14/5/15

Planificación monetaria: un acercamiento desde la teoría monetaria en Marx

 “La explicación de la inflación moderna es con base a dos niveles: los keynesianos (y estructuralistas) por el lado de la oferta (y a largo plazo), y los monetaristas por el lado de la demanda (y a corto plazo). Paradojas de la vida real. La unilateralidad es la visión con un solo ojo. Marx exponía los fenómenos en distintos niveles (...) y relacionaba dialécticamente las causas y los efectos, es decir, la determinación mutua. Marx veía con los dos ojos” | Rodríguez, 2006
Carlos Lage Codorníu   |   El pensamiento convencional tiene un amplio desarrollo metodológico e instrumental en el control de la cantidad de dinero en la economía, así como su interconexión con el crecimiento de la producción material y los principales equilibrios macroeconómicos. Los fundamentos teóricos, prácticos e ideológicos de este instrumental giran en torno a la teoría cuantitativa del dinero. El desarrollo de la teoría monetaria en Marx1, si bien se arma de un método científico profundo para descifrar las verdades detrás de los hechos económicos y adelanta en muchas cuestiones los postulados cuantitativitas, adolece de avances instrumentales y teóricos al efecto. El presente trabajo […] persigue identificar los principales puntos de consenso y disenso entre la teoría monetaria en Marx y la teoría cuantitativa del dinero, como contribución y motivación al debate sobre la necesidad y alcance de la planificación monetaria en la construcción socialista.

Teoría cuantitativa del dinero

El pensamiento convencional muestra el consenso en materia de teoría monetaria alrededor de la teoría cuantitativa del dinero. La teoría cuantitativa experimenta su principal formalización con el libro de Irving Fisher El poder adquisitivo del dinero (1911), donde se formula la ecuación de cambios o transacciones:
            M . V = P . T     (1.1)
Más que una ecuación, dicha expresión muestra una identidad que no dice nada acerca de las relaciones causales entre las variables. El punto de partida es, simplemente, el equilibrio contable de los intercambios que se desarrollan en una economía durante un período de tiempo dado: Al valor de todos los bienes ofrecidos en el mercado –el volumen de transacciones (T) por el precio medio (P)– le corresponde el valor de todos los flujos monetarios que se dan en contrapartida –la masa monetaria (M) por la velocidad a la que rota en la economía (V). 

Sin embargo, Fisher enuncia determinados supuestos que establecen una direccionalidad en la ecuación de cambios. Presume que los mercados tienden al pleno uso de los recursos, por lo que el nivel de transacciones es dado, determinado por la economía real. Por su parte, la velocidad del dinero se considera estable porque depende de factores institucionales2. Si aumenta la masa monetaria, dado que V es estable y T está dada, solo pueden aumentar los precios. En consecuencia, el dinero es neutro y no puede afectar la economía real. Si hay inflación es porque el Estado emite dinero en exceso.3 

Al perder credibilidad la teoría cuantitativa, especialmente por el paso del capitalismo de libre competencia al capitalismo monopolista y el gran “crack” de principios de los años 30 del siglo pasado, se presenta como una alternativa la teoría keynesiana. En su Teoría General (1936), Keynes desarrolló una teoría de la demanda de dinero que llamó teoría de la preferencia por la liquidez. Keynes estudió las razones por las que los individuos demandan dinero, cuestionando la influencia mecánica del incremento de la cantidad de dinero sobre los precios. En primer lugar, un incremento de la oferta monetaria puede utilizarse con fines especulativos y no canalizarse hacia las transacciones en la economía, a lo que Keynes llamó trampa de liquidez. En segundo lugar, si la economía no se encuentra en pleno empleo, una parte del incremento de la demanda (producto del aumento de la oferta monetaria) puede efectivamente estimular el producto. 

En función de ello, es preferible una política económica activa (aunque los keynesianos insisten en el rol de la política fiscal) que expanda la demanda agregada, cuando la economía se ubique por debajo del potencial, y la contraiga cuando esté por encima. En la década de los años 70, el fenómeno de la estanflación puso en crisis la explicación keynesiana de los desequilibrios macroeconómicos, a partir de lo cual la corriente monetarista rescata las ideas iniciales de Fisher, convirtiéndose, desde entonces, en la más pura ortodoxia de las disciplinas económicas. 

Al frente de este cuerpo de pensamiento estaba Milton Friedman, quien en 1956 había desarrollado una teoría de la demanda de dinero en su artículo La teoría cuantitativa del dinero: un replanteamiento. La teoría de Friedman indica que la demanda de dinero es una función de los recursos disponibles por los individuos (su riqueza) y de los rendimientos esperados sobre otros activos con respecto al rendimiento esperado sobre el dinero. 

Friedman asume estables la velocidad y la demanda de dinero y, por tanto, predecibles. Pero no son completamente estables, en el sentido de la vieja teoría clásica. De acuerdo con sus estudios empíricos y los de sus colegas, estas variables han tenido un comportamiento extraordinariamente estable y regular, con excepción de los periodos de crisis e hiperinflacionarios. 

A partir de ello, Friedman llega a dos conclusiones fundamentales: Primeramente, la demanda de dinero es insensible a las tasas de interés. En segundo lugar, y como corolario, establece que los cambios monetarios afectan la producción, pero a corto plazo (el ingreso permanente es estable en el tiempo), mientras que dicha expansión se traduce en un aumento de precios a largo plazo. 

Por ello, insistió en que la política monetaria no puede determinar a largo plazo variables reales como el desempleo y el PIB; solo puede determinar variables nominales, como el tipo de cambio, el nivel de precios o los agregados monetarios. Aboga por establecer una política monetaria automática: que la cantidad de dinero crezca a una tasa estable anual para impulsar el crecimiento económico.4 

Como cuerpo de pensamiento, las corrientes cuantitativistas construyen un concepto del equilibrio monetario en la economía, a partir del análisis de la oferta y la demanda. Si la oferta monetaria (que se considera exógena, dado el rol del Estado en la emisión de la moneda de curso legal) excede o no rebasa la demanda, se registra un ajuste de los gastos agregados en la economía vía precios. Este es el principal consenso a partir del cual se edifica esta teoría. La crítica keynesiana, aunque ofrece oposición a la teoría en su conjunto, defiende igualmente la validez de la ecuación de cambios y la dirección causal de los incrementos monetarios sobre los gastos agregados de la economía (precio y/o producto).

Teoría monetaria en Marx

En oposición a la teoría cuantitativa, hay una larga tradición crítica que es cuidadosamente ocultada por los manuales de la ortodoxia neoclásica5. La teoría monetaria en Marx, si bien solo conoció los precedentes cuantitativistas de Hume y Ricardo, resultó su oposición más consistente. Dado que los desarrollos posteriores de la teoría cuantitativa (de Fisher a los monetaristas) conservaron y defendieron en esencia los postulados de Hume en lo referente a la relación entre la cantidad de dinero y los precios, el análisis de la teoría monetaria en Marx constituye una plataforma ideal para una visión crítica del alcance y limitaciones de este cuerpo de pensamiento. 

No es posible entender la teoría monetaria en Marx sin antes comprender la esencia de su teoría valor trabajo. Esta teoría enuncia la correspondencia entre la producción de mercancías y la creación de su valor. 

Las mercancías tienen valor como materialización del trabajo empleado para su realización y expresan dicho valor en forma monetaria a través del precio. El precio, como forma exterior del valor, lleva implícita la posibilidad de no coincidir con este último. En la magnitud de los precios influyen la oferta y la demanda. Marx tiene en cuenta el rol de la oferta y la demanda en los precios a través de la Ley de la Competencia, pero a la vez insiste en que los intentos de absolutizar su influencia carecen de fundamento, por cuanto el precio no puede existir sin el valor, siendo tan solo su forma de expresión. 

De esta manera, la teoría valor trabajo desde el punto de vista de la producción ayuda a ver el análisis no solo como un simple proceso tecnológico, sino como un paso elemental en la generación de valores que se realizan en la circulación. Se desmitifica la circulación como el proceso en que ganan los más hábiles, y se entiende como un momento de intercambio de valores que llevan en sí las relaciones entre muchos procesos productivos (Castaño, 2006). 

Marx demuestra que el dinero no aparece como resultado de un acuerdo entre los individuos, o como consecuencia de leyes o decretos estatales. El dinero surgió espontáneamente en virtud de la evolución de la producción mercantil y el desarrollo lógico e histórico del proceso de cambio.
El surgimiento del dinero no conduce a superar la contradicción interna de la mercancía, sino a desarrollarla. Esta contradicción se exterioriza con el desarrollo del proceso de cambio. La separación del mundo mercantil en mercancía y dinero significa que, a partir de ese momento, las mercancías figuran en el mercado como valores de uso, y el dinero como encarnación del valor en general. 

Hasta este punto, si bien en Marx no hay una teoría elaborada de la inflación, se puede apreciar el elemento principal de su crítica a la teoría cuantitativa del dinero. Desarrollando la tesis ricardiana de valor trabajo, Marx establece que, en esencia, el incremento de los precios no es un fenómeno monetario, sino el resultado de la creación de valor a través del trabajo abstracto desplegado por el productor durante el proceso productivo. El valor de las mercancías se genera en la producción y se materializa en la circulación. 

Sobre la base de la teoría valor trabajo, Marx define que la cantidad de dinero necesaria para asegurar la circulación de mercancías (M) debe equivaler a la suma de los precios de todas las mercancías (P)6, divididas por el promedio de ciclos de la circulación de una unidad monetaria del mismo signo (V). Matemáticamente quedaría expresado como sigue:
            M = ∑  P     (1.7)
                        V
Con la formulación de la Ley General de la Circulación, Marx invierte la hipótesis cuantitativista7 de Hume, al determinar que “…dadas la suma de valor de las mercancías y la velocidad media de su metamorfosis, la cantidad de metal precioso en circulación depende de su propio valor” (Marx, 1973). 

Esta ley fue enunciada en el siglo XIX, cuando aún las principales experiencias estudiadas giraban alrededor del oro y la plata como moneda. Sin embargo, Marx amplía el estudio de sus implicaciones, al distinguir en el análisis las formas de dinero. De esta manera, definió tres formas de dinero correspondientes a tres etapas históricas:
1. Dinero metálico puro (oro).
2. Moneda metálica subsidiaria.
3. Papel moneda de curso obligatorio.
Marx parte del análisis de la circulación simple de la mercancía y el dinero como oro, para el que tiene vigencia la Ley del Valor. Marx ve en el oro “una mercancía especial que tiene su propio valor intrínseco: Tiene valor porque tiene trabajo. Bajo esta premisa, la cantidad de oro requerida para la circulación está determinada, en primera instancia, por la suma global de los precios de las mercancías que han de ser realizados” (Marx, 1989).
Posteriormente, Marx analiza la moneda metálica subsidiaria, aquella en la que el oro adquiere una existencia simbólica, de plata o cobre, separada de su propia existencia. Asimismo, en un momento superior de la producción, diferentes mercancías pueden servir como dinero junto al oro en la circulación y representan sus fracciones. La misma ley que funciona para el oro, en relación con los precios de las mercancías, se aplica para la moneda subsidiaria (Rodríguez, 2006). 8 
“…Si se emitiesen fichas de plata y cobre en cantidades mayores que las que requieren las necesidades de sus esferas de circulación, los precios de las mercancías no aumentarían a causa de ello, sino que se produciría una acumulación de estas fichas entre los vendedores minoristas, quienes finalmente se verían obligados a venderlas como metal” (Marx, 1989).9  Sin embargo, cuando analiza el papel moneda de curso obligatorio, llega a nuevos hallazgos. Para Marx el papel moneda es la forma perfeccionada del signo de valor, un resultado de la evolución de la circulación simple de mercancías. No surge por convención ni por intervención estatal. El papel moneda surge determinado por el desarrollo económico y, finalmente, el Estado lo legisla como medio de circulación de moneda de curso forzoso.
La particularidad del papel moneda de no expresar su propio valor, sino el valor del oro, permite al Estado alterar el equilibrio determinado por la Ley General de la Circulación. Según el autor de El capital “la intervención del Estado que emite el papel moneda con curso obligatorio parece abolir la ley económica, parece que transforma por arte de magia el papel en oro (…). Sin embargo, este poder del Estado es mera apariencia. Podrá lanzar a la circulación la cantidad de billetes de papel que quiera con la denominación monetaria que desee, pero con este acto mecánico cesa su control. Una vez que la circulación se adueña de él, el signo de valor o papel moneda sucumbe a sus leyes inmanentes”(Marx, 1989). O sea, el papel moneda no sigue las leyes de la circulación del oro o de las monedas subsidiarias, sino leyes propias y fuera del control estatal.

La Ley General de la Circulación adquiere un nuevo significado con el papel moneda, al establecerse una doble causalidad entre cantidad de dinero y los precios. De esta forma, Marx refiere que 
“en la circulación de los signos de valor, todas las leyes de la circulación monetaria real aparecen invertidas, patas arriba. Mientras que el oro circula por tener valor, el papel moneda tiene valor por circular (…). En efecto, estas leyes parecen no solo invertidas, sino también abolidas en la circulación de los signos de valor, puesto que el papel moneda, si ha sido emitido en la cantidad apropiada, efectúa movimientos que no le son propios en calidad de signo de valor, mientras que su propio movimiento, en lugar de tener su origen directo en la metamorfosis de las mercancías, proviene de que se infringe la proporción correcta con respecto al oro” (Marx, 1989). 
En el primer tomo de El capital expone que “si hoy llenamos con papel moneda todos los canales de la circulación, hasta agotar su capacidad de absorción monetaria, podemos encontrarnos con que mañana, a consecuencia de las fluctuaciones de la circulación de mercancías, el papel moneda rebasa los cauces. Al llegar a este momento, se pierden todas las medidas” (Marx, 1973). 

Marx critica y rechaza la teoría cuantitativa, cuando analiza las dos primeras formas de dinero, las formas metálicas, pero el papel moneda ya no obedece a las mismas leyes que se aplican en el patrón metálico; estas leyes se pueden violar desde fuera con la intervención del Estado. Por ello, la violación de las leyes de la circulación provoca una depreciación del dinero en su función de medio de circulación, que se expresa esta vez en un incremento artificial de los precios (no debido a variaciones del valor de las mercancías o el suyo propio). 

Sin embargo, Marx advierte que, una vez llegado a otro nivel de precios, estos expresan nuevamente el valor de las mercancías, solo que como una fracción del patrón de precios anterior: 
“… si el papel moneda rebasa sus límites, es decir, la cantidad de monedas-oro de idéntica denominación que pueden circular, todavía representará dentro del mundo de las mercancías, prescindiendo del peligro del descrédito general, la cantidad de oro determinada y, por tanto, representable por sus leyes inmanentes (…). El resultado es el mismo que si se hubiese modificado el oro en su función de medida de precios” (Marx, 1973).
Por ello, define también con categoría de ley la cantidad de papel moneda necesaria en la circulación: “… para encontrar una ley específica de la circulación de billetes, no hay más remedio que atenerse a su proporción representativa respecto al oro. Y esta ley es sencillamente la de que la emisión de papel moneda debe limitarse a aquella cantidad en que sin él circularía necesariamente el oro (o la plata) representado simbólicamente por ese papel” (Marx, 1973). 

De esta manera, cuando Marx analiza el papel moneda, se observa una coincidencia con la proposición cuantitativista, al observar que un incremento en la cantidad de dinero puede reflejarse en el nivel de precios. Sin embargo, no se trata más que de una coincidencia en la descripción de la manifestación del fenómeno, a partir de una definición esencial muy diferente. Marx advierte que el análisis a la luz del papel moneda esconde la esencia de las relaciones entre la cantidad de dinero y los precios, no definidas en el mero hecho de la realización de las mercancías, sino en el proceso productivo. 

Para Marx, el valor de las mercancías depende de la productividad del trabajo, en función de la Ley del Valor. En época del dinero metálico o metálico subsidiario, la elevación del valor se debía a la disminución de la productividad en la producción de mercancías o a un aumento de la productividad en la producción de oro. Por ello, según la Ley General de la Circulación, son los precios (como forma monetaria del valor) los que determinan la cantidad de dinero. Con la aparición del papel moneda, surge una doble causalidad, pues a la vez que los precios determinan la cantidad de dinero según el funcionamiento de esta ley, si el Estado la infringe imprimiendo más billetes de los necesarios, la cantidad de dinero estaría provocando también un incremento del nivel general de precios. Luego, si el Estado cuenta con el monopolio de la emisión monetaria debe cumplir la Ley de la cantidad de papel moneda necesaria en la circulación, de manera que la cantidad de billetes se corresponda con la cantidad de oro que, en su ausencia, circularía en función de las necesidades de la circulación. 

En resumen, desde posiciones bien divergentes en cuanto a los determinantes de la demanda de dinero y la inflación, las teorías estudiadas reconocen que (bajo la circulación del papel moneda) un incremento de la cantidad de dinero en circulación provoca un incremento en el nivel de precios. Aunque se llega a este punto de contacto desde distintos métodos, su importancia radica en la posibilidad de utilizar el instrumental convencional desarrollado (que refleja la operatividad de la manifestación del fenómeno) sobre la base de los sustentos conceptuales del enfoque marxista (que reflejan la esencia de la relación entre la cantidad de dinero y los precios). 

El análisis nos permite concluir que la inflación es un fenómeno debido a disímiles causas. La inflación monetaria sería la manifestación de un desbalance entre la cantidad de dinero y las necesidades de la circulación, alterando el cumplimiento de las funciones del dinero como medio de circulación y medida del valor y, con ello, el desarrollo de las relaciones monetario-mercantiles sobre la base de la Ley del Valor.

Algunas ideas sobre la planificación monetaria en la construcción socialista

Cabe preguntarse, entonces, la implicación que tienen para la construcción socialista los elementos descritos de la teoría monetaria en Marx. Para ello es preciso revisar, finalmente, y sin un interés exhaustivo para este trabajo, la necesidad de las relaciones monetario-mercantiles en la construcción socialista, base objetiva de la existencia del dinero y la política monetaria.
“…Ninguna forma de sociedad puede, realmente, impedir que el tiempo de trabajo a disposición de la sociedad regule la producción de una u otra forma. Hasta ahora, sin embargo, (…) tal regulación se consigue no por el control directo y consciente de la sociedad sobre su tiempo de trabajo (lo cual solo es posible con propiedad colectiva), sino por el movimiento de los precios de las mercancías…”, escribió Marx a Engels el 8 de enero de 1868 (Mandel, 1969). 
La necesidad de la acción de la Ley del Valor en la construcción socialista está asociada a la imposibilidad de medir directamente el gasto de trabajo. En el socialismo, aun dentro del sector estatal de la economía, los trabajos no pueden medirse directamente en unidades de tiempo ni en la cantidad de unidades producidas. La comparación entre sí de estos trabajos diferentes y de sus resultados materializados en los productos hace necesario que se traduzcan a un denominador común que permita indirectamente dicha comparación en iguales unidades de medida. Este denominador común es el valor, que tiene su forma de expresión en el precio a través de las relaciones monetario-mercantiles. 

Por otra parte, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en la fase socialista no es suficiente para garantizar a todos los ciudadanos la satisfacción de sus crecientes necesidades materiales y espirituales. En ello reside la base objetiva de la existencia de la distribución con arreglo al trabajo, de manera que quien más trabaje para la sociedad, reciba más de ella. Estos mecanismos de distribución se establecen también sobre la base de la Ley del Valor, pues el pago por el trabajo (los salarios) también constituye un precio en la economía. 

Más allá de utilizar el valor como medida del trabajo y del consumo, la construcción socialista no puede eliminar de una vez las relaciones de producción e intercambio mercantil, en tanto no desaparezcan la base y la causa que determinan su existencia. En el periodo de tránsito al socialismo continúa la división social del trabajo y el aislamiento de los productores, a la vez que el producto del trabajo sigue teniendo la forma mercantil con el despliegue de todas sus contradicciones. Por ello, hoy es poco discutida la necesidad de la acción de la Ley del Valor en la construcción del socialismo y su complementariedad con la planificación. 

La experiencia práctica10 ha demostrado que plan y relaciones monetario-mercantiles, aunque contradictorios, deben complementarse. El carácter consciente de la planificación no anula la espontaneidad del mercado, mientras que la acción de este último brinda cierta flexibilidad al marco regulatorio de la economía socialista (Sánchez y otros, 2002). 

El plan puede utilizar la Ley del Valor (más exactamente, las relaciones monetario-mercantiles) para facilitar una adaptación rápida y precisa de la oferta de bienes de consumo a la demanda. Esta ley permite el intercambio mercantil mediante cantidades de trabajo socialmente necesarias. Su disfuncionalidad asociada a la no correspondencia de la cantidad de dinero con las necesidades de la circulación afecta, en primer lugar, la función del valor como medida del trabajo y el consumo, con lo que se estaría dando señales equivocadas a la economía, con el consiguiente perjuicio al proceso de planificación. Segundo, se deterioraría la Ley de distribución con arreglo al trabajo, al ajustarse nominal (por una medida errónea del trabajo) y realmente (por una disminución de los salarios reales). Tercero, se deterioraría la función de los precios como patrones de referencia de productividad internacional. Cuarto, el incremento de precios no debido a la disminución de la productividad del trabajo generaría efectos redistributivos a favor de procesos de concentración de la riqueza. 

Por tanto, la política monetaria 11 en los procesos de construcción socialista debe garantizar el funcionamiento de la Ley del Valor, mediante la planificación y gestión de la cantidad de dinero necesaria para garantizar el crecimiento material de la economía y los principales equilibrios macroeconómicos. 

En este sentido, en el diseño de la política monetaria y su necesaria interacción con la esfera productiva y distributiva en la construcción socialista, se sitúa como objetivo fundamental no solo conseguir el equilibrio monetario, sino también garantizar la calidad de la moneda nacional y el cumplimiento de sus funciones, colocándola en el centro de atención de la planificación y la dirección financiera de la economía. 

El cómo llevar a cabo la planificación monetaria 12 se enlaza con los elementos extraídos de la teoría monetaria en Marx. Por consiguiente, la planificación monetaria en la construcción socialista debe velar por el cumplimiento de la Ley de la cantidad de papel moneda necesario en la circulación y la Ley General de la Circulación, de manera que garantice la función del dinero de medida del valor y, con ello, el cumplimiento de las proporciones definidas en el plan y la reproducción del sistema socialista.

A modo de conclusión

Aun cuando se ha establecido una visión crítica de la postura de Marx en cuanto a la teoría cuantitativa, ello no quita validez a los avances cuantitativistas, que desde la manifestación de los fenómenos reportaron importantes aportes al estudio del dinero en la esfera de la circulación y desarrollaron, sobre todo, un instrumental de gran utilidad para la teoría y la práctica en materia de política monetaria. Las herramientas analíticas para la comprensión de los procesos de emisión monetaria, así como el desarrollo instrumental para la conducción de la política monetaria, deben ser aprehendidas y reinterpretadas por la ciencia marxista. 

El soporte analítico difiere, pero el objetivo de política es el mismo: controlar la inflación monetaria mediante el control de la emisión monetaria. Según la economía convencional, la inflación es un fin en sí mismo. Desde el pensamiento marxista no es más que un indicador de desequilibrios entre la circulación y la producción, que impactan en el cumplimiento de la función del dinero como medida del valor. 

El presente trabajo no pretende marcar un punto de llegada, sino un punto de partida en el necesario debate sobre la dirección y el sentido de las transformaciones que se llevan a cabo en nuestro país, con énfasis especial en los complejos fenómenos monetarios.

Notas

1 Con toda intención, se ha utilizado el término teoría monetaria en Marx, pues no se puede hablar de un cuerpo intencionado en su pensamiento de los temas monetarios. Marx estudia el dinero y sus formas como contribución a la crítica de la economía política, más allá de un especial interés en la materia. En su pensamiento no hay una alusión directa a la inflación, el control de la oferta monetaria y mucho menos a recomendaciones de política monetaria. La concepción marxista del dinero se encuentra, de manera desarrollada, en la Contribución a la crítica de la Economía Política (1859) y, de manera sintetizada, en El capital (1867). 
2 Factores como las comunicaciones, las prácticas crediticias y los procesos tecnológicos son relevantes para determinar el nivel de saldos reales. Debido a que estos factores cambian lentamente, se espera que la velocidad de circulación del dinero sea estable en el tiempo. 
3 Aunque Fisher estaba desarrollando su enfoque cuantitativo de la teoría de la demanda de dinero, un grupo de economistas clásicos de Cambridge, encabezados por Alfred Marshall y A. C. Pigou, llegó a conclusiones similares, que los llevaron a reformular la teoría cuantitativa a partir de bases microeconómicas.
4 En lo que respecta a cómo debe gestionarse la política monetaria, Friedman sostuvo que, en principio, sería mejor determinar una meta para el nivel de precios, pero señaló que su control era demasiado imperfecto. Por ello, recomendó determinar metas para un agregado monetario, ya que los bancos centrales tienen más control sobre el dinero, y los rezagos son más cortos. En las décadas de los años 70 y 80, muchos países intentaron adoptar metas monetarias, pero la gran mayoría de los intentos fracasó y, en consecuencia, se abandonó la iniciativa. La fijación de metas de inflación, que comenzó a utilizarse en la década de 1990, es hoy la práctica más seguida en materia de política monetaria. 
5 Entre sus principales exponentes, podemos encontrar a mercantilistas como James Steuart, James Mill, algunos partidarios de la Banking School como Thomas Tooke, Marx y otros marxistas en la actualidad, neoclásicos como Ludwig von Mises y F.A. Hayek, poskeynesianos como Nicholas Kaldor y Joan Robinson, así como los estructuralistas latinoamericanos.
6 Lo que es equivalente a decir: la totalidad de las mercancías por sus precios (P*Q). 
7 La Ley General de la Circulación constituye la misma formulación de la ecuación cuantitativa de Fisher, 52 años antes, aunque bajo un enfoque analítico mucho más abarcador. La teoría convencional, consciente o no, ha guardado el secreto de este mérito adicional del autor de El capital. 
8 La posibilidad de que el valor de las mercancías no coincidiera con la signo monetario realmente existe desde el patrón oro, dada la posibilidad de los Estados de acuñar monedas con un valor superior al que realmente contenían. No obstante, dado que es con el papel moneda que esta práctica se convierte en lo común, Marx hace abstracción de esa posibilidad en las formas anteriores (metales preciosos y moneda metálica subsidiaria).
9 Existen varios autores que discuten la relación de la inflación con la llegada de metales desde América. Marx consideraba que “el incremento de la cantidad de oro y de plata en los siglos XVI y XVII estuvo acompañado por el decremento de su costo de producción, Hume pudo saberlo por el cierre de minas europeas” (Marx, 1989). Para Marx, estos incrementos de precios obedecieron fundamentalmente a una reducción del valor del oro asociado a la disminución de sus gastos de producción. 
10 La historia de la transformación socialista bajo una visión marxista conoce tres nociones básicas: 1) Socialismo centralmente planificado por el Estado (incluye a países del antiguo campo socialista). 2) Socialismo de mercado (China 1978 y Viet Nam 1986). 3) Socialismo planificado con apertura parcial al mercado interno (Cuba 1989). En el último siglo, gobiernos de izquierda en América Latina defienden fórmulas poco ortodoxas de contenido socialista. 
11 En las últimas décadas, los bancos centrales del mundo han utilizado la inflación como objetivo fundamental de la política monetaria. Sin embargo, es importante aclarar que se hace referencia a la inflación monetaria: aquella que está generada por incrementos de la cantidad de dinero que distorsionan las proporciones macroeconómicas. Otras distorsiones asociadas a factores reales (inflación de oferta) o subjetivos (inflación de expectativas), aunque son responsabilidad de las políticas macroeconómicas, no lo son de la política monetaria, pues los instrumentos más efectivos para superarlas no son los relativos a la emisión monetaria. 
12 En el trabajo se han referido indistintamente los términos planificación y política monetaria, en función de establecer una conexión con el lenguaje establecido por la economía convencional. No obstante, para un proceso de construcción socialista lo más apropiado es hablar de planificación monetaria, en tanto se trata de los procesos de control y gestión de la cantidad de dinero en función de las proporciones establecidas en el plan de la economía.

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