5/6/15

Del mundo de las cosas de Marx al universo Cyborg

Jimena Vergara   |   Hace ya más de un siglo Karl Marx saldaba cuentas con la filosofía materialista que le precedió. Según el autor de El Capital:
El defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo… De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva. (Marx: 1888)

Para Marx la realidad no es únicamente objeto (objekt), es también cosa (gegenstand). Entendiendo cosa como aquello donde, además de los factores objetivos, están encarnados y son determinantes los factores subjetivos que modifican y han dado forma y una nueva existencia a esa materialidad natural objetiva.

Por lo tanto, para Marx el problema del materialismo filosófico que le precedió es que, cuando reconoce la actividad del ser humano, solo lo hace como actividad intelectual y se trata de reconocerla como actividad sensitiva. Y más aún, que al transformar el mundo de los objetos el ser humano no solo produce cosas, sino que también, de cierta manera, se produce a sí mismo. Al intervenir en el mundo, transforma también sus propias capacidades cognitivas, les da nuevas formas y nuevas propiedades.

Bajo esta perspectiva el mundo, la naturaleza y el entorno pueden concebirse como cosas, no como objetos, porque son producto de la interacción permanente entre la naturaleza y el ser humano: una relación mediada en todo momento por la praxis. Una interacción en la cual, al mismo tiempo, lo natural y lo artificial no son entidades estancas, delimitadas de una vez y para siempre. El ser humano es también cosa (gegenstand), en la medida en la que es producto de la relación dialéctica con la naturaleza. Esto se verifica con mayor fuerza en el hecho de que las capacidades cognitivas son producidas, moldeadas y transformadas incesantemente como resultado de esa interacción.
El Universo Cyborg
La literatura de Ciencia Ficción, en particular durante el siglo XX, nos ha permitido fantasear con escenarios donde los seres humanos podemos ser artefactos o cosas transformadas y transformadoras. Como plantea Raúl Cuadros Contreras “(…) nos ha dotado de un espacio, un puente o grieta hacia la alteridad” (Cuadros Contreras: 2012).

En 1985 Donna Haraway  publicó su Manifiesto Cyborg, donde aprovechando este espacio creado por la ciencia ficción recupera, y al mismo tiempo revisa, la concepción marxista antes descrita al calor de la emergencia de nuevas entidades humanas, ora maquinísticas, ora artefactuales. Rescata a Marx en primer término porque toma partido por los oprimidos, aquellos cuerpos que en la sociedad capitalista se ubican en los márgenes de la normalidad del “yo ficticio racional”: por la raza, por ser explotados en el trabajo asalariado, por su identidad sexogenérica. Revisa a Marx porque radicaliza —hasta absolutizar— el carácter artefactual del ser humano al plantear que “los cuerpos no nacen, son fabricados. Han sido completamente desnaturalizados como signo, contexto y tiempo” (Aguilar García: 2012).

El Cyborg, para Haraway, es la posibilidad metafórica de una entidad  “distinta a lo humano”. Y es que el ser humano como artefacto (como cosa a decir de Marx), es un ser técnico; máxime en las sociedades contemporáneas. Es un “monstruo” a decir de Cuadros Contreras y un robot:
Un centauro constituido por lo “animal” y lo “cultural”. Y al mismo tiempo, en cuanto artefacto, como un ser técnico emparentado por esa circunstancia con el robot (Telotte, 1995). La ciencia ficción evidencia esa impureza, deja ver, por contraste, que el hombre no es una esencia completamente distinta de otras, sino que se encuentra emparentado con los animales, con los robots y con los dioses, pero que por su condición híbrida se asemejaría más a un cyborg. (Cuadros Contreras: 2012)
Bajo esta perspectiva, pierde sentido discernir entre la separación radical entre lo natural y lo artificial o en su discontinuidad. Una crítica de la tecnología a la luz de la experiencia cyborg tendría que indagar en el crisol de relaciones que ha tejido el ser humano en su devenir histórico con otros seres, artefactos y cosas que han dejado su huella implacable en “lo humano”.

A la luz del cyborg resulta factible abandonar la imagen separatista de la cultura y la naturaleza, de lo técnico y de lo viviente, encontrando los aspectos libertarios de sus posibilidades identitarias.

Sin embargo, de algún modo invisibiliza que la relación entre la naturaleza y el ser humano —con sus discontinuidades intrínsecas—  implica, en la sociedad capitalista contemporánea, una forma de actividad humana específica que alimenta al capital: el trabajo. Actividad humana que, puesta bajo la égida de las necesidades de reproducción del capitalismo deviene en la “desvalorización del mundo humano”, proporcionalmente inversa a la sobrevalorización del “mundo de las cosas”. En palabras de Marx:
Nosotros partimos de un hecho económico, actual. El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general. (Marx, K.: 1844/2001)
De ahí que los “cuerpos desnaturalizados” de Haraway son cuerpos alienados, cosificados y  ocupan un lugar específico en el proceso de trabajo.

Si admitimos que en la sociedad contemporánea estos cuerpos están puestos bajo la tutela del capital de forma cada vez más acusada, la liberación de estas nuevas formas de identidad que pueblan el universo Cyborg solo puede darse en una perspectiva anticapitalista, es decir revolucionaria.

Referencias Bibliográficas
Aguilar García, Mayte: Ciberontología. Identidades fluidas en el mundo de la información, Facultad de Filosofía, Departamento de Filosofía, UNED, Madrid, 2012.
Cuadros Contreras, Raúl: Ontología y epistemología cyborg: representaciones emergentes del vínculo orgánico entre el hombre y la naturaleza en Revista Iberoamericana de ciencia, tecnología y sociedad, Vol. 7, No. 19, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, jul/dic 2012.
Haraway, Donna: “A cyborg manifesto: Science, technology and socialist feminism in the late twentieth century” en Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature, New York; Routledge, 1991.
Marx, Karl: Manuscritos de 1844, Selección y traducción de Bolívar Echeverría. Editorial ITACA, México.
Marx, Karl: Tesis sobre Feuerbach consultado en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/45-feuer.htm

Jimena Vergara es antropóloga y filósofa de la ciencia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la UNAM respectivamente. Tiene un master en Filosofía, Ciencia y Valores por la Universidad del País Vasco. Es profesora de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM y actualmente trabaja en la reconstrucción de una filosofía crítica de la ciencia y la tecnología.
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