El capitalismo ha mandado la "comida barata"
al cubo de la basura de la historia |
Jason Moore | En 2001, la comida era más
barata que en cualquier otro momento de la historia moderna mundial. Esto
cambió en 2002, mientras los precios de la comida crecían -lentamente al
principio, mucho más rápido después-, éstos alcanzan un máximo en 2008 y de
nuevo lo harían en los primeros meses de 2011. Según la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los precios de la
comida son más altos hoy que en 2008. Resumiendo, la «crisis» alimentaria –aún
no queda claro de qué tipo de crisis se trata ya que implica mucho más que
simplemente hambre– nunca se fue. Los precios de las mercancías alimentarias en
abril de 2014 fueron un 134% mayor que en 2002. Algunos alimentos, como los
aceites vegetales de los cuales dependen muchos de los pobres del mundo para
cocinar, aumentaron un 186% (cálculos de FAO, 2014). El final no se vislumbra.
El Capitalismo ha mandado la «comida barata» – uno de sus principios
organizativos centrales– al cubo de la basura de la historia.
Se
supone que no debería haber ocurrido así. La inflación de los precios de la
comida ha sido un fenómeno recurrente de la ecología-mundo capitalista, pero
esto no tenía prácticamente nada que ver con el espectro del crecimiento
poblacional. Durante 5 siglos antes de 2002, la comida se hacía más y más
barata para las clases trabajadoras del mundo, las cuales crecían más y más.
Este logro, las contradicciones que surgieron de él, y las barreras a una nueva
revolución agrícola hoy en día, fueron los temas principales de: “¿El final del camino?: Revoluciones
agrícolas en la ecología-mundo capitalista”.
0. La crisis alimentaria
interminable
En
2001, la comida era más barata que en cualquier otro momento de la historia
moderna mundial. Esto cambió en 2002, mientras los precios de la comida crecían
-lentamente al principio, mucho más rápido después-, éstos alcanzan un máximo
en 2008 y de nuevo lo harían en los primeros meses de 2011. Según la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), los precios de la comida son más altos hoy que en 2008. Resumiendo, la
«crisis» alimentaria –aún no queda claro de qué tipo de crisis se trata ya que
implica mucho más que simplemente hambre– nunca se fue. Los precios de las
mercancías alimentarias en abril de 2014 fueron un 134% mayor que en 2002.
Algunos alimentos, como los aceites vegetales de los cuales dependen muchos de
los pobres del mundo para cocinar, aumentaron un 186% (cálculos de FAO, 2014).
El final no se vislumbra.
El Capitalismo ha mandado la
«comida barata» –uno de sus principios organizativos centrales– al cubo de la
basura de la historia.
Se supone que no debería haber
ocurrido así. La inflación de los precios de la comida ha sido un fenómeno
recurrente de la ecología-mundo capitalista, pero esto no tenía prácticamente
nada que ver con el espectro del crecimiento poblacional. Durante 5 siglos
antes de 2002, la comida se hacía más y más barata para las clases trabajadoras
del mundo, las cuales crecían más y más. Este logro, las contradicciones que
surgieron de él, y las barreras a una nueva revolución agrícola hoy en día,
fueron los temas principales de: «¿El final del camino?: Revoluciones
agrícolas en la ecología-mundo capitalista». Yo escribí este ensayo a finales
de 2009, como resultado del cuasi-colapso de la economía global de 2008. La
comida se hizo más barata durante buena parte del año; el índice de precios de
la FAO para 2009 fue un 20% menor que el año antes y un 25% menor para el
cereal. Mi tesis en ese momento era que el pico de los precios de la comida de
2006-2008 fue, no sólo una señal-crisis del Capitalismo neoliberal, sino
posiblemente una crisis epocal del modelo revolucionario agrícola que había
sostenido el Capitalismo desde el «largo» siglo XVI. Los acontecimientos desde
2009 sólo han ratificado mi convicción de que hemos entrado en una nueva era,
en la cual el fin de la comida barata y del Capitalismo está apareciendo poco a
poco delante nuestra.
¿Hay en el horizonte hoy en día
otra revolución agrícola? La respuesta rápida es no.
La contradicción básica es
ésta: la agricultura capitalista demanda más y más energía para producir más y
más comida con menos y menos fuerza de trabajo. Este modelo ha funcionado por
la combinación de avances tecnológicos y organizativos junto con la apropiación
de suelo, agua y energía baratos, incluso de trabajo. De esta manera, la
«agricultura industrial» aparenta ser «intensiva» pero de hecho es extensiva.
Al igual que la industria capitalista, la agricultura capitalista requiere de
más y más naturaleza que fluya a través de una hora media de trabajo (tiempo de
trabajo socialmente necesario). Por esta razón, la agricultura e industria en
la ecología-mundo capitalista requieren de fronteras de naturaleza sin
capitalizar; cada acto de producción de plusvalía requiere un acto aún mayor
de apropiación de trabajo/energía de la naturaleza no remunerado, ¡incluido los
humanos! Si la naturaleza sin capitalizar no está disponible, los costos de
producción aumentan – como lo están haciendo hoy, y lo han estado haciendo por
un tiempo. Esto explica lo crucial de la frontera de las mercancías en la
historia del Capitalismo. El final de las comida barata es un resultado predecible
del fin de las fronteras, porque las fronteras han cumplido dos grandes
servicios al capital: reducir los costes de producción e incrementar la
productividad laboral.
¿Y qué hay del papel de la tecnología?
La «función» crucial de la tecnología en la ecología-mundo capitalista es
apropiarse del trabajo/ energía no remunerada del resto de la naturaleza. La
máquina de vapor es el ejemplo clásico, puesta a trabajar en 1712 para sacar el
agua de las minas de carbón. La máquina de vapor es una tecnología frontera,
diseñada y desarrollada para convertir el carbón de una roca en la tierra en un
combustible fósil. El origen de la máquina de vapor tiene todo que ver con el
ansia del capitalismo para apropiarse del trabajo/energía no remunerado que
ofrece el carbón, el producto de millones de años de trabajo del sistema-
Tierra, y su transformación en capital. Marx habla del proceso de trabajo
capitalista como uno que convierte «sangre en capital». ¿No es esto lo mismo
para el carbón, para los bosques, para el suelo y agua de un cultivo? Pero como
Marx nos recuerda en su discusión sobre la jornada laboral, no es sólo el
suelo, sino también la naturaleza humana, la que es «robada» por el proceso
normal de acumulación de capital. El agotamiento de los suelos y de los
trabajadores es inmanente a la acumulación de capital, y por tanto la
acumulación de capital –y a su sistema tecnológico– pueden sólo sobrevivir a
través de la apropiación de nuevas fronteras de naturaleza sin capitalizar.
Las últimas fronteras ahora son más pequeñas que nunca, mientras que la
necesidad del capital de naturalezas baratas es mayor que nunca. Es cierto que
algunas fronteras permanecen. Hay zonas de naturaleza sin capitalizar en el mundo
–para cultivar soja en Mato Grosso (Brasil) o para el cultivo de aceite de
palma en Borneo– pero son muy pequeñas para recuperar la producción de comida
barata.
Podemos ver esto claramente en
que no aparece una nueva revolución agrícola. El dinamismo tecnológico del
capitalismo ha fracasado en conseguir un «gran salto atrás» en la productividad
agrícola. Desde mediados de los años 80 ha habido un «estancamiento en la producción»
de la agricultura mundial –una desaceleración del crecimiento– que no puede
ser superada dentro del modelo agrícola capitalista. La biotecnología agrícola
ha procurado extender ese modelo. Evidentemente ha fracasado. En el mejor de
los casos, la agro-biotecnología ha provisto a los agricultores de ganancias
breves, que desaparecen rápidamente – sólo acarreándoles cada vez mayores
deudas y forzándoles a usar herbicidas y pesticidas. Con la ausencia de nuevas
fronteras no hay salida al aumento de los costos de producción y el declive del
crecimiento en la productividad. Una muy alta productividad agrícola debe ser
posible, aún así, con unas prácticas agrícolas alternativas basadas en la
agroecología, permacultura y otras agronomías no capitalistas. El espectacular,
pero episódico, éxito del Sistema de Cultivo Intensivo de Arroz –el cual
consiguió un récord recientemente (abril de 2014) con 22.4 toneladas de arroz
por hectárea– es extremadamente sugerente como camino alternativo.
Este tipo de camino alternativo
conduce, necesariamente, fuera del capitalismo y hacia una ecología-mundo
socialista. Esta alternativa sólo se puede realizar a través de la lucha de
clases que redefine qué es valioso –y qué no– en la civilización que deseamos
construir. ¿A qué se parecería una valoración socialista de los humanos y del
resto de la naturaleza? Esta pregunta sólo podría responderse, por supuesto, a
través de la actividad práctica y de la teorización reflexiva. Pero se puede
ofrecer respuestas provisionales, en la manera en que Marx llama un hilo
conductor. Desde mi punto de vista, los elementos de una ecología-mundo
socialista están en nuestro alrededor. Y aunque esos elementos se limitan a la
comida, las políticas alimentarias hoy ofrecen algunos de los más
esperanzadores vistazos al futuro que muchos deseamos ver.
http://laberinto.uma.es/ |