Ariel Mayo | La definición del concepto de sociedad es (resulta casi obvio
decirlo) uno de los tópicos centrales de la sociología. Establecer qué es la sociedad no es una cuestión
meramente técnica, en el sentido de que la respuesta que se dé a ese
interrogante sirve únicamente para resolver los problemas prácticos de la
disciplina (como, por ejemplo, desarrollar mejores indicadores). Representa,
ante todo, una toma de posición
política respecto a la relación de fuerzas existente al interior
de cada sociedad.
Intentaré precisar con un ejemplo lo dicho en el
párrafo anterior. El individualismo
metodológico es una de las corrientes más influyentes de la teoría
social contemporánea. Su postulado fundamental consiste en la afirmación de que
el estudio de lo social debe comenzar por el del individuo; la sociedad es
artificial, lo único natural son los individuos. Dicho en otros términos,
cualquier fenómeno social puede explicarse a partir de procesos propios de los
individuos (su esencia egoísta, sus preferencias, sus motivos, etc.), sin que
sea necesario tomar en cuenta a los grupos sociales en la elaboración de la
explicación. No se trata, por supuesto, de negar la existencia de los grupos
sociales, sino de rechazar la influencia del grupo sobre el individuo o, si se
reconoce que ésta existe, de relativizarla, dejando anclado el núcleo de la
explicación en las características del individuo.
El individualismo metodológico implica la
negación de la existencia de las clases sociales como factor explicativo del
proceso social. Esta negación tiene implicaciones que van mucho más allá de lo
teórico, dado que negar la existencia de las clases sociales es negar la lucha
de clases; en el caso de la sociedad capitalista, significa negar la existencia
del conflicto entre capital y trabajo o, en una versión más sofisticada, dejar
de lado la pertinencia de este conflicto en la caracterización de los rasgos
principales del orden social. Lucha de clases, clase social, socialismo, son
otras tantas pavadas con que pretenden confundirnos los intelectuales de
izquierda. Lo único verdaderamente importante es la percepción de nuestros
intereses (entendidos como egoísmo, como negación del otro). Las respuestas
colectivas a los problemas de la sociedad son ineficaces; lo único relevante al
momento de transformar nuestro entorno es la percepción clara de mis propios
intereses en tanto individuo separado del resto.
El individualismo a
secas es el producto político del individualismo metodológico.
El individualismo metodológico, a partir de una
definición particular del concepto de sociedad (basada a su vez en una
determinada concepción del individuo), legitima la sociedad capitalista a
través de la exaltación del individuo, desgajado de los lazos que lo unen a sus
semejantes. A sabiendas que se trata de una simplificación, podemos afirmar que
el individualismo metodológico no hace otra cosa que elevar la competencia en
el mercado a principio explicativo central de la teoría social.
Karl Marx (1818-1883) realizó una crítica
implacable del individualismo metodológico, discutiendo tanto sus fundamentos
filosóficos como sus desarrollos en el plano de la economía en particular y de
la teoría social en general. En este artículo quiero destacar la manera en que
esa crítica se encuentra plasmada en la definición marxiana (la palabra es fea,
pero me rindo ante la demanda de precisión) de sociedad. Para ello recurro al
folleto Trabajo asalariado y capital (1), publicado por
primera vez en 1849, y cuyo origen se remonta a unas conferencias pronunciadas
en 1847 en Bruselas. Marx encara allí el problema de definir la noción de
sociedad y lo hace del siguiente modo.
Marx empieza por un rodeo. No comienza hablando
de “la sociedad” en general, en abstracto, sino que examina aquello que es
imprescindible para la existencia de toda sociedad: el proceso de producción.
“En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir, los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionen con la naturaleza y cómo se efectúa la producción.” (p. 17).
Sin producción no hay seres humanos, pues sin
ella es imposible obtener los bienes necesarios para la reproducción de la
existencia humana. Pero no hay producción sin el establecimiento de relaciones
entre los individuos. Si se acepta esta última proposición, el punto de partida
del individualismo metodológico es falso, porque el individuo nunca está
aislado, sino que requiere del establecimiento de relaciones con otros
individuos para poder mantenerse con vida (obtener todo aquello que requiere
para vivir). De este modo, el problema de la naturaleza del individuo (y, por
ende, el de la naturaleza de la sociedad) se desplaza desde el terreno de la esencia al de las relaciones sociales.
Marx denomina relaciones sociales de producción a las relaciones
mencionadas en el párrafo anterior. A partir de ellas construye su definición
de sociedad:
“Las relaciones de producción forman en conjunto lo que se llaman las relaciones sociales, la sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado grado de desarrollo histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo. La sociedadantigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa, son otros tantos conjuntos de relaciones de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo en la historia de la humanidad.” (p. 17).
La sociedad se define, por tanto, como un
conjunto de relaciones sociales y no como el producto de la suma agregada de
individuos (y, por tanto, de las motivaciones de esos individuos o de una
esencia humana ahistórica). (2). Los individuos son el producto de esas
relaciones sociales, y no a la inversa. Pero Marx dice algo más que eso.
Privilegia dentro de las relaciones sociales a las relaciones sociales de
producción. A despecho de la crítica habitual, esto no debe interpretarse como
el reconocimiento por parte de Marx del carácter determinista económico de su
teoría de la sociedad. Implica, en primer lugar, reconocer que es imposible la
existencia misma de la sociedad si no hay producción. Además, y esto es más
importante, supone reconocer que las relaciones de producción no son
simplemente una cuestión técnica (un ordenamiento técnico de los factores de
producción), sino que definen la estructura de poder de la sociedad. Más claro:
la sociedad feudal supone la elevación de la nobleza al papel de clase
dominante, en tanto que los campesinos son la clase explotada. Esta relación
nobleza – campesinos es una relación social de producción, pero, como puede
verse, es algo más que una relación exclusivamente económica.
La combinación de la centralidad de la relación
en la elaboración de las definiciones de los conceptos sociológicos con el
papel fundamental de la producción, es una de las fuentes del carácter
insuperable (si el lector lo desea, puede agregar a continuación “hasta ahora”)
del marxismo como herramienta de análisis social. Claro que en la definición
formulada en Trabajo asalariado y capital se encuentra otro de los
puntales del marxismo: el análisis de la sociedad desde una perspectiva
política, de clase. Su referencia a los distintos tipos de sociedad (antigua,
feudal, burguesa) remite a tipos específicos de relaciones sociales de
producción que, a su vez, dependen de determinadas relaciones de propiedad, es
decir, de relaciones políticas entre las clases sociales. En este punto, el
marxismo rompe, como siempre, con la concepción académica de lo que debe ser
una ciencia social.
Notas
1. Fue escrito en 1847 y publicado por primera vez en NEUE
RHEINISCHE ZEITUNG. ORGAN DER DEMOKRATIE (Nueva Gaceta Renana. Órgano de
democracia), del 5, 6, 7, 8 y 11 de abril de 1849. Posteriormente, fue editado
en folleto aparte, bajo la redacción y con un prefacio de F. Engels, en
1891 en Berlín. Todas las citas de Trabajo asalariado y
capital han sido tomadas de la siguiente edición: Marx, Karl.
(1985). Trabajo asalariado y capital. Barcelona: Planeta-Agostini. (pp.
7-32). La traducción española corresponde a la editorial Progreso (Moscú). El
libro es una compilación de trabajos, que incluye, además del texto tratado
aquí, las Tesis sobre Feuerbach, Las luchas de clases en Francia de
1848 a 1850 y El dieciocho brumario de Luis Bonaparte.
2. El planteo de Marx es coherente con la caracterización de
la naturaleza humana formulada en las Tesis sobre Feuerbach. En la tesis
n° 6 expresa que “la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada
individuo. Es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales.” (p. 667;
el resaltado es mío). Utilizo la traducción española de Wenceslao Roces: Marx,
Karl y Engels, Friedrich. (1985). La ideología alemana. Buenos Aires:
Ediciones Pueblos Unidos y Cartago.