Rigoberto Pupo |
En el proceso de la evolución filosófica de Marx, desde su
Tesis doctoral, la Gaceta del Rhin, el período intermedio en que escribe la
Crítica del derecho político hegeliano, hasta los Anales Franco
Alemanes (1844) su concepción de la práctica ha ido logrando nuevas
determinaciones[1]. Ya en 1844,
Marx aborda la práctica como actividad material transformadora, haciendo
énfasis especial en la revolución, en calidad de práctica política decisiva del
proletariado. Esta concepción encontrará un nivel superior de concreción en los
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, obra donde Marx expone la
significación de la práctica productiva, es decir, una nueva forma de práctica
social, la determinante, sin la cual es imposible comprender las otras formas
de praxis humanas, en sus determinaciones y condicionamientos[2].
Los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844 son escritos bajo la influencia directa
del proletariado francés, de los estudios realizados por Marx, la
Revolución francesa, así también como de sus investigaciones en la economía
política. Ya desde febrero de 1844, Marx se dirige al estudio profundo
de los clásicos de la economía política (Say, Sharbek, Smith y Ricardo).
En
esta dirección asumida por Marx, desempeñó un gran papel el trabajo de Engels Esbozo de una crítica de la economía,
obra que ayudó a Marx a considerar e1 régimen capitalista en sus relaciones con
el desarrollo general de la historia, y a concebir su supresión como resultado
de su desarrollo dialéctico. Gran significación tuvo para Marx la influencia de Mosses
Hess, pues lo dotó de ideas nuevas en relación con la naturaleza de
la actividad humana y la enajenación. Se reconoce a Hess el mérito de haber
mostrado que la acción, considerada como actividad concreta, práctica,
constituye lo esencial de la vida humana, y que la alienación debe ser
concebida como una alienación social, engendrada por el régimen de la propiedad
privada»[3].
Partiendo de estas premisas se da el encuentro de Marx con
la economía política, el cual se manifiesta como reacción crítica ante ella y
búsqueda exigente de su fundamento.
Para Marx la economía política parte del reconocimiento de
la propiedad privada, pero no la explica. La economía política no penetra en el
movimiento de la propiedad privada y en sus correspondientes efectos. Le
interesa el trabajo sólo como fuente de las riquezas, pero en modo alguno
explica el trabajo enajenado en las condiciones del capitalismo.
De la Crítica a la
economía política y a la sociedad burguesa, Marx deduce el concepto trabajo
enajenado, categoría que sirve de hilo conductor de toda la obra y a través del
cual tiene lugar la crítica. En el proceso de desarrollo de la categoría de la
práctica los Manuscritos económicos y
filosóficos de 1844 constituyen un momento significativo, pues aquí Marx
centra la atención en la práctica, como actividad o trabajo. A partir de esta
concepción se penetra en otras formas de la práctica social, derivadas de la
actividad laboral de lo hombres.
Marx demuestra cómo en las condiciones de la sociedad.
Capitalista la actividad productiva de los hombres deviene trabajo enajenado.
“Nosotros partimos de un hecho económico real - escribe Marx-. El
obrero se hace más pobre mientras mayor riqueza produce, mientras más aumenta
su producción en poderío y extensión (...) El valor creciente del mundo de las
cosas determina la directa proporción de la devaluación del mundo de los
hombres…
“Este hecho expresa sólo que el objeto que produce el trabajo -el producto del trabajo- se le opone como algo alienado, corno un poder independiente del productor” [4]
Marx señala «que el producto del trabajo es el trabajo
objetivado en un objeto, que se ha hecho material”… Sin embargo, «en las
condiciones analizadas por la economía política esta realización del trabajo
aparece como una pérdida de realidad para los trabajadores; la objetivación
como la pérdida del objeto y servidumbre del objeto; l apropiación como
enajenación”[5]
A diferencia de Feuerbach, para Marx el régimen capitalista
basado en la propiedad privada que da al trabajo el carácter de trabajo
alienado, se opone a la actividad libre, consciente y universal, por medio del
cual el hombre se crea verdaderamente, pues el propio producto se
convierte en objeto en el cual los hombres alienan sus fuerzas creadoras y
esenciales
Además, en la medida que el trabajo deviene enajenado,
pierde su función social, se convierte en instrumento deshumanizador. En este
proceso se cosifican las ‘verdaderas relaciones humanas y en lugar de
relaciones entre los hombres, se establecen relaciones entre los objetos, que
se traducen en un constante cambio de productos del trabajo alienado.
La categoría trabajo enajenado sirve a Marx de base metodológica
para realizar un análisis económico - filosófico del hombre y su actividad en
la sociedad capitalista. Marx no reduce la enajenación sólo al producto del
trabajo, sino que a partir de él, presenta también como forma enajenada del
hombre el propio acto de la producción, la naturaleza, la esencia genérica y
por lo tanto, las mismas relaciones con el resto de los hombres. Al mismo
tiempo, concibe otra forma peculiar de alienación, la referente al capitalista,
pues se apropia del producto del obrero. Ahora bien, dentro del proceso general
de la alienación de la actividad y la actividad de la alienación que tiene
lugar, sus efectos no son iguales para el obrero y el capitalista, pues “éste
hace con aquél, lo que aquél no puede hacer con éste”, es decir, que en los
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 ya Marx, a diferencia de
Feuerbach, empieza a penetrar en el terreno de las clases, pues ‘si el producto
del trabajo no pertenece al obrero, si lo enfrenta como un poder extraño, esto
solo puede ocurrir porque pertenece a otro hombre que no es el obrero. Si la
actividad del obrero constituye un tormento para él, para ‘otro debe significar
deleite y la alegría de su vida
Aunque no ha rebasado todavía totalmente la influencia de
Feuerbach, es necesario destacar que la comprensión del trabajo, de la
actividad productiva por Marx, lo conduce a exponer ideas embrionarias de la
nueva filosofía. Ya en los Manuscritos económicos y filosóficos de
1844, Marx sienta las premisas del conocimiento de las relaciones de
producción, pues para Marx la actividad productiva no sólo produce objetos,
sino también determinadas relaciones de sujetos opuestos entre sí, por su lugar
en la producción.
Si Feuerbach no pudo explicar qué es lo que hace social al
hombre, reduciéndolo sólo a la comunicación abstracta del yo y el tú, Marx, a
partir de la comprensión del significado de la práctica productiva, da pasos
sólidos en la explicación de las causas que determinan el carácter social del
hombre y las posibilidades reales de ser sujeto. He ahí la relación estrecha
entre enajenación, emancipación, praxis y humanismo.
En primer lugar, Marx libera de la especulación idealista
hegeliana la tesis racional de que el hombre se autoproduce en el trabajo,
mostrando cómo en la actividad productiva el hombre se crea, es decir, el
trabajo no sólo enajena al hombre en determinadas condiciones históricas, sino
que al mismo tiempo lo crea, o sea, niega al hombre y lo afirma como tal. En la
actividad productiva transformadora el hombre objetiva su ser esencial y
deviene ser social en la medida que se eleva como ser consciente sobre su
propia naturaleza. De aquí se deduce que la objetivación material,
la producción, representa en sí par Marx el elemento determinante que hace al
hombre un ser esencial. “Al crear un
mundo objetivo con su actividad práctica -escribe Marx- al elaborar la
naturaleza inorgánica el hombre prueba ser un ser esencial consciente”[6] pues a
través de su actividad transformadora humaniza la naturaleza, la
subjetiva y realiza así “la unidad orgánica del sujete y el objeto,
del hombre y de la naturaleza que se vuelve cada vez más imagen, el reflejo de
la auto- creación del hombre”[7].
A partir de esta concepción de la actividad productiva, como
base del devenir social, Marx destaca los rasgos distintivos del hombre en
calidad de ser esencial “genérico”, que se realiza, crea y reafirma en su
trabajo. Sin embargo, el animal es un ser natural, pero no esencial, no
consciente de su propia actividad dirigida a un fin. “E! animal -señala Marx-
es inmediatamente idéntico con su actividad vital. No se distingue de ella. Es
su actividad vital. El hombre hace de su actividad vital el objeto de su
voluntad y de su conciencia”[8], pues
subordina su propia actividad a la razón y a la voluntad en correspondencia con
los fines y valores, proyectados de antemano, crea con su actividad
práctica su propio mundo. Al igual que el hombre, el animal vive de la
naturaleza, pero no es capaz de cambiarla en beneficio propio, su actividad
vital no se diferencia de la naturaleza; sin embargo, el hombre humaniza la
naturaleza a través de su actividad transformadora. A través de la práctica
productiva el hombre deviene ser esencial consciente, cuyas relaciones con la
naturaleza y los otros hombres están mediadas por una serie infinita de
eslabones.
La comprensión de la práctica productiva como base de la
relación del hombre con la naturaleza, le permitió a Marx desentrañar la
esencia del proceso de objetivación y desobjetivación de la conciencia y la
actividad del hombre en la sociedad, y con ello, ver profundamente la necesidad
de la emancipación humana Naturalmente, esta tesis Marx y Engels la
desarrollaron a un nivel superior en los trabajos posteriores, pues en los
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, como obra transicional, las tesis
de la nueva concepción del mundo aún llevaban el signo de la influencia
antropológica de Feuerbach, de ahí que la propia terminología todavía sea
imprecisa y el contenido en cierto modo abstracto[9].
Ahora bien, la comprensión teórica de la autoproducción del
hombre mediante el trabajo, le permite a Marx fundamentar el carácter social
del hombre. A diferencia de Feuerbach, Marx comprende que el hombre es un
resultado de la sociedad, engendrado por la colectividad en su actividad
productiva, en relación con la “naturaleza inorgánica” y los propios hombres Si
en Feuerbach la determinación social del hombre le es dada en su unidad
genérica-antropológica con el resto de los hombres, en Marx, el fundamento de
la esencia social del hombre la determina la producción material como forma
genérica específica de la actitud de los hombres. Según T. 1. Oizerman, para
Marx. “la producción es el fundamento de todas las demás formas de actividad
del individuo por cuya razón éste posee un carácter social”[10]
Es cierto que la Filosofía Clásica Alemana, especialmente
Hegel, contribuyó a la superación de la robinsonada sociológica y gnoseológica
presente en la filosofía, pero en el marco del idealismo no era posible dar una
fundamentación sustancial de la causa que hace social al hombre; sin embargo,
Marx, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, inicia una verdadera
revolución en la comprensión del carácter social del hombre, partiendo de que
sus relaciones con la naturaleza y los hombres se establecen por la práctica
productiva.
Esta nueva comprensión del papel de la práctica productiva
en la sociedad sirve de base a las reflexiones teóricas de Marx sobre la
práctica política revolucionaria enunciada en los Anales Franco Alemanes.
Sin lugar a dudas, la necesidad de explicar y fundamentar
sólidamente la práctica revolucionaria, ya enunciada en los Anales Franco Alemanes, desempeñó un
papel extraordinario en la búsqueda teórica de Marx. A la tesis sobre el papel
del proletariado como sujeto de la revolución era necesario darle una base de
sustentación científica, capaz de justificar la práctica revolucionaría, así como
encontrar las vías de su realización. En los Manuscritos económicos y
filosóficos de 1844 Marx da el primer paso, al fijar la actividad práctica,
material del obrero en el proceso de producción, como factor determinante.
Según Sánchez Vázquez,
“hasta ahora el proletariado se le había presentado a Marx como la negación de la esencia humana, no como agente de la producción. En esta negación veía Marx la necesidad de fundar más firmemente la emancipación, así como las condiciones de la praxis revolucionaria correspondiente. (…) Las condiciones específicas en que se da la opresión del obrero en una Alemania atrasada, con un bajo desarrollo de la producción (...) determinan que Marx vea al obrero antes como revolucionario que como productor”[11]
Es cierto que las condiciones existentes en Alemania en
alguna medida influyeron en Marx, pero no considero del todo correcto que esa
haya sido la causa fundamental para que viera al obrero primero como
«revolucionario» y después como «productor En primer lugar, Marx está al día
del desarrollo capitalista de los países más avanzados; asimismo cuando escribe
los artículos de los Anales Franco Alemanes
y los Manuscritos económicos, está
bajo la influencia directa de la Francia revolucionaria. Además, a través de
Engels se mantenía al día del desarrollo en Inglaterra.
Una explicación más racional y objetiva debe partir, según
mi opinión, por considerar el despliegue del problema en el marco de la
evolución filosófica del joven Marx, como un ascenso continuado del fenómeno a
la esencia, como un proceso de acercamiento al objeto. El período de trabajo en
la Gaceta del Rhin lo condujo a fijar
la atención en la economía política, la lucha ideológica y política en el
movimiento joven hegeliano, la polémica con Ruge en los Anales Franco Alemanes y sus discrepancias con Feuerbach le
indicaban la necesidad de buscar nuevas perspectivas y medios de lucha. Todo esto,
y ahora vinculado al movimiento obrero francés, lo conduce no sólo a abogar por
la práctica revolucionaria, sino además, a penetrar en la esencia y las causas
que le sirven de fundamento. Si en 1843 Marx sintió la necesidad de estudiar
economía política para desentrañar la “anatomía” de la sociedad, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844
se inicia el gran descubrimiento al considerar que el hombre se autoproduce en
la actividad productiva, es decir, no se trata de derivar “de la situación
específica de Alemania” el por qué Marx primero considera el “hombre
revolucionario” y después el “hombre productor”, sino que ambas formas de
praxis son elaboradas por Marx estrechamente vinculadas y en correspondencia
con determinadas condiciones objetivas y subjetivas que sirven de premisa a su
quehacer filosófico. De ahí que para comprender realmente el despliegue del
pensamiento de Marx en la elaboración de la teoría de la práctica, es necesario
analizarlo como un proceso sistémico, o una cadena, cuyos eslabones representan
distintos niveles de acercamiento y penetración en el objeto. No es posible
concebirlo como “estructuras funcionales” separadas unas de otras, pues
conduciría a interpretaciones erróneas de la evolución del pensamiento de Marx.
Y esta pauta metodológica para el estudio del pensamiento de Marx, es válida
también en la investigación de la elaboración de la categoría de la práctica,
si es que se desea abordar dicho proceso como un sistema complejo, mediado por
múltiples acontecimientos y eventos.
Sin lugar a dudas, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, la concepción de Marx
sobre la práctica se profundiza y amplía, y con ello su visión de la
enajenación y los medios de su superación, mediante la emancipación humana. A
pesar de que Marx aún está bajo la influencia del antropologismo de Feuerbach,
la consideración de la actividad productiva en la autoproducción del hombre y
sus relaciones sociales, sirven de base teórico-metodológica para explicar el
fundamento real de distintos aspectos de la sociedad que incluyen las formas de
la conciencia social. “La religión, la familia, el Estado, la ley, la moral, la
ciencia, el arte, etc., son solamente -escribe Marx- modos especiales de
producción y caen bajo su ley general”[12].
Aunque toda vía débilmente fundamentada, Marx deriva las distintas formas de
práctica social de la práctica productiva, así como las relaciones sociales que
se engendran en ella. Ya se esboza, con rigor teórico, las formas de la
conciencia social como expresión de las relaciones sociales, y al mismo tiempo
determinado por la práctica social. Esta nueva perspectiva teórica inaugurada
en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 devino núcleo central,
alrededor del cual Marx continuaría la elaboración de la teoría de la práctica,
con sus respectivos efectos en la concepción de la enajenación y su antítesis:
la revolución.
En los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844, la representación de Marx sobre la
relación sujeto-objeto aparece como las relaciones del hombre con la naturaleza
por lo que se hace más concreta y determinada, si la comparamos con los Anales
Franco Alemanes.
Al superar en general el carácter empírico y metafísico de
Feuerbach en la consideración de la relación sujeto-objeto, Marx en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844
considera al hombre sujeto del trabajo y a la naturaleza objeto sobre la cual
se ejerce la influencia humanizadora del sujeto.
En la actividad productiva el hombre humaniza la naturaleza,
le impregna el sello de su subjetividad. Es un proceso dual de objetivación y
desobjetivación, que Marx comienza a percibir a partir del papel que le
atribuye al hombre como sujeto de la actividad laboral, es decir, a través del
trabajo el hombre objetiva su ser esencial, aprehendiendo subjetivamente la
realidad que convierte en objeto.
La relación sujeto-objeto no es considerada por Marx como un
simple proceso externo de influencias, sino como interrelación en la cual el
sujeto transforma y crea el objeto y se transforma a sí mismo.
A partir de esta concepción, Marx concibe la industria como
un resultado del desarrollo de las fuerzas esenciales del hombre. “La industria es la realización de hecho,
histórica, de la naturaleza, y por lo tanto de las ciencias naturales con el
hombre (...) En la industria ordinaria material (...) tenemos por delante las
potencias esenciales del hombre objetivadas en la forma de objetos
sensoriales…” [13]. Para
Marx el desarrollo de la historia coincide o se corresponde con el de la
industria, pues el sujeto (hombre) en su actividad productiva hace de la
naturaleza su propia obra en la medida que la transforma para satisfacer sus
necesidades.
El análisis de la práctica (actividad productiva) hecho por
Marx en los Manuscritos económicos y
filosóficos de 1844 le abre nuevas perspectivas teóricas para explicar la
realidad. Apoyándose en la comprensión del papel de la actividad productiva del
hombre en la transformación de la naturaleza, Marx considera que las ciencias
de la naturaleza y las ciencias humanas (sociales) están estrechamente
vinculadas. Comparte la tesis de Feuerbach que la naturaleza constituye la base
de todas las ciencias, pero discrepa de él en la medida que niega la naturaleza
“muerta” de Feuerbach, y la concibe como “naturaleza humanizada por el trabajo
del hombre”. “La historia humana forma parte integrante de la historia de la
naturaleza, es la historia de la humanización de la naturaleza. Las ciencias
naturales llegarán a incluir la ciencia del hombre, lo mismo que la ciencia del
hombre incluirá las ciencias natura les: habrá una sola ciencia”[14]
Para Marx en la actividad práctica se vincula el hombre a la
naturaleza, coincide con ella en la medida que la transforma. Contrariamente a
Feuerbach, Marx concibe a la naturaleza como objeto del hombre y para el hombre
en la medida que hace de ella su “madre inorgánica” a través de la práctica
productiva.
En los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844, superando a Feuerbach, Marx opone la
revolución comunista a la propiedad privada. Aquí concreta aún más la tesis
enunciada en los Anales Franco Alemanes sobre la revolución.
Partiendo de la crítica del sistema capitalista que convierte el trabajo en un
proceso constante de alienación, llega a la conclusión que es necesario
sustituirlo por un sistema comunista como condición imprescindible para la
humanización del hombre. Esta sustitución no se llevará a cabo sólo a través de
la crítica, sino que será obra de la acción revolucionaria del proletariado. “A
objeto de abolir la idea de la propiedad privada -escribe Marx- la idea del
comunismo es enteramente suficiente. Se necesita de la acción rea1 comunista
para abolir la propiedad privada”[15]
A pesar de que aún la influencia de Feuerbach en Marx es
evidente, la comprensión del papel de la actividad productiva lo conduce a no
buscar la rehumanización del hombre, como los utópicos, a partir de un
postulado moral, sino como resultado necesario del desarrollo del capitalismo.
“Es fácil ver - escribe Marx - que todo el movimiento revolucionario encuentra
necesariamente, tanto en su base empírica, como teórica en el movimiento de la
propiedad privada; para ser más preciso, en el de la economía”[16].
Al hacer un balance general de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 dentro del conjunto de
la evolución teórica de Marx, y el lugar que ocupa la categoría de la práctica
en ellos, se puede afirmar que aunque todavía no se ha liberado del todo de la
influencia de Feuerbach, ya aquí la categoría de la práctica (actividad
productiva) hace la función de núcleo central del discurso teórico de Marx. La
consideración del trabajo como autoproductor del mismo hombre y sus relaciones
en la historia constituye un instrumento metodológico para penetrar en otras
formas de la práctica social, las cuales serán fundamentadas sólidamente en los
trabajos posteriores.
La comprensión por Marx del carácter determinante de la
práctica productiva como autogeneradora del hombre y sus relaciones sociales le
permite arribar a una concepción nueva de la historia, diametralmente opuesta
al idealismo histórico de Feuerbach. A partir de los Manuscritos económicos y
filosóficos de 1844, Marx aborda la historia bajo la forma de desarrollo
dialéctico de las relaciones económicas y sociales, pues comprende que la
producción determina el desarrollo de la sociedad y por lo tanto, al devenir
histórico. “Intérprete de las aspiraciones del proletariado revolucionario
-escribe Cornú- lo que importaba a Marx no era sólo la transformación de la
conciencia humana, sino ante todo la abolición de la sociedad capitalista,
causa de la deshumanización de los hombres, y en particular los proletarios. Al
poner así en el primer plano la idea de la revolucionaria, rechaza la
concepción feuerbachiana del hombre considerado como un ser contemplativo, socialmente
indiferenciado; ve en él un ser social que pertenece a una clase definida, y
cuya vida es determinada por el conjunto de las relaciones económicas y
sociales. Por ello se dedica, no tanto a estudiar la esencia general del
hombre, como las leyes del desarrollo social, y ve ya que está determinado por
el desarrollo de la producción”[17]
De este modo, tomando como punto de partida actividad
práctica se revolucionó el concepto de enajenación, pues para el joven Marx, la
objetivación de la esencia humana no sólo es alienación, sino ante todo
materialización de las fuerzas esenciales del hombre, que sólo en determinadas
condiciones históricas de la sociedad capitalista deviene proceso progresivo de
enajenación. El hecho de tomar como punto de partida la práctica productiva le
permite a Marx superar el humanismo abstracto de Feuerbach, así como explicar
racionalmente el movimiento histórico, en el cual el hombre es sujeto activo
del devenir. Un sujeto integrado a una estructura social, engendrada por su
propia actividad práctica. Esta tesis en lo adelante marcará el
rumbo teórico de Marx.
Ciertamente, en los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844, la práctica (actividad productiva,
trabajo) ocupa un lugar central en la reflexión teórica de Marx, pero no se
reduce a ello, pues de la propia crítica del capitalismo Marx deduce la
necesidad de la práctica revolucionaria (“acción real”. Además, ya Marx crea
determinadas premisas que lo conducirán a la comprensión de otras formas de la
práctica social. En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx da
pasos firmes en el entendimiento de la distinción existente entre la actividad
espiritual (“crítica teórica”) y las transformaciones que conducen a cambios
empíricamente registrables (crítica práctica que produce cambios estructurales)
en las condiciones de existencia.. Estos nuevos elementos de la teoría de la
práctica en formación, descubiertos por Marx, le permiten abordar
más concretamente las relaciones sujeto-objeto y sujeto – sujeto en la
sociedad, y con ello, los conceptos enajenación, emancipación, humanismo y
revolución con sentido cultural, adquieren nuevas determinaciones.
En las Tesis sobre
Feuerbach, a pesar de su carácter epigramático y aforístico esta nueva
concepción de la relación práctica – enajenación, mediada por la cultura[18],
deviene concreta y sienta nuevas premisas. Por eso exige abordar la realidad
subjetivamente, entendida ésta como praxis que une indisolublemente sentimiento
y razón. En la concepción de Marx se soslaya toda cosmovisión
subordinada a la razón instrumental y objetivizante.
Al criticar la concepción de la esencia humana
abstracta Marx postula su nueva concepción del hombre y de la historia.
Sencillamente, la esencia la constituye el conjunto de las relaciones sociales,
producidas en su quehacer práctico- espiritual.
Los presupuestos teóricos feuerbachianos que servían de
fundamento a su concepción lo condujeron a no poder explicar la conciencia
social como un producto de las condiciones reales existentes, por eso Marx le
critica su teoría sobre el sentimiento religioso y la religión en general.
Según Marx, la concepción antropologista abstracta de Feuerbach,
le conduce a no ver que, el sentimiento religioso es también un producto social
y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una
determinada forma de sociedad.
Feuerbach no concibe el sentimiento religioso como un fenómeno
social, ve su esencia, su causa, semejante al del individuo y la sociedad,
desde un punto de vista antropológico. Para él, la religión es un resultado de
la contradicción entre el individuo y el género, la especie, contradicción que
conduce a que el individuo no se realice en su comunidad genérica, por lo que
deposita entonces en Dios, la esencia de la especie, que hace de él, hombre.
Esto, según Feuerbach, es la causa de su progresiva enajenación.
Tal y como explica Marx, la liberación del hombre abogada
por Feuerbach, es una liberación abstracta, una liberación en el plano de la
especulación pura. Tal liberación que no se proponga ver las fuentes materiales
reales que impiden su realización, se queda sólo en los razonamientos lógicos,
no traspasa el umbral del pensamiento especulativo, y por ello, no está en
condiciones de aportar los medios para su consecución real.
Estas premisas sirven de base para exponer las tesis
primarias del materialismo histórico, sobre el carácter determinante del ser
social con respecto a la conciencia social, así como abordar las relaciones
materiales sociales e ideológicas en su naturaleza sistemática y desentrañar
dentro de ellas las relaciones económicas como las determinantes. A partir de
esta premisa iniciará la creación del cuerpo teórico de su nueva
filosofía, así como aportar las razones suficientes de la génesis de la
enajenación y las posibilidades reales de su superación.
Se trata de un proceso complejo, que transcurre con
inusitada rapidez. Si en las tesis exige abordar la realidad
subjetivamente y enuncia la idea capital que la vida es esencialmente práctica,
en La ideología Alemana,
conjuntamente con Engels, aborda la conciencia, como el ser consciente, y el
ser de los hombres, como resultado de su vida real y práctica.
A pesar de que aún algunos conceptos no son expresados en
toda su madurez, en esta obra se exponen las tesis fundamentales de la nueva
concepción del mundo, la cual tiene por fundamento el reconocimiento del
carácter primario del ser y secundario de la conciencia.
El desarrollo multilateral de la categoría de la práctica
que tiene lugar en La ideología alemana, sirve de base a los fundadores del
marxismo para dar una solución dialéctico-materialista al problema fundamental
de la filosofía, pues ahora no se trata sólo de reconocer el carácter primario
de la naturaleza, sino además, de comprender el ser de los hombres como proceso
real de su vida, es decir, como práctica social. A diferencia del materialismo
antropológico de Feuerbach, Marx y Engels no consideran la realidad como pura
naturaleza externa, sino como ser social, es decir, parten de la tesis que los
hombres a través de su actividad práctica humanizan la naturaleza, integrándola
a la realidad social. Esta tesis expuesta ya en los Manuscritos económicos y
filosóficos de 1844, alcanza aquí un nuevo nivel de profundización, sobre la
base del conocimiento de las leyes y regularidades sociales.
A partir de la concepción de la práctica corno fundamento de
toda relación humana, Marx y Engels comprenden que lo material y lo ideal sólo
constituyen antítesis absolutos en la determinación de la prioridad
gnoseológica del primero, ya que ambos contrarios dialécticos devienen
idénticos a través de la práctica social. Esta solución científica al problema
de la dialéctica entre lo ideal y lo material, rompió tanto con la
interpretación materialista metafísica que separa al hombre de la realidad,
como también con el idealismo que lo aborda abstractamente.
Este nuevo enfoque en la investigación de la sociedad que
tiene como premisa el reconocimiento de determinadas regularidades históricas y
el quehacer práctico del hombre, Marx y Engels lo contraponen a la filosofía
especulativa y a la historiografía idealista alemana que, invirtiendo el
proceso real, trata de explicar la realidad a partir de las ideas y no las
ideas de la realidad que expresan.
Este modo de explicar la historia a partir de determinadas
premisas materiales y la acción real de los hombres, llevan a Marx y Engels a
exponer científicamente la esencia del mundo espiritual del hombre, pues las
distintas formas de la conciencia social son un proceso complejo –
constructivo de las condiciones reales de la propia existencia de
los hombres, los cuales por medio de su actividad práctica cambian las circunstancias
y se transforman a si mismo.
Esta nueva concepción del mundo aporta los elementos
necesarios (teóricos y prácticos) para fundar una teoría que no sólo explique
la enajenación del hombre, sino además cómo producir las condiciones de su
desalineación.
Miseria de la
Filosofía (1847) y el Manifiesto del
Partido comunista (1848) dan cuenta de ello, entre otras obras.
En El Capital el
tema de la enajenación, ya sobre las bases de los nuevos descubrimientos, es
asumido, para explicar cómo en la sociedad capitalista las relaciones entre los
hombres se fetichizan, se objetivan, se cosifican, a través de la mediación
mercancía, como proceso de deshumanización progresiva.
“Según Marx es la apariencia que adquieren las relaciones de producción en la sociedad capitalista basada en la producción de mercancías. En dicho sistema socio-económico, las relaciones entre los hombres se ocultan tras la aparente relación con las mercancías. De esta manera, las relaciones entre los hombres se convierten, aparentemente, en relaciones entre cosas y, en definitiva, los hombres son considerados también como cosas, al ser su trabajo también una mercancía. El mecanismo que conduce a esta forma de fetichismo es el de la desaparición del valor creado por el trabajo en el mero valor de cambio de las mercancías. Todo el trabajo humano desaparece en la mercancía, que solamente posee este carácter en tanto que simple objeto de cambio (por dinero, por ejemplo), dejando de lado el hecho de haber estado producidas por trabajo humano. De esta manera, dicho trabajo se equipara solamente con la mercancía. La misma fuerza de trabajo humana se convierte en una mercancía más, y el trabajador aparece a su vez como una «cosa».
Es, pues, el producto de la reificación y forma de
alienación de valores concretos del trabajo en beneficio de los valores
ideológicos del capital. Bajo el fetichismo de las mercancías las relaciones
sociales determinadas entre los hombres aparecen a éstos bajo la forma
fantástica de relaciones entre cosas”[19].
Esta cosificación de las verdaderas relaciones humanas
impide la aprehensión cultural humana. Fuerzas extrañas al hombre lo dominan y
esclavizan. La mediación de la mercancía, convertida en fetiche, hace del
hombre una cosa más entre las cosas[20].
La producción intelectual de Marx y el marxismo creador, que
dio continuidad a su obra, como filosofía de la praxis, de la subjetividad, del
cambio, está penetrada de sentido histórico – cultural y complejo. Por eso en
ella los conceptos enajenación, praxis y cultura, devienen totalidad dialéctica
inseparable para explicar la realidad actual y cambiarla humanamente. Una
realidad donde la aprehensión cultural del hombre resulta quimérica, en la
medida que la enajenación impuesta, separa al hombre de su obra, y lo convierte
en objeto.
Referencias
[1] La teoría
marxista de la práctica tiene su historia de formación. Por eso nos oponemos a
los autores que tratan de presentarla como algo que surge de golpe, y no
indagan en su proceso de génesis, desarrollo y sistematización. Esto se hace
más objetivo aún, cuando investigamos su génesis en el transcurso del periodo
de reelaboración crítica del materialismo contemplativo de Feuerbach por Marx.
[2] Ver de R. Pupo.
La práctica y la filosofía marxista.
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986.
[3] Ibídem, p. 127.
[4] Carlos Marx: Manuscritos económicos y filosóficos de1844,
Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1975, p. 71.
[5] Ibídem.
[6] Marx, C. Manuscritos económicos y filosóficos de 1844,
Editorial de C. Sociales, La Habana, 1975, p. 78.
[7] Ver: Augusto
Cornú: Ob. cit., t. 3, p. 231. En efecto, por la mediación entre la
necesidad y su objeto, que se establece a través de la práctica (el trabajo),
el hombre supera la inmediatez en sus relaciones con la naturaleza, los
hombres, por intermedio de sus obras entran en relaciones recíprocas,
que revisten la forma de correspondencia de sujeto a sujeto por mediación del
objeto.
[8] Marx, C. Manuscritos económicos y filosóficos de 1844.
Edición cit. P. 77
[9] No podemos
olvidar que en este período a pesar de los avances teóricos de Marx, apenas se
inicia la real compresión del proceso histórico a partir del papel que 1e
atribuye a la práctica productiva.
Al mismo tiempo, no compartimos la concepción de Rodolfo
Mondolfo, que prácticamente identifica a Marx con Feuerbach, en su obra Marx y Feuerbach. Por otra parte, nos
parece que a pesar del gran valor científico que tiene el análisis de A. Cornú
sobre este periodo, el autor exagera el nivel de los logros teóricos de Marx en
la elaboración de la nueva filosofía en los Manuscritos económicos y
filosóficos de 1844.
[10] T. 1.
Oizerman. La formación de la
filosofía del marxismo, Editorial de C. Sociales, La Habana,
1980, p. 275.
[11] Adolfo
Sánchez Vázquez. Filosofía de la praxis,
Editorial Grijalbo, México, 1980. p. 129.
[12] Carlos Marx. Manuscritos económicos y filosóficos de 1844,
Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1975, p. 103.
[13] Ibídem, p.
116.
[14] Marx a veces
identifica la industria con la producción, el trabajo: “Se verá como la historia de la industria y la existencia establecida objetiva
son el libro abierto de las potencias esenciales del hombre”. (Ídem, p.
115).
[15] Ibídem, p.
130.
Ya en esta tesis Marx se va acercando a la comprensión de la
esencia de la práctica revolucionaria como actividad necesaria para transformar
no ya una idea, sino la misma realidad. Esta tesis supera sus propias ideas
enunciadas en los Anales Franco Alemanes. Al mismo tiempo, ya en los
Manuscritos... Marx fija la atención al papel decisivo de la práctica en la
solución de los problemas teóricos. Estas tesis serán desarrolladas en las Tesis sobre Feuerbach y en La Ideología Alemana.
[16] Ibídem.
Sobre esto Ernest Mandel expone algunas ideas racionales;
pero en general su interpretación es esquemática y superficial, pues su
preocupación esencial es qué hay en Marx de Hegel o Feuerbach. (Ver
Ernest Mandel. La formación
del pensamiento económico do Carlos Marx, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 1970, pp. 197-238.)
[17] A. Cornú.
Obra Cit. P. 20. Nosotros estamos plenamente de acuerdo con los avances que
Cornú le atribuye a Marx, cuestión que lo atestigua el hecho que un año después
escribiera las Tesis sobre Feuerbach y La ideología alemana. Sin embargo, nos
parece que estos avances teóricos que lo separan ya radicalmente de Feuerbach,
están expuestos de forma fragmentada y no sistemáticamente, es decir, que
constituyen en sí presupuestos teóricos embrionarios del inicio de la ruptura
ya presente en los Anales Franco Alemanes. Al mismo tiempo, no compartimos la
concepción de Althusser que trata en vano de presentar los Manuscritos… como
obra de una ideología acabada. (Ver L. Althusser. Por Marx, Edición Revolucionaria, La Habana, 1966, pp. 145-150.)
[18] Cultura,
conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos,
que caracterizan a una sociedad o grupo social en un periodo determinado. El
término ‘cultura’ engloba además modos de vida, ceremonias, arte, invenciones,
tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del ser humano,
tradiciones y creencias. A través de la cultura se expresa el hombre, toma
conciencia de sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos significados
y crea obras que le trascienden. (Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ®
2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los
derechos).Para Marx la cultura es una segunda naturaleza, ya que el ser humano,
más que tener una naturaleza humana es un ser social que produce sus propias
condiciones de vida. Pero estas condiciones son las que determinan esta segunda
naturaleza que, en este sentido, pues, no es natural, sino social. De la fusión
entre las concepciones de Marx y las de Freud surge el freudomarxismo
representado por autores como Erich Fromm, Wilhelm Reich o Herbert Marcuse. En
el caso de este último filósofo, a esta concepción de la cultura se añaden
aspectos críticos surgidos de la reflexión de Heidegger: su concepción de la
técnica y su concepción de una «voluntad de la voluntad» que impera en la
civilización actual que «niega todo fin en sí y sólo admite los fines como
medios». Para Marcuse, la cultura debe entenderse como la reflexión sobre la
evolución previa y sobre las alternativas, a partir de las cuales la
civilización occidental se revela como un camino erróneo. De esta manera, para
Marcuse, la cultura se convierte en crítica de la cultura. También Habermas se
inscribe, en parte, en esta tradición y señala que el peligro de nuestra
cultura es que el interés -que domina el conocimiento y la acción- por el
creciente dominio de la naturaleza acabe con todos los demás fines. Por otra
parte, también ciertas tendencias contemporáneas de tipo ecologista señalan los
límites del dominio sobre la naturaleza y alertan sobre una separación excesiva
del hombre respecto de su medio natural que podría concluir con la destrucción
total de la vida sobre el planeta.( Dic. Filos. Herder) En el caso de Marx,
siempre concibió la naturaleza como madre inorgánica del hombre y la sociedad,
como su claustro materno.
[19] Diccionario de filosofía en CD-ROM.
Copyright © 1996. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos
reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez
Riu.
[20] Ahora bien,
el proceso de trabajo que discurre como proceso de consumo de la fuerza de
trabajo por el capitalista, muestra dos fenómenos particulares. El trabajador
trabaja bajo el control del capitalista al que pertenece su trabajo. El
capitalista vigila que el trabajo proceda como es debido y que los medios de
producción se utilicen de acuerdo con su fin, o sea, que no se desperdicie
materia prima y que el instrumento de trabajo sea cuidado, esto es, destruido
sólo en la medida en que lo impone su utilización en el trabajo. Pero, en
segundo lugar, el producto es propiedad del capitalista, no del productor
directo, el trabajador. El capitalista paga, por ejemplo, el valor diario de la
fuerza de trabajo. Su uso, como el de cualquier otra mercancía que haya alquilado
por un día -un caballo, por ejemplo-, le pertenece, pues, por todo el día. El
uso de la mercancía pertenece al comprador de la mercancía, y de hecho el
poseedor de la fuerza de trabajo, al dar su trabajo, no da más que el valor de
uso que ha vendido. Desde el momento en que entró en el taller del capitalista,
perteneció al capitalista el valor de uso de su fuerza de trabajo, o sea, su
uso, el trabajo. Mediante la compra de la fuerza de trabajo, el capitalista ha
incorporado el trabajo mismo, levadura viva, o los inertes elementos formadores
del producto, que también le pertenecen a él. Desde su punto de vista, el
proceso de trabajo no es sino el consumo de la mercancía tuerza de trabajo que
él ha comprado, pero que no puede consumir más que añadiéndose medios de
producción. El proceso de trabajo es un proceso entre cosas que el capitalista
ha comprado, entre cosas que le pertenecen. Por eso, el producto de ese proceso
le pertenece exactamente igual que el producto del proceso de fermentación que
discurre en su bodega. (C. Marx. El Capital, Libro primero. Grijalbo, Barcelona
1976, vol. 2, p. 201).
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