7/1/14

La speranza di Maurice | Violenza e marxismo nell’esperienza filosofica di Merleau-Ponty

Maurice Merleau-Ponty ✆ A.d. 
Stefano Scrima | 12 dicembre 1946, casa Boris Vian. Maurice Merleau-Ponty ha da poco consegnato a Les Temps Modernes1 il saggio intitolato Le yogi et le prolétaire – in sintesi: un rinnovo della fiducia nel marxismo, unica filosofia in grado di competere col reale – confluito successivamente in Humanisme et terreur (1947); lo scritto richiama volontariamente il romanzo di Koestler The yogi and the commissar, giacché ne è la risposta, o meglio, la critica.

Quella sera Albert Camus, incredulo lettore del fresco saggio merleaupontiano, rovesciò tutto il suo sgomento sull’amico Maurice: ai suoi occhi, da quelle macchie d’inchiostro emerge, pericolosa, la giustificazione dei processi di Mosca degli anni Trenta2, e dunque della violenza del regime comunista russo in nome della rivoluzione. Di qui la rottura fra i due.

Il problema che li divide è pertanto incentrato sull’uso della violenza in politica: è questa necessaria? E se fosse l’unico modo per raggiungere l’agognato stadio finale della Storia – il comunismo vero e proprio –, ottenuto il quale, la violenza stessa potrà assurgere a vago ricordo, a preistoria? Ma per chi non crede al comunismo? Per chi, come Camus, ritiene completamente

Marx y la antropología

Karl Marx
✆ Michael J. Schaack
William Roseberry  |  En su undécima tesis sobre Feuerbach, Marx (1970ª) sostenía que “de distintas maneras, los filósofos sólo han interpretado el mundo; la clave está en cambiarlo” (p. 12). Hoy los dos términos de esta tesis plantean problemas. La mayor parte de los intentos de cambiar el mundo inspirados en o organizados por el marxismo han caído en el descrédito, y hay pocos activistas que hoy por hoy vayan a montar un programa político en su nombre. Más aun, muchos académicos mantienen que una de las razones principales para el fracaso de los intentos inspirados en el marxismo de cambiar el mundo reside en las interpretaciones marxistas del mismo. Es decir, en tanto que un intento de comprender la formación del mundo moderno, el marxismo compartía las asunciones básicas y estaba imbuido de otros modos de pensamiento que interpretaban el surgimiento del capitalismo. En pocas palabras, era hijo de la Modernidad, y se aproximaba a la historia y a la política desde un compromiso positivista con los esquemas interpretativos que subsumían las diferentes sociedades e historias en un esquema común que las abarcaba a todas: una gran narrativa o una narrativa maestra.

Una figura central dentro de esta línea crítica fue Foucault (1980), que partió de un rechazo de lo que llamó “teorías globales o totalitarias” (p. 80) –aludió específicamente al marxismo y al psicoanálisis- y las contrapuso a lo que llamó

Karl Marx: un periodista en la Historia

  • “La historia desconoce los verbos regulares”Edward P. Thompson
Mario Espinoza Pino   |  Las relaciones de Karl Marx con el periodismo nunca fueron fáciles. Ya desde sus primeros artículos en la Rheinische Zeitung [Gaceta Renana] –un diario liberal editado en Colonia– el joven periodista habría de enfrentarse a toda clase de adversidades. Corría el año 1842, y la reciente subida al trono de Federico Guillermo IV, paladín de un agonizante feudalismo europeo, había llegado acompañada de una política tremendamente reaccionaria. El monarca de Prusia iniciaría una suerte de Kulturkampf contra cualquier atisbo de liberalismo o socialismo que pudiera influir en la opinión pública; la práctica preferida por aquel gobierno era la censura cotidiana de los diarios, pero cuando ésta se revelaba insuficiente no dudaba en utilizar métodos más expeditivos, como la supresión por decreto de los libros y publicaciones que resultaban incómodos. Bastaron unas pocas columnas de Marx sobre algunos asuntos polémicos –como la libertad de prensa o la miseria campesina–para que la administración estrechase el cerco sobre el diario renano. El vigoroso estilo del joven periodista, panfletario al tiempo que profundamente analítico, le convertiría inmediatamente en enemigo de aquella sociedad semifeudal y autoritaria. Una sociedad que no le toleraría por mucho tiempo. El Consejo de Ministros, reunido en pleno con el rey, decretaba el 21 de enero de 1843 el cierre del periódico en un plazo máximo de dos