Raya
Dunayevskaya | La base de la economía del país imperialista
más poderoso, los EE.UU., está ahora en el hecho de ser un país deudor. Las
ramificaciones globales que esto implica, al igual que sus consecuencias
internas, no han sido tratadas con seriedad. Paul Volcker, director de la
Reserva Federal [NdelE: Este
trabajo fue publicado en News & Letters, en julio de 1986]
y a quien los economistas consideran el “segundo hombre más
poderoso” del país, no se molestó en asistir a la Cumbre Económica [del
G-7]. Se rehusó a dejarse engañar por los bombos y platillos con que se anuncia
el magnífico estado de la economía mundial, en especial la de los EE.UU.
Volcker planteó que los Estados Unidos “retrasan
todas las soluciones necesarias en otros países…Las acciones que se han tomado
hasta ahora no son suficientes para hacer que el déficit tienda a disminuir”.
La fuerza de la economía, concluye Volcker, “no
es una felicidad absoluta”.
Sin embargo, la gran ilusión que han creado todos los
ideólogos capitalistas, incluyendo a Volcker, sobre este mundo nuclear con su
producción robotizada, se logró gracias a que olvidaron que el trabajo
enajenado es la base insustituible, la esencia y la forma