Razmig Keucheyan | El
capitalismo creó desde sus orígenes un mundo de una gran complejidad. Pero en
su base se encuentra un conjunto de mecanismos sencillos que se adaptan
fácilmente a la adversidad. Es una especie de “gramática generativa” en el
sentido de Chomsky: un juego de reglas reducido puede generar un número
infinito de resultados. El contexto actual es muy diferente al de los años 60 y 70.
Pero la izquierda, a escala mundial, corre el riesgo de cometer el mismo error
de subestimar una vez más el capitalismo. El catastrofismo esta vez se concreta
en un nuevo objeto: el cambio climático y la crisis ecológica de forma más
general.
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En los círculos de la izquierda, efectivamente, existe la
creencia, extendida de forma inquietante, de que el capitalismo no sobrevivirá
a la crisis medioambiental. Según esta teoría, el sistema habría alcanzado sus
límites absolutos: sin recursos naturales, entre ellos, el petróleo, no sabría
funcionar y sus recursos se agotan rápidamente, el creciente número de
desastres ecológicos haría aumentar el coste de las infraestructuras hasta un
nivel insostenible y el impacto del cambio climático sobre el precio de los
alimentos desencadenaría revueltas que harían las sociedades ingobernables.