4/11/15

El espíritu del capitalismo y el fantasma del comunismo — Un acercamiento crítico a la teoría económica de Max Weber desde la teoría del valor

Max Weber & Karl Marx
“El objetivo propio de la historia es antes que nada el conocer los discursos verdaderos, en su real contenido, después preguntarse por qué causa ha fracasado o ha triunfado lo que ha sido dicho o ha sido hecho, ya que la narración en bruto de los acontecimientos es algo seductor pero inútil, y el comercio de la historia no resulta fructífero más que si se le añade el estudio de las causas.”Polibio

La sabiduría es ciencia acerca de ciertos principios y causas” Aristóteles

 Rafael Carrión Arias   |   Vivimos en un mundo extraño, lleno de desigualdades y amenazas. Tres multimillonarios, por ejemplo, poseen más riqueza que toda la población del África subsahariana, donde casi el 70 % de la población vive con menos de dos dólares al día1.

Una media de un 15.7 % de la población estadounidense vive sin cobertura social, la mayor parte con pocos o sin ingreso alguno. Los cargos directivos de compañías como General Motors controlan más recursos que toda Sudáfrica o Polonia. Naciones Unidas anuncia: cada cinco segundos muere un niño de hambre; uno de cada cinco niños de EEUU es peligrosamente obeso; 10 millones de personas mueren cada año debido al hambre o a las enfermedades provocadas por la malnutrición.

El mundo produce comida más que suficiente para todos los seres humanos; el presupuesto total que dan los Gobiernos de los países ricos para el desarrollo de los países pobres es de 50.000 millones de dólares al año; el presupuesto de EEUU para la guerra de Irak (según cifras oficiales) hasta la fecha duplica ya esa cantidad. Hay 800 millones de personas en el mundo que se van a la cama con hambre. Y hay más de 800 millones que tienen sobrepeso o padecen de obesidad 2. Prácticamente cada esfera de nuestra vida, común o privada, se ha convertido en mercancía. El mundo en su dolor. Y, mientras tanto, este “Nuevo Orden Mundial” se ve “protegido” militarmente por alrededor de 12300 cabezas nucleares repartidas solamente entre EEUU y Rusia, eso sin contar con el resto de las potencias nucleares (declaradas o no).

Por mucho que se pueda querer buscar, una escena así habrá de ser inaudita en la historia de la humanidad. La existencia de un protagonista absoluto, el capitalismo, hace de la pregunta por su origen, por quién lo “inventó” o quién fue el responsable de su existencia, la exigencia más acuciante en la pregunta por la modernidad. De ese modo, mientras el marxismo volcaba sus críticas en los “capitalistas” que, como clase, habían contribuido y seguían de una u otra manera contribuyendo a la explotación de unos hombres por lo otros, los críticos más conservadores dirigían sus miradas al derecho romano, a “la codicia de los judíos”, o a mitologías de ese género. A principios del pasado siglo XX, Max Weber y otros estudiosos de su generación rechazan la vieja historia política centrada en el Estado y se implican en una discusión crítica pero positiva con Marx y la tradición marxista, donde se ve el capitalismo (ese poder que “determina el destino de nuestra vida moderna”3) y por ende la modernidad como un fenómeno no sólo económico sino también (y especialmente) cultural. La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Max Weber es una obra que recoge un legado investigador que transcurre por esa línea de acción. Publicada por vez primera en los volúmenes 19 y 20 de la revista Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik en los años 1904 y 1905 respectivamente 4, La ética… no ha dejado en ningún momento de ser uno de los ejes clave no sólo para la sociología de la segunda mitad del siglo XX (que, en los años de guerra fría de lucha contra el comunismo la erige prácticamente como liber sacer) sino también para el resto de disciplinas que hacen un esfuerzo por entender la modernidad. La obra fue concebida en un tiempo convulso, en medio de luchas de clase, democratización parlamentaria, en mitad de un proceso acelerado de industrialización y modernización intelectual, y testigo directa de la Kulturkampf bismarkiana 5 y de la lucha por parte de la burguesía para hacerse valer sobre los intereses de los Junkers o grandes terratenientes. El año 1905 sería además el año de la primera revolución soviética, calificada por el propio Trotsky como “ensayo general de la revolución” por venir, y el período de consolidación imperialista que acabaría conduciendo a la Gran Guerra. La obra de Weber posterior al año 1917-18 se verá profundamente marcada por los acontecimientos que llevaron al establecimiento del primer estado socialista. A lo largo de todo ese período, la posición polí- tica e intelectual de Weber será, como veremos, muy controvertida y pasada las veces intencionalmente por alto, definida a partir del intento fundacional de una supuesta sociología objetiva y libre de todo valor, pero sin conseguir renunciar en ningún momento a su origen burgués y a su consiguiente posicionamiento como fervoroso nacionalista y defensor del mercado libre.

Ya a comienzos de siglo, Weber se fue dando cuenta cada vez más claramente de que el futuro inmediato de Alemania descansaba en una intensificación de la conciencia política de la burguesía. Un importante tema que subyace en La ética… consiste por tanto en identificar los orígenes, las fuentes históricas de dicha “conciencia burguesa”. Apunta Giddens cómo Weber creía que la sociología debía centrarse en la acción social, no en las estructuras 6, que no existían fuera o independiente de los individuos. Weber fundamenta su sociología en un individualismo metodológico de raigambre liberal, procedente de sus contactos con las teorías económicas marginalistas 7. En Economía y Sociedad, Weber apoya explícitamente estas teorías y hace del concepto “utilidad marginal” la base de su teoría de la acción económica. El concepto de “hombre” para Weber es el de un individuo ligado a otros en el contexto del mercado; la teoría de la acción en Weber se origina directamente de esta posición (la acción es necesariamente individual), y crea ella misma el conjunto de conceptos formales mediante los que organizar la investigación empírica y alcanzar así una comprensión de las características distintivas de la sociedad moderna 8.

Fundamentalmente, la tesis de Weber descansa sobre la afirmación de que el hombre es una criatura cultural, en tanto que todas sus actividades (económicas y prácticas) presuponen alguna visión general del mundo que utiliza para llenar su vida de sentido 9. En particular, como veremos, Weber cree que las ideas religiosas de las sectas puritanas ejercieron, desde el siglo XVII al siglo XIX, una más que importante influencia en el desarrollo del capitalismo. La ética… representa por tanto una relectura a Marx. En el más que citado pero a la vez controvertido prólogo a Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859) leemos:
[…] en la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura econó- mica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política, y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia 10
A este texto se le puede acompañar de una cita de La ideología alemana, texto escrito en colaboración con Engels muy anteriormente (1845-46):
La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que están asociadas a ellas pierden, de este modo, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción e intercambio de materiales transforman también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento 11.
Para Marx, la estructura económica (ökonomische Struktur) constituye la base real (reale Basis) de la sociedad. Dicha estructura está constituida por las relaciones de producción (Produktionsverhältnisse), que son las que se establecen entre los hombres de acuerdo con su situación respecto de las fuerzas de producción. En cambio, la superestructura (esto es, las formas de conciencia o formas ideológicas, que no son para Marx sino el conjunto de representaciones -ideas, imá- genes, símbolos, mitos...- y valores de la sociedad en un momento dado) viene determinada o condicionada por la estructura económica. Así se justifica el hecho de que la ideología dominante en cada momento corresponda a la ideología de la clase dominante.

El concepto de ideología y superestructura en Karl Marx es un concepto que no vamos a discutir en este lugar. En este punto, y para entender la exposición weberiana, nos valdrá en principio con entenderlo de la forma simplificada anteriormente expuesta y que es como Weber lo entiende, es decir, como sobredeterminación unidireccional por parte de la infraestructura sobre la superestructura. Hablando en términos hegelianos: para Marx y para Engels el espíritu subjetivo queda reducido al espíritu objetivo y funcionalizado en la forma12. Frente a esa idea, Max Weber ensaya la inversión del concepto de causa. Queriendo refutar el determinismo económico de la teoría marxista, Weber intenta establecer que la relación causa-efecto en la historia no sólo depende de variables económicas. Si Marx decía en El Capital...
[..] que “el modo de producción de la vida material condiciona en general el proceso de la vida social, política y espiritual”, que todo eso es, ciertamente, verdad respecto del mundo de hoy, en el que dominan los intereses materiales...13
ahora Weber defiende que la misma religión, considerada por Marx como un reflejo “ideológico” de la estructura económica, podía ser por su parte un factor dinámico de cambio económico. Frente a Marx, Weber no ve depender el ámbito político del ámbito económico; sí ve en cambio la generalización de la política a la economía. Eso no significa que Weber rechace de raíz el análisis marxista convencional sobre la religión; lo que sí que rechazó al completo fue toda forma de materialismo histórico “unilateral” que no concediera ninguna influencia positiva al contenido simbó- lico de “las formas específicas del sistema de creencias religiosas”. De ese modo, la tesis de Weber queda como si hubiese probado, o hubiese querido probar, que los factores culturales pesan más que los factores estructurales en el cambio económico. Eso le posibilita plantear el origen del capitalismo, y de la Historia en general, como el resultado de intereses y acciones humanas que producen formas y resultados diferentes y no necesarios, desautorizando, en principio, cualquier “proyecto de Filosofía de la Historia” en sentido estricto14. Los desarrollos económicos, que no se pueden explicar solamente por factores económicos, tiene sus origen principalmente en la revolución fundamental de los modos de vida tradicionales y en la manera en cómo los seres humanos entienden la vida.

La presente exposición es una puesta en claro de esta idea según Weber, y de la problemática que conlleva. Para ello, queda articulada en dos partes:

En la primera de ellas, estudiaremos qué es aquello a lo que Weber llamó espíritu del capitalismo, señalando en cada momento el supuesto efecto que la religión protestante, especialmente en su forma ascética, tuvo para Weber en la percepción económica del individuo, y sondeando además la posibilidad de su permanencia en un mundo secularizado.

La segunda parte es más un enfrentamiento crítico con el método seguido en su análisis por Weber desde la desenfocada concepción del capitalismo a la que esta idea da lugar. En ella se investigará la naturaleza de ese error, relacionándolo con las razones que llevan a él, y con sus consecuencias. Desde este examen, se plantearán las bases para una ciencia más acertada de la realidad capitalista, capaz de comprenderla en su verdad y de articular con ello formas posibles de superar la profunda injusticia que esencialmente le acompaña.
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