierra. Pero, el discernimiento se hace en la tierra, para pasarlo al cielo. Por eso, la sentencia sobre los dioses de la tierra es la decisiva, tanto que marca un hito en el desarrollo de las imágenes de Prometeo. Marx denuncia ahora al mercado y al Estado como dioses falsos, en cuanto no aceptan al ser humano como divinidad suprema. Ahora, definitivamente, la lucha de los dioses se convierte en una lucha en la tierra. 

12. Pocos años después, Marx prosigue esta reflexión, y a la vez la modifica. El prólogo citado anteriormente es de 1841; en la Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, de 1844, escribe: “La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el hombre es la esencia suprema para el hombre y, por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable”5. Como puede verse, ya no se refiere a la autoconciencia como suprema divinidad, sino habla ahora del “hombre como la suprema esencia para el hombre”. La reflexión, por supuesto, es la misma, pero han cambiado palabras y conceptos. De esta suprema esencia para el hombre deriva ahora su imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable. 

13. Esta esencia suprema no es una esencia metafísica, en el sentido de la metafísica anterior. Sin embargo, es una exigencia, es el llamado a una transformación, que desemboca en una ética, que nace del ser humano mismo en cuanto se quiere realizar como tal. Se trata de una autorrealización en cuanto sujeto humano. Pero, es una autorrealización que echa por tierra todas las relaciones en que el hombre sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable. Es notable la diferencia con el Prometeo de Goethe, cuya autorrealización no es más que la afirmación de sí mismo y de su poder (su ser como homo faber). Sin embargo, el orgullo prometeico es el mismo en los dos casos; por eso el poema de Goethe sigue siendo tan fascinante. 

14. Sin embargo, ha ocurrido un cambio importante en el Marx de 1844, en relación al de de 1841. En su tesis de doctorado, Marx habla todavía de un posible Dios, para el cual la autoconciencia humana es la divinidad suprema, desde 1844 deja de hacerlo. El cambio es comprensible y se refleja en las ulteriores posturas de Marx frente a la religión. Si el ser humano es la divinidad suprema, ¿para qué, entonces, un Dios? Marx concluye que ahora sobra la referencia a Dios, el cual pasa a ser visto como el ser humano que echa por tierra todas las relaciones en que el hombre sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable. Por eso, posteriormente va a concluir: no hace falta abolir la religión, sino la religión morirá en cuanto el ser humano se toma a sí mismo como esencia suprema. No sigue concibiendo un Dios que tenga esta esencia humana suprema como divinidad suprema. 

15. En esta forma sucede con Marx lo que pasó con Goethe, aunque al revés. También en Goethe el ser humano es la divinidad suprema. Por consiguiente, tampoco concibe un Dios que tenga el ser humano como divinidad suprema. Pero, se trata de dos formulaciones contrarias: en Goethe el ser humano es divinidad suprema en cuanto homo faber; en Marx lo es en cuanto sujeto humano concreto que se libera. En cuanto homo faber es dominador; en cuanto sujeto es liberador. 

16. Posteriormente Marx transforma esta, su crítica a la religión, en un método de análisis. En efecto, es mucho más fácil encontrar, mediante el análisis, el núcleo terrenal de las imágenes nebulosas de la religión que proceder al revés, partiendo de las condiciones de la vida real en cada época remontarse a sus formas divinizadas. Este último método es el único que puede considerarse como el método materialista y por tanto científico”. 

17. Se trata ahora de un análisis de las divinizaciones a partir de la vida real. Para mí, es ciertamente el método adecuado en el cual siempre me he inspirado para analizar todo este mundo mítico. Permite analizar los dioses y discernirlos. Se trata de algo para lo cual Marx esbozó todo un programa de investigación, que lamentablemente no ha sido atendido, ni proseguido suficientemente en la tradición marxista. Es un método que permite entender, criticar y evaluar. Por supuesto hace falta analizar de esta manera los dioses de Bush, de Reagan o de Hitler, y su enorme funcionalidad en la política. Pero, igualmente permite analizar los diversos ateísmos y discernirlos. Eso vale igualmente para el ateísmo estalinista, que de ninguna manera viene de Marx, sino de la vida real del socialismo soviético y hay que analizarlo como tal. Este ateismo es también una forma divina de la vida real. Por otro lado, hay ateísmos como el de Ernst Bloch o el de Erich Fromm, que están muy cerca del de Marx, que es realmente un humanismo. 

18. Sin embargo, esto mismo vale para el análisis de los diversos Prometeos: todos ellos son producto de la vida real y elaboran míticamente sus formas divinas correspondientes. Sociedades y seres humanos reflexionan sobre sí mismos en medio y por medio de sus formas divinas. Por eso, la historia de las formas históricamente dadas de Prometeo es a la vez la historia real. Las mismas épocas históricas y los polos de conflicto en cada una de estas épocas, llevan a la construcción de formas de Prometeo diferentes y correspondientes. Lo que es cada época histórica se puede leer en las imaginaciones prometeicas que produce. Creo, que Luri Medrano deja de lado este aspecto. 

19. El referido método tiene como condición prescindir de la pregunta de si Dios existe o no. Es una pregunta que no tiene mucho que hacer aquí. Es como la pregunta por el koan mude la tradición budista. Se trata de una pregunta, frente a la cual tanto el “sí” como el “no” son falsos. Contestar a la pregunta de si existe Dios con el sí, es falso, pero contestar con el no es igualmente falso. En este sentido Engels es muy miope en relación a Marx, cuando dictamina que: 
“La naturaleza existe independientemente de toda filosofía; es la base sobre la que crecieron y se desarrollaron los hombres, que son también, de suyo, productos naturales; fuera de la naturaleza y de los hombres, no existe nada, y los seres superiores que nuestra imaginación religiosa ha forjado no son más que otros tantos reflejos fantásticos de nuestro propio ser”
20. Engels no va más allá de Feuerbach, mientras Marx realizó un salto. Lo que dice Engels, no tiene nada que ver con la crítica de la religión de Marx; más bien es simple metafísica. El marxismo soviético asumió esta línea, aunque por razones propias. 

Omar Montilla
Nota del Editor: Este trabajo de Franz Hinkelammert  forma parte de uno de mayor extensión titulado “Prometeo, el discernimiento de los dioses y la ética del sujeto — Reflexiones sobre un mito fundante de la modernidad”, pero en esta ocasión nos hemos limitado a extraer uno de los correspondientes a Marx. Sin embargo, el lector acucioso puede consultarlo en su totalidad en la revista 'Polis'.  
El mito de Prometeo tiene tal importancia que puede decirse que constituye el espacio mítico de todas las utopías de la modernidad desde la ‘Utopía’ de Tomás Moro. Excede dichas utopías, y es su raíz mítica. Más aún: aparece también en los grandes pensamientos críticos de la modernidad burguesa, por eso, también contiene una clave para comprender el pensamiento utópico de Marx. Este mito moderno de Prometeo se vincula estrechamente con la crítica del cristianismo, que surge desde el Renacimiento y, a la vez sirve como trasfondo mítico en el surgimiento de nuevos enfoques de la ética. El texto destaca este papel clave del mito de Prometeo. Empieza analizando la forma que éste adquiere en el pensamiento de Marx, porque responde críticamente a las imaginaciones prometeicas anteriores.
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