Karl Marx ✆ A.d. |
Fernando
López Laso | A las puertas del veinticinco aniversario de
la caída del Muro de Berlín y de la derrota del comunismo tras el hundimiento
de la URSS, parece inevitable interrogarse sobre lo que pueda enseñarnos aún, y
en qué sentido, la obra de Marx. No evidentemente con un espíritu de trivial
revancha ideológica. Así sucedió entonces, con aquella muchedumbre de
propagandistas que clamaban solemnemente la refutación definitiva del marxismo
y de la obra teórica de Marx. Para ello había que tomar groseramente la parte
por el todo. Se trata, muy al contrario, de plantear la interrogación con toda
su dificultad en un terreno filosófico, más allá de las banales simplificaciones
ideológicas al uso en los medios de comunicación de masas. Por lo demás, el
carácter inevitable de la interrogación, su consistencia como problema, se
impone porque la obra de Marx pretende ser juzgada en su verdad precisamente
por el movimiento de la historia. Para plantear el problema en estos términos
propondré un argumento analógico, al modo que Pierce denominaba por abducción,
es decir, una hipótesis basada en cierta semejanza y proporcionalidad. Y tomaré
la analogía de un proceso geológico: el metamorfismo.
Los
procesos de metamorfismo afectan a las rocas, e implican cambios en su
composición mineral, en su microestructura o en ambas. Constituyen uno de los
principales orígenes de las rocas terrestres, junto con el vulcanismo y la
sedimentación. Los cambios metamórficos se deben en esencia a una adaptación de
la roca