19/9/14

Karl Marx, un periodista en la Era del Capital | Apuntes para una investigación

Karl Marx ✆ Gregory Berg
Mario Espinoza Pino   |   El objetivo de este artículo es criticar la representación tradicional del trabajo periodístico de Karl Marx, habitualmente olvidado por un canon engañoso que sólo asume sus artículos al precio de convertirlos en una obra menor. Uno de los problemas de esta concepción tradicional es que disocia sus contribuciones teóricas y económicas del desarrollo histórico del pensamiento del autor (y también de sus raíces materiales). Intentaremos señalar la importancia del periodismo maduro de Karl Marx en dos áreas: en la construcción de los conceptos centrales de su crítica contra el capitalismo (plusvalor, un enfoque histórico multilineal, una descripción global del mercado mundial, etc.) y en la producción de cartografías políticas para intervenir en el conflicto de clases. Este artículo plantea varias hipótesis y afirmaciones tentativas sobre el periodismo de Karl Marx que pueden servir como punto de partida de una investigación crítica.

1. Karl Marx y el periodismo: más allá del olvido

Resulta sorprendente que a día de hoy no dispongamos todavía de un estudio serio y riguroso acerca de la actividad periodística de Karl Marx. Existen innumerables artículos y libros sobre su pensamiento teórico y político, por no hablar de la imponente bibliografía generada en torno a sus contribuciones más conocidas, desde sus tempranos Manuscritos de París (1844) hasta El Capital (1867). 

Sin embargo, los artículos del filósofo de Tréveris parecen haber sido sepultados bajo el peso de sus grandes obras, desplazados a un ámbito marginal y aparentemente anecdótico en el marco de su producción teórica. Un gesto que no deja de rayar en lo paradójico, sobre todo si tenemos en cuenta la importancia del periodismo en la formación de Marx y en el desarrollo de su crítica de la economía política. Lo cierto es que la tradición marxista, generación tras generación, ha terminado por convertir los escritos periodísticos del pensador en un suerte de “fuente secundaria” o “literatura menor”: en el mejor de los casos han servido de instrumento auxiliar a historiadores e investigadores, permitiéndoles perfilar mejor el trasfondo histórico de su pensamiento; también se han mostrado útiles a la hora de resolver ambigüedades interpretativas puntuales. Pero más allá de estos usos limitados, el periodismo de Marx nunca ha sido abordado de manera autónoma, es decir, como una línea de investigación específica que merezca ser recorrida por su propia entidad. Nadie ha emprendido aún la tarea de analizar la producción periodística de Marx de forma global y sistemática, una labor que demanda tanto la valoración pormenorizada de sus distintos artículos –necesidad del todo urgente por su actualidad y vigor– como un estudio profundo de las relaciones entre su periodismo de investigación y la formación teórica y política de su pensamiento.

Aunque ambas tareas exceden con mucho el contenido de un artículo como éste, cuyo carácter es del todo preliminar respecto a la problemática señalada, en las próximas líneas vamos a tratar de poner de relieve la importancia capital de la producción periodística de Marx en la forja de su “crítica de la economía política”. Para ello esbozaremos tres frentes diferenciados de trabajo:
1) para comenzar, realizaremos un breve análisis del olvido de los escritos periodísticos de Marx, tratando de exponer las razones que han propiciado el desplazamiento de sus artículos a un lugar secundario dentro de su obra;
 2) elaboraremos una propuesta provisional de periodización de la producción periodística del autor, un itinerario de lectura histórico y temáticamente fundado, es decir, atento al pulso de las diversas transformaciones sufridas por el pensamiento de Marx; 3) A partir de lo anterior, y más allá del valor historiográfico de los artículos, mostraremos la relevancia del periodismo de Marx como forma de intervención política en el presente. En este sentido, destacaremos la importancia estratégica de la producción de discursos críticos y coyunturales –cabría decir dialécticos1– sobre la realidad contradictoria de nuestras sociedades. Una vía de trabajo más que necesaria en pos de participar en un mundo cada vez más complejo y dinámico, un mundo globalizado y en crisis.

Adentrarse en los artículos periodísticos de Marx supone, antes de nada, descifrar las condiciones de su olvido. Como comentábamos más arriba, la tradición marxista ha interpretado las crónicas de Marx de manera unilateral, construyendo una “representación” o “imagen” de las mismas harto esquemática y simplificadora. Una representación que contiene, además, un matiz peyorativo: el menosprecio de cierta cultura filosófica y científica hacia una ocupación intelectual “menor” como el periodismo. Este prejuicio, un prejuicio que ha perdurado a lo largo de diversas lecturas e interpretaciones de su pensamiento, tiene su origen en una interpretación excesivamente literal del testimonio de Marx, cuya relación con el periodismo fue siempre tensa y difícil. Quizá sea pertinente recordar que la mayoría de los periódicos en los que colaboró el filósofo acabaron súbitamente cerrados: asediados por la censura o sin fuentes de financiación. Tales fueron los casos de la Rheinische Zeitung (1842-42), los Deutsche-französische Jahrbucher (1843-44), Vorwärts! (1844), la Neue Rheinische Zeitung (1848-49) o la Neue Rheinische Zeitung. Politische-Öknomische Revue (1850). Cabe también señalar que la relación más duradera e importante que Marx mantuvo con un diario, el Norteamericano New York Tribune (1852-1862), se vio sacudida constantemente por diferencias y conflictos con sus editores.

La “representación unilateral” de la obra periodística de Marx -aquella que trata sus artículos como algo secundario2- toma como referencia varias cartas y declaraciones del filósofo en las que éste critica duramente el ejercicio del periodismo, ya sea aludiendo a dificultades con la censura o expresándose sobre los pormenores del trabajo de corresponsal (problemas económicos, desacuerdos editoriales, descuido de sus trabajos científicos por atender al periodismo etc.). Muchas son conocidas, y atraviesan varias etapas de su trabajo como corresponsal: las cartas de Marx a Ruge tras la notificación de censura y cierre de la Rheinische Zeitung, el enfado de Marx —acusado de publicar prensa sediciosa— ante la supresión de la Neue Rheinische Zeitung y su posterior expulsión de Colonia, pero también las constantes discusiones epistolares entre Karl Marx y Friedrich Engels sobre la editorial del New York Tribune (Charles Dana y Horace Greely). Es especialmente en este último período, que marca la etapa más importante en la producción periodística del filósofo, cuando las críticas hacia el periodismo como actividad afloran con más violencia en sus cartas. Sin embargo, el Tribune era el periódico con más tirada de la época, y gracias a él Marx comenzó a ser conocido en la nación capitalista que pronto arrebataría la hegemonía mundial a Inglaterra, Estados Unidos.
Por tanto, y a la luz del prestigio adquirido en el rotativo, sus críticas al periodismo podrían resultar paradójicas. Pero en absoluto lo son cuando situamos históricamente el trabajo del filósofo: la década de 1850 fue probablemente la más dura para Marx en términos biográficos y vitales, su única fuente de ingresos era el periodismo, al cual debía dedicar la mayor parte de su tiempo para sobrevivir. No obstante, como puede verse a lo largo de su epistolario de este período, el periodismo no era suficiente, y la familia Marx debía pedir regularmente ayuda económica a Engels para no caer en la miseria. Como es lógico, su labor como corresponsal no dejaba de retrasar los “estudios científicos” proyectados por el filósofo, haciéndole posponer continuamente la escritura de una obra que llevaba por título “Economía”.

El epistolario de Marx durante su corresponsalía para el Tribune está lleno de desacuerdos, críticas e incluso arrebatos de desprecio hacia sus editores. Las razones, más allá de las presiones materiales a las que el autor se veía sometido, tenían que ver con la recepción y el uso de sus artículos por parte del diario. Lo más grave para Marx era que el Tribune solía imprimir sus crónicas como editoriales3 sin consultarle, ignorando muchos otros textos que jamás aparecían publicados y de los que finalmente no tenía noticia alguna. El filósofo se veía sometido a unos criterios de edición que —a su parecer— rayaban en lo superficial y lo arbitrario. La tensa relación con el diario neoyorquino le haría realizar declaraciones como esta: “El continuo estercolero periodístico me aburre. Me ocupa mucho tiempo, dispersa mis esfuerzos y, finalmente, no es nada. Por independiente que uno quiera ser, todavía depende del periódico y del público, especialmente si, como hago yo, se recibe pago en dinero. Las obras puramente científicas (Rein wissenschaftliche Arbeiten) son algo completamente diferente…” 4. Además, el interés del Tribune por la “alta política” internacional, más digerible por el gran público y menos importante para el corresponsal, contribuía a que su relación con el diario fuese siempre conflictiva5. La crisis económica mundial de 1857 —momento en que el filósofo comenzó sus Grundrisse— incrementará el malestar entre Marx y la junta editorial, un hecho que unido a las pérdidas del diario terminaría poniendo fin a su carrera cinco años después. Durante el año de la crisis, y ya inmerso en sus esbozos, escribirá así a Lassalle: “Me he esforzado por trabajar durante el día para ganarme la vida. Sólo me queda la noche para los trabajos auténticos (wirkliche)...”6. Del epistolario de Marx de este período, abordado aquí de un modo esquemático, podría sacarse apresuradamente una conclusión: que para el filósofo el periodismo constituía “solamente” un trabajo para “ganarse la vida”, un trabajo subalterno e inferior a su obra teórica. Razonamiento que parece reforzarse debido a la distinción trazada por el autor entre sus “trabajos auténticos” (científicos) y ese “estercolero periodístico” que “no era nada”.

Una lectura demasiado inmediata de las cartas de Marx nos condena a reproducir la citada opinión, sobre todo si tendemos a privilegiar la “problemática científica” de su pensamiento frente a otras facetas de su actividad intelectual. Este ha sido el caso de la recepción de su obra por las corrientes del llamado Marxismo Occidental a lo largo del siglo XX. Louis Althusser, Galvano Della Volpe y Lucio Colletti hicieron cristalizar una lectura académica de Marx que se centró, esencialmente, en una interpretación de los “escritos científicos” y de “madurez” del filósofo desde una óptica epistemológica (Althusser en una línea estructuralista, Della Volpe y Colletti desde los presupuestos de la Ciencia Moderna). Fue el momento de ir en búsqueda de las coordenadas teóricas del pensamiento de Karl Marx, de explicitar los presupuestos científicos de su “ciencia” para combatir las ideologías dominantes en el campo de las ciencias humanas. También fue la ocasión para proponer un programa de investigación social que finalmente quedó reducido a mera hermenéutica. El Marxismo Occidental, tal y como señalara Perry Anderson7, compensaba en el ámbito cultural la debilidad política de los intelectuales comunistas occidentales, separados de los órganos de decisión de los partido casi desde los inicios de la III Internacional. Un hecho que sumado al perfil filosófico y universitario “puro” de estos pensadores, los situaba cada vez más lejos de los movimientos sociales y populares, es decir, de la realidad antagónica de la sociedad. Aunque no es este el espacio para valorar de forma exhaustiva las diferentes apuestas y límites de estas corrientes, debemos señalar uno de los efectos más importantes de su producción filosófica y epistemológica: al instituir una marco de trabajo enfocado hacia los “textos de madurez” de Marx, aquellos en los que podía rastrearse la metodología más desarrollada del marxismo, estas tradiciones dejaron a un lado todos los escritos que no tenían cabida en ese canon. Esto no sólo incluyó los escritos periodísticos de Marx, que fueron menospreciados, sino también, por ejemplo, los Grundrisse, cuyo lenguaje hegeliano no encajaba bien en la imagen del “Marx maduro” ofrecida por Althusser y Della Volpe. De este modo, la tradición del Marxismo Occidental sirvió de “barrera” para una aproximación sistemática a los artículos del filósofo de Tréveris, una barrera o bloqueo que se ha prolongado hasta nuestros días.

Ahora bien, tomando cierta distancia reflexiva y situándonos históricamente dentro de la obra de Marx, el panorama que aparece ante nosotros es muy diferente del dibujado por estas lecturas. Para empezar, el hecho de que Marx criticase su actividad periodística justo en el momento de su mayor producción, llegando a separar incluso su trabajo científico del periodístico, no debe hacernos caer en la trampa de minusvalorar su labor como cronista. Desde una perspectiva biográfica, su epistolario traduce las tensiones materiales de la década de 1850, la precariedad económica y la lucha de la familia de Marx para salir de la miseria. Si estos elementos no son tomados en cuenta, no puede entenderse su aparente “desprecio” por el periodismo. Sucede lo mismo si no se alude a las disensiones con los editores del Tribune o, de un modo más general, a sus conflictos con la censura política en su trayectoria periodística. Pero más allá de esto, hay dos cuestiones que otorgan al periodismo un papel de primera importancia en la formación del pensamiento de Marx. A pesar de que en la década de los 50 hablase del periodismo como una ocupación puramente “laboral”, si ponemos en perspectiva su trayectoria intelectual la realidad es otra: su interés periodístico data de 1842, y su trabajo como redactor le acompañaría de forma casi ininterrumpida hasta 1862, época en la que ya había esbozado las líneas generales de su crítica de la economía política8. La actividad periodística es, por tanto, una dinámica fuertemente enraizada en la matriz de su pensamiento teórico-político. De hecho, su participación en la fundación de diversas revistas en la década de los 40 es muy significativa (desde los Deutsche-französische Jahrbucher hasta la Neue Rheinische Zeitung. Politische- Ökonomische Revue).Y es que Marx pensaba que el periodismo era una herramienta esencial de análisis y difusión para su tarea crítica y política. Yendo algo más lejos, y relacionando ahora la producción teórica y periodística del pensador, podemos afirmar que difícilmente puede comprenderse el alcance de la crítica de la economía política madura del filósofo sin los artículos del Tribune, ya que fue gracias a ellos, gracias a sus análisis y a las investigaciones acometidas para escribirlos, que Marx pudo desarrollar una comprensión madura del mercado mundial, la clase obrera, las crisis, la ciencia económica, la historia y la tecnología. Una serie de conocimientos sin los que no habría podido escribir un texto como los Grundrisse entre 1857 y 1858. Frente a las lecturas demasiado inmediatas o esencialmente epistémicas de Marx, ha de señalarse que el periodismo es un aspecto central del pensamiento del filósofo, una actividad regular que le acompaña desde los inicios de su aventura intelectual. Una práctica que no sólo le permitía intervenir políticamente, sino que —como no podía ser de otro modo— tendría efectos y resonancias teóricas fundamentales en la forja de su pensamiento maduro.
 













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