Ludovico Silva ✆ Alfredo Rajoy |
► Para
estudiar la obra de Ludovico Silva hay que disponer de varias vidas y tener una
formación avanzada en Filosofía y en marxismo (...) su visión del marxismo
estuvo tan adelantada que aún hoy sigue siendo incomprendida
Clodovaldo
Hernández | Tenía algo de ángel, según algunos, de ángel
enfermo. Su interpretación de la obra de Marx fue tan profunda y bien
argumentada que todavía es incomprendida. A pesar de la clarividencia que
mostró en sus análisis, falleció en 1988 sin imaginar los grandes
acontecimientos que vendrían en el mundo y en Venezuela. Por eso, de acuerdo
con Eduardo Rothe (el Profesor Lupa), fue un revolucionario que murió sin
revolución. “Ludovico me pareció
un ángel, una de esas personas que encarnan pero que no pertenecen a este
mundo”, dice el escritor Oscar Marcano, quien vivió el trance místico de
visitar la casa del insigne filósofo un par de veces.
Ludovico no se llamaba Ludovico, sino Luis José Silva Michelena,
pero durante su intensa vida de estudiante de Filosofía en Europa (varias de
las mejores universidades de España, Francia y Alemania lo vieron pasar)
recibió ese apodo de profundas reminiscencias artísticas, pues Ludovico de
Ariosto fue un gran poeta del Renacimiento italiano.
El seudónimo tomó posesión
de aquel inquieto joven, al punto de convertirse en el nombre con el que
desarrolló una larga carrera como profesor universitario, editor de varias
revistas, autor de numerosos libros de alta densidad filosófica y, para hacerle
honor al apelativo, poeta de gran renombre. Ludovico era hermano de otros dos
destacados académicos: José Agustín y Héctor Silva Michelena, solo que ellos
—uno sociólogo, el otro economista— siempre usaron los dos apellidos, mientras
Ludovico se quedó con el Silva a secas.
La visión de Ludovico Silva como un ser de otro mundo era
común. Entre sus compañeros de la República
del Este (una peña de intelectuales y beodos que arruinó varias tascas y
bares en los años 70 y 80) decían que tenía voz de ángel enfermo. “Era así: una de las personas más bellas e
íntegras que he tenido el privilegio de conocer”, subraya Marcano, quien
tuvo esa experiencia gracias a su amistad con el poeta Efraín Valenzuela.
Valenzuela no solo fue amigo de Silva. También es uno de los
estudiosos más profundos de su obra. Por eso, a menudo, diserta sobre ella y
trata de mantenerla viva. En artículos, en conferencias, en diálogos comunes,
procura explicar lo que Ludovico escribió magistralmente en su nutrida obra
bibliográfica, por ejemplo: que “el capitalismo es capaz de transformar en
valor de cambio (léase mercancía) todo cuanto toca: es el único valor
verdaderamente valioso para él”.
Para estudiar la obra de Silva hay que disponer de varias
vidas y tener una formación avanzada en Filosofía y en marxismo. Muchos lo
consideran no solo un conocedor erudito de la obra de Marx, sino un innovador
de las interpretaciones, un rebelde frente a las pretensiones —tan en boga en
esos tiempos— de convertir al marxismo en un recetario. En buena medida, su
visión del marxismo estuvo tan adelantada que aún hoy sigue siendo
incomprendida.
“Era un honesto,
modesto e impecable académico”, según lo define Eduardo Rothe, también conocido
como El Profesor Lupa, quien estudió Filosofía en la Universidad Central de
Venezuela en los años 60, hasta que abandonó las aulas para declararse
combatiente revolucionario internacional. En cierto modo, Rothe también lo
consideraba un ser con poderes extrasensoriales pues, a su juicio, “tenía todos
los elementos filosóficos e históricos (salvo la dialéctica) para ver el
futuro, para esperar y hacer venir la revolución”. A pesar de esas dotes para
la clarividencia, Rothe dice que Silva, quien falleció en 1988, a los 51 años
de edad, no pudo prever ni el derrumbe de la URSS ni la llegada de Chávez ni el
camino de la espada de Bolívar por América Latina. “Triste —dice Rothe—. Ludovico me recuerda la frase del un filósofo
belga Raoul Vaneigem (): ‘Las madrugadas
en que se rompe el abrazo de los amantes, son idénticas a las madrugadas en que
mueren los revolucionarios sin revolución’”.
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