Karl Marx ✆ A.d. |
Juan Kornblihtt |
Diferentes corrientes dentro del marxismo argentino coinciden en señalar
como una de las causas fundamentales del mal desarrollo económico de la
Argentina al hecho de que su inserción internacional se dio en la etapa del
dominio del capital monopolista. Por lo tanto, atribuyen las limitaciones
históricas del desempeño del capitalismo en la Argentina a una distorsión a la
ley del valor por el creciente dominio de relaciones sociales extra económicas.
En este artículo, realizaremos una crítica a los principales exponentes de esta
posición a partir de retomar la perspectiva de un análisis de la competencia en
los términos que Marx los desarrolló en El Capital.
El debate en torno al capital monopolista marca grandes
líneas dentro del marxismo. Encontramos una tradición dominante para la cual el
desarrollo del capital se divide en dos grandes etapas. La primera,
correspondiente a la estudiada por Marx, estaría caracterizada por la libre
competencia. La segunda sería la etapa del imperialismo y del capital
monopólico. La principal característica de la etapa monopolista es la
regulación de los precios por parte de los monopolios, lo que en cierta medida
pondría fin a la competencia en términos económicos. Así, la disputa entre
capitales ya no sería por la reducción del precio mediante el desarrollo de las
fuerzas productivas, sino una lucha por el control de mercados.
Esta posición
llega a su máxima teorización a partir de la obra de Baran y Sweezy, en
particular con su libro El Capital
Monopolista (Baran, 1974). Pero aunque se ha convertido casi en lugar
común dentro de la izquierda señalar a los monopolios como los principales
responsables de los males del capitalismo, existe una extensa corriente de
críticos a la idea de que el capitalismo se encuentra en una etapa regulada por
el capital monopolista.
El debate, aunque tiene extensión a nivel internacional,
como veremos, poco ha sido puesto de relieve en el estudio de la historia
argentina. La idea de la existencia de una etapa dominada por el capital
monopolista es aceptada por casi toda la izquierda local quienes lo han dado
por cierto, realizando muy poco esfuerzo por comprobar lo. Los numerosos
trabajos históricos escritos tanto desde el marxismo como desde otras teorías
con intenciones críticas o izquierdistas (dependentismo y en menor medida
desarrollismo) señalan la presencia temprana de una dinámica regida por los
monopolios extranjeros sin aportar datos empíricos.
1. La competencia
como caótico articulador de la sociedad
En contraposición con la visión liberal, Marx no consideraba
a la competencia como un regulador democrático y eficaz. Sin embargo, coincidía
en darle un carácter fundamental en la organización de la sociedad
contemporánea. Lo específico del capitalismo en relación a los modos de
producción previos es que las relaciones sociales de producción dejan de ser
relaciones de sujeción personal directas y pasan a ser relaciones mercantiles
indirectas. Cada individuo se comporta como productor independiente de
mercancías. Para que esto ocurra, es necesaria la llamada acumulación
originaria, por la cual se separa a los productores directos de sus medios de
producción. El obrero es a su vez liberado de sus medios de vida y del dominio personal
por parte del señor. Esta doble libertad es la que le permite al capital
comprarle su única mercancía: la fuerza de trabajo. Mercancía capaz de agregar
más valor que el contenido en su propia mercancía. Así se constituyen las
clases fundamentales del capitalismo: burguesía y proletariado. Y de esta
forma, surge la particular forma de apropiación del excedente por parte de la
clase dominante: la plusvalía. La explotación bajo el capitalismo no se da por
la fuerza extraeconómica, sino por la acción voluntaria de los individuos que
compran y venden mercancías.
El capitalismo aparece así como un “enorme cúmulo de
mercancías”. Por esa misma razón, la explotación no termina su ciclo en la
compra de la fuerza de trabajo, y tampoco en la esfera de la producción. La
plusvalía producida por la clase obrera no es apropiada en forma directa por
los patrones. Estos están obligados primero a vender sus mercancías. Para
hacerlo deben ofrecer una mercancía a menor precio que su rival. Esta dinámica,
le permite obtener una proporción de ingreso por sobre el capital invertido
mayor que sus rivales. Es decir una ganancia extraordinaria. Pero ese plus no
puede ser eterno ya que sus competidores, al ver que su rival obtiene una tasa
de ganancia mayor que la suya, invertirán sus capitales en esa rama o
aumentarán su productividad. El resultado es una progresiva igualación de la
tasa de ganancia. Este ciclo volverá a repetirse cuando un capital vuelva a
lograr aumentar la productividad y abaratar sus costos y así obtener una
ganancia mayor. La plusvalía se constituye así en la masa total de riqueza
producida por la sociedad, pero su reparto adopta formas particulares dadas por
la competencia. Los más productivos se apropian de una porción mayor, mientras
los menos ceden una parte.
La competencia entonces no presupone la existencia de
capitales iguales (o infinitesimales como sostiene la teoría de la competencia
perfecta), sino una permanente diferenciación entre aquellos que alcanzan una
ganancia extraordinaria y capitales que los corren desde atrás.2 A la vez,
tampoco significa que el precio esté dado o sea externo a los capitales (como
también presupone la teoría del equilibrio general y la figura del subastador
walrasiano), sino que los capitales más productivos son los que ponen los
precios, lo suficientemente altos para obtener una ganancia extraordinaria, y
los suficientemente bajos como para desplazar a sus competidores.3
Esta dinámica impulsa que en forma permanente aumente su
productividad, pero a la vez provoca que aquellos capitales que no logren
alcanzar esa ganancia media se fundan. El resultado es una progresiva
concentración (aumento de la escala del capital individual) y centralización
del capital (cada vez menos capitales en menos manos). Este proceso es el que
explica la búsqueda permanente de innovación por parte de los capitalistas.
Pero así como explica el desarrollo, permite comprender las contradicciones
fundamentales del sistema capitalista. El primer problema que aparece es la
imposibilidad de planificar la producción. El mercado es anárquico, lo que
implica que sólo se sabe si lo producido podrá ser vendido y en qué cantidad
una vez que eso efectivamente ocurra. Esto lleva a un exceso de producción
permanente. La siguiente contradicción es aún más profunda. La permanente
búsqueda de aumentar la ganancia, como señalamos, obliga aumentar la
productividad, es decir la extracción de la llamada “plusvalía relativa”. Esto
implica una disminución de la proporción de capital variable, es decir fuerza
de trabajo por sobre el capital constante (capital fijo, maquinaria, insumos).
Este proceso, conocido como “aumento de la composición orgánica del capital”,
lleva a una reducción de la fuente de plusvalía y, por lo tanto, a una
tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Esta combinación entre caída de la
tasa de ganancia e incapacidad de controlar la producción trae como resultado
crisis cíclicas de cada vez mayor envergadura.
En definitiva, para Marx, la dinámica de competencia
atraviesa al conjunto de la reproducción del sistema capitalista, y por lo
tanto es la clave de su propia superación. Por un lado, el desarrollo de la
concentración y centralización de capital impulsa el desarrollo de las fuerzas
productivas y además organiza en forma cada vez más socializada la producción (aunque
restringiéndolo al interior de cada capital). Por el otro, es la causante de
las crisis y por lo tanto de la debilidad de la burguesía en ciertos momentos
históricos. Esta doble dinámica es la que le da fuerza estructural a la clase
obrera: es a la vez sujeto de una producción cada vez más socializada y tiene
la fuerza para aprovechar las contradicciones de la burguesía en la disputa por
el poder.
http://marxismocritico.com/ |
Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas http://revistas.ucm.es/ |