Miguel Ángel Vite
Pérez | finales de los años setenta del siglo xx y
durante el siguiente decenio, se empezó a señalar —en algunos estudios de
carácter sociológico y económico— el fin del trabajo ante la proliferación del
desempleo y el subempleo, acompañados por el establecimiento de una política
económica neoliberal, que desde un punto de vista general, intentaba
transformar al mercado y a sus agentes, como productores o empresarios, en los
nuevos protagonistas de un crecimiento económico vinculado con la supuesta
expansión del comercio internacional.
Sin afán de polemizar, la crisis del trabajo asalariado
remite a la situación compleja de la sociedad del trabajo, en la que el empleo
asalariado se convirtió, en los países desarrollados, en el principal medio
para obtener un conjunto de bienes y servicios, garantizados por un sistema de
bienestar estatal y establecidos como derechos. Esto significa que el trabajo
concedía un estatus de derechos frente a los inconvenientes creados por la
propia dinámica económica capitalista: desempleo, enfermedad, pobreza.