► Según una nota reciente del Financial Times, el
debate sobre estancamiento secular es una de las discusiones económicas más
importantes de la actualidad. El articulista agrega que el otro gran debate es
el referido a las fuentes de la desigualdad. Estamos de acuerdo aunque
consideramos que los temas están más ligados de lo que parece
Paula Bach | Dedicamos
a un asunto y a otro,
múltiples artículos de esta columna. Nos interesa esta vez retornar sobre las
cuestiones demográficas que los mentores del estancamiento secular enarbolan
como una de las causas explicativas centrales de su tesis. Como señalamos en Lo
que es bueno para la humanidad no lo es para el capital, el escaso
crecimiento poblacional en los países centrales, resulta para los economistas,
una de las explicaciones más exhaustivas del bajo crecimiento económico durante
las últimas décadas. La cuestión está adquiriendo cada vez mayor lugar como
problema estructural del crecimiento económico capitalista. Veamos algunos
ejemplos en términos -si se quiere- prácticos. Dice Financial Times, que Japón
intenta escapar a dos décadas de deflación y el denominado programa de tres
flechas -por sus facetas monetaria, fiscal y estructural- impulsado por el
primer ministro Shinzo Abe, estaría fallando fundamentalmente en su aspecto
estructural.
Según el diario, los principales problemas estructurales que Japón
afrontó débilmente y necesita enfrentar se encuentran en el mercado laboral y
el sistema de seguridad social. Se trata por un lado de impulsar el alcance y
la productividad de una fuerza laboral que disminuye y por otro, de controlar
los costos a medida que la población envejece. Por otra parte, en una nota
reciente The Economist, esta vez
sobre Estados Unidos, se afirma que la salud del mercado laboral estaría entre
las preocupaciones centrales de la Fed. El dilema consistiría en que la
participación de la fuerza laboral en el mercado de trabajo que se incrementó
en forma constante desde mediados de 1960 hasta finales de los ‘80, se habría
aplanado durante la década del ‘90 decreciendo después del 2000 y
encontrándose, actualmente, muy por debajo de su nivel pre-crisis. El problema
consistiría en que si la escasez de la fuerza de trabajo es efectivamente una
cuestión estructural y no cíclica, un ejército de reserva débil, podría no
contribuir a disminuir los salarios en términos “suficientes”. Por el
contrario, la escasez de mano de obra impulsaría los salarios hacia arriba. Si
esto es así, la inflación se aceleraría pronto por lo que la fed debería elevar
las tasas interés rápidamente. En el campo “teórico”, además del espacio que
otorgan al problema Summers, Gordon y periodistas económicos como Davies, entre
otros, recientemente Stephen Cecchetti y Kermit Schoenholtz escribieron en Una
guía sencilla del estancamiento secular, que la razón más convincente que
explica la baja de la producción potencial de Estados Unidos, es el
envejecimiento de la fuerza de trabajo. Agregan que durante la década que
comenzó en 2012, la Oficina de Estadísticas Laborales proyectó un crecimiento
anual de la fuerza de trabajo de sólo un 0,5%, por debajo de un promedio
cercano al 1% de las dos décadas anteriores, a lo que se agrega el dinamismo
declinante del mercado laboral norteamericano.
Irracional
El bajo crecimiento poblacional como explicación de la tesis
del estancamiento secular aparece como un sinsentido desde el punto de vista
lógico e histórico. En realidad, la cuestión, estaría poniendo de manifiesto
que existe un exceso de capital frente a las posibilidades del crecimiento
poblacional. Representa de por sí un reconocimiento de la incompatibilidad
entre las necesidades del capital y las necesidades históricas de desarrollo de
la humanidad. Un verdadero problema entre forma y contenido se pone de
manifiesto. La forma de valor por oposición a la riqueza que, como dice Marx,
está dada por el contenido material de los valores de uso, se presenta como
incompatible. En el caso de los países centrales y en los términos de la teoría
burguesa, empieza a aparecer notablemente separada la necesidad de producción
de valor por parte del capital y las necesidades de valores de uso de la
sociedad. De este modo, lo genérico, el valor de uso, se distancia de su forma
específicamente capitalista, el valor, poniendo en escena el problema como
manifestación de los límites históricos del modo de producción capitalista.
El capital y la humanidad
Sin embargo, desde el punto de vista de la teoría burguesa,
el dilema no resulta absurdo en absoluto. Expresa que a pesar de los índices de
desocupación alarmantes en muchos países centrales, el capital ve con terror lo
que en un sentido es obra del desarrollo de las fuerzas productivas. Esto es
que la combinación de la extensión de la expectativa de vida y un índice
relativamente bajo de nacimientos, no es compatible con las necesidades
crecientes de succión de plusvalor por parte del capital. En el contexto de los
países centrales, dada una mayor longevidad y una menor natalidad, autores como
Davies plantean abiertamente que la
productividad tendrá que contrarrestar la situación demográfica. En otros
términos, los jóvenes tendrán que pagar con más plusvalía relativa la vida
“improductiva” (en el sentido de la producción de plusvalor) de los viejos o
mejor aún, tendrán que producir una cuota mayor de plusvalor cuando jóvenes,
para pagarse una prolongación “improductiva” de sus vidas. Evidentemente la
conquista de “tiempo libre”, aunque más no sea por el aumento de la expectativa
de vida y no por la reducción del tiempo de trabajo, se la mire por donde se la
mire, aparece como un obstáculo histórico para el desarrollo del capital.
Pensada en estos términos la cuestión plantea claramente una contradicción
entre el devenir del capital y el devenir de la humanidad y pone en escena los
estrechos límites del reformismo burgués en los tiempos actuales. A decir
verdad, este asunto actualiza en gran parte la discusión sobre las
posibilidades de desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo, en
la medida en que opone el incremento de la expectativa de vida a las
necesidades del capital como una cuestión que sólo podría resolverse
incrementando la productividad en un contexto de “estancamiento secular”. Y
precisamente porque este es el contexto, el problema aparece como una suerte de
círculo vicioso. En los términos del capital, tal como explicamos en artículos
anteriores, la cuestión choca nuevamente con el asunto de la escasa
inversión y los declinantes índices de crecimiento de la productividad. Por
ello las fuentes de plusvalía absoluta (nuevos oasis de trabajo abundante y
barato) suenan siempre como una bendición y en gran parte una contratendencia
al bajo crecimiento capitalista de las últimas décadas. En este contexto y ante
el aparente –aunque aún relativo- agotamiento de las condiciones para la
inversión del capital internacional en China, la India estaría
apareciendo como nuevo objetivo, aunque en una situación económica, política y
geopolítica cualitativamente más compleja para el capital que en las décadas
previas.
El granito de arena de Piketty
Por último la “preocupación” por la desigualdad –en la
medida en que limita la realización del plusvalor- y la lucha por la obtención
de una cuota mayor de trabajo no pago, parecen términos contradictorios. Por
supuesto que a la teoría económica burguesa la desigualdad no le preocupa en lo
más mínimo salvo en la medida en que puede limitar la realización del
plusvalor. Y esto es lo que parece estar sucediendo desde la recuperación de
2010 cuando debido a los grandes niveles de endeudamiento de los hogares, el crédito
al consumo ya no puede cumplir el rol de antaño. La única salida
pensable para la burguesía en los países centrales, consiste en aumentar la
plusvalía relativa. Cuestión que hasta cierto punto y a la vez que eleva la
desigualdad en términos relativos, sería compatible con incrementos salariales
que regeneren a la “clase media” norteamericana. Pero el asunto es que esta vía
sólo podría lograrse mediante el incremento de la productividad, lo que nos
hace retornar otra vez al mismo punto. El caso de Estados Unidos es
paradigmático.
Según Davies, más allá de lo que los datos oficiales
norteamericanos puedan estar ocultando gran parte de la realidad (ya que existe
una masa muy significativa de trabajadores por fuera de los índices oficiales),
el empleo estaría aumentando de forma inesperadamente rápida en relación con
los índices moderados de crecimiento de la economía. La caída del crecimiento
de la productividad en el último período, sería la explicación de esta
contradicción. Durante los últimos cuatro años la productividad en Estados
Unidos habría estado aumentando a una tasa del 0,6% en comparación con la norma
del 2% de hace una década. Y durante 2014 el incremento se redujo aún más,
rondando una tasa de crecimiento cercana a cero. Pero y como también señala
Davies, la desaceleración de la productividad se inició mucho antes de la
crisis financiera por lo que se espera que persista. Una vez más los límites a
la inversión y las condiciones de estancamiento secular, hacen poco probable
una reversión de esta situación que vuelve a mostrarse bajo la forma de un
círculo vicioso para el capital
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